Los diez mejores ensayos PDF

Title Los diez mejores ensayos
Course Traducció B-A Inglés-Español
Institution Universitat Pompeu Fabra
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Traducción Los diez mejores ensayos...


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LOS DIEZ MEJORES ENSAYOS DESDE 1950 by Robert Atwan Robert Atwan, el fundador de la serie Los mejores ensayos americanos, escoge los diez mejores ensayos del período de la posguerra. Afortunadamente, cuando trabajé con Joyce Carol Oates en Los mejores ensayos americanos del siglo (son del siglo pasado, por cierto), no nos limitábamos a diez selecciones. Así que para hacer mi lista de los mejores diez ensayos desde 1950 menos imposible, decidí excluir todos los grandes ejemplares del nuevo periodismo (Tom Wolfe, Gay Talese, Michael Herr, y muchos más pueden aparecer en otra lista). También decidí incluir sólo escritores americanos, por lo que destacados ensayistas de lengua inglesa como Chris Arthur y Tim Robinson faltan, aunque han aparecido en la serie Los mejores ensayos americanos. Además, seleccioné ensayos, no ensayistas. Una lista de los diez mejores ensayistas desde 1950 contaría con algunos escritores diferentes. En mi opinión, los mejores ensayos son profundamente personales (eso no significa necesariamente que sean auto bibliográficos) y están relacionados con problemas e ideas. Y los mejores ensayos enseñan que el nombre del género también es un género, así que demuestran una mente en proceso, reflejando, intentando, ensayos. James Baldwin “Notas de un hijo nativo” (apareció originalmente en Harper’s, 1955) “Nunca me he considerado un ensayista”, escribió James Baldwin, quien estaba acabando su novela La habitación de Giovanni mientras él trabajaba en lo que sería uno de los ensayos más grandes de América. En un contexto histórico violento, Baldwin recuerda su profundamente problemática relación con su padre y explora su crecimiento consciente de sí mismo como un estadounidense negro. Hoy en día, algunos pueden preguntarse la relevancia del ensayo en nuestro nuevo y valiente mundo “post-racial”, aunque Baldwin consideró que el ensayo seguía siendo relevante en 1984 y, si hubiera vivido para verlo, la elección de Barak Obama no le habría hecho cambiar de opinión. Sin embargo, usted ve la política racial, la prosa es innegablemente hipnótica, bellamente modulada y aún llena de urgencia. Langston Hughes dió en el clavo cuando describió la “intensidad iluminadora” de Baldwin. El ensayo se recogió valientemente en Notas de un hijo nativo (en ese momento) publicado por Beacon Press en 1955. Norman Mailer, “El negro blanco” (apareció originalmente en Dissent, 1957) Un ensayo que tuvo un gran impacto en ese momento puede hacer hoy en día que algunos de nosotros nos avergoncemos por su dialéctica hiperbólica y metafísica hiperventilada. Pero el intento de Mailer de definir el “hipster” (lo que se lee en parte como una versión en prosa del “aullido” de Ginsberg) es de repente relevante de nuevo, a medida que nuevos ensayos siguen apareciendo con un propósito definitorio similar, aunque nadie confundiría al hipster de Mailer (“un psicópata filosófico”) por los que ahora encontramos en el viejo vecindario de Brooklyn de Mailer. Curioso, cómo los términos pueden volver a la vida con un conjunto completamente diferente de connotaciones. ¿Cómo llamaría Miller a los nuevos hipsters? ¿Cuadrados?

