La psiquiatria en Mexico en el cambio de siglo XIX al XX PDF

Title La psiquiatria en Mexico en el cambio de siglo XIX al XX
Course Psiquiatría
Institution Universidad Autónoma de Nayarit
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historia d ela psiquiatria resumen...


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Ir al menú La psiquiatría en México en el cambio del siglo XIX al XX* Miguel Bernal Sagahón Juan José Saldaña Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional Autónoma de México Antecedentes Hasta

en Occidente: Había locos. La locura no

cumplía con los requisitos para ser considerada enfermedad, por lo que los médicos llegaban a hacerse cargo de los locos cuando éstos se enfermaban, es decir, cuando desarrollaban la sintomatología y la signología que justificaba su manejo por la ciencia médica y, por supuesto, dejaban de hacerse cargo de los locos si éstos se curaban de la enfermedad que los había puesto bajo su cuidado. Los locos eran del resorte de “la sociedad” en abstracto y, en particular, de la caridad de las instituciones cristianas, de manera que se ponían bajo la custodia de los y las religiosas cuyo único afán consistía en darles los cuidados para que sobrevivieran en la forma más digna posible, satisfacer sus necesidades más perentorias y evitar que se hicieran daño o hicieran daño a los demás. Adicionalmente estos custodios procuraban acercar a los locos a Dios mediante las prácticas religiosas regulares y la administración, cuando fuera posible, de los sacramentos que les fueran aplicables. Como el comportamiento de los locos con frecuencia era inaceptable o peligroso, sus custodios se tomaban la libertad de aplicarles castigos o sujetarlos a limitaciones que impidieran sus daños y que les ganaran la compasión divina considerando a estas medidas como sacrificios en la búsqueda de su redención. Las instituciones en las que se congregaba a los locos y que estaban a cargo de los religiosos se llamaron hospitales, pero su concepto distaba mucho del que actualmente se tiene, pues en ellos no se pretendía curarlos de su locura, sino únicamente darles asilo cristiano, es decir, ejercer la caridad a la que estos religiosos estaban obligados en función de sus votos y que se complementaba con el ambiente cristiano en que se desarrollaban sus actividades. De hecho los locos, entonces como ahora, en el curso de su locura perdían a sus familiares y a todos los amigos y recursos sociales que podían * Esta investigación forma parte del proyecto “De la Ciencia ingenieril a la ciencia académica. 1880-1970. La articulación ciencia-ingeniería-industria”, Proyecto Conacyt 47751-H.

Saldaña, J.J. y G. Urbán Martínez, Memorias del X Congreso Mexicano de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, México, Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, 2006

588 Memorias del X Congreso Mexicano de Historia de la Ciencia y de la Tecnología proporcionarles seguridad y apoyo social, por lo que se , excepto la de ser locos. De allí eran por las

municipales y, ocasionalmente, por algún

algún

que no abundaban precisamente y

los caritativos

o

que los a la que también podían

acceder

grave o alguna complicación de su locura.

