Capitulo III volver a empezar PDF

Title Capitulo III volver a empezar
Author Anonymous User
Course Literatura comunitaria
Institution Bluefields Indian and Caribbean University
Pages 16
File Size 106.8 KB
File Type PDF
Total Downloads 66
Total Views 163

Summary

Lectura básica...


Description

La luna clara se ocultaba tras las nubes de esa noche al final de verano, tal vez haya sido media noche, quizás unos minutos después, una sombra oscura se puso en pie, bajo el espectro sombrío que dan los árboles frondosos, Alex se quedó viendo hacía una banca, donde la luz blanca de un cuerpo femenino descansaba, el espectro oscuro se acercó lentamente al cuerpo de la mujer y la alzó, una cabellera blanca abundante se guindó a la derecha del espectro, los brazos blancos cubrieron el cuello de aquella macabra figura, mientras Alex se asombró al ver como la maldad de esa desaparecía y parecía que la chica que irradiaba luz flotaba, mientras se dirigía hacia una cabaña desgastada por el tiempo y en un estado realmente deplorable, a la cual entró y se acomodó con suavidad en la cama, que parecía más un gabinete junto a la ventana, donde giró un poco , como para esperar a que su acompañante llegara. Alex quiso acercarse, la luz que le parecía acogedora, le llenaba de una paz inexplicable, quiso alcanzarla con la mano y la chica se convirtió en una mariposa que se elevaba hacia un cielo infinito, pero tan cercana a él, le pareció que el también volaba en su rededor, hasta que de la nada la sombra oscura apareció frente a él y le empujo para que se alejará. Alex dio un paso atrás y volvió a ver a la chica irradiar la luz desde la cama donde se encontraba acostada, mientras el espectro estaba en una posición defensiva, como un león que protege a su cachorro, como una torre costera cuida el mar. Alex sintió miedo, pero no se movió de donde estaba, miró hacia el fantasma, como para descubrir quién se interponía hacia la mujer desconocida, la mano izquierda de la sombra descubrió su rostro, era una piel seca, consumida, sus labios estaban cortados como cuando una persona muere por inanición, unos dientes amarillos dejaron mostrar una sonrisa maléfica. La sombra se acercó al iodo de Alex con una rapidez

inexplicable. ¡Eres mío! dijo y Alex volvió en un instante a estar bajo la sombra de aquel árbol frondoso de melocotón, que dejaba caer sus hojas con el viento de la noche. De un sobresalto salió de la cama y gateo sobre el piso huyendo del lugar donde dormía, se detuvo hasta llegar a la pared, el día ya dejaba ver las primeras luces, se acurruco en posición fetal junto a la pared, mientras se repetí a sí mismo – no pasa nada, es una pesadilla, recuerda lo que te dijo el doctor Rojas. Las mañanas pasan siempre con suavidad, el sol se colaba por las cortinas de la sala en la casa de la doctora Álvarez, ella caminaba desclasa sobre la alfombra de la sala, sabía que tenía que presentarse antes de mediodía en el hospital, ese día era importante para Alex, ya habían pasados un par de semanas y al fin iniciaría la fisioterapia, no soportaba la idea de verlo caminar, esperaba con ansias el momento en que cumpliera aquellas palabras que le dijo él, el día en siguiente al que despertó. Ella había llegado al hospital, a primera hora de la mañana solo para que al despertar la encontrara junto a su cama. Al ingresar, los recepcionistas no la reconocieron, desprendía una belleza extraordinaria, sus rizos habían desaparecido, su cabellera ondulante en rosa oro le acentuaba el rostro, en conjunto con un maquillaje natural y discreto que acentuaba su mirada, perdieron por completo las miradas del personal presente, pero eso no era todo, por primera vez en años, la doctora se había tomado el atrevimiento de mostrar un poco más de lo normal en su vestir, solo con mencionar que la gabacha estaba ajustada a su figura y lo corto del escote en su blusa, sin tener en cuenta el pantalón era la primera vez que se le veía de tacones al hospital, aun cuando llevaba unos tenis blancos en el bolso.