Susan Sontag, “Notas sobre lo ‘camp’” (apareció originalmente en Partisan Review, 1964) Al igual que el “El negro blanco” de Mailer, el innovador ensayo de Sontag fue un ambicioso intento de definir una sensibilidad moderna, en este caso “camp”, una palabra que era en ese momento asociada casi exclusivamente al mundo homosexual. Estaba familiarizado con él como universitario, escuchaba que a menudo lo utilizaba un grupo de amigos, que eran decoradores de escaparates de grandes almacenes en Manhattan. Antes de escuchar a Sontag (treinta y un años, glamurosa, vestida completamente de negro) leer el ensayo en la publicación el una reunión de Partisan Review, había interpretado “camp” simplemente como un estilo o comportamiento exagerado. Pero después de que Sontag desenvolviera el concepto, con la ayuda de Oscar Wilde, comencé a ver el mundo culturas desde una perspectiva diferente. “Todo el punto de ‘camp’”, escribe, “es para destronar lo serio”. Su ensayo, colectado en Contra la Interpretación (1966), no es un ejemplo en sí mismo de ‘camp’. John McPhee, “The Search of Marvin Gardens” (apareció originalmente en The New Yorker, 1972) “Ir. Yo tiro los dados, un seis y un dos. A través del aire muevo mi ficha, el flatiron a la avenida Vermont, donde los paquetes de perros varían”. Y así nos movemos, en este ensayo brillantemente concebido, de una serie de juegos de Monopoly a una decadente Atlantic City, la ciudad turística que inspiró al juego de mesa más popular de América. A medida que los juegos avanzan y las propiedades rápidamente se rompen, McPhee yuxtapone los sitios conocidos en el tablero (la avenida Atlantic, Park Place) con visitas reales a sus lugares derrumbados. Va a la cárcel, no solo en el juego sino de hecho, retratando lo que ha vida se ha convertido en una ciudad que en días mejores era un imperio del paseo del tablero. Al final del ensayo, encuentra el elusive Marvin Gardens. El ensayo se recogió en Pieces of the Frame (1975). Joan Didion, “El álbum blanco” (apareció originalmente en New West, 1979) Huey Newton, Eldridge Cleaver, y los Panteras Negras, una sesión con Jim Morrison y los Doors, los disturbios del estado de San Francisco, los asesinatos de Manson… Todos estos, y muchos más figuran prominentemente en la brillante destilación de mosaico de la vida de California (o álbum fantasmagórico) de Didion a finales de la década de 1960. Sin embargo, a pesar un elenco de personajes más largo que la mayoría de los épicos de Hollywood, “El álbum blanco” es un ensayo muy personal, hasta el informe de Didion de su test psiquiátrico como un paciente externo en el hospital de Santa Mónica en el verano de 1968. “Nos decimos a nosotros mismos historias con el fin de vivir”, el famoso ensayo comienza, y a medida que avanza nerviosamente a través de cortes y destellos de reportaje, con transcripciones, entrevistas y testimonios, nos damos cuenta que todas nuestras historias son cuestionables, “la imposición de una línea narrativa sobre imágenes dispares”. Parte del ensayo apareció en la revista New West; fue entonces cuando se convirtió en el ensayo líder de su libro, El álbum blanco (1979). Annie Dillard, “Total Eclipse” (apareció originalmente en Antaeus, 1982) En su introducción a Los mejores ensayos americanos 1988, Annie Dillard reclama que “El ensayo puede hacer todo lo que un poema puede hacer, y todo lo que una historia corta puede hacer; todo menos fingir”. Su ensayo “Total Eclipse” fácilmente hace su argumento para el poder imaginativo de un género que sigue estando infravalorado como una rama de la literatura imaginativa. “Total Eclipse” lo tiene todo; la intensidad temática de la ficción

