Trabajo El camino, Delibes PDF

Title Trabajo El camino, Delibes
Course Literatura Castellana
Institution Universitat Autònoma de Barcelona
Pages 13
File Size 216.5 KB
File Type PDF
Total Downloads 51
Total Views 135

Summary

Trabajo de análisis de una novela de literatura castellana, en este caso El camino, de Miguel Delibes....


Description

Estudio de la novela El camino, de Miguel Delibes

Alejandro Alberto Martorell Lerena Profesor: José Ramón López Garc ía Literatura española Grado en Humanidades Curso 2015-2016

El presente trabajo tiene por objetivo el estudio y análisis de la novela El camino publicada por el escritor vallisoletano Miguel Delibes en el año 1950. En el momento de escoger el tema del trabajo se me plantearon diversas dudas sobre cómo enfocar el trabajo, en parte fruto del amplío espacio temporal que incluye la asignatura, y todos los autores y obras que en estos siglos ha producido la literatura española. La experiencia personal que he tenido cursando asignaturas de literatura tanto en etapas anteriores como en la Universidad siempre ha evidenciado el mismo problema: el hecho que las últimas etapas de nuestra literatura, aquellas que se inician a partir de la Guerra Civil y la Posguerra española o primer franquismo siempre aparecían relegadas de los planes de estudio por falta de tiempo material para tratarlas, y en caso que tuviésemos tiempo para analizarlas, el periodo que ocupaba era menor a otras etapas anteriores como el Renacimiento o la Generación del 90. Por este motivo, así como por mayor proximidad temporal a mi época, decidí escoger para mi estudio a uno de los autores más influyentes de la novela española de posguerra, Miguel Delibes, que me permitía observar en su obra referencias de autores anteriores que le influyeron en algunos aspectos como Benito Pérez Galdós o Camilo José Cela, así como la repercusión que ha tenido su obra para las generaciones siguientes. Concretamente he escogido El camino, ampliamente elogiada por la crítica, porque me permite observar algunos de los elementos de la obra del autor vallisoletano, que tendré tiempo para analizar posteriormente, como pueden ser las descripciones rurales castellanas de su infancia, su defensa de este paisaje, así como el uso del estilo indirecto libre o la prosa poética y sencilla que reivindicará en sus obras, especialmente a partir de esta novela, considerada por los críticos como un punto de inflexión en su biografía, una puerta de entrada al mundo literario que continuará en sus novelas posteriores. El objetivo de este trabajo no es hacer una larga descripción de la biografía del autor, cuya vida se puede encontrar narrada de forma ejemplar en alguno de los textos de la bibliografía, sino centrarme concretamente en el mundo de Daniel, el Mochuelo, el protagonista de la novela, así como los personajes que lo acompañan, y el ambiente del valle de Iguña donde se desarrollan los hechos. Analizar cómo está construida esta novela, buscar los paralelismos de esta con la vida de su autor, y las conclusiones que podemos extraer de ella.

Para este trabajo me he basado tanto en el texto original, cuya base me ha servido para estructurar el trabajo, así como de obras referenciales de la vida del autor, de entrevistas o discursos que él realizó y donde hablaba de las características de su obras, así como del análisis crítico de algunos expertos en la obras de Miguel Delibes. La mayoría de referencias bibliográficas provienen de libros, pero también he consultado en Internet alguno de los análisis publicados sobre su obra, y que en la bibliografía enumero ordenados por orden cronológico. En referencia a los personajes que aparecen en la novela, he optado, en aquellos momentos en que los menciono durante el trabajo, por referirme a ellos del mismo modo que lo hace el autor durante la obra, es decir, mediante el uso de motes o epítetos que van ligados al personaje, bien sea porque hacen referencia a alguna característica física o psíquica de estos – como es el caso del maestro, don Moisés, el Peón- bien por el oficio que desempeñan – como Paco el herrero, padre de Roque el moñigo, o Salvador, el quesero, padre del protagonista – o bien es debido a un juego de palabras del autor – como es el caso de las Lepóridas, las telefonistas del pueblo llamadas las por ser la sílaba inicial de sus nombres de pila: Camila, Caridad, Carmen, Casilda y Catalina, unido al hecho que su padre era tartamudo, con la consiguiente situación cómica que se producía cuando llamaba a alguna de ellas -. Estos motes, apodos y sintagmas aposicionales aparecen constantemente a lo largo del relato, en ocasiones a través del uso de la reiteración anafórica, como por ejemplo en el caso de , que se repite cómicamente cada vez que aparece ese personaje en la acción o bien es nombrado.

