Capítulo multimedia Salaverria PDF

Title Capítulo multimedia Salaverria
Author irene iriarte cuesta
Course Multimedia Communication
Institution Universidad de Navarra
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Comunicación multimedia...


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Multimedialidad: informar para cinco sentidos Ramón Salaverría Versión en español de este capítulo: Salaverría, R. (2014). Multimedialidade: informar para cinco sentidos. In: Canavilhas, J. (org.) Webjornalismo: 7 caraterísticas que marcam a diferença (pp. 25-52). Covilhã, Portugal: Livros LabCom. (ISBN: 978989-654-145-3)

La comunicación humana es multimedia. Siempre lo ha sido. Por naturaleza, los seres humanos percibimos el mundo que nos rodea a través de varios sentidos corporales. Esos sentidos son ―salvo tara física― cinco: vista, oído, tacto, olfato y gusto. Las personas construimos nuestra representación de la realidad encajando las piezas de información que recibimos simultáneamente mediante esos sentidos. Para nosotros, así como para buena parte de los demás seres vivos, lo natural es recibir la información a través de múltiples vías. De hecho, no nos limitamos a recibir la información de manera multisensorial; también nos comunicamos de ese modo. Según han averiguado los paleoantropólogos, desde los orígenes de nuestra especie, el ser humano ha combinado diversas maneras de expresarse: primero mediante gestos y gruñidos; más adelante, con el habla. Con el correr del tiempo, los humanos del Neolítico comenzaron incluso a registrar mensajes visuales, en forma de pinturas rupestres y petroglifos. Aunque hoy solo podamos elucubrar sobre el significado o simbolismo de aquellas figuras, no hay duda de que, en su día, transmitieron un mensaje. El hombre que hace 30.000 años habitaba cuevas como las de Altamira o Lascaux ya era, en definitiva, un comunicador multimedia. Lo que hacemos hoy, en la era digital, cuando ponemos diversos lenguajes al servicio de un contenido no es muy distinto, por tanto, de lo que hicieron aquellos hombres primitivos. En la actualidad combinamos códigos comunicativos para elaborar eso que desde los años 1990 hemos dado en llamar “contenidos multimedia”.

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1. Concepto Pero, ¿qué es multimedia? Es tal la omnipresencia en nuestros días del adjetivo “multimedia” que podría parecer absurdo plantear esta pregunta. Especialmente en profesiones vinculadas a la comunicación, nos cruzamos a diario con expresiones como “empresas multimedia”, “marketing multimedia”, “periodistas multimedia”, “dispositivos multimedia” y, por supuesto, “informaciones multimedia”. Estamos rodeados de referencias a la multimedialidad. ¿Cómo no vamos a saber definir ese concepto, si lo estamos utilizando constantemente? La realidad es que no nos resulta tan sencillo. Si, mientras lee estas líneas, usted prueba a formular una definición de multimedia, lo primero que se le vendrá a la cabeza probablemente será algo parecido a esto: multimedia es una combinación de texto, sonido e imágenes. Pero piénselo un minuto más: ¿está seguro de que multimedia es solo eso? Es cierto que buena parte de la literatura académica y profesional que se ha referido a este concepto se ha contentado con esa definición. Sin embargo, como veremos, se trata de una explicación insuficiente. En primer lugar, porque si aceptamos esa definición, quedan al margen varios usos del término multimedia. ¿Acaso las “empresas multimedia” son aquellas que se limitan a combinar texto, sonido e imágenes? ¿En eso consiste el “marketing multimedia”? ¿Y qué hay de los “periodistas multimedia”? El concepto de multimedia esconde ―ya lo estamos viendo― muchos más matices de los que muestra esa simplista definición. De hecho, ciertos estudios han subrayado precisamente la imprecisión terminológica que pesa sobre el concepto de multimedia (Jankowski & Hansen, 1996; Opgenhaffen, 2008; Scolari, 2008: 101) y han descrito diversas variantes conceptuales (Armañanzas et al., 1996; Cebrián Herreros, 2005: 44-45). En la línea de estos estudios, señalaremos las tres acepciones que consideramos principales para el concepto de

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multimedia: 1) como multiplataforma, 2) como polivalencia y 3) como combinación de lenguajes.