corta, las imágenes entrelazadas de la poesía, y la dinámica meditativa del ensayo personal: “Esto era el universo sobre el cual hemos leído tanto y nunca antes sentido: el universo como un reloj de esferas sueltas arrojadas a velocidades estupefactas, no autorizadas”. El ensayo que apareció originalmente en Antaeus en 1982 se recogió en Enseñarle a hablar a una piedra (1982), un volumen delgado que se encuentra entre las mejores colecciones de ensayos de los últimos cincuenta años. Phillip Lopate, “Against Joie de Vivre” (apareció originalmente en Ploughshares, 1986) Este es un ensayo que me hizo feliz de haber comenzado Los mejores ensayos americanos un año antes. Había estado buscando ensayos que crecían de un vibrante espíritu Montaigne; ensayos personales que eran ingeniosos, conversacionales, y sin embargo siempre algo merecedor de discutir. Y aquí estaba exactamente lo que estaba buscando. Podría haber encontrado esta escritural varias décadas antes pero en los 80 era relativamente raro; Lopate encontró una manera creativa de insertar el viejo ensayo familiar en el mundo contemporáneo: “A lo largo de los años,” Lopate comienza, “he desarrollado un desagrado hacia el espectáculo de joie de vivre, el don de saber cómo vivir”. Continúa diseccionando en cómic sin embargo pero astuto detalle de los rituales de la cena moderna. El ensayo fue seleccionado por Gay Talese para Los mejores ensayos americanos 1987 y recolectado en Against Joie de Vivre en 1989. Edward Hoagland, “Cielo y naturaleza” (apareció originalmente en Harper’s, 1988) “El mejor ensayista de mi generación, ” es como John Updike describió a Edward Hoagland, quien debe ser uno de los ensayistas más prolíficos de nuestros tiempos también. “Los ensayos”, escribió Hoagland, “son como nos hablamos los unos a los otros en impreso, caromando pensamientos no sólo con el fin de transmitir cierto paquete informativo, pero con un borde especial o rebote de carácter personal en un tipo de carta pública”. Podría haber seleccionado fácilmente muchos otros ensayos de Hoagland para esta lista (como “The Courage of Turtles”), pero estoy especialmente aficionado a “Cielo y naturaleza”, el cual enseña a Hoagland en su mejor momento, equilibrando lo público y lo privado, la observación general bien elaborada con un apretado ejemplo vívido. El ensayo, seleccionado por Geoffrey Wolff para Los mejores ensayos americanos 1989 y recogido en Heart’s Desire (1988), es una meditación inolvidable no tanto sobre el suicidio como sobre cómo nos las arreglamos notablemente para mantenernos vivos. Jo Ann Beard, “El cuarto estado de la materia” Una pregunta para estudiantes de la escritura no ficticia: cuando escribes una historia real basada en hechos reales, ¿cómo hace el narrador para crear una tensión dramática cuando la mayoría de los lectores pueden esperar a saber que sucede al final? Para ver cuán hábilmente esto se puede hacer se dirige a la asombrosa historia personal de Jo Ann Beard sobre el alboroto asesino de un estudiante graduado en el campus de la Universidad de Iowa en 1991. “Plasma es el cuarto estado de la materia,” escribe Beard, quien trabajó en el departamento de física de la Universidad de Iowa en el momento del incidente, “Tienes tu sólido, líquido, gas, y ahí está tu plasma”. En el espacio exterior está la plasmasfera y plasmapausa.” A parte del plasma, en este ensayo lleno de emociones encontrarás enredado en toda la tensión, un adorable, moribundo collie, ardillas invasoras, un marido distanciado, el pistolero seriamente perturbado, y sus víctimas, una de ellas entre los amigos más queridos del autor. Seleccionado por Ian Frazier para Los mejores ensayos americanos de 1997, el ensayo se recogió en The Boys of My Youth (1998).

David Foster Wallace, “Hablemos de langostas” (apareció originalmente en Gourmet, 2004) Al principio pueden parecer artículos de revistas (esas piezas expansivas impulsadas a la Feria Estatal de Illinois, un crucero lujoso, los premios de videos adultos o la campaña a la presidencia de John McCain del 2000) pero una vez descubres el disfraz y entras dentro de ellas estás en medio del genio ensayista. Uno de los más cortos y ensayistas de David Foster Wallace es su “cobertura” al Festival Anual de Maine, “Hablemos de langostas”. El Festival se convierte mucho más que una ocasión para observar “la olla de langosta más grande del mundo” en acción como Wallace plantea una incómoda pregunta a los lectores de la revista de alimentos de lujo: “¿Está bien hervir una criatura sensible viva únicamente por tu placer gustativo?” No pases por encima las notas de pie de página. Susan Orlean seleccionó el ensayo para Los mejores ensayos americanos de 2004 y Wallace lo recolectó en Hablemos de langostas y otros crustáceos (2005). Desearía poder incluir veinte ensayos más pero estos diez en sí mismos comprenden una maravillosa y amplia mini-antología, una que muestra algunas de las más voces literarias excepcionales de nuestro tiempo. A los lectores que les gustaría ver más de los mejores ensayos desde 1950 deberían echar un vistazo a Los mejores ensayos americanos del siglo (2000)....


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