Nicholas Sparks - El rescate PDF

Title Nicholas Sparks - El rescate
Course Libros en Español
Institution Universidad Católica de Santa Fe
Pages 233
File Size 2.1 MB
File Type PDF
Total Downloads 85
Total Views 142

Summary

Nicholas Sparks - El rescate...


Description

El Rescate NICHOLAS SPARKS

Escaneado por PRETENDER – Corregido por Mara Adilén

Página 1

El Rescate NICHOLAS SPARKS 

 El Resc ate 2000) 0) The res c uee ((2

AARG GU UM EN NTO: Denise Holton, una joven de veintinueve años y madre soltera de un niño con dificultades de aprendizaje, está demasiado ocupada en sacar adelante a su hijo como para pensar en el amor. Taylor McAden, por su parte, es un bombero voluntario que se juega la vida en operaciones de salvamento cada vez más arriesgadas, al tiempo que rehúye cualquier compromiso sentimental serio. Pero cuando logra rescatar al pequeño Kyle, que ha desaparecido durante un tornado, las vidas de Denise y Taylor dan un vuelco inesperado. Por fin parecen haber descubierto el amor perfecto hasta que, repentinamente, él decide dejarlo todo. ¿Qué es lo que le impide vivir esta relación? ¿Podrá Denise ayudarle a enfrentarse a los fantasmas del pasado? Sparks nos cuenta una historia de amor tan intensa como compleja, que atrapa desde la primera página. Su talento de narrador, unido a su gran sensibilidad para captar las sutilezas del alma humana, otorga a sus historias un grado de realismo que aprecian sus miles de lectores.

SSOBRRE ELL AAU T ORR:: Nicholas Sparks nació en Omaha, Nebraska, en 1965. Se graduó por la Universidad de Notre Dame, Indiana, una de las más prestigiosas de Estados Unidos, y trabajó en diversos oficios antes de dedicarse a escribir. El éxito no tardó en llegar: su primera novela, El cuaderno de Noah, inspirada en la historia real de los abuelos de su mujer, fue traducida a dieciocho idiomas y durante más de un año ocupó los primeros puestos de ventas en los Estados Unidos. A partir de allí, todas sus siguientes novelas —El mensaje, Un paseo para recordar, El rescate...—alcanzaron el primer puesto en las listas de libros más vendidos, lo que sitúa a Sparks como uno de los autores más populares del mundo. Gran parte de sus novelas fueron llevadas al cine con mucho éxito.