1.1. Multimedia como multiplataforma Existe una primera acepción periodística del concepto de multimedialidad que designa la coordinación logística de distintos medios de comunicación (Willis, 1994; Deuze, 2004; García Avilés & Carvajal, 2008; Karlson & Clerwall, 2011). Nos referimos a aquellos casos en los que distintos medios de una misma empresa periodística articulan sus respectivas coberturas informativas para conseguir un resultado conjunto. En esos casos, se habla frecuentemente de “coberturas informativas multimedia”. Para designar ese tipo de modalidades de coordinación entre medios también se emplean otros términos como “multiplataforma” o crossmedia, más habitual este último en el mundo periodístico anglosajón. Ambas aluden a una misma realidad: aquellos casos en los que distintos medios coordinan sus respectivas estrategias editoriales y/o comerciales para conseguir un mejor resultado conjunto.

1.2. Multimedia como polivalencia Otra expresión que ha hecho fortuna en los últimos años es la de “periodista multimedia”. En este caso, el adjetivo describe un nuevo perfil de periodista caracterizado por acumular distintas labores que en el pasado eran desempeñadas por profesionales diferentes (Palomo, 2004; Scolari, et al., 2008; Masip & Micó, 2008; Rico, 2012). Este proceso de multiplicación de disciplinas viene propiciado por múltiples factores, entre los que destacan especialmente la convergencia de las tecnologías digitales y la reconfiguración de las empresas periodísticas (Salaverría & García Avilés, 2008). Por un lado, las innovaciones tecnológicas han simplificado en los últimos años las labores de captación y edición de contenidos en cualquier formato, ya sea textual, sonoro o audiovisual. Hoy día, los dispositivos móviles de 3

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grabación facilitan enormemente ese tipo de tareas y, si se dispone de un conocimiento técnico básico, permiten alcanzar resultados de una calidad considerable. Por otro lado, la evolución de las empresas periodísticas también ha contribuido en los últimos años a estimular la polivalencia de sus periodistas. Esas empresas buscan ahorrar costes mediante la implantación de un perfil de profesionales capaces de desempeñar al mismo tiempo labores que antaño estaban distribuidas entre varias personas. En el seno de las organizaciones informativas, esto ha dado lugar a tres tipos de polivalencia entre los periodistas: 1.2.1. Polivalencia mediática Se refiere a aquel tipo de polivalencia en la que un mismo periodista trabaja simultáneamente para distintos medios. Antes esto ocurría solo con los periodistas freelancers, pero hoy día es cada vez más habitual en el seno de una misma empresa periodística constituida por varios medios. 1.2.2. Polivalencia temática Se produce cuando un periodista trabaja sin especialización informativa alguna. En esos casos, el periodista tan pronto aborda informaciones de una materia como de otra absolutamente alejada. Este tipo de polivalencia, una vez más, es moneda común en las corresponsalías y en las redacciones de los medios más pequeños; sin embargo, en los medios de un cierto tamaño, lo más frecuente sigue siendo mantener a los periodistas distribuidos por especialidades temáticas. 1.2.3. Polivalencia funcional Finalmente, este tipo de polivalencia se corresponde propiamente con el concepto de multitarea y alude a aquel tipo de polivalencia en la que el periodista desempeña labores de muy diverso tipo dentro de una misma redacción. Como ya se ha apuntado, en los últimos años se extiende este tipo de perfil polivalente, tanto entre los reporteros que trabajan fuera de las redacciones como entre los periodistas que realizan labores de edición. 4

