Microsoft Word - Planta y alzado de Santa Sofía de Constantinopla 532 537 PDF

Title Microsoft Word - Planta y alzado de Santa Sofía de Constantinopla 532 537
Author Veronica Baños Martinez
Course Historia del Arte de la Alta y la Plena Edad Media
Institution UNED
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Planta y alzado de Santa Sofía de Constantinopla, años 532-537.

Muy pocas imágenes de la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla pueden transmitir la inmensidad espacial y la misteriosa atmósfera de su interior. Tan sólo el visitante que pasea por sus naves puede captar la magnificencia y la evocación, así como el carácter hercúleo de esta obra arquitectónica, un templo que mandó levantar Justiniano, consagrado en el 537 y que terminado provocó la famosa frase de este emperador: Salomón, te he vencido. Sin embargo, la planta y el alzado reflejan a la perfección la complejidad estructural y técnica del edificio, así como la originalidad de la propuesta tipológica, resumiendo así la revolución que en el ámbito de la arquitectura religiosa propuso la cultura bizantina en el oriente mediterráneo. La planta recoge un atrio y un doble nártex adjuntos a un rectángulo cuyo espacio central, cuadrado y demarcado por cuatro pilares definen una centralización cubierta por una cúpula. En alzado este gran

rectángulo es un volumen que está dominado por esta cúpula que supedita a todo el conjunto y reposa sobre otras estructuras abovedadas en un nivel inferior, en un escalonamiento sucesivo y sutilmente graduado. Si volvemos a fijarnos en la planta, apreciamos dos medios círculos del mismo diámetro que flanquean al este y al oeste la cúpula central. En alzado son curvas sinónimas de dos semicúpulas que recogen un poderoso empuje de fuerzas, pero en planta marcan un eje, una dirección longitudinal al templo. De nuevo en la planta observamos que estas semicúpulas prolongan una especie de nichos dispuestos en forma diagonal respecto al eje y que, además de continuar el sistema de contención, en alzado originan una diafanidad lateral, grandes huecos de arcadas y vanos. La primera reflexión que produce este análisis es que nos encontramos ante una dialéctica entre la planta central y la basilical, la dos fórmulas más ensayadas por entonces para la arquitectura religiosa. Pero la simbiosis conseguida es absolutamente original, máxime cuando existen naves laterales en el plano y que en alzado indican la utilización de paramentos o muros horadados, por vanos y galerías de arcadas, bajo enormes arcos en los lados norte y sur del templo, es decir, en el eje transversal. Junto con los arcos originados por las dos semicupulas diagonales, la cúpula reposa gracias a una de las soluciones más originales de la arquitectura bizantina, las pechinas, término que indica los espacios triangulares que posibilitan el paso de la planta circular a la cuadrada y, sobre todo, la sustentación tectónica de una semiesfera sobre cuatro puntos, en este caso la inmensa cúpula. Su sustentación adquiere en el interior del templo una auténtica magia atmosférica, propiciada por la sucesión en su base de pequeñas ventanas que dejan pasar la luz. La intención de Justiniano fue clara, conseguir el templo más famoso y suntuoso de la cristiandad. Pero la intención no basta para explicar la construcción de un prodigio arquitectónico y el contexto en el que se fragua resulta determinante. Justiniano encarna una auténtica renovación ideológica y política de un nuevo imperio, plagado de añoranzas del poder y el prestigio de la antigua Roma, y en esta renovación iba aparejado un renacimiento cultural, científico y técnico. La arquitectura se benefició de la recuperación del conocimiento y quedó definida como “la aplicación de la geometría a la materia sólida”. La frase, escrita por Antemio de Tralles, quien junto a Isidoro de Mileto fueron los dos artífices elegidos por Justiniano para proyectar Santa Sofía, alude a la labor de ingeniería matemática, a la ponderación de la cinética y la estática, que supuso levantar una cúpula de 31 metros de diámetro y 55 de altura....


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