Harto THE Borges PDF

Title Harto THE Borges
Author E. Montes-Bradley
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HARTO THE BORGES un retrato del otro Transcripción de un filme documental de EDUARDO MONTES-BRADLEY Eduardo Montes-Bradley © Copyright 2016 “Yo no he creado en ningún personaje. Pero que sí he creado un personaje, para mi mal, y ese personaje se llama Borges.” Jorge Luis Borges “Las piezas se ensamb...


Description

HARTO THE BORGES un retrato del otro

Transcripción de un filme documental de EDUARDO MONTES-BRADLEY

Eduardo Montes-Bradley © Copyright 2016

“Yo no he creado en ningún personaje. Pero que sí he creado un personaje, para mi mal, y ese personaje se llama Borges.” Jorge Luis Borges

“Las piezas se ensamblan mas allá de un mero montaje que yuxtapone semejanzas, para convertirse en un auténtico "congreso de diputados borgeanos", o por lo menos, concejales, que hablan sin escucharse mutuamente, como corresponde, pero que llevado por un misterioso destino, están dialogando involuntariamente entre sí”. Horacio González

JUSTIFICACIÓN

A continuación se tanscriben los diálogos que se reproducen en la edición final del filme documental Harto The Borges. El documental parte de “Los 80 años de Borges”, una entrevista a Borges realizada el 24 de agosto de 1979 por iniciativa de Eduardo Rozas, y condudica por Antonio Carrizo, periodista, locutor y anfitrión de encuentros de índole cultural-televisiva en tiempos en que todo parecieía ser en blanco y negro. “Los 80 años de Borges” fue una de las primeras transmisiones en colores de la televisión argentina y la elección de haber editado el film urilizando la entrevista en blanco y negro es una consideración meramente estética por parte del director. Presentes en el estudio de grabación durante la entrevista estuvieron el autor, Antonio Carrizo, María Kodama (primera aparición en la televisión) y Roy Bartholomew. Estos dos últimos se suman al debate en el tercero y cuarto bloque del programa. En los primeros tenemos la oportunidad de escuchar al escritor, y a Carrizo interrumpiéndolo frecuentemente. La totalidad de lo dicho por Jorge Luis Borges en aquella oportunidad se incluye en el presente trabajo. El resto de los convidados al diálogo surgen de las entrevistas realizadas para el documental por su director. Los testimonios fueron registrados en Buenos Aires, Montevideo y en Torino entre junio de 1999 y marzo del 2000.

ADVERTENCIA

En esta transcripción no hay laberintos, ni tigres, ni espejos.

EL OTRO BORGES

Jorge Luis Borges: Yo acepto la inmortalidad personal, siempre que me aseguren el olvido de esta vida. Yo no quiero seguir pensando en Borges, estoy harto de él. Ariel Dorfman: Harto de Borges, mucho Borges. Pero también harto si uno le cambia, que es un juego de palabras que se puede hacer, otro se parece mucho a other, “el otro”. Así que -este filme (libro)- es acerca del other Borges, el otro Borges. Siempre él da otro. Yo creo que Borges estaba siempre escapándose de sí mismo y volviendo a sí mismo. Yo creo que no quería que lo pilláramos, no quería que lo fijáramos. Y en eso yo creo que fue absolutamente exitoso. Jorge Luis Borges: Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel. De Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Horacio González: Está leyendo algo imposible. Está, en su propia voz, retratando el drama de no saberse quién es, de no saber quién se es. De no saber quién está siendo el dueño de esa voz: si es él o el otro. Jorge Luis Borges: Me gustan los relojes de arena, los mapas, las etimologías, la tipografía del siglo dieciocho, el sabor del café y la prosa de Stevenson. El otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor.