Escaneado por PRETENDER – Corregido por Mara Adilén

Página 2

El Rescate NICHOLAS SPARKS

PPRRÓ O ÓLLOGO Aquella tormenta sería recordada como una de las peores de la historia de Carolina del Norte. Como se produjo en 1999, los habitantes más supersticiosos del lugar la interpretaron como un fatídico presagio, el primer paso hacia el fin del mundo que se avecinaba. Otros se limitaron a mover la cabeza y a afirmar que sabían que tarde o temprano algo así tenía que ocurrir. Aquella noche se detectaron nueve tornados, que asolaron la parte oriental del estado y se llevaron por delante una treintena de hogares. Los postes de teléfono quedaron tendidos sobre las carreteras, los transformadores ardieron sin que nadie lo pudiera evitar, centenares de árboles fueron derribados, los tres ríos principales se desbordaron y la vida de un montón de gente cambió de un solo y cruel manotazo de la madre naturaleza. Todo empezó en un abrir y cerrar de ojos: el cielo estaba gris y encapotado, pero no más de lo normal, y de repente una explosión de rayos, truenos, vientos huracanados y una cortina de lluvia cegadora surcaron el cielo de principios de verano. El frente llegó desde el noroeste y cruzó el territorio a una velocidad de sesenta kilómetros por hora. Las emisoras de radio comenzaron a emitir los avisos de emergencia al unísono, dando noticia de la violencia del fenómeno. Los que pudieron se guarecieron en sus casas, pero aquellos a los que la tormenta pilló en la carretera, como Denise Holton, no tuvieron donde refugiarse. Allí, envuelta en la oscuridad de la tormenta, no había mucho que pudiera hacer. En algunos lugares llovía con tanta furia que los vehículos tenían que circular a menos de diez kilómetros por hora. Denise se aferraba al volante de su coche con los nudillos blancos de la tensión y una expresión de intensa concentración en el rostro. A ratos resultaba imposible distinguir la carretera, pero detenerse representaba un riesgo aún mayor porque los conductores que la seguían no la verían pararse. Se quitó por encima de la cabeza la parte del cinturón de segundad que le cruzaba el pecho y se inclinó hacia el parabrisas en un intento de divisar las líneas de la calzada, que apenas conseguía atisbar de manera intermitente. Durante largos trechos tenía la impresión de que conducía por puro instinto. No veía absolutamente nada. La lluvia descargaba a raudales sobre el parabrisas, barriéndolo como una ola, y la sumía en la penumbra. Los faros resultaban inútiles. Denise quería aparcar en alguna parte, pero ¿dónde? ¿Dónde estaría a salvo? ¿En el arcén? Los otros coches iban dando bandazos, tan a ciegas como ella. Decidió rápidamente que parecía más seguro seguir circulando. Apartó la mirada de la carretera, se cercioró de la presencia de las luces rojas que la precedían y echó un rápido vistazo por el espejo retrovisor. Rezaba para que los otros conductores estuvieran haciendo lo mismo, buscando un lugar donde refugiarse. El que fuera. Entonces, con la misma rapidez con la que se había desencadenado, la tormenta amainó, y Denise pudo ver. Se le ocurrió que probablemente la había dejado atrás, y tuvo la impresión de que los demás también habían deducido lo mismo porque, a pesar de lo resbaladizo del asfalto, todos aceleraron en un intento de mantenerse por delante de la perturbación. Denise hizo lo propio y siguió el ritmo del tráfico. Diez minutos más tarde, mientras la lluvia seguía remitiendo, reparó en el indicador del depósito y se le hizo un nudo en el estómago. Estaba claro que tendría que repostar: no tenía suficiente gasolina para llegar a casa. Los minutos pasaron. El tráfico la mantuvo alerta. Gracias a la luz de la luna había cierta claridad en el cielo. Miró el tablero de indicadores. La aguja del carburante estaba en plena zona roja. A pesar de sus deseos de correr por delante de la tempestad, aminoró la marcha con la esperanza de ahorrar

Escaneado por PRETENDER – Corregido por Mara Adilén

Página 3

El Rescate NICHOLAS SPARKS combustible, con la esperanza de tener suficiente, con la esperanza de que el frente no la alcanzara. Los otros coches no tardaron en empezar a adelantarla y a cubrirla de salpicaduras contra las que el limpiaparabrisas luchaba denodadamente. A pesar de todo, mantuvo la velocidad. Transcurrieron otros diez minutos antes de que pudiera dejar escapar un suspiro de alivio: según la señal que acababa de ver, había una estación de servicio a menos de kilómetro y medio. Puso el intermitente, entró en el carril de la derecha y salió de la autopista. Se detuvo en el primer surtidor. Lo había conseguido. No obstante, era consciente de que la tormenta le seguía los pasos y de que llegaría a esa zona en menos de un cuarto de hora. Tenía tiempo, pero el justo. Llenó el depósito tan rápidamente como pudo. Luego, ayudó a Kyle a bajarse del coche. El chico la cogió de la mano mientras se dirigían a pagar. Ella había insistido en que lo hiciera así a causa del tránsito que había en la estación de servicio. Kyle era demasiado bajo para alcanzar el tirador de la puerta. Nada más entrar, Denise se percató de lo abarrotado del lugar. Parecía como si todos los conductores hubieran tenido la misma idea: repostar mientras todavía pudieran hacerlo. Cogió una Coca-Cola light —la tercera del día— y rebuscó en las neveras del fondo. En una, cerca del rincón, encontró leche con sabor a fresa para Kyle. Se estaba haciendo tarde, y a él siempre le gustaba tomar un poco de leche antes de acostarse. Con suerte, y suponiendo que pudiera mantenerse por delante del temporal, Kyle se quedaría dormido en el camino hacia casa. Cuando llegó a la caja tenía cuatro personas delante. Le pareció que quienes la precedían estaban impacientes y cansados, como si no pudieran entender que a esa hora hubiera tanta gente. En cierto modo era como si se hubieran olvidado de la tormenta. Sin embargo, por sus miradas se percató de que no era en absoluto así. Todos estaban nerviosos, y sus expresiones parecían decir: «¡Deprisa! ¡Hemos de salir de aquí cuanto antes!» Denise suspiró. Notó que la tensión le agarrotaba los músculos del cuello, y movió los hombros. No le sirvió de mucho. Cerró los ojos, se frotó los párpados aplicando una ligera presión y los volvió a abrir. A su espalda, oyó que una madre discutía con su hijo pequeño y se volvió. El chico debía de tener la misma edad que Kyle, unos cuatro años y medio, más o menos. La madre lo sujetaba por el brazo y parecía igual de agotada que ella. El chico protestó dando una patada al suelo. —¡Quiero las magdalenas! —lloriqueó. La madre se mantuvo firme. —He dicho que no. Ya has comido bastantes porquerías por hoy. —¡Pero tú sí que comes! Al cabo de un momento, Denise desvió la atención. La cola no avanzaba. ¿Por qué tardaban tanto? Se asomó para averiguar la razón. La cajera daba la impresión de estar aturdida ante la avalancha de clientes. Parecía que todos querían pagar con tarjeta. Transcurrió otro interminable minuto, y la fila menguó en uno. En ese momento, la madre y el niño estaban detrás de ella y seguían discutiendo. Denise apoyó las manos sobre los hombros de Kyle, que estaba sorbiendo tranquilamente su leche, y no pudo evitar escuchar las voces. —¡Va, mamá...! ¡Por favor! —Si insistes, te llevarás un cachete. No tenemos tiempo.

