analisis de cuento PDF

Title analisis de cuento
Author Je Smith
Course Introducción a la animación
Institution Universidad TecMilenio
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Análisis de la cenicienta

Es importante tomar en cuenta que lo que uno escribe no es inocente ni neutro o sin intención, todos estamos comprometidos con una visión de mundo, con un sueño político (aunque sea de otros y otros lo dirijan) o con un mundo mejor (o peor, según sea la ideología). La cuestión es que los cuentos infantiles no se escapan de esa realidad, los de hadas nacen como medios moralizantes y civilizatorios. Tal es el caso del cuento de la Cenicienta, esta jácara se remonta al siglo XV d.c. en países como Francia y Alemania (pero contadas desde el S. IX y con más de 500 versiones en toda Europa), narraba la necesidad de humanizar el reino, de llevar al poder a príncipes sensibles y compasivos con el pueblo, e incluso a la posibilidad de que los plebeyos, pueblerinos, villanos o campesinos puedan llegar a la corte… Esa historia que rodeaba las tradiciones francesas la recopila Charles Perraud en 1697 y la convierte en un cuento de esperanza para la gente pueblerina azotada por la miseria y las excesivas cargas tributarias, desencantada del poder monárquico y de su absolutismo consustancial en esa época; de allí que narra una historia donde una pueblerina a través de la fantasía llega a ser acompañante del rey de Francia, pero eso no era otra cosa que una ilusión (propia de muchos pueblos en el pasado: Persia, Egipto, Roma..., ellos tenían sus propias cenicientas), pues las villas sólo tenían lugar en el servilismo y el sometimiento. Perraud creía en la monarquía y el gobierno en manos de la clase noble, sirvió a ella y fue parte de ella toda su vida. Aunque en sus últimos años, cuando escribe los cuentos de Mamá Gansa, por golpes e intrigas en su contra, llega a sentir que es abusivo el poder de la corona, pero aún así la sigue legitimando. Por su parte los Hermanos Grimm, alemanes, recogen esta historia de la versión popular alemana, su fin era más moralizante que el de Perraud, querían enfatizar que si uno es bueno le irá bien en la vida, mientras que al malo le va muy mal. Al bueno (poder sobrenatural) dios le ayuda y al malo (lo castigan sus actos). Igual que Perraud, los Grimm sostienen una matriz sexista, las mujeres son malvadas, horrendas (la excepción es aquella que debe ser bella, obediente, buena, sumisa y sometida), al servicio del poder y de los hombres en general. Las mujeres tienen roles asociados al cuido de los hijos y del hogar. Esa matriz era oficial en su época, reflejaban una visión fuerte del patriarcalismo, ahora combinada con el capitalismo incipiente. La versión de Walt Disney (1952, animada) explica el triunfo del bien sobre el mal, de la bondad sobre la crueldad, del amor romántico y verdadero sobre el interesado o de conveniencia. Es una moraleja a favor del lujo, la ambición, el sueño de la riqueza y de las posesiones materiales, es el sueño americano, el que se alcanzan si se es bueno y se sigue lo aconsejado por los expertos. En este relato de Disney la sumisión en un valor incondicional que debe ser premiado con la riqueza, para ser rico, no hay que matar a los que gobiernan, ni amenazarlos o insubordinarse contra ellos, por el contrario, basta con ser fiel a sus designios, a sus mandatos y dictados. Situación semejante debe hacerse con el capitalismo, no se le debe acusar, dudar o cuestionar, si se siguen sus premisas al pie de la letra tendrás el premio esperado. Esa la máxima expresión de la eterna promesa del progreso, siempre mañana será mejor. Hay una versión más y es bastante reciente, es la de Linda Yaylor, se le conoce como la versión feminista de la cenicienta, en la que presenta el cuento como una prueba de cómo podemos cambiar estas fábulas sexistas y sometedoras. Más que censurar intenta

