453020 JSalazar Becquer PDF

Title 453020 JSalazar Becquer
Course Textos Literarios Modernos
Institution UNED
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bécquer...


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Filología Hispánica

Literatura Española Moderna y Contemporánea

Código 453020

GUÍA DE LECTURA

Rimas y Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer

Javier Salazar Rincón Tutorías

Centro Asociado de la UNED La Seu d’Urgell

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ÍNDICE 1. Vida y obra de Gustavo Adolfo Bécquer...............................................................................2 2. Historia de las Rimas..............................................................................................................2 3. Fuentes y rasgos dominantes de las Rimas............................................................................3 4. Las ideas poéticas de Bécquer................................................................................................5 5. Los temas de las Rimas..........................................................................................................6 6. Estilo y métrica de las Rimas.................................................................................................8 7. Influencia posterior de la lírica de Bécquer.........................................................................11 8. Las Leyendas de Bécquer.....................................................................................................12 BIBLIOGRAFÍA...........................................................................................................................23 APÉNDICE I . Cartas literarias a una mujer.............................................................................25 Carta I...................................................................................................................................25 Carta II..................................................................................................................................27 Carta III.................................................................................................................................28 Carta IV.................................................................................................................................30 APÉNDICE II. Introducción sinfónica (del Libro de los gorriones)..........................................33

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1. Vida y obra de Gustavo Adolfo Bécquer 1836-1870 1836-1854: Nace en Sevilla en 1836, el 17 de febrero. Su padre muere en 1841, y su madre en 1846. El niño pasa a vivir con su madrina, Manuela Monnehay. Estudia en el Colegio de San Telmo, en el de San Diego y en el Instituto de Segunda Enseñanza; aprende además dibujo y pintura, actividad a la que se dedicaban también su padre y su hermano Valeriano. Siendo todavía un niño compone sus primeras poesías. 1854-1857: Se traslada a Madrid y pasa años muy difíciles viviendo de su trabajo esporádico como periodista, del dinero que le proporciona la traducción y adaptación de algún drama francés, y del socorro de sus amigos. Como consecuencia del hambre y las privaciones, enferma de tuberculosis en 1857. Durante estos años trabaja por encargo en la publicación de la Historia de los templos de España (1857-1858). 1858-1860: Durante la convalecencia de su enfermedad conoce a una joven, Julia Espín, de la que se enamora, y a la que se supone van dedicadas la mayor parte de sus Rimas. Las relaciones duraron hasta finales de 1860. Julia prefirió a otro hombre, y el poeta quedó sumido en la desesperación. En estos años escribe de manera regular en la prensa, especialmente a partir de 1858, en que colabora en La Época, La Crónica de ambos mundos y, sobre todo, en El Contemporáneo. 1861-1868: Conoce a Casta Esteban, con la que se casa en mayo de 1861. El matrimonio, del que nacieron tres hijos, fue un fracaso. En el espíritu y en la obra del poeta crecen la insatisfacción, el desengaño y el pesimismo. Entre 1863 y 1864 pasa unos meses en el monasterio de Veruela (Soria), y allí escribe las Cartas desde mi celda. En 1864 es nombrado censor de novelas, cargo bien pagado que le permite vivir con holgura y dedicarse a escribir. Al cerrarse El Contemporáneo en 1865, Bécquer continúa su labor periodística en El Museo Universal. En estos años publica sus Cartas literarias a una mujer , que aparecieron entre 1860 y 1861 en El Contemporáneo, las Leyendas, la mayor parte de las cuales fueron publicadas entre 1861 y 1864, y las Cartas desde mi celda, ya citadas, aparecidas en 1864 en El Contemporáneo. 1868-1870: En 1868 rompe definitivamente con Casta, después de violentas discusiones. En septiembre, con motivo de la revolución que destrona a Isabel II, Bécquer pierde su trabajo como censor de novelas, y desaparece, además, el manuscrito de sus Rimas. Desde 1869, Bécquer, pobre y solo, vive con su hermano y con sus hijos en Madrid y Toledo. Vuelve a colaborar en El Museo Universal, y dirige por unos meses un nuevo periódico, El Entreacto. Muere el 22 de diciembre de 1870. 2. Historia de las Rimas Gustavo Adolfo Bécquer sólo publicó en vida quince de sus poesías, que aparecieron entre 1859 y 1868 en distintos periódicos (El Museo Universal, La Ilustración de Madrid, El Correo de la Moda, El Contemporáneo, etc.). Entre 1865 y 1868, los años en que ejerce como censor de novelas, Bécquer reunió, ordenó y corrigió sus poesías, y entregó el manuscrito al ministro González Bravo, que había proporcionado al poeta el cargo de censor, y que ahora deseaba prologar y publicar sus poemas. Pero la casa de González Bravo fue saqueada durante la revolución de 1868, y el manuscrito de las Rimas desapareció. En el otoño de 1868, después de la revolución de septiembre y de la ruptura con Casta, Bécquer pasó algunos meses en Toledo, y allí, en un simple cuaderno de contabilidad, en que tenía algunos apuntes y anotaciones, reconstruyó las rimas perdidas. El cuaderno, que se ha conservado y hoy se guarda en la Biblioteca Nacional, en Madrid, aunque no fue descubierto 2