La verdad, todo el hospital no pudo reconocerla, la señora de recepción la tuvo que ver dos veces para comprobar que era ella, el de limpieza dejo caer un balde de agua con desinfectante al piso y la escoba le golpeó la cabeza, una enfermera se le olvido abrir la puerta y pego de frente por quedarse viendo a la doctora Álvarez. La doctora sonreía y la frialdad con la cual la conocían desapareció de en un instante, pues mostraba una calidez única y casi perfecta. Cuando llego a la habitación de Alex, se detuvo, suspiró e ingresó, se quiso sorprender al ver el cambio rotundo, pero se dijo para si misma; es lo menos que se merece mi amado. La enfermera de turno se levando de la silla que estaba junto al escritorio y a la par de la cama de Alex. -

Disculpe doctora, ¿En qué puedo ayudarle?

-

Me permite el expediente del paciente, quiero saber cómo ha evolucionado.

-

Mil disculpas, este expediente está bajo el cuidado de los doctores Castro, Rojas y Álvarez, no me es permitido brindarlo a otra persona.

La doctora sonrió y parecía que la mañana se opacaba bajo su mirada, tomo su gafete y se lo mostro a la enfermera, la cual al verlo, lo comparo con la doctora. -

¿Doctora? ¿Cómo hizo para verse tan cambiada?

-

Ya vez, Cuando visitas el salón adecuado, no necesitas de cirugías plásticas.

-

¿Pero dónde? ¡yo también quiero ir!

-

Jajajaja, luego te doy la dirección, por ahora dime como ha estado el señor Barrantes.

-

Ha pasado una noche terrible, se quejó en varias ocasiones, pero no ha mostrado ningún signo inestable, el doctor Castro vino anoche, le aplico un sedante para que descansara, pues se estaba quejando mucho, seguro por lo incomodo de quitarles la sondas que tenía, como dijo el doctor Rojas, el cerebro se acostumbra a ser alimentado sin ejercer ningún movimiento, aunque a veces se tienen pesadillas y el cuerpo busca como llegar de nuevo a esa comodidad.

-

Esperemos sea algo beneficioso – dijo la doctora mientras le tocaba con la mano la frente a Alex, en el interior quería decirle; amor, todo estará bien.

-

Hace un momento le tome la temperatura, disculpe doctora, la iba a anotar en el momento en que usted llego – dijo, mientras la doctora se perdía en la figura de aquel hombre que le movía el alma con fuerza, la luz de la mañana le permitía ver la suaves líneas de sus cejas y el dulce color de su piel brillaba dejando ver su masculina barbilla.

-

¿Ha mostrado algún tipo de movimiento? – preguntó al quitar la mano de Alex y retornar a su función de médico.

-

Si, se estuvo moviendo mucho, más los pies, casi podría decir que estaba corriendo, por los movimientos que hacía – la enfermera clavo la vista a la doctora un segundo, giro y se movió hacia una cómoda donde estaba una bandeja con algunos medicamentos e instrumentos – mi turno ya casi termina, es una lástima que no lo vea despertar, el doctor castro dijo que ya no le dieran más sedantes por ahora, así que será la primer persona que vea el día de hoy.

-

La doctora sintió que sus mejillas se sonrosaron – si gusta, puede retirarse, yo me quedare un rato junto con el paciente,

-

Se lo agradezco doctora, hoy quiero llegar temprano para llevar a mis hijos a clases y no sé, si me da el número de su salón de belleza, quiero darle una sorpresa a mi esposo, hoy estamos de aniversario.

-

Felicitaciones – dijo la doctora y tomando su teléfono anoto un número en una receta médica y dijo – llama en cuanto salgas de aquí, dile que Sisi te dio el número.

-

Gracias doctora – dijo la enfermera sorprendida del nombre Sisi, pues sabía que no se llamaba así, así como también Álvarez no era su apellido principal, pero por indicaciones del doctor Castro, no podría decir nada.

