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Comentario “La Gloria”. Tiziano. Tiziano, Vecellio di Gregorio La Gloria 1551-1554 Óleo sobre lienzo Alto: 346 cm.; Ancho: 240 cm. Procedencia: Colección Real Museo Nacional del Prado

El encargo concreto de esta pintura por parte del monarca español Carlos V a un pintor de tanto prestigio como Tiziano, demuestra claramente un proceso de utilización de la obra artística por parte del poder político que puede ayudar a comprender mejor el papel que desempeñará la monarquía española de los Austrias en la conformación y definición de las estrategias de utilización de la imagen como un instrumento fundamental en su glorificación y empoderamiento dinástico. Se trata de una pintura de gran formato que el propio monarca quiso conservar en su retiro de Yuste hasta el momento de su muerte, lo que nos da una idea de la enorme carga simbólica y el profundo significado político y religioso que pudo tener en la recta final del reinado del monarca y en su descanso eterno. La composición de la obra siguió las instrucciones iconográficas marcadas por el propio emperador. La pintura se estructura en tres grandes espacios dispuestos en vertical y girando en torno a un gran óvalo central presidido por la Santísima Trinidad, uno de los dogmas definidos en el Concilio de Trento frente a la Reforma Protestante, destacando también la figura de la Virgen, vestida del mismo color, en pie y en actitud de caminar hacia la Trinidad, simbolizando también la importancia de la Virgen en el dogma definido por Trento. El espacio inferior representaría el mundo real con un paisaje campestre en una franja muy estrecha y de escasa importancia con personajes diminutos. Un segundo espacio se estructura en dos franjas diferentes, a la izquierda se representan personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento, Moisés con las Tablas de la Ley, Noé con el Arca, el Rey David y en un espacio más central y con un marcado escorzo la figura de la Sibila Eritrea, profetisa del Juicio Final. En la franja derecha aparece el emperador rodeado por

su familia y protegidos por ángeles, en actitud suplicante. Todos ellos (incluido Felipe II) aparecen vestidos con simples y humildes sudarios. La figura del emperador, representado como un simple mortal, sin corona, solo ante la muerte y despojado de su corona se arrodilla en actitud orante ante la visión de la Santísima Trinidad. El propio pintor reproduce su retrato en el conjunto por debajo de la figura del emperador, quedando también evidente la reivindación social y el cambio del papel del artista en el proceso de creación, al que asistimos a partir del Renacimiento. El sentido ascendente de la composición está también tratado desde el punto de vista estilístico con un diferente tipo de tratamiento en la pincelada y en la definición de los contornos de las figuras que se van difuminando con una pincelada más suelta, una pérdida de la rotunda corporeidad de los personajes representados y una mayor luminosidad, conforme ascendemos hacía la representación de la Gloria. Los diferentes títulos con los que fue conocida la obra (Juicio Final, Gloria y Trinidad) nos acerca también a su complejidad iconográfica. Tiziano pudo inspirarse en un pasaje de la Ciudad Celeste de San Agustín en el que se relata la visión divina de los bienaventurados. Puede parecer que estamos presenciando simplemente la representación del juicio particular del monarca ante Dios y su propia salvación eterna; sin embargo, el profundo significado de la obra nos lleva a pensar en la creación de una clara estrategia de imagen de justificación del poder político en función de la defensa terrenal de la Religión Católica. En definitiva, se inicia así para la monarquía española de los Austrias un claro camino que implicaba la utilización de las estrategias de imagen para la glorificación del poder político y su relación con el poder divino, estableciéndose una unión indisoluble entre el poder terrenal de la monarquía, erigida como defensora de la Iglesia Católica, y su carácter divino, justificando así a los ojos de sus súbditos el origen divino de su poder absoluto. Tras la muerte del emperador, la obra fue trasladada por Felipe II al Escorial y en 1837 entró a formar parte de la colección del Museo del Prado....