hasta 1914, lleva en su primera página el siguiente título: Libro de los gorriones. Colección de proyectos, ideas y planes de cosas diferentes que se concluirán o no según sople el viento. Viene a continuación una Introducción sinfónica, una leyenda inacabada, La mujer de piedra, y, finalmente, las 79, bajo el epígrafe: Poesías que recuerdo del libro perdido. Al morir Bécquer, en 1870, sus amigos Ramón Rodríguez Correa, Augusto Ferrán y Narciso Campillo prepararon la primera edición de las Obras del poeta, que se publicó en Madrid en 1871 en dos volúmenes. En esta primera edición de las obras del autor, a la hora de transcribir los poemas, los editores tuvieron en cuenta fuentes distintas del Libro de los gorriones, por lo que entre ambos textos existen algunas variantes tanto en el contenido de los poemas como en su ordenación. En el Libro de los gorriones, Bécquer probablemente fue copiando las rimas sin orden preciso, según le venían a la memoria; mientras que sus amigos, tal vez siguiendo indicaciones previas del propio autor, les dieron la numeración que casi todas las ediciones posteriores han reproducido, y que se tiene ya por tradicional. Opinaron que, en su conjunto, las Rimas ofrecían el desarrollo de una historia de amor que, partiendo de una primera etapa feliz, pasa después por la ruptura, el desengaño, la angustia y la soledad. Como señaló Rodríguez Correa, las Rimas son un gran poema en el que se encierra la vida del poeta. La forma en que las Rimas han llegado hasta nosotros, y el hecho de que muy pocas de ellas se publicasen en vida del autor, hace muy difícil la ordenación de los poemas con criterios cronológicos. Por el momento no puede señalarse con exactitud la fecha de composición de ninguna de las rimas, y resulta imposible, por tanto, estudiar la evolución de la poesía de Bécquer. Debido a ello, las ediciones actuales de las Rimas siguen el orden que los amigos del poeta fijaron en la edición de 1871. Tanto la edición de las Obras de Bécquer de 1871 como el Libro de los gorriones, pueden consultarse en la Biblioteca Virtual Cervantes (www.cervantesvirtual.com), en edición facsímil. 3. Fuentes y rasgos dominantes de las Rimas Conviene recordar que cuando nace Bécquer, en 1836, el movimiento romántico está en pleno apogeo, y cuando empieza su actividad literaria, el Romanticismo está a punto de desaparecer (Larra muere en 1837, y Espronceda en 1842). Por consiguiente, sólo en un sentido muy amplio podemos considerar romántico a Bécquer, ya que su obra se sitúa más bien dentro de una segunda generación romántica, o posromántica, que hace su aparición hacia la mitad del siglo XIX, y que intenta librarse de los excesos retóricos del primer Romanticismo, para alcanzar unas formas líricas de tono más sencillo y más sincero. En la aparición de estos nuevos gustos poéticos confluyen tres tendencias que, entre 1855 y 1865 aproximadamente, crean el clima en que surgirán las Rimas: 3. 1. La poesía castellana posromántica.– En el periódico El Correo de la Moda escriben durante aquellos años varios poetas, como Antonio de Trueba, Vicente Barrantes y José Selgas, en cuya obra observamos un decidido intento de superar los excesos románticos. Sus poemas se caracterizan por un idealismo difuso, el análisis del yo intimo, la melancolía, la concentración de la expresión, la naturalidad y la desnudez de la forma. Bécquer conocía la labor de estos poetas y publicó en El Correo algunas de sus Rimas. Otra publicación periódica que ejerció un papel destacado en la renovación de la lírica fue La América. Crónica Hispanoamericana. En sus páginas, en 1858, un año antes de que Bécquer publicase su primera rima, dio a conocer su obra Ángel María Decarrete, que puede ser considerado como el precursor directo de Gustavo Adolfo, ya que, en efecto, en los poemas de Decarrete se encuentran en germen el tono, las formas y algunos de los temas de las futuras Rimas. Fundamental fue también el influjo de otros dos poetas de los que tratamos a continuación, Eulogio Florentino Sanz y Augusto Ferrán. 3

