Al-Ándalus. 711-1492 PDF

Title Al-Ándalus. 711-1492
Author Jorge GonMer
Course Historia de España
Institution Bachillerato (España)
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Al-Ándalus. 711-1492...


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TEMA 2. AL-ÁNDALUS. LOS TERRITORIOS HISPANOMUSULMANES EN LA EDAD MEDIA. LA CONQUISTA MUSULMANA DE LA PENÍNSULA. La monarquía visigoda tenía una gran debilidad, y las luchas por el trono eran frecuentes. El rey Witiza pretendía que su hijo lo sucediera en el trono, pero a su muerte Rodrigo, un noble de la Bética, ocupó la corona, lo que generó una guerra civil. El bando witizano buscó ayuda al otro lado del estrecho. Desde el siglo VII los musulmanes se habían expandido, partiendo de Arabia, por todo el Oriente Próximo y norte de África hasta el Atlántico. En el 711 entraron en la península, bajo el mando de Tarik, y derrotaron al rey Rodrigo en la batalla de Guadalete. Luego comenzó la incorporación de territorios que fue, en algunas ocasiones, mediante el sometimiento y la confiscación de tierras, pero en la mayoría de las ocasiones los hispano-visigodos pactaron las condiciones de su rendición y se respetaron sus derechos a cambio del pago de un tributo. Por eso en pocos años, hasta el 714, se extendieron por casi toda Hispania, a la que llamarán Al-Ándalus. Los musulmanes que entraron tenían orígenes étnicos diversos. Los árabes constituían el grupo dominante, que dirigía los ejércitos, y se apropiaron de las mejores tierras. Pero el grueso de las tropas era de origen beréber, del norte de África, escasamente arabizados, que se habían incorporado al islam muy poco antes. Se les concedieron tierras malas, por lo que llegaron a protagonizar alguna rebelión. Para combatirlas entró un grupo de tropas de sirios que terminó disputándose con los árabes las mejores tierras. Estos enfrentamientos según el origen tribal fueron siempre un impedimento para la unificación política de Al-Ándalus.

EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL AL-ÁNDALUS. Alta Edad Media. Primacía y esplendor. (siglos VIII-X) Durante la Alta Edad Media Al-Ándalus vive su momento de mayor esplendor político, económico y cultural. Los musulmanes ocupan casi toda la península y apenas hay movimientos de fronteras. Se suceden tres etapas.

Emirato dependiente (714-756) El imperio musulmán era un extenso estado gobernado por un califa, que se tiene por sucesor del profeta Mahoma, y tiene el máximo poder político y religioso. AlÁndalus es un emirato (provincia,), gobernada por un emir que se nombra desde Damasco. La capital de ese emirato era Córdoba, antigua capital romana de la Bética. El avance hacia el norte se vio frenado por algunas derrotas, como la de Covadonga (722), en realidad una escaramuza, que garantizó la independencia del reino de Asturias, o la de Poitiers (732) en que los francos pararon su intento de expansión al norte de los Pirineos. Una de las razones del fin de su impulso conquistador fue la inestabilidad interna por los entrenamientos entre árabes, sirios y beréberes. Cuando estos se retiran de las tierras que les habían concedido en la Meseta Norte, la frontera quedó establecida en el Sistema Central y en las montañas del Pre-Pirineo. Emirato independiente (756-929) En el año 750 se produjo una sublevación en Damasco, la capital del califato. El califa fue depuesto y su familia asesinada, y tomó el poder una nueva dinastía, los Abbasidas, que trasladan la capital a Bagdad. Pero un miembro de la antigua familia califal, los Omeyas, escapa de la matanza y llega a la península en el 756. Logró apoyos entre algunos dirigentes locales y se proclamó emir independiente, con el nombre de Abderramán I. Al-Ándalus se convirtió en el primer estado islámico independiente, aunque sólo en lo político. En lo religioso se seguía reconociendo la supremacía espiritual del califa de Bagdad. Este período es de consolidación y organización del poder musulmán, pero no faltaron tensiones y enfrentamientos, no sólo entre los grupos musulmanes, sino también con la población cristiana y judía del emirato. Los cristianos estaban separados por una tierra de nadie, muy extensa en la Meseta Norte. La frontera se mantuvo intacta durante más de trescientos años.

