Fabulas Chistosas PDF

Title Fabulas Chistosas
Author Estuardo Barrera
Course Droit des affaires
Institution Université Paris II Panthéon-Assas
Pages 4
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Summary

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Description

FABULAS ADIVINO Instalado en la plaza pública, un adivino se entregaba a su oficio. De repente se le acercó un vecino, anunciándole que las puertas de su casa estaban abiertas y que habían robado todo lo que había en su interior. El adivino levantose de un salto y salió corriendo hacia su casa, desencajado y suspirando, para ver lo que había sucedido. Uno de los que allí se encontraban, viéndole correr le dijo: -Oye, amigo, tú que te vanaglorias de prever lo que ocurrirá a los otros, ¿por qué no has previsto lo que te sucedería a ti? El adivino no supo qué responder. Moraleja: no hay que fiarse de aquellos que dicen que pueden adivinar el futuro de los demás. Tan sólo pretenden estafarnos y quitarnos nuestro dinero. El niño y los dulces Un niño metió su mano en un recipiente lleno de dulces. Y tomó lo más que pudo, pero cuando trató de sacar la mano, el cuello del recipiente no le permitió hacerlo. Como tampoco quería perder aquellos dulces, lloraba amargamente su desilusión. Un amigo que estaba cerca le dijo: - Confórmate solamente con la mitad y podrás sacar la mano con los dulces-. Moraleja: Nunca trates de abarcar más de lo debido, pues te frenarás. El lobo con piel de oveja Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención de su comida. Se metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor. Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el rebaño a un encierro, quedando la puerta asegurada. Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante. Moraleja: Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.

El cuervo y el zorro Había una vez un cuervo que descansaba en un árbol, tras haber logrado robar un queso de la ventana de una casa. Cerca caminaba un zorro que olió el fuerte aroma, vio al cuervo y le dijo: -¡Hola! Qué buen día hace, además tu plumaje es muy bonito. Le queda muy bien. El cuervo se sintió muy bien con lo que le dijo el zorro. Le entraron ganas de cantar para celebrarlo, abrió el pico, pero entonces dejó caer el queso. El zorro, sonriendo, corrió hacia el queso y lo atrapó con la boca antes de caer al suelo. Moraleja: presta atención cuando alguien te dice cosas bonitas. Puede que sea por interés. El pájaro ruiseñor Era un pájaro ruiseñor muy alegre y divertido. Siempre andaba cantando pero era muy muy despistado. Una noche cenando con su madre, esta le dijo que no debía cantar hasta mas tarde ya que los cazadores pasarían a esa hora y si estos les oían podrían matarle. A la mañana siguiente como todos los días, el pájaro comenzaba a cantar para así atraer a sus presas. Olvidando lo que le dijo su madre, los cazadores le oyeron y se pusier on a disparar. Afortunadamente al pájaro le dio tiempo a esconderse, ya que oyó el canto de su madre avisando de que estaban los cazadores en la zona Moraleja: hay que estar muy atentos y escuchar a nuestros padres cuando nos hablen, ya que un descuido nos puede salir caro.

LEYENDAS El Cadejo La leyenda del Cadejo es una leyenda guatemalteca que se origina en la mitología Maya-Quiché. Está emparentada con los nahuales, animales considerados como espíritus protectores de las personas, aunque en este caso, el animal es un perro cuyas intenciones pueden ser malignas. La leyenda del Cadejo es una leyenda guatemalteca que se origina en la mitología Maya-Quiché. Está emparentada con los nahuales, animales considerados como espíritus protectores de las personas, aunque en este caso, el animal es un perro cuyas intenciones pueden ser malignas. Según el escritor Enrique Zepeda, el Cadejo no es un espíritu protector sino uno merodeador, que sale a asustar a los trasnochadores (principalmente a los borrachos), a manera de escarmiento para la gente de mala vida.

La palabra “Cadejo”, según el diccionario de la Real Academia Española, significa: “Parte del cabello muy enredada que se separa para desenredarla y peinarla”. De ahí, que el nombre que los españoles dieron a esta criatura parezca estar relacionado al enigma que representa, como un enredado misterio. Cuenta la leyenda que cuando Dios vio los problemas obstáculos que a diario enfrentaban los seres humanos, creó un ser sobrenatural para protegerlos: el Cadejo. Con forma de perro blanco y ojos rojos que brillaban como llamas ardiendo, su misión era protege a sus seguidores. Pero cuando el Diablo vio al Cadejo blanco, se puso celoso y decidió crear a su propio Cadejo, un perro negro con patas de cabra y también de ojos rojos como llamas, con un hedor repugnante, y cuya misión es hipnotizar a los trasnochadores para robarse sus almas. El Cadejo blanco mantiene a raya al Cadejo negro, para evitar que se robe las almas de los inocentes. Esto conlleva a que en numerosas ocasiones los Cadejos blancos y negros se enfrenten.