3.2. La poesía alemana.– Mientras que en España el Romanticismo se había quedado estancado en una retórica superficial, los poetas alemanes habían logrado alcanzar un tono más hondo, íntimo y simple, próximo en algunos casos al de las baladas y canciones populares. De todos ellos fue Heinrich Heine (1797-1856) quien más influyó en los poetas españoles de la generación de Gustavo Adolfo Bécquer. En 1857 Eulogio Florentino Sanz publicó en El Museo Universal la traducción de quince “Canciones de Enrique Heine”, y en 1861, un amigo de Bécquer, Augusto Ferrán, editó en el mismo periódico sus “Traducciones e imitaciones del poeta Enrique Heine”. Ambas traducciones del poeta alemán contribuyeron decisivamente al cambio de orientación de la lírica que hemos señalado en el apartado anterior. Bajo la influencia de Heine la poesía castellana posromántica continúa desprendiéndose de la pompa verbal y los excesos retóricos, y se orienta hacia el intimismo, los sentimientos inefables y la musicalidad. Bécquer conoció la poesía de Heine a través de las traducciones citadas, y aprendió de ella, según Dámaso Alonso, “la brevedad del poema, el tono intensamente subjetivo, la ausencia de sobrepuestas galas, la forma más libre y las transiciones rápidas, el ligero roce de una idea no desenvuelta, caracteres que sugieren una emoción que queda vibrando”. Además, desde el punto de vista formal, hay una gran semejanza entre las traducciones de Sanz y las Rimas. En ambas nos encontramos dos, tres o cuatro estrofas asonantas; versos de siete, diez y once silabas. 3.3. La canción popular andaluza.- El Romanticismo había despertado el gusto por lo local y lo tradicional, y durante el siglo XIX muchos autores se dedicaron a recoger y estudiar las manifestaciones de carácter folklórico, y aunque no fue tan frecuente, también hubo poetas que intentaron imitar el tono y las formas de la canción popular. Uno de ellos fue el amigo de Bécquer, Augusto Ferrán, cuyo libro La Soledad, publicado en 1861, es uno de los primeros ejemplos de una poesía inspirada en la canción andaluza. Bécquer admiraba profundamente la obra de Ferrán, y escribió en El Contemporáneo un articulo dedicado a comentar los poemas de su amigo, en el que podemos leer juicios que podrían aplicarse perfectamente a las Rimas: Hay una poesía magnífica y sonora; una poesía hija de la meditación y el arte, que se engalana con todas las pompas de la lengua, que se mueve con una cadenciosa majestad, habla a la imaginación, completa sus cuadros y la conduce a su antojo por un sendero desconocido, seduciéndola con su armonía y su hermosura. Hay otra natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye, y desnuda de artificio, desembarazada dentro de una forma libre, despierta, con una que las toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía. La primera tiene un valor dado: es la poesía de todo el mundo. La segunda carece de medida absoluta, adquiere las proporciones de la imaginación que impresiona: puede llamarse la poesía de los poetas. La primera es una melodía que nace, se desarrolla, acaba y se desvanece. La segunda es un acorde que se arranca de un arpa, y se quedan las cuerdas vibrando con un zumbido armonioso. Cuando se concluye aquélla, se dobla la hoja con una suave sonrisa de satisfacción. Cuando se acaba ésta, se inclina la frente cargada de pensamientos sin nombre. La una es el fruto divino de la unión del arte y de la fantasía. La otra es la centella inflamada que brota al choque del sentimiento y la pasión. Las poesías de este libro pertenecen al último de los dos géneros, porque son populares, y la poesía popular es la síntesis de la poesía (“Reseña de La soledad de Augusto Ferrán”, El Contemporáneo, 21 de enero, 1861).