(re)construir una versión alternativa y contextualizada que muestre como se puede usar esas moralejas para enseñar desde un paradigma comprometido con el otro(a), como sujeto integral. Esa práctica puede ejercitar la creatividad, la imaginación y la concientización, como procesos necesarios para buscar una sociedad más justa, más inclusiva, donde quepamos todas y todos, pero donde no quepa la injusticia ni la discriminación de ningún tipo. Cuento: "Cenicienta la feminista" (Linda Taylor, 1996) Había una vez una hermosa joven de nombre Cenicienta. Vivía, desde la muerte de sus padres, con su cruel madrastra y sus dos feas hermanastras, quienes la celaban y la trataban muy mal. Cenicienta debía hacer la mayoría de los trabajos desagradables de la casa y recibía muy poco de los bienes materiales y del afecto de su familia. Esto porque la madrastra de Cenicienta resentía su belleza y el afecto especial que el difunto marido sintió por su hija. Un día se anunció un evento fenomenal en el reino. El rey ofrecía un baile al que estaban invitadas todas las solteras disponibles. Ahí conocerían al príncipe, quien elegirá entre todas a su afortunada esposa. En la casa de Cenicienta se empezaron a realizar los preparativos para el baile. La madrastra decidió que una de sus hijas debería ser la nueva princesa. Ella sabía que su fortuna estaba reducida y no contaba con los atributos para un nuevo matrimonio. Su esperanza de un futuro confortable radicaba en las perspectivas matrimoniales de sus dos hijas. A Cenicienta se le obligó a trabajar sin descanso, en el arreglo de sus hermanas. Ella, desesperada, le suplicó a la madrastra que la dejara asistir también. Pero ésta, más celosa que nunca por la belleza de Cenicienta, le negó el permiso y se encargó de que no contara con la ropa adecuada para el evento. Tarde en la noche, dos semanas antes del baile, cuando el nerviosismo cundía en la casa, Cenicienta se sentó, triste y desconsolada, frente a la ventana de su frío y vacío cuarto a soñar con una mejor vida. De repente se le apareció su Hada Madrina. Tenía el cabello gris, la mirada inteligente y le dijo: "Buenas noches querida, yo soy tu Hada Madrina". Después de oír la versión de Cenicienta, el Hada Madrina decidió convocar a las cuatro mujeres de la casa. Una vez reunidas, dirigió una sesión de terapia para analizar los problemas. Las mujeres empezaron a compartir sus sentimientos y temores. Cenicienta se enteró de que la envidia de sus hermanas se debía a las propias inseguridades con respecto a su capacidad de gustarles a los hombres. Las hermanastras oyeron las quejas de la heroína acerca de su soledad y de la falta de cariño que sentía. La madrastra pudo expresar que sus decisiones eran producto no de un genuino odio contra Cenicienta, sino de sus temores de envejecer y quedarse sin dinero. Como resultado de esta sesión, Cenicienta y sus hermanas decidieron hacer ciertos cambios en vista de que no tenían resentimientos verdaderos. Todas aprobaron los siguientes acuerdos: Dejarían de depender autosuficiencia del grupo.

de

otros

económicamente

y

trabajarían

por

la

En vez de competir como fieras por los hombres, empezarían a vivir con más solidaridad. 2. Desistirían de valorarse sólo por sus atributos físicos y éxitos con el sexo opuesto y se dedicarían a desarrollar su vida intelectual. 3. No permitirían que su poder y posición social se determinara por su relación con el hombre aunque la sociedad así lo hiciera.

1.