Horacio González: Y en ese sentido (Borges) habla también del otro como alguien que ejerce la vanidad en el mundo. Y también está el diferente a ese otro que sería él sin vanidad -creo que sería sin vanidad- sin jactancia. Entonces la diferencia entre uno y otro, entre la posición de él mismo y del otro, es una diferencia en relación a la jactancia, es decir, a la artificialidad. Nuevamente, buscar la indiferencia. Jorge Luis Borges: Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil. Yo vivo, yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas. Pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o de la tradición. Por lo demás yo estoy destinado a perderme definitivamente y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser. La piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mi, si es que alguien soy, pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito. Pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál de los dos escribe esta página.”

Horacio González: Y sólo lo resuelve la voz; uno puede decir que él mismo es quien esta hablando y sin embargo no lo resuelve. Por eso es pavoroso escucharlo leer su propia disolución del lugar, del núcleo de ese yo, de esa conciencia que aparentemente estaría situado en el centro del universo. Jorge Luis Borges: Claro, estas páginas que han leído, serían la diferencia entre el particular, yo soy ese particular, y el hombre público que en este momento también soy, pero que vamos a hacerle. Horacio González: Al haber eliminado eso deja todo en un estado muy pavoroso, eso es lo que él sigue teniendo una vibración interesante para seguir pensando en la literatura -si es que se puede decir que Borges sigue siendo un aspecto interesante para seguir pensando-. En fin, creo que ese es un tema que no se puede resolver fácilmente. Porque Borges fastidia también. Ariel Dorfman: Creo que todavía es una figura tan ambigua, que no somos capaces de fijarlo en ninguna parte. Y que mejor derrota de la muerte, que seamos incapaces de fijar a una persona y ponerlo, clavarlo en una tumba. Por mucho que lo estén haciendo, tratando de convertirlo en una especie de cotillón Borges, una especie de Borges domesticado, domesticado en el sentido de fácil de entender. Y que no nos pregunta, que Borges yo creo que sigue preguntándonos, respecto de nuestra propia complejidad humana. Borges como un ser complejo siempre debe haber sido, no solamente doble sino triple y múltiple.

Jorge Luis Borges: Cada hombre es una multitud. Sin duda hay más. ¿Por qué limitarnos al sistema binario que es tan pobre? Pensemos en centenares de personas. Ariel Dorfman: Yo creo que ahí hay una lección para nosotros del signo político que seamos. La necesidad de reconciliarnos con la multiplicidad de seres que somos. Y que era Borges también; pero él más que otros.

LA MADRE, LAS OTRAS Martín Caparrós: Borges siempre fue un hijo. Yo creo que solo los hijos pueden hacer literatura, o por lo menos un tipo de literatura como la de Borges, tan tendiente a la inmortalidad. Digo, porque cuando uno es padre ya sabe que no es inmortal, ya han produjo al que lo va a enterrar y saben que las cosas se acaban. Borges vivió siempre en la postura de aquel que no sabe que se acaba. Y al mismo tiempo, por si acaso, cuando murió, creo que murió del todo eliminó absolutamente la posibilidad de continuarlo. Me parece que su obra, su estilo, habían llegado a punto de perfección en el que era imposible continuarlo sin caer en el ridículo. Los hijos, aquel que vive como hijo, por definición es aquel que no tiene hijos, por lo tanto su obra también esta planteada como algo que no puede producir nada más allá de sí misma. Que solo está hecha para producirse a sí misma.

