Solsticio de Invierno, Navidad y Chamanismo circumpolar PDF

Title Solsticio de Invierno, Navidad y Chamanismo circumpolar
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La Navidad, el Solsticio de Invierno y el chamanismo circumpola Una historia de dioses, magos, monjes árboles sagrados, setas mágicas, renos y chamanes Carlos G. Wagne r , . r La fecha de la Navida Se está bastante seguro de que el nacimiento de Jesús de Nazareth, que se conmemora en gran parte ...


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Solsticio de Invierno, Navidad y Chamanismo circumpolar Carlos G. Wagner

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La Navidad, el Solsticio de Invierno y el chamanismo circumpolar Una historia de dioses, magos, monjes, árboles sagrados, setas mágicas, renos y chamanes. Carlos G. Wagner

La fecha de la Navidad Se está bastante seguro de que el nacimiento de Jesús de Nazareth, que se conmemora en gran parte del mundo cristiano en la noche del 24 al 25 de diciembre, no fue, en realidad, por aquella época de año. Los textos de los Evangelios, en especial el de Lucas, por ejemplo, nos dicen que los pastores que recibieron la presencia anunciadora del ángel, pernoctaban al raso, cosa poco comprensible en los comienzos del invierno y mucho más apropiada de la primavera ya entrada. En cualquier caso, a los primeros cristianos esta cuestión parece no haberles importado mucho. En realidad, no les importaba casi nada. Ellos, partícipes de una religión que guardaba ciertas semejanzas -salvo su carácter monoteísta- con otros cultos mistéricos de la Antigüedad, en los que la muerte y posterior vuelta a la vida de la divinidad que se adoraba, constituía una promesa y garantía de una vida venturosa en el Más Allá, celebraban, sobre todo, la Pascua de Resurrección.

Durante los primeros siglos de los tiempos cristianos, teólogos y expertos empezaron a discutir la fecha del natalicio, sin lograr mucho consenso. El 6 y el 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril, el 20 y el 25 de mayo, esta última propuesta por Clemente de Alejandría, fueron algunas. Luego la Iglesia armenia fijó la conmemoración el día 6 de enero y otras iglesias orientales dos días después. De hecho éstas fueron las dos primeras fechas en que la Cristiandad celebró la llegada del hijo de Dios a este mundo. Pero no es hasta el año 345, durante el pontificado del papa Julio I, - otros autores lo sitúan entre el 354 y el 360 durante el pontificado de Liberio, que se fijó definitivamente en la noche del 24 al 25 de diciembre, fecha en la que en el mundo romano se celebraba el Natalis Solis Invicti, el nacimiento del Sol Invencible, conmemoración muy popular con la que se festejaba la llegada del Solsticio de invierno.

El Solsticio de Invierno En todo el mundo antiguo, esta fecha, la del Solsticio de Invierno, había tenido una gran significación, pues se trata del momento en el que el astro diurno llega a su punto más bajo y parece, durante unos días, permanecer fijo y lejano en el ecuador celeste. Luego comenzará su ascenso como Sol Invictus y los días se irán haciendo más largos, anunciando así la llegada de la lejana primavera. Por todas partes se celebraba este renacimiento del sol y de las poderosas fuerzas de la Naturaleza que lo acompañan. Resulta muy significativo, que las principales culturas urbanas de la Antigüedad situaran el nacimiento de sus jóvenes dioses de carácter solar, como Osiris, Horus, Dionisos, Apolo o Mitra, justamente en este momento del año.

En Roma, la celebración de las Saturnalias, antiguas fiestas campesinas en honor a Saturno, símbolo de la abundancia, que habían revivido para adquirir gran importancia tras la derrota ante Aníbal en el Lago Trasimeno en el 217 a. C., lo que motivó, al parecer, una oleada de fervor religioso, tenía lugar en la semana comprendida entre el 17 y el 23 de diciembre y constituían, en realidad, un rito de rebelión, durante el cual el orden del mundo quedaba trastocado y se invertían los papeles sociales. Cesaba toda actividad pública y cualquier arte y oficio, se celebraban grandes banquetes, en los que los señores servían y festejaban a sus esclavos, se intercambiaban regalos y se bebía y se practicaban juegos de azar.