En El camino, desde el primero al último de sus veintiuno capítulos, la narración transcurre en un espacio temporal total de una noche, una noche de insomnio singular, pues servirá para que Daniel, el Mochuelo, el niño de once años protagonista de la novela, evoque un sinfín de recuerdos y experiencias que ha vivido junto con sus amigos. No es casual que sea durante esa noche cuando sienta la necesidad de comunicar al lector, así como también para sí mismo, esos hechos, ya que al día siguiente ha de abandonar el medio rural donde ha residido hasta entonces, en un ambiente feliz, para emprender sus estudios en la ciudad, para

en palabras

de su padre, Salvador, el quesero del pueblo. El punto de vista bajo el que se organiza la novela es el de una

- similar al de otras novelas como la que pudimos tratar durante la asignatura, Los Pazos de Ulloa -, ya que nos encontramos con que el autor proyecta un autonarrador que se esfuerza por no alejarse de la óptica de Daniel, cuyo apodo, el Mochuelo, que le ponen sus compañeros a raíz de un comentario de su amigo Germán, el Tiñoso, es un indicativo de su sagacidad y su mirada fija y penetrante. Uno de los elementos que más me interesó al leer la novela fue observar la habilidad que demuestra Delibes para introducirse en los pensamientos de Daniel, a partir del momento inicial en que hemos mencionado que el muchacho se encuentra en su habitación agitado ante la perspectiva de ser esos sus últimos instantes con sus seres queridos, hasta su vuelta tres meses después. Uno de los elementos que mencionaba en la introducción es el uso que el autor vallisoletano hace del estilo indirecto libre, que le permite desarrollar este punto de vista del mismo modo que doña Emilia Pardo Bazán hacía lo propio con el personaje de Julián Álvarez en la novela anteriormente mencionada. Delibes dota a la novela de un lenguaje donde predominan los elementos afectivos sobre los referenciales, es decir, donde nosotros conocemos los hechos que se desarrollan a través del relato, de la visión infantil de Daniel, por lo que no tenemos claro por ejemplo cómo es el valle que evoca constantemente con tristeza, sino que somos conocedores únicamente de las emociones que en él sugiere. Como mencionaré más adelante cuando mencione la conexión que existe entre la descripción del paisaje y el estado de ánimo de Daniel, el Mochuelo, nos encontramos ante un narrador que debe adaptarse siempre a la perspectiva del muchacho, por lo que se encuentra sometido a importantes restricciones descriptivas.