LEYENDA DE LA SIGUAMONTA A finales del Siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, la capital guatemalteca se expande y crece más allá de los barrancos que la rodeaban y habían mantenido hasta cierto punto contenida en lo que hoy son las zonas céntricas de la ciudad. Este crecimiento trae consigo horripilantes sucesos y surge así la leyenda de la Siguamonta… Muchos confunden a la Siguamonta con la Siguanaba, primero por el obvio parecido en los nombres, y también porque ambos nefastos personajes suelen atraer a sus víctimas a sus muertes, aunque se valen para ello de estrategias muy distintas, dirigidas contra una presa en especial: mientras la Siguanaba atrae a los hombres mujeriegos, la Siguamonta hace lo propio con los niños curiosos y desobedientes. Y es que a principios del siglo pasado, la ciudad no era para nada ruidosa –al menos no comparada con el ensordecedor bullicio de estos días- y la rodeaban verdes barrancos repletos de vegetación y animales. A falta de suficientes puentes y caminos, los habitantes solían atravesar los barrancos para acortar las distancias entre una y otra zona. Es durante estos cortos trayectos entre los matorrales que empezaron a suceder cosas horribles, pues varias personas ya no volvían a casa, solo para ser encontrados muertas algunas horas o incluso días después. Muchas de las víctimas eran niños que presentaban múltiples heridas, pero no era claro si esos golpes habrían sido propiciados por algún adulto o por el contrario los habrían sufrido al caer por el barranco. Al no poder ver al ave que producía tan simpático sonido, los 2 chicos mayores de 12 y 13 años decidieron ir a investigar, avanzando algunos pasos. Cuando los chicos caminaban el ave no producía ningún sonido, y cuando paraban repetía su silbido, como llamándolos: “Tutuiit! Tutuiiit!”. Los chicos se alejaban cada vez más de los pequeños de 8 y 10 años, quienes los llamaban a gritos para que no siguieran y que no los dejaran solos. En vano. Los chicos desaparecieron detrás de unos arbustos y luego solo se escucharon sus gritos que se tragaban las profundidades del barranco para terminar en un silencio sepulcral. LA LEYENDA DEL JILGUERILLO Cuenta la leyenda que hace cientos de años una tribu indígena se estableció en la zona Atlántica de nuestras tierras. Entre ellos había un guerrero muy cruel llamado Batsu. Un buen día Batsu decidió buscar esposa y escogió a Jilgue, una hermosa joven que acostumbraba pasear por el bosque cantando como un pajarillo. Cuando Jilgue se enteró de las intenciones de Batsu huyó a esconderse en el bosque. Batsu estalló en cólera cuando supo que la joven había desaparecido y mandó a sus guerreros a buscarla. Al poco andar escucharon el canto de Jilgue. Pero cada vez que se acercaban al sitio de dónde venía el canto, Jilgue había desapareció. Entonces Batsu

mandó a quemar el bosque. Cuando las llamas comenzaban a levantarse le gritó a Jilgue que si salía podía salvarse. Ella le respondió que prefería la muerte. El fuego se hacía cada vez más fuerte. De pronto vieron como Jilgue cayó al cuelo u agonizó. Pero un pajarillo color ceniza, con el pico y las patas rojas, comenzó a cantar sobre sus cabezas. No era el canto de un pájaro, era la voz de Jilgue, que desde entonces se sigue escuchando en el canto de los jilgueros que hoy pueblan los bosques de nuestras tierras. LA LEYENDA DEL MICO BRUJO En todo Centroamérica se conoce la leyenda del Mico Brujo. En algunas partes también le dicen la Mona. Decían nuestros antepasados que había unas mujeres que a las once de la noche se daban tres volantines para atrás y luego tres para adelante; que esta mujeres tenían un guacal blanco y que a la última voltereta vomitaban el alma en el guacal. Ya sin alma, tomaban figura de monos o micos y se dedicaban a hacer  diabluras. Y así, estas brujas, acompañadas de la oscuridad de la noche, se trepaban a los árboles y tiraban frutas a la gente. Se subían a los techos de las casas, saltando de un lugar a otro y arrojando pedradas contra las piedras de la calle. Muchas personas han tratado de agarrar y matar a la mona o al mico, pero de nada les sirve, pues cuando ya están cerca y creen tenerlo acorralado se les esfuma como por encanto. También contaban nuestros antepasados que estas mujeres podían convertirse en chanchas grandes, negras y llenas de lodo. Apenas veían a la persona  señalada , aligeraban su trote y comenzaban a gruñir. Embestían furiosamente a la persona y le daban trompadas y mordiscos en las piernas hasta derribarla y hacerle perder el conocimiento. Al día siguiente, la víctima amanecía molida y mordida, y con los bolsillos vacíos. .

La Leyenda de la Segua Hay varias leyendas de la Segua. Una de ellas cuenta que es una joven muy linda, que persigue a los hombres mujeriegos para castigarlos. Se aparece de pronto en el camino pidiendo que el jinete la lleve en su caballo, pues va para el pueblo más cercano. Y dicen que ningún hombre se resiste a su ruego. Hay quienes le ofrecen la delantera de la montura y otros la llevan a la polca. Para ella es lo mismo. Pero a medio camino, si va adelante vuelve la cabeza y si va atrás hace que el jinete la vuelva. Entonces aquella hermosa mujer ya no es ella. Su cara es como la calavera de un caballo, sus ojos echan fuego y enseña unos dientes muy grandes, al mismo tiempo que se sujeta como un fierro al jinete. Y el caballo, como si se diera cuenta de lo que lleva encima, arranca a correr como loco, sin que nada lo pueda detener. Otras leyendas cuentan que las Seguas son varias. Y no faltan ancianos que aseguren que cuando ellos eran jóvenes atraparon a una Segua. Pero que una vez atrapada y echa prisionera se les murió de vergüenza. Y que al día siguiente no encontraron el cadáver, sino solamente un montón de hojas de guarumo, mechas de cabuya y cáscaras de plátano....


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