Jorge Luis Borges: Mi madre mucho tiene que ver con la esencia de mi obra. Ella es -un poco- el alma y el espíritu que la impulsan.” Horacio González: Y la madre entraña un lugar para hablar que es el lugar del destino, y al mismo tiempo de gran simplicidad, como algunas veces habla de la propia Fanny, la criada cuyo nombre le puso la madre, y que no es el mismo lugar que después ocupó Kodama. Aldus Pratt: Es notable que haya sido doña Leonor, quien le asigne a la criada un nombre que sugiere algo más que el lugar que esa mujer ocupa en la casa y que, curiosamente, sea al mismo tiempo el nombre de su suegra: Frances “Fanny” Haslam viuda del Coronel Borges. Como ironía, bien podría encarnar uno de los habituales gestos de desprecio que caracterizaron a su hijo, como sutileza es propia de quien desprecia el lugar que ocupan las otras mujeres. Sin embargo, podríamos afirmar que no se trata de un hecho muy original. Por el contrario, es frecuente entre la alta burguesía de principios de siglo, asignarle al personal de servicio doméstico, nombres que disimularan su origen revalorizando su condición ante la mirada más europea de los dueños de casa. Durante toda la primera mitad del siglo era común encontrar empleadas domésticas que en lugar de llamarse Enriqueta o Jacinta o Roberta (nombres que desentonaban con el juego de comedor importado de Bélgica) respondían a voces algo más familiares de la casa. Fanny no era el único, Mimí, Bethy, Nancy, Nina eran algunos de los nombres que les hacían olvidar a los patrones que esas gentes venían de la tierra, de ese lugar siempre mucho

más ausente y lejano que Londres o París. Pero que la nueva identidad estuviese marcada por el nombre de uno de los miembros de la familia acaba pareciéndome algo definitivamente curioso. Jamás se me hubiera ocurrido que un señora bien, como solía decirse entonces, le asignara a la sirvienta el nombre de su suegra, mal que su suegra le pese. Horacio González: Creo que Kodama siempre se evadió haciendo un juego que ninguno de los amigos de Borges toleró, que es ser la mujer que estaba al lado, la que quería excluirse de ese lugar de simplicidad, de ese lugar cercano a la tierra, de ese lugar cercano a la maternidad, de ese lugar que implica hablar sin categorías y sin la mediación de la literatura. Es decir, de ese lugar cercano a la voz. Ese sería, quizás, el papel de la mujer, de la madre o de la compañera. Aldus Pratt: En eso de andar viajando entre la literatura y lo real supe en algún momento que la traducción literal del japonés al español del nombre Kodama significaba “pequeña esfera”. Hay muchos Kodama en Japón, es un nombre no muy común pero sí generalizado. Me pareció sumamente curioso que la compañera que Borges elige sea por definición del lenguaje algo que invoque de manera tan clara la idea que tenemos de el aleph. Quizás sea hilar demasiado fino pensar que hasta su mujer –si es que Kodama ocupó ese lugar- fue de algún modo un personaje de ficción. Horacio González: Borges lee frente al espejo El hombre de la esquina rosada. Incluye el espejo, incluye la voz. Quizá ese juego entre espejo y voz fue

lo que precisó la literatura de Borges para justificarse, como dice él. Entonces la justificación, “la página que me justifique” como dice, es aquella que pueda ser leída y tenga un lugar en la voz. Y que al mismo tiempo responda a los obstáculos que le oponen los simples, que es, como diría todo simple o el simplón: “esto es literatura que no entiendo”. Borges lo dice de Macedonio Fernándezi, pero supone estar expuesto él mismo a la idea de que podría no ser entendido. Y frente a eso recurre al saber de los simples que consiste en entender todo aquello que se remita nuevamente a la voz de quien lo escribió, devolviéndolo a su naturaleza primitiva, salvaje, inicial. Me parece que eso hace a la relación de Borges con Macedonio… (Borges) le dice cosas muy duras. Jorge Luis Borges: Yo le debo mucho a Macedonio. Pero menos a sus escritos -que sólo puedo entender cuando los leo con su voz - que a su diálogo y a sus silencios también. Horacio González: La idea de la voz en Borges no ha sido muy comentada -¿qué no ha sido muy comentado sobre Borges?-, la idea de que en la voz hay un destino. Eso lo dice varias veces -creo que en su artículo sobre la gauchesca-, y al decir que en la voz hay un destino, hace una invitación a considerar toda la literatura como algo inútilmente escrito, algo que es esencial y al mismo tiempo inútil o traicionero puesto que está escrito. Y al ser escrito, la voz que es aquello de lo cual depende, se disuelve, se anula. Por eso todo acto de verdad frente a la literatura, todo acto que contribuya a restituirla debe llevarla nuevamente a la voz, y ahí lo que dice sobre Macedonio que es un poco