Escaneado por PRETENDER – Corregido por Mara Adilén

Página 4

El Rescate NICHOLAS SPARKS —¡Pero es que tengo hambre! —Pues haberte comido el frankfurt. —¡Es que no quería un frankfurt! La discusión continuó un rato. La cola avanzó tres personas. Denise llegó a la caja, abrió el monedero y pagó en metálico. Siempre tenía una tarjeta de crédito a mano, para los casos de emergencia, pero rara vez la usaba. A la dependienta le resultó más complicado entregarle el cambio correcto que pasar la tarjeta por el lector de bandas magnéticas, y no dejó de mirar fijamente las cifras de la máquina registradora mientras le devolvía las monedas justas. Más atrás, la disputa entre madre e hijo proseguía. Denise, por fin, recibió su cambio, guardó el monedero y se dirigió hacia la salida. Sabía lo duro que aquel momento era para todos, así que le sonrió a la madre cuando pasó por su lado, como si le dijera: «Qué difíciles son los niños a veces, ¿verdad?» Por toda respuesta, la mujer entornó los ojos y le dijo: —Tiene usted suerte. Denise la miró con curiosidad. —¿Cómo dice? —Digo que tiene usted suerte —repitió la mujer, señalando a Kyle con la cabeza—. El mío no se calla nunca. Denise apartó la mirada con los labios fruncidos y asintió. A continuación se dio la vuelta y salió. A pesar de lo nerviosa que la había puesto la tormenta, del largo rato que llevaba conduciendo y del tiempo pasado en el centro de diagnóstico, en lo único que podía pensar era en Kyle. Mientras caminaban hacia el coche, Denise sintió la repentina necesidad de llorar. —No, señora —murmuró para sí—. La afortunada es usted.