Para llevar a cabo esta política, las cuatro mujeres decidieron solicitar un préstamo al banco e iniciar una pequeña industria de escobas. Las ventas fueron tan buenas que para el día del baile, las cuatro habían adquirido las prendas para el evento. Cuando ingresaron en el castillo, el príncipe se trastornó por la belleza de Cenicienta y corrió a sacarla a bailar. Se dio cuenta de que esta era la mujer de sus sueños y la mejor candidata para esposa. Sin embargo, al príncipe no le hizo mucha gracia enterarse de que Cenicienta pensaba matricularse en la Escuela de Derecho y unirse al Movimiento Republicano del Reino (M.R.R.) que pretendía una reforma constitucional y terminar con la monarquía y ausencia de democracia. Menos le entusiasmaría al príncipe oír de labios de Cenicienta que de casarse con él esperaría que le ayudara a cocinar. Cenicienta se sintió la mar de aburrida con este hombre tan narcisista, que sólo hablaba de caballos y carros y optó por escabullirse y buscar a alguien más interesante en la fiesta. El príncipe se encontró con Bárbara, la madrastra de Cenicienta y ésta ante el asombro general, lo invitó a bailar. El monarca, sin salir aún de su conmoción, empezó a sentir una gran atracción por la atrevida dama. Se dio cuenta de que esta mujer, segura de sí misma, madura y de mucha experiencia, resultaba más interesante que todas las otras adolescentes juntas. "Huyamos Bárbara –dijo élantes de que el rey se entere". Bárbara, que se sentía que no podía abandonar su trabajo y su industria de escobas, decidió, entonces realizar un viaje con el príncipe a Nueva York en el que combinaría el placer con los negocios. En esa ciudad tuvo su romance y pudo, al mismo tiempo, estudiar los nuevos modelos de escobas. Cenicienta, por su parte, se matriculó en la Universidad y se fue a vivir con su hermanastra Emperatriz. Nuestra heroína decidió postergar sus planes matrimoniales hasta obtener su doctorado en leyes. Su hermana estudiaría karate y abriría una academia popular. Su Hada Madrina fundó el albergue para hadas agredidas (A.M.H.A.). La hermana menor se casó con un bailarín de ballet que se había escapado de otro cuento de hadas en busca de mayor libertad artística. Ambos recogerían fondos para apoyar a los vampiros que habían enfermado de sida por su trabajo en otros cuentos. Todos vivieron felices y comieron perdices. Adaptación de: Jacobo Schifter de la obra de Linda Taylor (Film)

EL CUENTO DE LA CENICIENTA (versión de Walt Disney, 1952) Hubo una vez, hace mucho, mucho tiempo una joven muy bella, tan bella que no hay palabras para describirla. Se llamaba Cenicienta Cenicienta era pobre, no tenía padres y vivía con su madrastra, una mujer viuda muy cascarrabias que siempre estaba enfadada y dando ordenes gritos a todo el mundo. Con la madrastra también vivían sus dos hijas, que eran muy feas e insoportables. Cenicienta era la que hacía los trabajos más duros de la casa, como por ejemplo limpiar la chimenea cada día, por lo que sus vestidos siempre estaban sucios o manchados de ceniza, por eso las personas del lugar la llamaban cenicienta. Cenicienta apenas tenia amigos, solo a dos ratoncitos muy simpáticos que vivían en un agujero de la casa. Un buen día, sucedió algo inesperado; el Rey de aquel lugar hizo saber a todos los habitantes de la región que invitaba a todas las chicas jóvenes a un gran baile que se

celebraba en el palacio real. El motivo del baile era encontrar una esposa para el hijo del rey; el príncipe! para casarse con ella y convertirla en princesa. La noticia llego a los oídos de cenicienta y se puso muy contenta. Por unos instantes soñó con que sería ella, la futura mujer del príncipe. La princesa! Pero, por desgracia, las cosas no serían tan fáciles para nuestra amiga cenicienta... La madrastra de cenicienta le dijo en un tono malvado y cruel: - Tú Cenicienta, no irás al baile del príncipe, porque te quedarás aquí en casa fregando el suelo, limpiando el carbón y ceniza de la chimenea y preparando la cena para cuando nosotras volvamos. Cenicienta esa noche lloró en su habitación, estaba muy triste porque ella quería ir al baile y conocer al príncipe. Al cabo de unos días llegó la esperada fecha: el día del baile en palacio. Cenicienta veía como sus hermanastras se arreglaban y se intentaban poner guapas y bonitas, pero era imposible, porque eran muy feas de tan malas que eran...pero sus vestidos...eran muy bonitos! Al llegar la noche, su madrastra y hermanastras partieron hacia el palacio real, y cenicienta, sola en casa, una vez más se puso a llorar de tristeza. Entre llanto y llanto, dijo en voz alta: - ¿Por qué seré tan desgraciada? Por favor, si hay algún ser mágico que pueda ayudarme... Decía cenicienta con desesperación. De pronto, sucedió algo increíble; se le apareció un hada Madrina muy buena y muy poderosa. Y con voz suave, tierna y muy agradable le dijo a cenicienta; - No llores más, te ayudaré. De verdad? dijo cenicienta un poco incrédula...pero como vas a ayudarme ? no tengo ningún vestido bonito para ir al baile y mis zapatos están todos rotos! La hada madrina saco su varita mágica y con ella toco suavemente a cenicienta, y al momento...OH!, que milagro! un maravilloso vestido apareció en el cuerpo de cenicienta, así como también unos preciosos zapatos. Ahora ya puedes ir al baile de palacio cenicienta, pero...ten en cuenta una cosa muy importante: tu vestido a las 12 de la noche... volverá a ser los harapos que llevas ahora. Hay algo más que debes saber, delante de la casa te espera un carruaje que te llevará al gran baile en palacio, pero a las 12 de la noche, se transformará en una calabaza!. Bien, dijo cenicienta, ya soy feliz, solo por poder ir al baile. Cuando cenicienta llego al palacio, causo mucha impresión a todos los asistentes, nadie nunca había visto tanta belleza, cenicienta estaba preciosa! El príncipe, no tardo en darse cuenta de la presencia de esa joven tan bonita. Se dirigió hacia ella y le preguntó si quería bailar. Cenicienta, dijo si!, claro que sí! Y estuvieron bailando durante horas y horas... Las hermanastras de cenicienta no la reconocieron, debido a que ella siempre iba sucia y llena de ceniza, incluso se preguntaban quien sería aquella chica tan preciosa. Pero de repente...OH!, dijo cenicienta, son casi las 12 de la noche, mi vestido esta a punto de convertirse en una ropa sucia, y el carruaje se transformará en una calabaza! - ¡OH, Dios mío! ¡Tengo que irme! le dijo al príncipe que estaba en sus brazos bailando.