injusto. A mí se me hace que a Borges, no le gusta Macedonio. Jorge Luis Borges: Porque todo en él era generosidad. Él (Macedonio) estaba dando continuamente. Él escribía para ayudarse a pensar, pero no pensó nunca en publicar, no le interesaba la publicidad. Y después de muerto Macedonio apareció una cantidad de amigos íntimos que yo jamás había visto en mi vida. Eso ocurre cuando muere una persona ilustre. Horacio González: Dice lo peor que se puede decir de alguien que escribe: (que) no se entiende bien, (que) no se sabe qué quiere decir, en fin, lo dice con más elegancia, pero sin embargo la forma de salvarlo es apelar a la voz. Es decir, que lo de Macedonio, es un conjunto de literaturas que escritas no se entregan al lector, (que) no hay una iluminación, (que no hay) una claridad de algo que se entienda, se vuelve inteligible si se lo remite nuevamente a la voz. Jorge Luis Borges: Yo le debo mucho a Macedonio, pero menos a sus escritos, que sólo puedo entender cuando los leo con la voz de él, que a su diálogo y a sus silencios también. Horacio González: (Borges) leía a Macedonio. Lo leía con su voz y de algún modo se podía imaginar que la voz de Borges fuera la voz de Macedonio. Esto implica la lectura en voz alta; implica ir a la inversa del camino que recorre la cultura que es la lectura silenciosa; implica volver a la lectura monástica que es la lectura en voz alta. E implica algo terrible, si se quiere, que es el lugar de la literatura leída en voz alta

por su propio autor. Eso es lo que hace Borges hace leyendo frente al espejo El hombre de la esquina rosada. Cuando lo cuenta creo que también lo cuenta en relación a las dudas de la madre, porque las dudas de la madre -que debía ser una mujer terrible como todo el mundo dice, como creo que Borges mismo dice sin decirlo enteramente así- es aquella que le propone todos los acertijos y dilemas, es la madre, que también le propone las soluciones. Y la idea de que en la madre estaba las soluciones y los desafíos de la literatura y los obstáculos, la madre le dice “cómo vas a escribir sobre Carriego, es un poeta menor”, Borges le dice “si es vecino nuestro”. Jorge Luis Borges: Yo tendría que hablar ante todo de lo buena que fue ella conmigo. Yo siento el remordimientos de no haber sido feliz para agradarle a ella. Yo siento ese remordimiento y yo tendría que haber sido más comprensivo con ella. Yo supongo que todos los hijos cuando la madre muere sienten que bueno, han aceptado a su madre como se acepta el sol y la luna o las estaciones y que han abusado de ella. Yo lo he hecho. Ella fue muy indulgente conmigo. Era muy inteligente además. Creo que no tenía ni un sólo enemigo y era amiga de toda clase de personas. A veces venían negras viejas a casa que eran descendientes de esclavos de mi familia y mi madre conversaba con ellos, como conversaba con, no sé, Victoria Ocampoii por ejemplo, no hacia ninguna diferencia entre la gente. Luego tuvo esa agonía un poco larga. Pero mientras tuvo su conciencia clara seguía leyendo a (Charles) Dickens todas las noches. Lo había leído tanto que no necesitaba elegir el volumen, sacaba un volumen cualquiera, reconocía a