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1.3. Multimedia como combinación de lenguajes Finalmente, hay una tercera acepción del término multimedia, presente de manera muy especial en el ámbito periodístico, aunque no solo en él. Nos referimos a su interpretación como combinación de lenguajes o formatos ―texto, sonido, imagen, vídeo…―. Esta tercera acepción de multimedia es la más extendida y, de hecho, es la única que recoge por ejemplo la Real Academia Española (RAE) en su diccionario. Para esta institución, el adjetivo ‘multimedia’ designa aquello “que utiliza conjunta y simultáneamente diversos medios, como imágenes, sonidos y texto, en la transmisión de una información”. Con este mismo enfoque, hay muchas otras definiciones que, a pesar de sus matices, coinciden en lo fundamental. Jacobson, por ejemplo, reconoce que multimedia es “un término impreciso, pero en su sentido más general se refiere a la construcción de un relato mediante más de un medio, que es posteriormente publicado en la web” (2010, p. 65). Precisamente en los inicios de la World Wide Web, Feldman ya describía el concepto de multimedia como “una integración sin fisuras de datos, texto, imágenes de todo tipo y sonido en un único entorno digital de información” (1994, p. 4). Negroponte, por su parte, la concebía como una “lingua franca digital de bits” (1995: 63). En fecha reciente, Abadal y Guallar, por ejemplo, han vuelto a definir la multimedialidad como “la utilización conjunta de formas básicas de información, es decir, texto, sonido, imagen fija y animada, en un mismo entorno y de manera yuxtapuesta o integrada” (2010, p. 42). En esta misma línea, aunque con matices en cada caso, han insistido a lo largo del tiempo distintos autores (por ejemplo, Tannenbaum, 1998; Cuenca, 1998; McAdams, 2005; Meso Ayerdi, 2006; Díaz Noci, 2009; Bull, 2010; Guallar et al., 2010; Canavilhas, 2012). En nuestro caso, por razones que justificaremos más adelante, preferimos omitir en la definición de multimedia toda referencia expresa a imágenes, sonidos, texto, o a cualquier otro tipo de elemento. Como veremos, a nuestro juicio no tiene sentido realizar ninguna enumeración cerrada de elementos porque para encontrarnos ante un mensaje multimedia basta con que haya dos de esos elementos, 5

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cualesquiera que estos sean. Además, todo indica que, en un futuro próximo, los elementos actuales se verán enriquecidos por otros. Así pues, simplificando las definiciones que expusimos hace años (Salaverría, 2001; Salaverría, 2005: 32), proponemos definir la multimedialidad sencillamente como la combinación de al menos dos lenguajes en un solo mensaje. Un contenido puede expresarse, en efecto, a través de un solo lenguaje ―texto, sonido, fotografía…― o a través de diversos lenguajes al mismo tiempo. Cuando el contenido se expresa a través de un único lenguaje, nos encontramos ante un contenido monomedia. Conforme a este criterio, si los lenguajes utilizados son dos, nos hallamos ante un contenido bimedia; si son tres, ante uno trimedia, y así sucesivamente. Según este criterio, todos los contenidos que cuentan con al menos dos lenguajes articulados entre sí son, por su propia naturaleza, multimedia. Dicho de otro modo, todo mensaje que no sea monomedia es multimedia. Si aceptamos este silogismo, estamos obligados a concluir una idea en principio sorprendente: que los contenidos multimedia ya tienen cerca de dos siglos de historia en los medios periodísticos. En efecto, hasta comienzos del siglo XIX, por regla general los diarios y las gacetas eran exclusivamente textuales. Por entonces, solo algunas de aquellas publicaciones incluían de vez en cuando algún mapa o ilustración. Sin embargo, la mayoría de aquellas publicaciones primigenias se presentaba sin el menor apoyo gráfico y carecía por supuesto de fotografías, pues ese lenguaje no se inventó hasta la década de 1820, con la técnica de fotograbado ideada por Joseph N. Niépce. Así pues, hasta bien entrado el siglo XIX, diarios y revistas fueron esencialmente medios monomedia: solo se valían del lenguaje textual. Ahora bien, tan pronto como esas publicaciones comenzaron a incorporar recursos cartográficos, dibujos y muy especialmente fotografías, se convirtieron en medios bimedia. Es decir, inauguraron la larga lista de medios periodísticos multimedia que llega hasta nuestros días.