Como resumen podemos decir que Bécquer, aunque continúe dentro de una tradición romántica, da un giro radical a la lírica de la época anterior, y prepara el camino a la poesía del siglo XX. Y, en efecto, si comparamos la poesía de Bécquer con la de los primeros románticos, nos encontramos con las siguientes diferencias: – Frente a la amplificación retórica, simplicidad y desnudez expresiva. 4

– Frente a la variedad de artificios métricos, versos cortos y asonancia. – En lugar de léxico altisonante, un tono casi coloquial. – En lugar de sonoridad, una musicalidad suave. – Frente a las pasiones arrebatadas, intimismo, anhelos vagos, sentimientos inefables. – Frente a la desesperación y la desmesura, la melancolía. – En lugar de conmover con emociones fuertes, sugerir e insinuar. 4. Las ideas poéticas de Bécquer Además de componer sus conocidas Rimas, Bécquer meditó largamente sobre el fenómeno poético. Sus reflexiones se encuentran recogidas en algunas de las rimas, en la “Introducción sinfónica” incluida en el Libro de los gorriones (figura como apéndice de esta guía), y en las Cartas literarias a una mujer, cuatro epístolas breves, que Gustavo Adolfo publicó en El Contemporáneo, entre fines de 1860 y abril de 1861, y que también pueden leerse como apéndice al final de esta guía. La primera idea que manifiesta Bécquer es que la poesía, más que una técnica o un arte, es una materia intangible, espiritual, que existe fuera de nosotros y que es anterior a la existencia misma del poeta. El poeta sería un simple receptor y posterior transmisor de ese universo poético que existe fuera de él, en el misterio, en la belleza sensible, en nuestros sentimientos, en el amor, según se explica con detalle en la rima IV. La poesía es sentimiento, según Bécquer, porque, gracias a los sentimientos, lo poético objetivo, la belleza y el misterio, que existen fuera de nosotros, se transmutan en algo espiritual e íntimo, para finalmente convertirse en arte. Este es uno de los motivos que lleva a Bécquer a identificar a la poesía con la mujer, según se explica en la conocida rima XXI y en la primera de sus cartas literarias, ya que en la mujer, a diferencia del hombre, el sentimiento y la aspiración a la belleza se hallan íntimamente unidas a su ser: La poesía eres tú, te he dicho, porque la poesía es el sentimiento, y el sentimiento es la mujer. La poesía eres tú, porque esa vaga aspiración a lo bello que la caracteriza, y que es una facultad de la inteligencia en el hombre, en ti pudiera decirse que es un instinto. La poesía eres tú, porque el sentimiento, que en nosotros es un fenómeno accidental y pasa como una ráfaga de aire, se halla tan íntimamente unido a tu organización especial que constituye una parte de ti misma (carta I).