En otros lugares de Europa, especialmente entre los pueblos germanos, que tardaron más en ser romanizados y cuya cristianización fue más tardía e imperfecta, las celebraciones del Solsticio de invierno perduraron, en su esencia más rústicamente pagana, hasta bien entrada la Edad Media, allá por el siglo X de nuestra era. Dichas celebraciones tenían mucho que ver con la adoración al árbol sagrado, o Arbol del Mundo de los antiguos chamanes, así como con los "señores del invierno" con los que a menudo aquellos se relacionaban.

El “Abuelo Invierno” (Old Man Winter) se vincula a los "Señores del invierno" que estaban muy relacionados con algunos espíritus de las montañas y con los de ciertos árboles en las antiguas creencias de los chamanes nórdicos. Entre estos figuran el “Padre Invierno” o “Padre Escarcha” (Father Frost) que en Rusia era conocido como Ded Moroz (literalmente “Abuelo Escarcha”), y que va acompañado de su sobrina Snegurochka (Doncella de la Nieve), así como también algunos espíritus o duendes del invierno, como Jack Frost (“Juanito Escarcha”), que no son sino la antropomorfización de ciertos fenómenos naturales propios de la estación, tal como el viento helado, la nieve y la escarcha. Todos estos señores o espíritus del invierno poseían originariamente unos rasgos poco benévolos (Ded Moroz, por ejemplo, era un hechicero que secuestraba niños y congelaba a la gente), que fueron suavizándose posteriormente, a raíz de la cristianización y de su contaminación con la figura de San Nicolás

Abuelo Invierno - Old Man Winter

Los vikingos y otros pueblos nórdicos agasajaban con comida y bebida al Abuelo Invierno para que fuera benévolo y, llegado el momento, partiera sin resentimiento para dar paso a la nueva vida, la primavera.

Ded Moroz, “Abuelo Escarcha” de los pueblos eslavos y su sobrina, La “Doncella de la Nieve”.

“Padre Invierno” y “Padre Escarcha” Father Winter and Father Frost

“Juanito Escarcha” - Jack Frost

Las tradiciones paganas y San Nicolás. En las tradiciones de las regiones circumpolares el caballo es uno de los animales chamánicos, junto al perro o el lobo, por excelencia. Aunque ausente en nuestra Navidad, el caballo era la montura de San Nicolás, en el que se habían fundido en gran parte de Europa dos tradiciones muy distintas. Por un lado, la figura histórica de Nicolás de Bari, convertido en santo posteriormente, de otro la del Abuelo Invierno, común en las celebraciones paganas de los países nórdicos. Este último se relaciona a su vez con los "señores del invierno", de hecho es uno de ellos, así como con los espíritus de las montañas y con los que habitan en ciertos árboles que son considerados mágicos o sagrados, como ya hemos visto. Es de esta forma, que el San Nicolás medieval terminó montando sobre un caballo blanco, un caballo mágico que, al igual que el de Odín, divinidad nórdica a la que se le suele atribuir los rasgos propios de un chamán, volaba surcando el cielo nocturno, en este caso sobre los tejados de las casas para dejar sus regalos en el Solsticio de invierno. Algo que en la Europa precristiana era solo propio de algunas divinidades paganas y, aún antes, un rasgo típico de los chamanes en casi todas partes.

Odín y su caballo mágico

San Nicolás a caballo

Son muchos los milagros que se le atribuyen a San Nicolás, pero algunos han perdurado a través de los siglos y son muy conocidos por los devotos del santo y por los no devotos. Protegía y ayudaba a las jóvenes en edad casadera o en busca de marido. Se cuenta que, en una ocasión, supo de tres jovencitas que pretendían casarse pero su padre no podía pagar la dote correspondiente. Al saberlo San Nicolás (pretendiendo realizar la caridad sin ser visto), dejó caer por la chimenea unas monedas de oro que coincidentemente cayeron en unas medias de lana que las jóvenes habían dejado secando (por eso se cuelgan las medias tejidas que sirven para recibir regalos en navidad). Por dicho motivo se representa frecuentemente con tres monedas de oro.