Salió a toda prisa del salón de baile bajó la escalinata hacia la salida de palacio perdiendo en su huída un zapato, que el príncipe encontró y recogió. A partir de ese momento, el príncipe ya sabia quien iba a ser la futura princesa... la joven que había perdido el zapato!, pero… Caramba!, exclamo el príncipe, pero si no se ni como se llama, y mucho menos donde vive! Para encontrar a la bella joven, el príncipe ideó un plan. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus sirvientes a recorrer todo el reino. Todas las jóvenes, chicas y mujeres se probaban el zapato, pero no había ni una a que pudiera calzarse el zapato. Al cabo de unas semanas, los sirvientes de palacio llegaron a casa de Cenicienta. La madrastra llamó a sus feas hijas para que probasen el zapato, pero evidentemente no pudieron calzar el zapato. Uno de los sirvientes del príncipe vio a cenicienta en un rincón de la casa, y exclamo: -eh!, tu también tienes que probarte el zapato! La madrastra y sus hijas dijeron: -por favor!, como quiere usted que cenicienta sea la chica que busca el príncipe?, ella es pobre, siempre esta sucia y no fue a la fiesta de palacio! Pero cuando cenicienta se puso el zapato y le encajo a la perfección...todos los presentes se quedaron de piedra!, -Ho.......!, es ella! la futura princesa! Inmediatamente la llevaron a palacio y a los pocos días se casó con el príncipe, por lo que fue una princesa! Nunca más volvió con su madrastra, vivió feliz en palacio hasta el último de sus días. FIN.

LA CENICIENTA (Los hermanos Grimm, 1812) Érase una mujer, casada con un hombre muy rico, que enfermó, y, presintiendo su próximo fin, llamó a su única hijita y le dijo: “Hija mía, sigue siendo siempre buena y piadosa, y el buen Dios no te abandonará. Yo velaré por ti desde el cielo, y me tendrás siempre a tu lado.” Y, cerrando los ojos, murió. La muchachita iba todos los días a la tumba de su madre a llorar, y siguió siendo buena y piadosa. Al llegar el invierno, la nieve cubrió de un blanco manto la sepultura, y cuando el sol de primavera la hubo derretido, el padre de la niña contrajo nuevo matrimonio. La segunda mujer llevó a casa dos hijas, de rostro bello y blanca tez, pero negras y malvadas de corazón. Vinieron entonces días muy duros para la pobrecita huérfana. “¿Esta estúpida tiene que estar en la sala con nosotras?” decían las recién llegadas. “Si quiere comer pan, que se lo gane. ¡Fuera, a la cocina!” Le quitaron sus hermosos vestidos, le pusieron una blusa vieja y le dieron un par de zuecos para calzado: “¡Mira la orgullosa princesa, qué compuesta!” Y, burlándose de ella, la llevaron a la cocina. Allí tenía que pasar el día entero ocupada en duros trabajos. Se levantaba de madrugada, iba por agua, encendía el fuego, preparaba la comida, lavaba la ropa. Y, por añadidura, sus hermanastras la sometían a todas las mortificaciones imaginables; se burlaban de ella, le esparcían, entre la ceniza, los guisantes y las lentejas, para que tuviera que pasarse horas recogiéndolas. A la noche, rendida como estaba de tanto trabajar, en vez de acostarse en