Escaneado por PRETENDER – Corregido por Mara Adilén

Página 5

El Rescate NICHOLAS SPARKS

CCAAPPÍTTULLO O 001 ¿Por qué había tenido que suceder? ¿Por qué, entre todos los niños, le había tenido que tocar a Kyle? De vuelta en el coche, tras haber repostado, Denise entró de nuevo en la autopista y condujo manteniéndose por delante de la tormenta. Durante los siguientes veinte minutos la lluvia continuó cayendo con intensidad, pero no de forma amenazadora, y ella no dejó de contemplar cómo los limpiaparabrisas empujaban el agua a un lado y a otro mientras regresaban a Edenton, en Carolina del Norte. La lata de Coca-Cola light estaba encajada entre el freno de mano y el asiento del pasajero. Aunque sabía que no era lo que más le convenía, acabó de bebérsela, e inmediatamente lamentó no haber comprado más. Otra dosis de cafeína la habría ayudado a mantenerse alerta y concentrada en la conducción en lugar de en Kyle, pero Kyle siempre estaba allí. Kyle. ¿Qué podía decir de él? Había sido parte de su ser. A las doce semanas de embarazo había escuchado los latidos de su corazón, y los últimos cinco meses notó cómo se movía en sus entrañas. Cuando nació, mientras se encontraba todavía en la sala de partos, le pareció que no había nada más hermoso en el mundo. Ese sentimiento no había cambiado, aunque ni mucho menos se consideraba una madre perfecta. En esos momentos procuraba hacer las cosas lo mejor que podía, aceptaba lo bueno y lo malo, y buscaba la alegría en los pequeños placeres. No obstante, con Kyle, éstos eran difíciles de encontrar. Durante los últimos cuatro años se había esforzado en ser paciente, pero no siempre había sido sencillo. En una ocasión, cuando Kyle era todavía un bebé, llegó a taparle la boca con la mano para acallarlo, pero él siguió llorando durante cinco horas seguidas pese a haber pasado despierto toda la noche. Puede que todos los padres insomnes del mundo consideren que aquella reacción de Denise tenía disculpa. Pero ella, tras ese incidente, hizo todo lo que pudo para controlar mejor sus emociones. Cuando sentía que la frustración la dominaba, contaba hasta diez antes de tomar una decisión, y cuando eso no funcionaba, salía de la habitación para sosegarse. Esa actitud ayudaba, pero era a la vez una ventaja y un inconveniente: una ventaja porque sabía que la paciencia era esencial para ayudar a su hijo; un inconveniente porque hacía que dudara de su capacidad como madre. Kyle había nacido exactamente cuatro años después de que la madre de Denise falleciera de un aneurisma cerebral; y, aunque Denise no era propensa a creer en supersticiones, le costaba aceptar que se trataba de una simple coincidencia. Estaba convencida de que Kyle era un regalo que Dios le había enviado para sustituir a su familia. Aparte de su hijo, no tenía a nadie más en el mundo. Su padre había muerto cuando ella contaba cuatro años, no tenía hermanos y tampoco abuelos; así que Kyle se convirtió en el único destinatario del amor que ella podía ofrecer. Pero la providencia es extraña, la providencia es impredecible. A pesar de que dedicó a Kyle todo su amor y sus atenciones, sus cuidados no parecieron ser suficientes, y se vio condenada a llevar un tipo de vida que nunca hubiera imaginado, una vida en la que los progresos de Kyle iban siendo anotados cuidadosamente en una libreta, una vida completamente dedicada a su hijo. Kyle, naturalmente, nunca se quejaba de las cosas que hacían a diario. A diferencia de otros niños, Kyle nunca se quejaba por nada. Lo observó por el retrovisor. —¿En qué estás pensando, cariño?

Escaneado por PRETENDER – Corregido por Mara Adilén

Página 6

El Rescate NICHOLAS SPARKS Kyle contemplaba la lluvia que caía sobre la ventanilla, con la cabeza ladeada. Tenía su manta sobre el regazo. No había dicho una palabra desde que habían vuelto al coche, y se giró cuando escuchó la voz de su madre. Ella esperó la respuesta, pero no hubo ninguna.