Hasta

fue una entidad mal conocida y diversamente

conceptualizada, pues lo mismo se le consideró

, que

castigo divino, intervención voluntaria o no, del maligno, resultado de las conjunciones inevitables de los astros o, al menos relacionada con lo sobrenatural, fuera esto lo que fuese. El mayor problema se refería a que , sistemática u ocasionalmente, que rompía con los moldes sociales y producía quebrantamiento de la convivencia al violar las normas e ignorar los valores, particularmente aquéllos relacionados con los principios cristianos. Algunos médicos intentaron identificar anormalidades orgánicas que explicaran el comportamiento de los locos y así Félix Plater (1536-1614) propuso a la sequedad del cerebro como causa de las enfermedades mentales11 aunque “en el campo de las enfermedades mentales la medicina del siglo XVII andaba a tientas entre el organicismo y el humanitarismo”2, sin embargo, en este siglo prevaleció “la vieja tendencia a considerar todas las enfermedades mentales como enfermedades del intelecto o la razón”3, sin que pudiera precisarse todavía cuál era la diferencia entre el intelecto o la razón y el alma o el espíritu. Durante el mismo siglo XVII se representó una doble tendencia en el manejo de los locos y de la locura: por una parte, los filósofos los consideraron de su dominio al ser el resultado de las alteraciones del intelecto, por lo que Zilboorg asevera que en el siglo XVII “la psicología estaba ya definitivamente en manos del filósofo. Hacia fines del siglo XVIII el filósofo reclamaba también el campo de la psicopatología y la psicoterapia e incluso de la psiquiatría forense”4 y por su parte, “El psiquiatra parecía a veces dispuesto a ceder su posición como curador al filósofo o bien, convertirse en filósofo”5, por otra parte, en la fundación del Hospital General, que significó el establecimiento de un sitio de reclusión ordenada por Luis XIV según edicto real del 27 de abril de 1656 “Comienza una crisis del

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mundo ético, que reproduce la gran lucha del Bien y del Mal por el conflicto irreconciliable de la razón y la sinrazón”6. Puesto en términos más precisos es importante destacar que el Hospital General no es una institución médica en sus orígenes, sino un asilo para los menesterosos, los vagabundos, los ociosos, entre ellos, los locos que son todo eso: menesterosos, vagabundos y ociosos, que se propone regenerar a los individuos reticentes a incorporarse a la productividad general y al bienestar en la comunidad. Así, por ejemplo, “Un censo del año 1690 enumera más de 3 mil personas en la Salpètrière. Una gran parte está compuesta de indigentes, vagabundos y mendigos”7 y “La décima parte aproximadamente de las detenciones que se efectúan en París para el Hospital General es de “insensatos”, hombres “dementes”, gentes de “espíritu alienado”, “personas que se han vuelto totalmente locas” ..” según nos informa también Foucault8. Estos hechos constituyen una auténtica revolución en el pensamiento social que tendrá repercusiones en el interés y la participación de los médicos para definir la locura y para establecer los parámetros de su tratamiento, justamente médico. La locura deja de ser una forma de alteración del espíritu para convertirse en una alteración del cerebro y por ello, pasa al ámbito de la medicina por derecho propio, de manera que “En París, un hospital se reserva el derecho de tratar a los pobres que han perdido la razón. Mientras haya esperanzas de curar a un alienado, puede ser recibido en el Hôtel-Dieu. Allí, se le aplican los remedios habituales: sangrías, purgas y, en ciertos casos, vejigatorios y baños”9, lo que sugiere que más de uno pudo haberse curado con este tratamiento, curación que determinó la elaboración de una rutina en Londres: “T. Munro…médico de Bedlam desde 1783, ha establecido… “Los enfermos deben ser sangrados a más tardar a fines del mes de mayo, según el tiempo; después de la sangría, deben tomar vomitivos una vez por semana, durante cierto número de semanas. Después los purgamos. Ello se practicó durante años antes de mi época y me fue transmitido por mi padre; no conozco práctica mejor””10, como informa también Foucault.

El papel de la psiquiatría en los siglos XVIII y XIX En el tránsito del siglo XVII al XVIII la conceptualización de los locos y de la locura continúa siendo vaga, sin embargo en ella los médicos han disminuido las variables posibles, y ya es reconocida la autoridad médica para la identificación de la locura y para su manejo, así, “Zacchias (quien hizo un balance de toda la jurisprudencia cristiana en relación con la locura