los personajes y seguía leyendo. Ahí están los libros en casa. Cuando cumplió noventa y siete años me dijo “¡caramba se me fue la mano!”. Claro los años que vinieron después fueron peores. Todas las noches le pedía a Dios que no despertarse al día siguiente y ella se despertaba y lloraba pero no se quejaba, fuera de ese llanto al despertarse y ver que no se había muerto durante la noche. Pero hubo una noche en que Dios la ayudó y se murió, a las cuatro de la mañana. Aldus Pratt: La relación de Borges con Dios, o mejor dicho en torno al tema de Dios, fue siempre la del hombre que maneja la duda como herramienta. Fue muy cuidadoso siempre y manifestó en todo momento sus dudas frente a lo que desconocía. Es decir, no se atrevía a decir que no pero tampoco que sí. Con frases como: “Tengo miedo a creer en Dios porque los humanos siempre creemos en Dios más por auto compasión que por otra cosa” o “No podría definirme como ateo, porque declararme ateo corresponde a una certidumbre que no poseo” acaba no dejando nada en claro y eso, de alguna manera, nos satisface. En cambio su actitud ante los católicos y la iglesia fue un poco más clara: “Los católicos son muy susceptibles. Mi madre es católica. Yo no puedo serlo. Pero he admirado a varios escritores católicos, como Chesterton y León Bloy”. Sin embargo, cuando está por morirse, Kodama le pregunta si “desea conversar con alguien, alguien especial... alguien con quien pueda hablar cosas que no puede hablar con migo” y Borges le dice que sí que le gustaría. En ningún momento se habla de traer a un cura pero está claro que entre la gente que pasó mucho tiempo junta existe una complicidad que se nos escapa. El hecho es que Borges

no tiene porqué haber entendido que se trataba de un cura. Sin embargo Kodama recurre a los servicios de un sacerdote católico suizo que es, además de Kodama, la última persona que habla con Borges. Habría que ver sí Borges estaba lúcido para saber lo que sucedía, habría que ver si el cura estaba lúcido y si Kodama entendió que la presencia del cura no sería una traición. No lo sé, se me hace raro eso de que haya habido un cura en ese lugar y en esas circunstancias porque Borges necesitaba hablar con alguien cosas que no podía hablar con Kodama. Quizás hubiera sido mejor que lo asistiera un amigo, quizás no quiso. Jorge Luis Borges: La sacaban (a mi madre) en la camilla, entonces yo me incliné sobre ella, entonces ella, con casi ninguna voz que le quedaba, me dijo “salvaje unitaria”; como diciendo bueno aquí estoy yo, aquí estoy yo entera. Yo sigo odiando a Rosas, yo sigo siendo unitaria. Nada más que “salvaje unitaria” dijo. Es raro que se le ocurriera eso porque es un recurso literario. Pero bueno, mi madre desde luego, me ha ayudado mucho literariamente, y me ha dado muchas frases: “A trabajar hermano, a trabajar hermano, esta mañana la maté”. Ella me dio esa frase. La intrusa Yo dije: “el mayor tiene que decirle al menor que ha matado a una mujer que ha sido querida de los dos. Tiene que decírselo de una manera eficaz porque sino se desmorona todo el cuento.” Entonces mi madre me dijo, “dejame pensar” y luego con una voz distinta dijo “ya sé lo que le dijo”, como si se le hubiera ocurrido aquello, en Turdera en el año mil ochocientos noventa

y tantos. “Entonces escribilo”, le dije yo “Y ahora léemelo”, y ella leyó y dijo: “A trabajar hermano, esta mañana la maté”. En el cual ya el asesino une al otro al crimen que ha cometido y además le hace notar que él es el mayor y que tiene que obedecerlo, y (que) tiene que ayudarlo a esconder el cadáver. Toda esa economía verbal que ha sido elogiada como un efecto, como una consecuencia de Kipling o las sagas escandinavas, (sin embargo) eso se le ocurrió a mi madre, que ciertamente no había leído las sagas ni había leído Kipling desde luego. Horacio González: Es decir, esa frase no la obtuvo, según dice, de la frecuentación con la alta literatura, con las grandes enciclopedias o con soluciones literarias que pertenecieran al juego abstracto de la experiencia del escritor, sino que se la ofrece alguien desde afuera de la literatura, (alguien) que pertenece a una experiencia universal, a la experiencia de las madres que saben sobre el crimen… Jorge Luis Borges: No, no. Ella me dijo: “que sea la ultima vez que escribís sobre guarangos, estoy harta de tus guarangos y tus cuchilleros. Todos los guapos son flojos”. A ella no le gus...


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