Califato de Córdoba (929-1031) El reinado de Abderramán III (912-961) fue el momento culminante del poder político musulmán en la península. El emirato de Córdoba se convirtió en uno de los estados más prósperos y su capital en una de las ciudades más pobladas de su época. En el 929, cuando ya tenía bien afianzado su poder político, se proclamó califa. Con ello se erigía en la máxima autoridad en el islam hispano y se independizó, también en lo religioso, de los Abbasies de Bagdad, en el momento en que estos entraban en decadencia y que en el norte de África se creaban nuevos estados musulmanes. Su reinado y el de su hijo, Al-Hakam II (961-973) supusieron la época de máximo esplendor cultural y artístico. Pero a partir de Hisham II (976-1009) el poder de los califas cordobeses entra en decadencia. Este califa fue incapaz de gobernar, y en su lugar ejercerá el poder en forma de una auténtica dictadura militar su visir (primer ministro) Almanzor. Se convierte en cabeza de un poderoso ejército que emprende numerosas campañas de rapiña contra los núcleos cristianos del norte, aunque nunca buscó ocuparles territorios. A la muerte de Almanzor en 1002 comienza un período de turbulencias políticas, de luchas entre bandas rivales y de rápida sucesión de califas, que caracterizan los últimos treinta años del califato.

Plena Edad

Media. Disgregación

política y

pérdidas

territoriales (siglos XI-XIII) La Plena Edad Media es un período en que se alterna la división política del mundo musulmán y su unidad e integración en imperios norteafricanos. Aprovechando los momentos de división se van a ir produciendo avances de los cristianos, de manera que en doscientos años el mundo musulmán pasa de ser mayoritario en la península y ocupar una parte mínima en el sur. Los reinos de Taifas (1031-1090) Desde comienzos del siglo XI algunos territorios se hicieron independientes aprovechando la debilidad del califato. En el 1031 una rebelión depone al último

califa y el Al-Ándalus se fragmenta en numerosos reinos llamados de taifas, algunos muy pequeños. Era el resultado de las disputas en el seno de las clases dirigentes islámicas. Esos reinos perduraron casi todo el siglo. Fueron muy frecuentes los enfrentamientos entre sí, no dudando incluso en aliarse con reinos cristianos para enfrentarse a otra taifa. Con el tiempo algunas más importantes, como la de Sevilla, fueron absorbiendo a taifas vecinas. Esta debilidad política favoreció a los cristianos que, en muchos casos, les exigían el pago de parias (impuestos) para evitar sus ataques y ofrecerles su alianza. Pese a su debilidad política, los territorios musulmanes seguían siendo más ricos y prósperos, algunos con importante actividad intelectual y artística. Imperio almorávide y segundas taifas. (1090-1145) A finales del siglo XI se produjo el avance militar de los cristianos, que por primera vez salieron de sus fronteras y ocuparon territorio musulmán. En 1085 los castellanos conquistaron la importante taifa de Toledo y, ante esta amenaza, los reyes de otras taifas llamaron en su ayuda a los almorávides. Estos eran musulmanes ultraortodoxos que, partiendo de las zonas desérticas, habían creado un gran imperio en el norte de África, con capital en Marraquech, desde el rio Senegal hasta el Mediterráneo. En él impusieron el rigorismo islámico. Bajo el mando de su líder Yusuf ibn Tashifin entraron en la península y derrotaron a los castellanos en Sagrajas y fueron incorporando a su imperio todas las taifas, una por una. Pero el poder almorávide no llegó a consolidarse. Aunque recuperaron de los cristianos Valencia no fueron capaces de recuperar Toledo, y al poco tiempo perdieron Zaragoza frente a los aragoneses, con lo que su prestigio militar ante los hispanomusulmanes quedó mermado. Su fanatismo religioso provocaba el descontento, no solo entre cristianos y judíos andalusíes, sino también entre los propios musulmanes hispanos, que siempre habían tenido gran libertad y tolerancia. Con el tiempo su furor islamista se fue relajando, y surgió un nuevo grupo rigorista que los desbancó, invocando de nuevo la vuelta a la pureza del islam. Aprovechando