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Con posterioridad, aparecieron nuevos medios de carácter monomedia. Nos referimos, claro está, a la cinematografía ―al menos en sus inicios― y al medio radiofónico. Como es bien sabido, el cine nació mudo. Desde que los hermanos Lumière realizaron las primeras proyecciones públicas en 1895, los albores de la cinematografía se valieron únicamente de imágenes en movimiento. En aquellos primeros pasos, el lenguaje cinematográfico era, por tanto, exclusivamente monomedia. Sin embargo, el cine tardaría poco en evolucionar hacia la multimedialidad. Las proyecciones mudas pronto comenzaron a aderezarse con acompañamientos musicales de pianos y orquestinas. De igual modo, empezaron a intercalar rótulos textuales para permitir a los espectadores un mejor seguimiento de las historias y los diálogos. Y en 1927, con el estreno de la película El cantor de jazz, el cine incorporó definitivamente la banda sonora, dotada de parlamentos, música y efectos sonoros. Con ello, la cinematografía abrió una etapa multimedia que ha sobrevivido hasta nuestros días. Hoy el cine ofrece uno de los ejemplos más depurados de integración sincrónica de distintos lenguajes. A diferencia del cine y de la prensa, la radio no experimentó una evolución hacia la multimedialidad. Tras los experimentos iniciales de radiodifusión realizados a finales del siglo XIX, las primeras transmisiones radiofónicas comenzaron en la década de 1920. Desde entonces, la radio ha sido un medio esencialmente monomedia: su único lenguaje fue ―y, en gran medida, sigue siendo― el sonido. Cabría matizar que ese sonido se compone, a su vez, de diferentes formas de expresión: palabra hablada, música, sonido ambiente y efectos sonoros. El medio radiofónico tiene, por tanto, sus propias formas de combinación de lenguajes sonoros. Así pues, podríamos concluir que la radio no es multimedia pero sí multisonora. En su caso, el contenido se compone casi siempre de una combinación de recursos sonoros. La irrupción de la televisión a partir de los años 1930 marcó un hito en el desarrollo de los lenguajes multimedia. El medio televisivo fue el primero que, desde su origen, admitió una combinación de distintos lenguajes. En efecto, cuando afirmamos que la televisión es un medio 7

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audiovisual, no hacemos otra cosa más que manifestar el carácter multimedia ―más concretamente bimedia― de este medio de comunicación. De hecho, la televisión permite formas de multimedialidad muy avanzadas. No se trata simplemente de una combinación de imagen y sonido, tal y como sugiere el término ‘audiovisual’. En realidad, la televisión transmite lenguajes visuales y sonoros más complejos. En el ámbito visual, admite imagen en movimiento, imagen estática e incluso texto; por lo que se refiere al sonido, al igual que la radio, admite palabra hablada, música, sonido ambiente y efectos sonoros. Siguiendo la terminología utilizada más arriba, podemos afirmar, por tanto, que la radio es multivisual y multisonora. Y, en consecuencia, no cabe duda de que es un medio multimedia. Desde los años 1990 hemos asistido al desarrollo de un nuevo medio de comunicación: internet. Al igual que sus predecesores, este medio pasó varias décadas en un estadio larvario, desde los años 1960. Sin embargo, en la última década del siglo XX dio un salto cualitativo, gracias muy especialmente a la tecnología web. Este estándar potenció el uso del hipertexto, al tiempo que simplificó precisamente la presentación simultánea de todo tipo de elementos multimedia. Frente a las limitaciones para la multimedialidad de los medios analógicos anteriores, la web ofreció una plataforma de enorme versatilidad para la integración de formatos textuales, gráficos y audiovisuales. No extraña, por tanto, que haya sido precisamente tras la irrupción de internet cuando el concepto de periodismo multimedia ha alcanzado tanto protagonismo. En efecto, gracias a la web se han multiplicado las posibilidades para la narrativa multimedia. Ahora bien, como acabamos de ver, eso no debe llevarnos a equívoco: la multimedialidad no es patrimonio exclusivo de internet. Mucho antes de que aparecieran los medios digitales, algunos medios ya eran stricto sensu multimedia.