Arboles sagrados y setas mágicas

Cristianización y reminiscencias paganas. La confluencia de las creencias de los pueblos nórdicos, celtas y eslavos -que aún contenían vestigios de un antiguo sustrato chamánico- con el cristianismo, acabó terminando en una fusión de elementos en la que, sin embargo, algunos perduraron, perdiendo su originario y antiguo sentido, bajo una forma cristianizada. Los ritos en torno al árbol sagrado, Arbol del Mundo y Arbol de la vida, el fresno para los celtas y escandinavos y el pino o abeto para los pueblos bálticos y los pastores de renos siberianos, así como el culto al roble, árbol sagrado de gran parte de Europa, o al abedul, otro árbol sagrado de los celtas bajo el que crece la amanita muscaria, confluyeron finalmente en la representación del árbol cristiano de la navidad en todos estos países, pero purgada, en parte, de sus antiguas connotaciones chamánicas y druídicas.

Después de siglos de cristianización, esta seta mágica y visionaria, hogar de un tipo de diminutos gnomos y de una amplísima difusión geográfica y cultural, se siguió utilizando como adorno del árbol navideño.

En todas partes, el trance extático ha singularizado al chamán como especialista en el contacto y comunicación con los mundos situados más allá de la percepción ordinaria

En las regiones circumpolares, los antiguos chamanes acostumbraban a realizar la recolección del hongo mágico, que crecía bajo las coníferas, para sus ritos del Solsticio de Invierno, coincidiendo con la migración de las manadas de renos, que bajaban desde las montañas hasta los valles, menos azotados por los fríos vientos que anunciaban la llegada de la estación invernal y que también gustaban de ingerir la seta.

Druidas recolectando plantas mágicas durante el Solsticio de Invierno

El vuelo mágico de Santa Claus

Ahora, Santa Claus vuela en el cielo nocturno de la Navidad en un trineo tirado por renos. En muchas antiguas tradiciones paganas europeas, el alma del difunto es conducida al Otro Mundo guiada por un ciervo o un verraco, animales mágicos que son también la montura de los propios chamanes, al igual que caballos y corzos.

¿De donde salieron los renos mágicos de Santa Claus?. Fueron los holandeses quienes llevaron consigo a San Nicolás a América del Norte, al que, en su lengua, llamaban Sinter Klaas, de donde procede finalmente nuestro Santa Claus. Posteriormente Clement Moore, en su famoso poema "Una visita de San Nicolás", publicado allá por 1824 en el Sentinel de Nueva York, quien, conocedor al parecer de que los lapones fijaban la llegada del "Padre Invierno" en el momento en que se producía la migración de los renos -seguramente los más inteligentes de los cérvidos- los incorporó a la leyenda navideña. Así que el Padre Invierno, convertido en San Nicolás y luego en Santa Claus fue provisto de un trineo tirado por renos, que en principio eran sólo ocho. Para esto, Moore se pudo inspirar en las leyendas escandinavas, en las que Odín cabalgaba sobre un caballo de ocho patas. Curiosamente los nombres de dos de los renos son "trueno" y "relámpago" y en el folclore popular, así como en las leyendas clásicas, las tormentas y los rayos están a menudo relacionados con los hongos.

Santa Claus de Moore

El Santa Claus de Moore era, no obstante, enano y delgado como un duende. ¿Tal vez un duende de los que habitan las setas mágicas, amanitas muscarias, con las que los renos y los chamanes del entorno circumpolar acostumbraban a intoxicarse?. No lo sabemos, pero en muchas de estas poblaciones los antiguos chamanes realizaban sus vuelos sobre renos después de haber ingerido el hongo. La transformación posterior en un anciano regordete y jovial vestido de rojo y blanco se debe a la mano del dibujante satírico Thomas Nast en sus tiras navideñas para el Harper's Weekly allá por 1863, aunque aún lo representaba como un gnomo colándose por las chimeneas. No obstante, parece que en un principio Nast dibujó a Santa Claus como lo había imaginado Moore, para enseguida variar su aspecto.