La enfermera se retiró de la habitación, la doctora tomo el expediente del escritorio y se sentó en la orilla de la cama, muy cerca de la cintura de Alex, que al sentir la presencia de alguien, medio se quejó, así que la doctora puso su mano sobre el pecho de Alex, Alex levanto la mano derecha y la tomo a unos centímetros de la muñeca, el corazón de la doctora quiso explotar, sus latidos eran incontrolables y un fuego recorrió todo su interior. -

¡Eres un ángel! - Dijo Alex que medio abrió los ojos y los volvió a cerrar.

-

¡No! soy tu médico.

-

Pues pareces uno.

-

No crees que eso está muy gastado – respondió sin percatarse de lo que decía.

-

No sé, pero si no eres un ángel, sal conmigo – el corazón de la doctora casi sufre un infarto y quiso apartar su mano, pero Alex la sostuvo con fuerza y dijo.

-

No te vallas

-

No me iré, pero creó que así no podremos salir, estás acostado y no puedes moverte.

-

Entonces promete que saldrás conmigo cuando pueda moverme – dijo antes de soltar la mano de la doctora, quien se la llevó al pecho y se quedó sintiendo la fuerza de su amado sosteniéndola en un instante eterno.

En el hospital el rumor de la nueva imagen de la doctora llego a oídos del Dr. Castro, quien se fue de inmediato a la habitación de Alex, donde se imaginaba la encontraría, al llegar y abrir la puerta con cuidado la escuchó hablando con Alex, antes de que este le soltara la mano, el Dr. Castro tuvo compasión de la chica y se acercó a ella lo más discreto posible y puso su mano sobre el hombro de la doctora, agregando con imponencia de un padre y el tono de un amigo. -

Ya basta Gallart.

-

Un frio extremo recorrió la espalda de la Dr y se puso en pie de inmediato - ¡Castro! me quiere matar de un susto.

-

No me cambies la conversación, vamos a mi oficina de inmediato.

-

Pero y el paciente,

-

Este paciente dejo de pertenecerte el día que ingreso, fue un error de mi parte no percatarme de las advertencias de Rojas.

-

Pero Dr, el no tardara en despertar.

-

Lo sé y es mejor que no te encuentre aquí, en un momento el Dr Antonio Guzmán te reemplazara. Así que acompañame, necesitamos hablar.- dijo mientras habría la puerta de la habitación.

La doctora salió al pasillo con el expediente de Alex en la mano, al ver al Dr Guzmán en el pasillo rumbo a la sala de traumas infantiles, ella le puso el

expediente en el pecho a Guzmán y dijo: cuidalo bien o te aseguro que sabrás de mí. El medico dejo ver su enojo en el rostro por el golpe, pero a la vez no entendia lo que pasaba, pero no dijo nada, Castro se quedó un momento hablado con el nuevo medico de Alex mientras la Dr. caminaba hacia la oficina del director, estaba molesta a mas no poder, fue tan grande su enojo que todo le molestaba, así que se desarreglo el cabello con las manos y tomando un compresor elástico de una bandeja que un enfermero llevaba, se hizo una cola con el cabello. El enfermero quiso reclamar pero las lágrimas de la doctora habían corrido un poco su maquillaje y la agresividad de su mirada había retornado con mayor fuerza, igualmente mejor se quedó viendo hacia los lados, encogió los hombros e ingreso a una habitación de las del pasillo donde lo esperaban para tomar las muestras matutinas. Por lo general las mañanas son más clamas que el resto del día, eso suele pensar uno, pero la realidad es diferente, las mañanas son tan extenuantes, que al atardecer ya estamos cansados y la fatiga nos hace pensar diferente, toda decisión o actividad sale mejor en la mañana, eso siempre era el lema de la señora Ana María Feolli, que por quinta ocasión mencionaba una sospecha relativa a la procedencia de la doctora de Alex. -

Hummm, esto es el colmo mujer – dijo don Gabriel mientras tomaba un abanó de su escritorio para cortarlo – cuando a ti se te mete una idea a la cabeza, nadie te la quita.