La mujer es poesía por ser la fuente de donde emana el amor, que es el origen primordial de la poesía. En efecto, según Bécquer, entre los sentimientos humanos, el que destaca por encima de todos es el amor, y por tal motivo “el amor es el manantial perenne de toda poesía, el origen fecundo de todo lo grande, el principio eterno de todo lo bello” (carta II). El amor es concebido por el autor como “la suprema ley del universo; ley misteriosa por la que todo se gobierna y rige, desde el átomo inanimado hasta la criatura racional” (carta III y rima IX); y en cierta manera puede equipararse a la religión, en primer lugar porque la religión también es una forma de amor, y porque, mientras aquella nos conduce hacia lo inefable y misterioso celestial, el amor nos lleva a lo inefable terrenal. De las ideas que hemos expuesto hasta ahora se deduce que Bécquer asume como propia la visión romántica acerca del mundo, la inspiración y el conocimiento. Según dicha concepción, detrás del mundo real, visible, que conocemos mediante los sentidos y ordenamos y analizamos con nuestra razón, existe otro mundo oculto, misterioso, inexplorado, algo así como el alma del universo, al que sólo podemos acceder mediante la intuición, la fantasía y el sueño, y, por consiguiente, mediante la inspiración poética, que es el vehículo del sueño y la fantasía, el camino para acceder a lo oculto y misterioso. Sin embargo, el poeta se encuentra ante un terrible dilema, de imposible solución: ¿cómo lograr que un recipiente a todas luces insuficiente, como es la palabra, un instrumento material organizado según las leyes de la razón y la lógica, sirva de vehículo para plasmar y expresar los sentimientos que despierta en el alma del poeta ese mundo inefable y misterioso, al que se 5

accede mediante el sueño y la fantasía? De ahí que la meditación sobre la capacidad del poeta para acceder a lo misterioso e inefable, la lucha entre la inspiración y la razón, el sueño como medio para trasladarse a ese ámbito desconocido, y la insuficiencia del lenguaje como medio para expresar “lo poético”, sean temas constantes de reflexión en la obra del autor. Pueden verse, a propósito de todo ello, las rimas I, III, V, VII Y LXXV, la “Introducción sinfónica” que precede al manuscrito de las Rimas (figura como apéndice al final de este estudio), o en la carta II, en que Bécquer apunta: ¿No has soñado nunca? Al despertar, ¿te ha sido alguna vez posible referir, con toda su inexplicable vaguedad y poesía, lo que has soñado? El espíritu tiene una manera de sentir y comprender especial, misteriosa, porque él es un arcano; inmensa, porque él es infinito; divina, porque su esencia es santa. ¿Cómo la palabra, cómo un idioma grosero y mezquino, insuficiente a veces para expresar las necesidades de la materia, podrá servir de digno intérprete entre dos almas? Imposible.

En fin, los poetas románticos habían hablado hasta la saciedad de la inspiración, con el convencimiento de que la relación entre la inspiración y la escritura era directo. Bécquer, sin embargo, viene a afirmar lo contrario, y a decirnos que cuando siente no escribe, que existe una gran distancia, espiritual y cronológica, entre el momento de la inspiración y el acto de expresar todo ello mediante palabras. El primero es el instante inefable de la emoción y del sueño, el segundo, el de la creación, en que intervienen la razón y el arte, en que el artista trata de constreñir y encarrilar sus emociones en el receptáculo, siempre insuficiente, que le proporcionan las palabras: ...por lo que a mí toca, puedo asegurarte que cuando siento no escribo. Guardo, sí, en mi cerebro escritas, como en un libro misterioso, las impresiones que han dejado en él su huella al pasar; estas ligeras y ardientes hijas de la sensación duermen allí agrupa...


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