590 Memorias del X Congreso Mexicano de Historia de la Ciencia y de la Tecnología entre 1624 y 1650) es concluyente: sólo el médico es competente para juzgar si un individuo está loco y qué grado de capacidad le deja su enfermedad”11, lo que resulta determinante para que la medicina tome a su cargo el reconocimiento y el tratamiento de la locura. En este periodo los médicos intentan nuevas definiciones y explicaciones para la locura y de considerarla defecto de la voluntad, pasan a identificarla como una forma de regresión en el desarrollo humano, hasta alcanzar los límites de la animalidad, pues ciertos locos son como “bestias movidas por una rabia natural: es como si la locura…liberada de la sinrazón moral…viniera a juntarse…con la violencia inmediata de la animalidad”12, actitud que se sostiene hasta los albores del siglo XIX. Fracasado el Hospital General en su intento de corregir a los vagos y menesterosos, entre ellos a los locos, de él se desprende la nueva institución que se ocupará de los locos particularmente, al comprenderse que éstos no parecen ser sujetos de corrección por un defecto de su capacidad de juicio y por una falta de estabilidad emocional que los hace impredecibles. Esta institución es el asilo u hospicio para locos en el que se intenta aplicarles los tratamientos médicos derivados de la conceptualización hipocrática de los humores orgánicos, complementada con el rigor en el trato personal, justificado en el supuesto de que “La animalidad que se manifiesta rabiosamente en la locura, despoja al hombre de todo aquello que pueda tener de humano…para colocarlo en el grado cero de su propia naturaleza”13, lo cual no es nuevo, por cierto, pero sí resulta ser universal y manifiesto en las instalaciones de la institución asilar, de manera que, por ejemplo, “cuando los insensatos son particularmente peligrosos,…lo más común es encadenarlos a las paredes y a las camas”14, para lo cual la institución debe estar dotada de estas cadenas y de diversas instalaciones más que le permitan “zambullir” a los pacientes15 o, más benignamente, de personal que pueda aplicarles “irritantes, cauterios, moxas, sedales, ventosas y vesicantes, fricciones y cataplasmas, incluso cera de sellar hirviente o pelo para raspar , aplicados lo más cerca del cerebro para desviar los malos humores” según citan Postel y Quetel16. Se considera que el dolor y sus equivalentes son un medio particularmente efectivo para la recuperación del loco furioso, en lo que Johann Christian Reil (1759-1813), por ejemplo, consideraba “tortura sin daño”17, incluyendo en ella “la cólera, el disgusto y el dolor en ciertos casos”18, pues la “animalidad desencadenada, no puede ser dominada sino por la doma y el embrutecimiento”19. San Vicente de Paul ya había dado la pauta desde que “hizo inscribir a la cabeza de los

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reglamentos de Saint-Lazare:… “Considerando que sus sufrimientos temporales no los eximirán de los eternos..” en 1627, pues, “a pesar del advenimiento del auténtico espíritu científico, el mundo…permanecía confundido en el tema de las enfermedades mentales” a fines del siglo20. Félix Plater ya había elaborado una clasificación de las enfermedades mentales en la pretensión de que sus causas se encontraban en el cerebro, por lo que su éxito no fue relevante. Sin embargo, “la vieja tendencia a considerar todas las enfermedades mentales como enfermedad del intelecto o la razón se reafirmó y reforzó”21, lo que condujo a que “las enfermedades mentales fueron diferenciadas y clasificadas de acuerdo con sus manifestaciones externas, pero se atribuyeron al funcionamiento defectuoso de los jugos del cuerpo, particularmente en la sangre y el cerebro, o al funcionamiento defectuoso del fluido que se suponía había entre los nervios”22. La ciencia, en la medicina, parecía avanzar y retroceder imprevisiblemente. En todo el siglo XVIII se hicieron avances espectaculares en neurología, descubriéndose de paso, algunos fenómenos psicológicos y psiquiátricos al identificarse la localización de ciertas funciones mentales, como los relativos a la parálisis general, descrita por J. Haslam (1764-1844) por primera vez en 1798. Y si en algo avanzó la psiquiatría durante el siglo XVIII, fue en su incorporación a la medicina y en la reorganización y reforma de los asilos para locos que se convirtieron en hospitales psiquiátricos, lo que no fue poca cosa. El siglo XIX aportó numerosísimas novedades al desarrollo de la Psiquiatría, sobre todo en Europa, pero también en los Estados Unidos. Por lo pronto se tuvo una disposición más favorable al estudio médico de los ahora llamados alienados, al conocimiento descriptivo de la enfermedad mental, a la organización y administración de los hospitales para enfermos mentales y al desarrollo incipiente de algunas formas de tratamiento más racionales. Hubo numerosos escritos médico clínicos de tipo descriptivo, de los que derivaron algunos tratados clásicos acerca de determinados temas psiquiátricos y psicológicos, comenzando con el “Traité Médico-philosophique” con el que Pinel despidió al siglo XVIII, pues se publicó en 1801, y las publicaciones menores llenaron literalmente el siglo, informándonos Zilboorg que “Desde 1818 hasta 1893 aparecieron alrededor de cincuenta publicaciones periódicas mensuales, trimestrales y anuales en Francia, Inglaterra, Alemania, los Estados Unidos, España, Portugal, Italia, los Países Bajos, Bélgica, los países escandinavos y Rusia. Más de quince sociedades psiquiátricas nacionales e internacionales se organizaron