una cama tenía que hacerlo en las cenizas del hogar. Y como por este motivo iba siempre polvorienta y sucia, la llamaban Cenicienta. Un día en que el padre se disponía a ir a la feria, preguntó a sus dos hijastras qué deseaban que les trajese. “Hermosos vestidos,” respondió una de ellas. “Perlas y piedras preciosas,” dijo la otra. “¿Y tú, Cenicienta,” preguntó, “qué quieres?” - “Padre, corta la primera ramita que toque el sombrero, cuando regreses, y tráemela.” Compró el hombre para sus hijastras magníficos vestidos, perlas y piedras preciosas; de vuelta, al atravesar un bosquecillo, un brote de avellano le hizo caer el sombrero, y él lo cortó y se lo llevó consigo. Llegado a casa, dio a sus hijastras lo que habían pedido, y a Cenicienta, el brote de avellano. La muchacha le dio las gracias, y se fue con la rama a la tumba de su madre, allí la plantó, regándola con sus lágrimas, y el brote creció, convirtiéndose en un hermoso árbol. Cenicienta iba allí tres veces al día, a llorar y rezar, y siempre encontraba un pajarillo blanco posado en una rama; un pajarillo que, cuando la niña le pedía algo, se lo echaba desde arriba. Sucedió que el Rey organizó unas fiestas, que debían durar tres días, y a las que fueron invitadas todas las doncellas bonitas del país, para que el príncipe heredero eligiese entre ellas una esposa. Al enterarse las dos hermanastras que también ellas figuraban en la lista, se pusieron muy contentas. Llamaron a Cenicienta, y le dijeron: “Péinanos, cepíllanos bien los zapatos y abróchanos las hebillas; vamos a la fiesta de palacio.” Cenicienta obedeció, aunque llorando, pues también ella hubiera querido ir al baile, y, así, rogó a su madrastra que se lo permitiese. “¿Tú, la Cenicienta, cubierta de polvo y porquería, pretendes ir a la fiesta? No tienes vestido ni zapatos, ¿y quieres bailar?” Pero al insistir la muchacha en sus súplicas, la mujer le dijo, finalmente: “Te he echado un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges en dos horas, te dejaré ir.” La muchachita, saliendo por la puerta trasera, se fue al jardín y exclamó: “¡Palomitas mansas, tortolillas y avecillas todas del cielo, vengan a ayudarme a recoger lentejas!: Las buenas, en el pucherito; las malas, en el buchecito.” Y acudieron a la ventana de la cocina dos palomitas blancas, luego las tortolillas y, finalmente, comparecieron, bulliciosas y presurosas, todas las avecillas del cielo y se posaron en la ceniza. Y las palomitas, bajando las cabecitas, empezaron: pic, pic, pic, pic; y luego todas las demás las imitaron: pic, pic, pic, pic, y en un santiamén todos los granos buenos estuvieron en la fuente. No había transcurrido ni una hora cuando, terminado el trabajo, echaron a volar y desaparecieron. La muchacha llevó la fuente a su madrastra, contenta porque creía que la permitirían ir a la fiesta, pero la vieja le dijo: “No, Cenicienta, no tienes vestidos y no puedes bailar. Todos se burlarían de ti.” Y como la pobre rompiera a llorar: “Si en una hora eres capaz de limpiar dos fuentes llenas de lentejas que echaré en la ceniza, te permitiré que vayas.” Y pensaba: “Jamás podrá hacerlo.” Pero cuando las lentejas estuvieron en la ceniza, la doncella salió al jardín por la puerta trasera y gritó: “¡Palomitas mansas, tortolillas y avecillas todas del cielo, vengan a ayudarme a limpiar lentejas!: Las buenas, en el pucherito; las malas, en el buchecito.” Y enseguida acudieron a la ventana de la cocina dos palomitas blancas y...


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