la caída de los almorávides en el Magreb, el Al-Ándalus volvió a fragmentarse en un segundo período de taifas, de corta duración. Imperio almohade y terceras taifas (1145-1232) Los almohades desbancaron en el norte de África a los almorávides y formaron un nuevo imperio, con capital ahora en Rabat. En 1145 pasaron a la península para incorporar los territorios andalusíes, aunque no lo lograron plenamente hasta 1172. Lograron frenar el avance de los cristianos por La Mancha en la batalla de Alarcos (1195). Aunque reunificaron el Al-Ándalus, no gozaron del apoyo de la población hispanomusulmana, que era reacia a las intervenciones beréberes tras la experiencia almorávide, así que el único soporte del imperio almohade era su fuerza militar. Pero esta fuerza quedó quebrada en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) en que los diversos reinos cristianos se unieron contra ellos. La derrota supuso el declive de los almohades, y un nuevo impulso conquistador de los cristianos. Poco después el Al-Ándalus se volvió a fragmentar en reinos de taifas que apenas durarán. Ante el avance cristiano sucumbieron todos excepto el de Granada.

Baja Edad Media El repliegue definitivo El reino nazarí de Granada (1237-1492). La última taifa que consiguió sobrevivir, Granada, fue fundada por Mohammed I, de la familia de los Nazaríes. Se rebeló contra los almohades, se proclamó sultán (rey) y ocupó la ciudad en 1237. Su territorio se extendía por las cordilleras Béticas, actuales provincias de Almería, Granada, Málaga y parte de Cádiz. En dos siglos y medio fue escenario de disputas internas casi constantes. Castilla la sometió al pago de parias, pero los límites se mantuvieron bastante estables todo el período. Aunque se produjo algún ataque de los castellanos que les fueron arrebataron localidades de la frontera, especialmente en la zona de estrecho de Gibraltar, también este reino cristiano se vio inmerso en guerras civiles en este periodo, lo que los distraía de cualquier intento de expansión.

Finalmente, una vez acabadas las guerras civiles, los Reyes Católicos emprendieron una guerra de conquista (1482-1492) que acabó con su incorporación a la corona castellana, Así desapareció el último estado musulmán peninsular.

ECONOMÍA Y SOCIEDAD Revitalización de la economía y de las ciudades. Frente al mundo cristiano, que en la primera parte de la Edad Media vive en un estado de retracción, con economías cerradas de auto subsistencia, el mundo musulmán tuvo una situación económica próspera y abierta, en que las diversas ciudades del orbe islámico se relacionan e intercambian La base económica seguía siendo agraria, pero los musulmanes trajeron notables mejoras. Perfeccionaron las técnicas del regadío con acequias y norias, introdujeron nuevos cultivos como arroz, cítricos, caña de azúcar, algodón, o se extendieron y mejoraron los tradicionales como el olivo. La estructura de la propiedad en el campo continuó siendo predominantemente latifundista, pero los nuevos amos de las tierras preferían residir en las ciudades. El mundo musulmán rompió la tendencia hacia la ruralización que imperaba desde el Bajo Imperio romano. La artesanía alcanzó gran desarrollo, especialmente la vinculada con objetos de lujo que las clases altas urbanas demandaban. Se desarrolló el textil con la introducción del algodón o la seda, provenientes de oriente, o los tradicionales de lino y lana. En cerámica se introdujo el vidriado, que ofrece nuevos acabados de mejor calidad. El damasquinado sobre metales, los cordobanes y marroquinería en piel o las taraceas en madera son técnicas artesanas traídas por los musulmanes, que aún se practican en España. El Al-Ándalus se integró en los circuitos comerciales de todo el mundo islámico. Comerciaban a través del Mediterráneo con de África y Oriente, y también con los cristianos, tanto con los bizantinos como con los del norte. A través de rutas caravaneras del Sahara llegaba el oro del Sudán, permitiendo una abundante circulación monetaria que dinamizó los intercambios.