592 Memorias del X Congreso Mexicano de Historia de la Ciencia y de la Tecnología en Europa y el Nuevo Mundo”23, habiéndose fundado la ahora famosa American Psychiatric Association en 1844. Se estudiaron, un poco desordenadamente, pero con pasión, diversos fenómenos, fundamentalmente psicológicos, pero también psiquiátricos, como el llamado “magnetismo animal”, del que se derivó el hipnotismo, el sonambulismo, ciertos tipos de convulsiones, sobre todo histériformes, la imaginación, los “automatismos” psicológicos, las pasiones y la voluntad entre otros. Se señalaron novedades nosológicas que dieron origen a nuevas interpretaciones de la enfermedad mental y a una mejor definición de ésta, como las histerias, entre ellas, la llamada histero-epilepsia, la “sugestionabilidad”, la folie a deux, las lipemanías, las depresiones y el suicidio a los que se dedicó Fabret, la hebefrenia, la llamada “locura moral” y se estudió el alcoholismo al que contribuyó notablemente Valentín Magnan. También hubo imaginación para la propuesta e implementación de nuevos recursos terapéuticos, surgiendo así la psicoterapia con Pierre Janet y con Hippolyte Bernheim, la terapia del trabajo que inició y organizó Ferrus y el sistema del “open door” por el que se daba relativa libertad a cierto tipo de enfermos mentales. Al ser aceptada la psiquiatría como parte de la medicina, su enseñanza se hizo necesaria y obligatoria como parte de la formación de los médicos, de manera que en la Salpètrière, en 1882, Charcot se hizo cargo de la “clínica de las enfermedades nerviosas”, materia que se impartió progresiva y rápidamente en las demás escuelas de medicina y en los hospitales. Posiblemente uno de los hechos más significativos, que resumen el esfuerzo médico psiquiátrico durante el siglo XIX, haya sido la serie de clasificaciones propuestas para las enfermedades mentales con diferentes orientaciones, entre las que destacan la sintomática de David Skae (1814-1873), la etiológica cerebral de H. Maudsley (1835-1918) y la de J.P. Moebius (1853-1907) en la que divide a las enfermedades mentales en exógenas y endógenas. El siglo XIX se proyectó hacia el siglo XX con personajes que le dieron consistencia a la psiquiatría como especialidad médica y que también le dieron variedad, no necesariamente bajo el mayor rigor científico, pero sí al amparo del auténtico interés y la pasión humanitaria, como Sigmund Freud que ya pertenece a éste último siglo.