Denise Holton vivía en la casa que había pertenecido a sus abuelos. Cuando éstos murieron, la propiedad pasó a manos de su madre, de quien ella la heredó a su vez. No era gran cosa, sólo un edificio destartalado construido en 1920, con algo más de una hectárea de terreno. Los dos dormitorios y la sala de estar no estaban en malas condiciones, pero la cocina necesitaba urgentemente electrodomésticos nuevos, y el baño carecía de ducha. Tanto el porche delantero como el trasero estaban medio hundidos, y de no haber sido por el ventilador portátil que tenía, en más de una ocasión habría creído que iba a morir de calor. Pero podía vivir allí sin pagar un alquiler, exactamente lo que necesitaba. Hacía tres meses que se había convertido en su hogar. No había podido quedarse en Atlanta, la ciudad en la que había transcurrido su infancia. Desde el nacimiento de Kyle, no había tenido más remedio que dedicar todo el dinero que le había dejado su madre a estar al lado del niño. En aquella época lo había considerado un abandono temporal del trabajo, ya que su intención era regresar a la enseñanza cuando su hijo creciera. Sabía que tarde o temprano el dinero se le acabaría y tendría que buscar un modo de ganarse la vida. Además, le encantaba enseñar. No había transcurrido una semana desde que se había marchado y ya echaba de menos a sus estudiantes y a sus colegas profesores. Pero después de cuatro años, seguía en casa con su hijo, y su intención de recuperar su plaza de maestra sólo era un distante recuerdo, más un sueño que una remota realidad. Ya no podía recordar una sola de las lecciones que había impartido ni el nombre de sus estudiantes. De no haber estado tan convencida, habría jurado que nunca se había dedicado a esa profesión. La juventud está llena de promesas de felicidad, pero la vida sólo ofrece la realidad de los desengaños. Su padre, su madre, sus abuelos... Todos habían desaparecido antes de que ella cumpliera veintiún años. A esa edad ya había asistido a cinco funerales y, sin embargo, legalmente, todavía no podía entrar en un bar y pedir una copa con la que ahogar sus penas. Ya había sufrido su parte de adversidad; pero, al parecer, Dios todavía no había acabado con ella. Como las desventuras de Job, las suyas parecían no tener fin: ¿una vida acomodada? Ya no. ¿Los amigos de la infancia? Hay que dejarlos atrás. ¿Un trabajo con el que disfrutar? Eso es pedir demasiado. Entre tanto, Kyle, el dulce y maravilloso niño en nombre del cual soportaba todo aquello, seguía siendo en muchos sentidos un misterio para ella. En aquellos momentos, en lugar de enseñar, trabajaba en el turno de noche de un restaurante llamado Eights, un concurrido establecimiento de las afueras de Edenton. El dueño era un negro de unos sesenta años llamado Ray Toler que llevaba más de treinta al frente del negocio. Entre él y su mujer habían criado a seis hijos y habían conseguido mandarlos a todos a la universidad. Una de las paredes del local estaba cubierta con sus títulos y diplomas, y los clientes habituales estaban al tanto de las proezas de los muchachos. Ray se ocupaba personalmente de eso. También le gustaba hablar de Denise: disfrutaba explicando que había sido la única aspirante a camarera que le había entregado un curriculum cuando la entrevistó. Ray comprendía lo que significa ser pobre, entendía el sentido de la palabra «amabilidad» y sabía lo difíciles que pueden ser las cosas para una madre soltera. «En la parte trasera hay una

Escaneado por PRETENDER – Corregido por Mara Adilén

Página 7

El Rescate NICHOLAS SPARKS pequeña habitación. Puedes traer a tu hijo siempre y cuando no entorpezca el trabajo», le dijo cuando la contrató. A Denise se le llenaron los ojos de lágrimas cuando él le enseñó la habitación. Había dos camas y una lamparita. Aquél era un sitio donde Kyle estaría seguro. Al día siguiente, lo acostó en aquella pequeña habitación, antes de empezar su horario nocturno. Unas horas más tarde, volvía a meterlo en el coche y ambos regresaban a casa. Desde entonces esa rutina no había cambiado. Trabajaba cuatro días a la semana, cinco horas por noche, y ganaba apenas lo justo para ir tirando. Hacía un par de años había vendido su Honda; lo cambió por un viejo pero fiable Datsun y se embolsó la diferencia. Ese dinero, junto con el que había heredado de su madre, hacía tiempo que lo había gastado; pero entre tanto se había convertido en una especialista en ahorro y control de los gastos: no se había comprado ropa desde la penúltima Navidad y, aunque sus muebles eran decentes, se trataba de los restos de una época pasada; no estaba suscrita a revistas, no estaba abonada a ningún canal de televisión y su equipo de música consistía en un viejo trasto de sus tiempos de estudiante; la última película que había ido a ver al cine era La lista de Schindler, y no solía poner conferencias para hablar con sus amigos. Tenía 238 dólares en su cuenta del banco y un coche de hacía diecinueve años con kilómetros suficientes para haber dado la vuelta al mundo cinco veces. Sin embargo, nada de eso la afectaba. Sólo Kyle era importante, aunque nunca, ni una sola vez, le había dicho que la quería.

Las noches que no trabajaba en el restaurante solía sentarse en la mecedora del porche trasero con un libro. Disfrutaba leyendo allí fue...


Similar Free PDFs