Los centros de esas actividades artesanales y comerciales fueron las ciudades. Frente al abandono urbano y ruralización de la Europa occidental cristiana, las del mundo musulmán se revitalizaron. La Córdoba califal, la Sevilla almohade o la Granada nazarí destacaron por su riqueza y carácter cosmopolita. Las ciudades musulmanas se organizaron en torno a la mezquita y al mercado. El núcleo principal, la parte más antigua de la ciudad, era la medina, y en ella se encontraba la mezquita mayor. Las zonas comerciales las constituían la alcaicería (calles y callejones dedicados al comercio de lujo) y el zoco (espacio más abierto para el mercado general). Cercano a estos había profusión de alhóndigas (alfunduk), que eran, a la vez, fondas donde se alojaban los comerciantes y almacenes en las que guardar sus mercancías cuando concurrían a los mercados. El resto de la ciudad lo constituían barrios de viviendas y las zonas dedicadas a los talleres artesanos agrupados por actividad, Entre ellos se diseminaban las mezquitas menores. Cuando surgían barrios nuevos extramuros del cinturón de murallas, se llamaban arrabales. Numerosas denominaciones urbanas de estas han pasado a la lengua castellana, igual que el entramado urbano de muchas ciudades andalusíes se mantiene en el casco antiguo de algunas de nuestras ciudades actuales.

Estructura social. La principal diferencia social la constituía su adscripción religiosa, diferenciando los que eran creyentes y los que no lo eran. Entre los musulmanes, a pesar de que el islam predicaba la igualdad, hubo diversos grupos según su origen étnico: La aristocracia la formaban gente de origen árabe y sirio. Eran un grupo reducido de familias y se asentaron en las tierras más fértiles, en el sur y este. Hubo rivalidades continuas tanto entre etnias como entre familias de la misma etnia. Los beréberes norteafricanos ocupaban un rango inferior, ocuparon peores tierras y tuvieron continuos enfrentamientos con los árabes. Muladíes, eran los antiguos hispano-visigodos que se habían convertido al islam. Tomar la nueva religión les permitía mayor integración y evitar el pago de ciertos impuestos. Por ello las conversiones fueron masivas, y constituyeron el grupo más numeroso.

Se denominaban “Gentes del libro” a dos minorías no musulmanas. Podían conservar sus religiones, vivir en comunidades separadas con leyes propias, pero debían pagar tributos especiales: Judíos, que gozaron de tolerancia, frente a la antigua intolerancia de los visigodos, por lo que su colaboración inicial fue notable. Hubo el caso de alguna ciudad andalusí, como fue Carmona, poblada mayoritariamente por judíos. Mozárabes eran los cristianos que permanecieron en zona musulmana y no se quisieron convertir. Inicialmente incluso hubo territorios autónomos ampliamente poblados por ellos, pero con el tiempo su número fue descendiendo, bien por las conversiones al islam, bien porque emigraron hacia territorios cristianos del norte, especialmente en las épocas de más rigorismo islámico. La esclavitud existía, pero no era muy abundante en el mundo islámico. Se utilizaba para servicios especiales a los poderosos. El islam ponía condiciones, y no eran considerados cosas como ocurría en la esclavitud romana. Había básicamente dos grupos: Los eslavos, capturados en Europa oriental, que se reclutaban desde niños para guardia personal de los califas. En muchos casos, cuando obtuvieron la manumisión quedaron en posición muy ventajosa cerca del poder y algunos de sus descendientes llegaron a formar dinastías de reyes de taifas cuando cayó el califato. Negros, traídos del sur del Sáhara por las caravanas, solían emplearse en el servicio doméstico de las grandes familias. Con el tiempo las diferencias de origen étnico se fueron diluyendo, especialmente entre las clases más bajas.