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La situación de la psiquiatría en la Nueva España La fundación del Hospital de San Hipólito, hecha por Bernardino Álvarez en 1567, en la ciudad de México, con el propósito de ocuparse de la atención cristiana de los convalecientes, los viejos y los “inocentes” devino en institución dedicada específicamente a la atención de los locos en todas sus formas, lo que ocurrió en virtud de que no existió, durante más de cien años, otra institución que se preocupara de este tipo de pacientes en la Ciudad de México y en 1593 en Puebla los Hermanos de la Caridad fundaron el Hospital de San Roque para convalecientes y locos24. En 1689 fue fundado el Hospital de San Pedro en las inmediaciones de la Ermita de la Santísima Trinidad, con la intención de ocuparse de la atención de los sacerdotes católicos ancianos y demenciados, que carecieran de familiares u otros responsables de su sobrevivencia. En el año de 1700, también en la ciudad de México, se autorizó la fundación del Hospital del Divino Salvador, llamado De la Canoa, dedicado a la atención de las mujeres locas que no tenían un lugar, ni responsable de su cuidado25. Estos cuatro hospitales tuvieron vida en el curso del régimen colonial novohispano, en el que fueron las únicas instituciones dedicadas al cuidado de los enfermos mentales, habiendo cambiado su situación en 1824, al triunfo de la guerra de Independencia, no sólo por éste, sino también por los cambios en las condiciones legales de las órdenes religiosas. En efecto, el Hospital de San Hipólito y el de San Roque fueron obra de la Orden de la Caridad de los Hermanos de San Hipólito, instituída un poco después de la fundación del primero, por el mismo Bernardino Álvarez, con autorización real, la que desapareció al ser disueltas las órdenes religiosas en el imperio español, por disposición de las Cortes del 1 de Octubre de 1820 que en la Nueva España se aplicó en 1821 pero que, por las vicisitudes de la guerra de Independencia no se hizo efectiva sino hasta 1824, en tanto que el Hospital del Divino Salvador, a cargo de la Congregación del mismo nombre, y con el apoyo de la Compañía de Jesús, quedó sin éste al ser expulsada dicha Orden de la Nueva España en 1767 por disposición de Carlos III, resultando de ello la merma en los recursos de la Congregación y posteriormente el paso del hospital al cargo del Ayuntamiento de la ciudad de México, lo que también ocurrió con el Hospital de San Pedro que, al desaparecer en 1824, únicamente tenía un paciente hospitalizado. En esta forma, al inicio del régimen republicano, en México quedaron en funcionamiento sólo dos de los tres hospitales para locos que había en la ciudad de México y que en lo sucesivo estuvieron a cargo del ayuntamiento citadino.

594 Memorias del X Congreso Mexicano de Historia de la Ciencia y de la Tecnología Existe muy poca información acerca de las actividades cotidianas en estos hospitales para locos durante la colonia, de manera que se desconoce prácticamente todo acerca de lo que ocurría en San Pedro, casi todo acerca de las actividades en el Hospital del Divino Salvador y algo menos acerca de las del Hospital de San Hipólito o el de San Roque. Es muy probable que la documentación que pudo haberse producido se haya perdido en deterioros, incendios y desdén de los encargados de su cuidado, pues solamente hemos podido rescatar alguna información que se refiere a las actividades de los Hermanos Hipólitos, mermada considerablemente por un incendio ocurrido antes de 1715 que ocasionó la pérdida de documentos como resultado de una destrucción masiva que puso en riesgo la misma existencia del Hospital26. Con fundamento en los hechos históricos de Europa y en la lógica acerca del contenido conceptual del Catolicismo español, podemos suponer algunas semejanzas entre lo ocurrido en el ámbito de la enfermedad mental en Europa y lo ocurrido en la sociedad novohispana. Con todos los matices debidos a las diferencias culturales y sociales entre los europeos en general y los católicos españoles, que significaron, como bien lo sabemos, el atraso de la ciencia española, podemos presumir semejanzas entre los conceptos y los comportamientos novohispanos y los de la ciencia de la madre España en relación con la locura, los locos, los tratamientos a éstos y el manejo de los mismos en la Nueva España. No tenemos constancia de que a los locos en la Nueva España se les haya considerado seriamente como endemoniados, pues los informes de Ernestina Jiménez Ol...


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