Santa Claus de Nast

Muy a menudo se cree que fue el ilustrador Haddon Sundblom, en 1931, quien por encargo de Coca-Cola, diseñó la imagen de Santa Claus que todos conocemos, privándole de su aspecto anterior de gnomo y dándole características humanas de abuelo gordo y bonachón. Con ello se perdía gran parte del misterio que hasta entonces le había acompañado, pero se ganaban, en cambio, millones de dólares. Pero no es cierto, algunos años antes, en la década de los veinte del pasado siglo, Norman Rockwell, famoso ilustrador y fotógrafo, se hizo eco del Santa Claus rechoncho de Nast y comenzó a dibujarlo con traje rojo para las portadas del The Saturday Evening Post. Anteriormente San Nicolas había vestido de verde y el Padre Invierno, del blanco de la nieve, como el francés Bonhomme Noël, de donde proviene nuestro Papá Noel. El primer traje de Santa Claus había sido también de color verde, como corresponde a la vestimenta de los duendes.

Santa Claus de Rockwell

Santa Claus como un gnomo y traje verde Bonhomme Noël

El acebo, el muérdago y el árbol de la Navidad. El acebo, uno de los adornos típicos de la Navidad, era una planta mágica en muchos lugares de la antigua Europa. Para los celtas era portadora de buena suerte por lo que se plantaba cerca de las casas con el fin de protegerlas y formaba parte de las celebraciones del Solsticio de invierno para que proporcionara buena fortuna y prosperidad. Curiosamente tiene propiedades medicinales, como diurético, reductor de la fiebre y sedante, aunque uno de sus alcaloides, la teobromina, produce efectos estimulantes y cardiotónicos, lo que le relaciona con los antiguos herbarios, mientras que las bayas rojas de los especímenes hembras, pues se trata de una planta diódica, son sumamente tóxicas. Por otro lado, es también alimento de ciervos y corzos, por lo que se relaciona doblemente con la Navidad, por su presencia en los rituales paganos del Solsticio de invierno y por constituir parte de la dieta de los renos de Santa Claus.

El muérdago era una planta sagrada de los druidas, que solo apreciaban aquél que nacía en los robles y cuya recolección, que tenía lugar en ambos solsticios, estaba acompañada de complejos ritos, como suele ocurrir con todas las plantas mágicas . Aunque en este caso no se le conocen propiedades intoxicantes, ha sido muy reputada desde antiguo por sus virtudes médicas, hoy reconocidas por la ciencia, así como afrodisíacas. En cualquier caso, los rituales de los druidas, que utilizaban otras plantas, como el beleño o el eléboro negro con fines medicinales y mágicos, incluían la intoxicación con la amanita muscaria, de tal forma que cuando salían a orinar en la nieve, algunas personas humildes aguardaban para poder recoger los restos del hongo eliminados con la orina, como sucede aún actualmente en algunas tribus indias de Canadá. También utilizaban fumigaciones realizadas quemando las ramas de árboles como el cedro blanco o el enebro de las nieves, cuyo aceite esencial contiene thujol, de efectos psicoactivos y visionarios y que eran igualmente empleadas como un remedio mágico para combatir las plagas y los malos espíritus.

Es muy probable, además, que la leyenda medieval que atribuye a un monje cristiano la costumbre de adornar un pino por las navidades, no tenga una base muy sólida. Cuando San Bonifacio fue a evangelizar a los pueblos germánicos, se cuenta que arrancó un roble sagrado y en su lugar plantó un pino y lo adornó con manzanas para simbolizar el pecado original y con velas que representaban la luz que Cristo había traído al mundo. No obstante, la costumbre de adornar los árboles durante el Solsticio de invierno era muy anterior. Y por otra parte, el pino o el abeto era un árbol mágico para muchas de estas poblaciones europeas, que veían en él una representación del Arbol del Mundo, que es, al mismo tiempo, el Arbol de la Vida y la Inmortalidad, y a cuya sombra suele crecer la seta visionaria. Parece más bien, que nuestro monje, tuvo que aceptar una vieja costumbre pagana rodeándola de un significado cristiano. ¿Conseguiría que sus feligreses dejaran de ingerir el hongo sagrado durante las celebraciones del Solsticio de Invierno?.

¡Feliz Solsticio de Invierno!...


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