PATRIMONIO

CULTURAL

DE

MUNDO

HISPANOMUSULMÁN. Herencia cultural de los árabes españoles La presencia árabe y musulmana se mantuvo en España novecientos años, desde la invasión a inicios del VIII a la expulsión de los moriscos a principios del XVII.

Resumir casi un milenio de cultura sería demasiado extenso, por lo que insistiremos en aquellos aspectos más destacados o en los que aún perviven entre nosotros. La cultura árabe fue especialmente esplendorosa en la época de los emires y califas, que convirtieron a Córdoba en uno de los centros culturales más florecientes del mundo en su época. A pesar de la decadencia política, el período siguiente, de las Primeras Taifas, fue igualmente importante. Sin embargo, las etapas almorávide y almohade fueron de intolerancia, que afectó también a las expresiones culturales. En el periodo nazarita resurgió el esplendor cultural. Los árabes se caracterizaron por su capacidad de asimilar y difundir conocimientos y técnicas de los diversos pueblos con los que estuvieron en contacto. Buena parte del saber clásico que se perdió en el occidente europeo a la caída del imperio romano, la conocieron los árabes de sus contactos con el mundo bizantino. A partir de la Baja Edad Media los europeos occidentales fueron recuperando muchos de esos conocimientos de la tradición árabe por dos vías. Una fue las Cruzadas que, a pesar de su componente bélico, puso en contacto directo a los europeos con los árabes. Otra a través de los intercambios entre andalusíes y cristianos peninsulares. En la recuperación del pensamiento del filósofo griego Aristóteles en Europa tuvieron mucha importancia el musulmán Averroes y el judío andalusí Maimónides. La literatura andalusí, olvidada prácticamente en España, se ha conservado en las bibliotecas del mundo árabe. Algunas de sus páginas están entre las mejores de toda la literatura universal. Quizá la obra más conocida es El collar de la paloma de Ibn Hazam, autor que vivió entre el periodo califal y taifa. Igualmente, importante fue la literatura en lengua hebrea que escribieron autores judíos andalusíes, entre los que Yehuda Halevi es de los más conocidos. Algunas muaxajas, obras poéticas andalusíes, escritas tanto en árabe como en hebreo, conservan plasmadas, en sus respectivas grafías, las primeras muestras de literatura en romance, las jarchas mozárabes. En música, nos han quedado algunas formas y estilos que hoy permanecen en la tradición española. Fueron los primeros en cantar canciones con estribillo que pasó a la música europea. El estilo melismático tan típico de la tradición oriental pervive en muchos cantos populares españoles, especialmente en el flamenco. Algunos instrumentos de uso común tienen origen en los que trajeron los árabes.

A través del Al-Ándalus también llegaron a Europa conocimientos en astronomía y en la observación del firmamento. El astrolabio, que permitía ubicarse respecto a la posición de los astros, permitió el desarrollo de una navegación en altura que, finalmente, desembocó en los viajes transatlánticos y en el descubrimiento de América. Su aportación científica más importante fue la de los números que hoy llamamos arábigos y el uso del cero. No fueron un invento suyo, sino que provenían de La India, pero ellos lo adoptaron, lo expandieron por todo el mundo musulmán, de allí pasó al occidente europeo y permitió la aparición de las matemáticas modernas. También el juego del ajedrez, de origen igualmente indio, llegó a occidente a través de ellos. Quizá la herencia de los andalusíes que tenemos más presente es la lingüística. El árabe hablado en Al-Ándalus constituyo un dialecto con características diferenciadas de otras modalidades del norte de África y Oriente. Ese dialecto desapareció en el siglo XVII, al acabar la presencia musulmana en España, pero las lenguas peninsulares actuales tienen un amplio porcentaje de palabras procedentes del árabe, especialmente en aquellos oficios y materias en las que los cristianos aprendieron de ellos. Así, son de origen árabe en la administración local los términos alcalde, alguacil, en botánica y agronomía encina, bellota, zanahoria, arroz, azúcar, en zoología jabalí, alacrán, referido a construccione...


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