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2. Elementos Componer eficazmente un mensaje multimedia obliga a coordinar distintos lenguajes o formatos que tradicionalmente se han manipulado por separado. En efecto, hasta fecha bien reciente, la escritura textual, el lenguaje fotográfico, la creación sonora y la narrativa audiovisual han discurrido por caminos independientes. Escritores, fotógrafos, músicos y cineastas utilizaban respectivamente el lenguaje propio de su medio, pero rara aparecía nadie que, al estilo de un Leonardo da Vinci de nuestro tiempo, explorara todos esos lenguajes a la vez. Y no sólo por razones de dificultad técnica; también porque no existía ninguna plataforma que permitiera integrar todos esos lenguajes en un único mensaje. Con la llegada de internet, sin embargo, surgió por fin esa plataforma que abría la posibilidad de combinar simultáneamente múltiples formatos comunicativos. Esta posibilidad ha supuesto un colosal desafío ―y una oportunidad― para los comunicadores: la exigencia de idear nuevos modos de expresión sincrética, con todos los lenguajes imaginables. Los nuevos creadores de contenidos, en efecto, se han visto ante el reto de combinar con soltura distintos modos de expresión. Hoy día, quien desea explotar a fondo el potencial comunicativo de internet necesita contar con excelentes dotes de escritor y con grandes aptitudes para la narrativa gráfica y audiovisual. Pero, ¿cuáles son, en concreto, los elementos que un comunicador tiene hoy a su disposición si desea aprovechar todas las posibilidades de la narrativa multimedia? Como hemos visto en la definición de la RAE, lo habitual es que se citen tres elementos: texto, imágenes y sonido. Sin embargo, si se analizan con detalle las informaciones multimedia de nuestros días, es posible llegar a una concreción mayor. Tanto las imágenes como los sonidos pueden revestir variantes diversas y, por tanto, se justifica realizar una enumeración más exhaustiva de elementos multimedia. De hecho, se puede incluso incorporar una forma de expresión táctil que no tiene carácter textual, visual ni sonoro.

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Concretemos esa enumeración. Hoy día, los contenidos multimedia pueden estar constituidos por hasta ocho elementos diferentes: 1) texto; 2) fotografía; 3) gráficos, iconografía e ilustraciones estáticas; 4) vídeo; 5) animación digital; 6) discurso oral, 7) música y efectos sonoros, y 8) vibración.

2.1. Texto A pesar de que la comunicación multimedia ha dado un especial realce a los formatos gráficos y audiovisuales, en la era de internet el contenido textual sigue siendo clave. Es la columna vertebral que sostiene y estructura a las piezas informativas multimedia. El texto actúa como elemento contextualizador y documental por excelencia; informa al usuario sobre los aspectos esenciales de la información que tiene ante sí, al tiempo que suele ser la vía más eficaz para proporcionar datos complementarios. De todos los formatos comunicativos disponibles, el texto aporta el contenido más racional e interpretativo. Apunta hacia lo conceptual, frente a la espectacularidad y emotividad propia de los formatos gráficos y audiovisuales. Por todo ello, dominar a fondo la escritura sigue siendo una destreza preliminar e imprescindible para cualquiera que desee explorar las posibilidades de la comunicación multimedia. Con frecuencia, el tronco que sostiene un árbol multimedia está hecho de palabras.

2.2. Fotografía Internet ha dado un fuerte impulso a la imagen como elemento compositivo de la narrativa multimedia, en todas sus modalidades. De todas esas formas, quizá sea la fotografía ―junto con el vídeo, como ...


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