-

Pero Gabriel, esto es importante para nuestro niño – dijo la señora.

-

Ok, a ver si te comprendo – dijo antes de sentarse y llevarse el abanó para encenderlo – quieres – aspiro y soltó una bocanada de humo hacia el techo- que llame al investigador de la empresa para averiguar el árbol genealógico de esta muchacha.

-

Exacto - Dijo la señora con complacencia, mirando a su marido con tranquilidad.

-

Pues no, no lo hare – aspiro y soltó el humo del tabaco que olía a una galleta de chocolate con leche, más que a tabaco.

-

Pero querido – reprocho la señora

-

Ya te dije, esa mujer tiene un apellido ordinario, aunque tú la veas con distinción o alguna presunta clase, para mí, es otra chica que ha salido adelante gracias a esa belleza que esconde- y dejando su tabaco en un cenicero que estaba sobre el escritorio - no quiero que vuelva a pasar.

-

Esta vez es diferente mi vida.

-

No, es lo mismo – dijo mientras se levantaba y tomaba el abanó para darle un nuevo sorbo.

-

¿Por qué lo dices?

-

Todavía recuerdo su rostro de desilusión, cuando descubrió que tu habías arreglado todo la relación que tenía con la hija de ese- trago grueso, aspiro y exhalo su abanó como para ocultar las palabras ofensivas se le pasaron por la mente – Carlos Mynatt.

-

Sí, pero eso fue tu culpa

-

¿Mi culpa? Él salió temprano del trabajo para ir a ver a su novia- camino a la ventana y se asomó al patio de la casa donde Allanis caminaba hacia las flores que un jardinero podaba con dedicación, dejando las vivas y

quitando las marchitas- Jamás pensé que eso sucedería – giro y regreso hacia el escritorio, donde se quedó parado después de dejar caer un poco de ceniza al cenicero- según me contaron, la encontró besándose con un joven de la oficina donde ella trabajaba, justo en la puerta del apartamento que acababa de rentar, ahí entre la 14 y 28 avenida. -

Pero ella dice que fue un error, siempre lo aseguro.

-

Pues entonces explicame; ¿porque Dorian no quiso saber de ella?

-

Hay viejo, las mujeres a veces cometemos errores, pero eso no significa que no amemos a nuestros hombres.

-

El problema Ana, es que después soy yo el que tiene que borrar tus errores y hacerlos desaparecer para que no seamos la burla de esta nación – dijo mientras se inclinaba en el escritorio, sosteniéndose de las esquinas y frente a su esposa.

-

Viejo, no te atrevas – se puso en pie la señora – o te recuerdo a la azafata brasileña, que desapareció en cuba con ayuda de uno de tus amigos comunistas, o la secretaria de Colombia, esa que termino bajo un puente con ayuda de un sicario de las FARC -amenazo la señora mientras levantaba la ceja.

-

Ya basta, está bien , – dijo Gabriel mientras se dejaba caer en el sillón de su escritorio y daba un sorbo a su abanó- está bien, me convenciste

-

Gracias mi viejo lindo – dijo la señora y se retiró con un ferviente te amo , antes cerrar la puerta.

Esto es un mal negocio, en realidad que sí, se dijo don Gabriel, mientras el blanco humo de su abanó se mesclaba con el viento que se filtraba por la ventana por donde se veía a Allanis hablarle al jardinero:

-

Deberías injertar estas rosa, me encantaría que tengan blancas, rosadas y rojas en una sola mata.

-

Señorita, eso dañaría la pureza de cada una de las plantas.

-

Jajaja a veces suenas como mi madre – el joven se sonrojo, pero se quedó en silencio- ¿Te gusta la música?

-

Claro que si señorita

-

Entonces no te molestara llevarle doce rosas el día de hoy a tu novia.

-

Si usted me permite escoger las mejores para ella, estoy seguro que le encantaran.