Aunque el modo de valerse de la omnisciencia selectiva por parte del autor es bastante similar a la novela de Pardo Bazán, también hay ciertas diferencias nada desdeñables que enumeraré a continuación. La impresión que traslada al lector de la novela es que el autor inhibe a Daniel, el Mochuelo, en diversas ocasiones, por lo que en diversas ocasiones aquello que nos llega no es necesariamente el punto de vista del muchacho, más al contrario, a lo largo de la novela la descripción de los hechos puede ser la de un niño de su edad, pero no así algunas expresiones o vocablos que utiliza el narrador y que no corresponderían a un joven de su edad; estos elementos marcan la diferencia entre uno y otro, este límite que se encuentra en las aportaciones del narrador que sirven para complementar la información que el muchacho no hubiera sido capaz de discernir por sí solo. En algunos momentos la descripción de los hechos podría corresponder a la que hiciese Daniel, sin embargo, parece poco probable que ciertos sucesos pudiesen ser vistos por el muchacho; se trata, por tanto, de licencias que se toma Delibes para narrar la historia que se desarrolla sin que esta se vea limitada por estar narrada desde el punto de vista de un niño de once años – e incluso menos en el momento en que estos sucedían -. Mucho se ha escrito sobre esta novela - posteriormente analizaré algunas de las críticas que en su momento recibió por parte de otros autores -, especialmente de la visión idílica del niño, algo lo que algunos críticos menospreciaron injustamente por el hecho de creer que se estaba defendiendo y justificando una concepción erróneamente idílica de la aldea con implicaciones de estatismo social reaccionario, ya que consideran que las ideas de don José, el cura, según las cuales cada uno no debe desviarse del camino que le ha tocado vivir, y que son bien recibidas por el joven Daniel, estarían exhibiendo al mismo tiempo las ideas que Delibes tenía sobre este asunto. Esta interpretación ha sido equivocada, pues la novela nos muestra una visión idílica del joven, pero se trata de una visión idílica de sus recuerdos, no de las condiciones de vida en la sociedad rural. A lo largo de la novela cualquier lector mínimamente atento podrá observar que bajo la visión infantil del protagonista, de ese intento por recuperar el añorado mundo de la infancia, aparecen elementos de la realidad rural castellana como la pobreza, la soledad, las mezquindades, las frustraciones, la violencia o la individualidad de la gente de aquellas tierras, algo que constantemente crítica el alcalde, pero que es comprensible si tenemos en cuenta el momento histórico en que suceden los hechos de la novela, y la desconfianza y discreción que todavía reinaban en el ambiente.

Podemos conocer el momento histórico en que se sitúan los hechos gracias a alguna pista que deja el autor en el relato, como por ejemplo cuando nos comunica el origen de la cicatriz de Roque, el Moñigo, cuya aparición todos los habitantes del pueblo sabían que había sido durante la guerra, a causa de un proyectil mal detonado, por lo que podemos situar la acción entre los años 1942 y 1945. La fórmula utilizada por Delibes ha sido descrita como una reducción retrospectiva de tipo evocativa, en tanto que existe un momento presente que corresponde al momento inicial de la novela, a partir del cual la acción se traslada al pasado. De este modo, el presente sirve al autor únicamente para revivir o recuperar el pasado, ya sea este individual intimista o colectivo e histórico; en este caso nos encontramos ante la primera situación. Es el tipo de novelas que el teórico francés Gérard Genette calificaba de analépticas, por esta tendencia a trasladar la acción a un momento anterior a los hechos. En El camino tiene lugar una retrospección de tipo sujetivo, que se diferencia de la de tipo objetivo por ser contada en vez de mostrado. Todo este proceso se incorpora a un personaje que es quien está interesado en recordar o reconstruir ese momento concreto del pasado. Concretamente, he calificado la retrospección de evocativa por el hecho que esta se caracteriza por una presencia inconsciente del pasado, que no ha sido buscada premeditadamente por Daniel, sino que en cierto modo se ha apoderado de él. Unos recuerdos que aparecen de modo discontinuo – las escenas aparecen entrelazadas sin ningún orden temporal – y arbitrario. El teórico Jean Onimus calificaba este proceso como

, cuando este proceso se combinaba con sensaciones externas,

y que son la base de la narración, pues la novela en conjunto es fruto de estas sensaciones que tienen el origen principalmente en los materiales del pasado. Como mencionaba en la introducción de mi trabajo la crítica ha venido otorgando una gran acogida a la novela ya desde el momento de su publicación, y desde entonces ha mantenido un lugar privilegiado dentro de la trayectoria narrativa de Delibes. De este modo, tenemos que en los momentos posteriores a su publicación la obra fue analizada por prestigiosos autores y críticos literarios como Antonio Molina o Carmen Laforet. El primero, un crítico habitual en la revista barcelonesa Destino, le dedicó un espacio en su columna

, donde elogiaba la obra, especialmente lo que él

describió como realismo poético, calificativo que acompañará a buena parte de la obra

posterior del autor, y que sirve para diferenciar El camino de las dos novelas anteriores del autor, La sombra del ciprés es alargada y Aún es de día, obras que, a pesar de la buena acogida que tuvieron entre la crítica – especialmente la primera de ellas, y más concretamente su parte inicial – para el autor supusieron un estilo pomposo, cercano a un realismo naturalista del que él quería alejarse, pues consideraba que se alejaba del modo en que él empleaba el lenguaje en su día a día, con un uso abusivo de la retórica y sin ese sentido autocrítico y el compromiso ético que acompañaran posteriormente a la obra del autor. No es este un asunto trivial, pues uno de los grandes objetivos que perseguirá Delibes a lo largo de su narrativa será la búsqueda de la autenticidad, lo que él definió como , y que se observa en obras posteriores como Cinco horas con Mario, cuya estructura diversos críticos han comparado con la historia de Daniel, el Mochuelo 1 , en tanto que ambas tienen una estructura temporal de reducción evocativa, duran una noche, su relato analéptico alcanza la Guerra Civil y se desarrollan en un espacio muy similar: un cuarto o habitación cerrada donde únicamente se encuentra el protagonista, con la única compañía de sus recuerdos. Con la publicación de El camino Delibes encuentra su verdadero camino como novelista, cuyas características principales serán algunos de las ya mencionadas anteriormente: la naturalidad de su estilo, la apuesta por la sencillez, el uso de la ironía y del humor – opuesto a la seriedad de sus obras anteriores – y la ya mencionada búsqueda de la autenticidad. Volviendo al momento de su recepción inicial, es preciso continuar con la valoración que Antonio Vilanova hacía de la novela, a la que encontraba similitudes con otro clásico de la literatura iniciática americana, El pony colorado de John Steinbeck, novela que relata el descubrimiento de la vida y los misterios que la relatan, la pérdida y la aceptación, la añoranza, a través de los ojos de un niño de diez años, prácticamente la misma edad que el protagonista de nuestra novela. Al respecto, Vilanova afirmaba que el calificativo de realismo poético en estas dos obras no solo hace referencia a la descripción del ambiente vulgar ni al modo en que los autores nos muestran los pequeños sucesos que se desarrollan en el sí de la vida rural y provinciana, sino al hecho

1

Villanueva, Darío. Estructura y tiempo reducido en la novela, Barcelona: Anthropos, cop. 1994, pág. 301

que consiguen trasladar dar visión objetiva al relato, reduciendo la intervención del autor al mero papel de transcriptor, y no solo mostrarnos el ambiente de la aldea desde el punto de vista infantil de Daniel, el Mochuelo, algo que a veces resta credibilidad a los sucesos descritos, sino de acuerdo con la propia conciencia de todo el pueblo. Por todos estos hechos, Vilanova no dudó en calificarla de obra magistral. Por su parte Carmen Laforet, que también publicaba sus críticas literarias en Destino, elaboro pocos días antes que Vilanova una reseña donde elogiaba la novela de Delibes, comparándola con las obras que se habían publicado en Italia durante la Segunda Guerra Mundial y la Posguerra en torno del movimiento neorrealista. Tres días después de su reseña, publicaba otra en la revista Informaciones bajo el título

, donde destacaba su sencilla belleza y al mismo tiempo la fuerza que contiene la obra, recomendándola a