-

Si deberías hacerlo – dijo al girarse hacia la casa y mientras caminaba agrego – también deberías llevarle unos chocolates de la tienda por la 23.

-

Señorita, dijo el joven, no tengo tanto dinero.

-

No importa, ya están pagados por el novio que me dio mi papa, así que puedes pasar por ellos y llevárselos a tu novia.

-

Pero señorita, eso eran para usted.

-

Lo sé, pero estoy segura que ella disfrutara más los chocolates con tu compañía, además, para que puedo quererlos yo sola, mejor disfrutalos con tu novia. O es mentira que hoy cumplen un año de estar juntos.

-

Qué pena señorita ¿Quién le dio esa información?

-

Ella. – dijo desde lejos como para que escuchara doña Ana que en ese momento pasaba por el pasillo que daba a la oficina de su marido - te recuerdo que estudia conmigo y siempre hablamos, aun cuando no nos veas juntas.

La señora se detuvo y miro de forma despectiva a su hija, sin esperar le pregunto: -

Te sigues juntando con la novia del jardinero

-

¿Por qué no?

-

Por qué es la novia de nuestro jardinero

-

Pero es la hija de una familia importante para esta nación

-

Deberías decirme de una vez para hablar con sus padres.

-

¿Yo? ¿Por qué no le preguntas al jardinero? Estoy segura que él te dirá el nombre.

-

Dios me guarde de hablarle al jardinero, solo tu padre que le gusta hablar con todo el mundo.

-

¿Pues dile a papa?

-

No, suficiente tengo con que tu papa haya sido amante de la hermana del jardinero anterior, no vaya a ser y este también tenga hermanas promiscuas.

Dijo la señora que camino hacia la sala de la casa, mientras la hija le seguía para averiguar detalles del asunto, logro alcanzar a su madre después de pasar junto a un sillón que le recordaba mucho al que se encontraba en la oficinas del director del hospital, por su color negro claro, donde se acostumbraba sentar el Dr. Rojas a meditar, con su manía de quitarse los zapatos para sentirse más cómodo ante situaciones humanas. Castro ya había despachado a la Dr Álvarez de la oficina, el silencio sepulcral invadía la oficina, aun cuando la luz del día anunciaba un verano acogedor, caminó hacia su escritorio, mientras tanto Rojas tenía los ojos cerrados, como los ancianos cuando duermen o toman una siesta de recuperación en medio de alguna conversación.

Rojas se sentó, tomó un lápiz de los que mantenía acomodados en fila, al lado derecho de su escritorio, donde un archivero dejaba ver una serie de documentos relacionados a pagos y presupuesto del hospital para el siguiente mes. Tomo una carpeta, los revisó detenidamente, en ocasiones firmaba o hacia alguna anotación, cuando termino de revisar la primera carpeta, tomo otra y dijo sin quitar la vista de los documentos: -

Es suficiente Rojas, Dime lo que tengas que decir.

Rojas abrió su ojo izquierdo sin abrir el derecho y lo volvió a cerrar, como que no era con él la conversación. Castro rezongó y cerró la carpeta con un golpe tan fuerte que hizo que Rojas diera un pequeño respingo, pero aun así no abrió los ojos. Castro se levantó de su silla, jaló una de las que estaban dispuestas para las personas que llegaban a conversar frente a su escritorio y la puso frente a Rojas. -

Prefecto, lo acepto cocodrilo desgraciado – agregó con tristeza – fui muy duro con la Dr.

Rojas no se inmuto, abrió el ojo derecho y lo volvió a cerrar. Castro se enojó, cruzo la pierna y se sostuvo la cabeza con las manos. -

A ver Rojas, que se supone que haga, ¿Que la transfiera a otro hospital? Lo mejor que hice por esa joven fue despedirla, te imaginas si descubrieran quien es en realidad.

Rojas levanto los hombros, aún tenía los ojos cerrados y con costo hacia ruido como para avisar que estaba respirando.

-

...


Similar Free PDFs