2. Porque el paisaje ha sido, en realidad, el gran maestro de Daniel, el Mochuelo. De él, de su comunión con aquel paisaje del valle, había aprendido todo lo que hasta entonces sabía. El buen conocimiento ornitológico del autor se evidencia por ejemplo a través del personaje de Germán, el Tiñoso, en cuya persona el autor traslada su vocación naturista, al mencionar una gran cantidad de nombres de pájaros como los tordos, los canarios, los verderones, los malvises, los jilgueros, los cuclillos, los mirlos o los grillos. Este conocimiento del vocabulario propio del ambiente rural, tan reivindicado por el autor en El sentido del progreso desde mi obra, durante su discurso de ingreso ante los miembros de la Academia, también se evidencia cuando el autor enumera frutos como por ejemplo las moras, las majuelas, los ráspanos, las avellanas silvestre o las zarzamoras, así como cuando evoca actividades y tareas propias de los chiquillos de pueblo, con las que cualquiera que se haya criado en esos paisajes se sentirá plenamente identificado, como la pesca, los utensilios de cada oficio – como las encerras de barro que usa el padre de Daniel, el quesero -, o elementos topográficos como , o bien . Elementos léxicos precisos, ricos, propios de la realidad rural castellana que evidencian su conocimiento profundo por parte del autor; durante mi lectura de la 2

Laforet, Carmen, , Informaciones (30-1-1951)

obra tuve que consultar el significado de parte de este vocabulario, mientras que mis padres, criados ambos en paisajes rurales aragoneses, sin embargo, sí que conocían el significado de estas expresiones o vocablos. Este hecho, en apariencia una muestra más de las interferencias lingüísticas, especialmente léxicas, entre hablantes de generaciones distintas, así como de ambientes contrarios, la clásica oposición entre y me lleva a enlazar con una de las grandes preocupaciones de Delibes en sus últimos años de vida, el hecho que esta pérdida de vocablos estaba alejando a los elementos de la Naturaleza - animales, plantas u otros -, de sus nombres auténticos, de su esencia, con lo que no solo se estaba llevando a cabo una destrucción física de la Naturaleza, sino otra simbólica, semántica, una amputación del significado que había ido asociándole el hombre en su convivencia con ella. Nos encontramos ante una insignificación e impersonalización del paisaje, un desarraigo de las referencias tanto comunitarias como personales que se produce desde el lenguaje, tanto o más doloroso para el autor de novelas como Las ratas, Los santos inocentes, El disputado voto del señor Cayo o Las guerras de nuestros antepasados, cuyo elemento esencial se encuentra en la hermandad creada entre el hombre y la Naturaleza, que los propios cambios medioambientales que se producen en el entorno. Ante esta situación, Delibes no optará por resignarse sino que demostrará un gran empeño en posicionarse como testimonio de este mundo condenado a desaparecer por la miseria, la despoblación y su consecuente abandono, y que, en el fondo, no es sino el depositario de las raíces de cada ser humano, de las tradiciones de las comunidades, de la sabiduría natural que se opone al saber aprendido, como muy bien refleja la descripción que Delibes hace en la novela del personaje de Ramón, el hijo del boticario, quien se ha pasado catorce años estudiando en la ciudad, y al tiempo que se formaba iba perdiendo conocimientos que solo se aprenden en un entorno rural, que formaban parte de sus orígenes y ya no volverán. A lo largo de la novela, en aquellos momentos en que la narración se sitúa en el presente, el autor nos traslada esta contraposición a través de los ojos del personaje de Daniel, el Mochuelo, y la resistencia que este experimenta a dejar atrás todo lo que ha sido su mundo hasta entonces; a su tierna edad es incapaz de comprender qué puede haber más allá del valle de Iguña, no cree que pueda haber algo lo suficientemente valioso para justificar que alguien abandone el lugar donde se ha criado.

El caso de Daniel, el Mochuelo, así como la defensa de Delibes del mundo rural, debe enmarcarse en este periodo de la historia de nuestro país en donde empiezan a producirse éxodos desde el campo a las ciudades en busca de mejores oportunidades, pero cuando estos todavía no han alcanzado las dimensiones que tendrán unos pocos años después. El tratamiento que el mundo rural recibe...


Similar Free PDFs