Cultura política de los españoles PDF

Title Cultura política de los españoles
Course Política Española
Institution Universitat Autònoma de Barcelona
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LOS PRINCIPALES RASGOS DE LA CULTURA POLÍTICA DE LOS ESPAÑOLES 1. INTRODUCCIÓN El estudio de Gabriel Almond y Syndey Verba, La cultura cívica es uno de los hitos académicos de la ciencia política, que permite establecer de manera empírica la dimensión colectiva de las percepciones subjetivas de la política. Las novedades que supuso esta investigación son puestas de relieve por el mismo Verba en un texto autobiográfico publicado en 2011: La cultura cívica aplicaba un conjunto de nuevas técnicas para comparar diferentes culturas, con un vasto objetivo de investigación no tratada, hasta el momento, de manera sistemática (la cultura política) y conectando dos conceptos de tanta envergadura como la cultura y el sistema democrático. Desde su lanzamiento, la noción de cultura política ha conocido, de forma sucesiva, un gran impacto, un relativo olvido, y un reciente retorno al primer plano, en parte, gracias a los procesos de transición que se han llevado a cabo en el este de Europa (Botella, 1997). El paradigma de la cultura política aparece y desaparece siguiendo los procesos de reformas democráticas que se suceden en los países. En España, la recepción del trabajo de Almond y Verba tuvo lugar en la segunda mitad de los años 70’, muy ligados a los estudios de modernización en España. La reflexión sobre el impacto de las transformaciones en la sociedad española llevó a considerar el paralelo cambio de los valores predominantes. La visión culturalista empezó a aparecer como ámbito de estudio necesario para dar razón de la profundidad del cambio en la sociedad española. Después de la muerte de Franco, es cuando tuvo lugar el gran auge de los estudios de cultura política como uno de los enfoques claves para explicar la transición democrática en España. El principal objetivo de los primeros estudios era conocer, empíricamente, la solidez de las bases socioculturales de la democracia en España, los principales rasgos actitudinales de los ciudadanos frente al sistema político en vistas a establecer el grado de estabilidad del nuevo régimen democrático. Desde los años ochenta, las principales líneas de continuidad se han mantenido, pero han aparecido nuevos temas de análisis y se ha puesto un mayor énfasis en el tratamiento estadístico de los datos. En los últimos 15 años, la sociedad española ha sufrido cambios muy notables: el fenómeno de internet por ejemplo. 1

Los internautas han incrementado en más de 3 parte, pasando del 18% a principios de la década de los 2000, hasta los 52% actuales; la población extranjera que reside en España se ha multiplicado por 6 pasando a representar más del 12%; la tasa de ocupación femenina ha incrementado en más de 10% situándose por encima del 40%. Los cambios son lo suficientemente intensos como para que tengan una cierta traslación en las actitudes políticas.

2. LOS PRINCIPALES RASGOS DE LA CULTURA POLÍTICA DE LOS ESPAÑOLES Desde los años ochenta se ha ido creando un cierto consenso académico sobre las principales características de la cultura política de los españoles. LAS ORIENTACIONES HACIA EL SISTEMA POLÍTICO EN GENERAL: LEGITIMIDAD Y DESCONTENTO El estudio de las orientaciones hacia el sistema político permite fundamentar empíricamente la legitimidad del que éste dispone. El concepto de legitimidad es siempre difícil de definir y, aún más, de cuantificar. Con la voluntad de poder ofrecer una medida de concepto, habitualmente, ésta se ha entidad como el conjunto de actitudes positivas hacia las instituciones democráticas, consideradas como la forma de gobierno más apropiada. Definida de ésta manera, se entiende que el apoyo a la democracia debe ser incondicional, lo que significa que está más allá de los conflictos políticos coyunturales, de la situación económica del país o de la valoración de la efectividad del gobierno de turno. En palabra de Almond y Verba, “una clase de lealtad con buen o mal tiempo”. La legitimidad 1

actúa, como una reserva de confianza que le permite superar los periodos en los que el sistema no recibe apoyos específicos a sus instituciones como consecuencia de una baja efectividad En el caso español, el estudio de la legitimidad del sistema político presenta un especial interés por su historia reciente: uno de los regímenes autoritarios más longevos de Europa, la transición política, la formación de una nueva estructura territorial, la creación de un nuevo sistema de partidos y, en la actualidad, la crisis económica más severa de los últimos decenios. El caso español, pues, contiene un conjunto de características que permiten poner a prueba la fortaleza de las actitudes respecto a la legitimidad de la democracia. Para medir las actitudes respecto del sistema político existen diversos indicadores. Para describir la cultura política de los españoles el pronosticador que hemos decidido mostrar se lleva realizando desde principios de los años ochenta y supone optar entre actitudes autoritarias y orientaciones favorables a la democracia. Este indicador tiene una especial relevancia, ya que muestra, en cierta medida, aquello de incondicional que contiene el concepto de legitimidad.

Una notable mayoría de españoles ha apoyado decididamente el régimen democrático, especialmente desde mediados de los años ochenta. Cuatro de cada cinco españoles considera que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. En cambio, las orientaciones que denotan unas actitudes receptivas a posiciones autoritarias representan un porcentaje muy menor; incluso durante los años de la transición. De hecho, el grado de apoyo a la democracia en España resulta similar al de los restantes países occidentales y, en todo caso, superior a la media europea. La adhesión mayoritaria a los principios demo cráticos visible en las series temporales en los momentos iniciales del proceso de transición, ha llevado a los expertos a preguntarse sobre la base cultural sobre la que estas actitudes se edifican. Algunos autores entienden que un nuevo sistema nunca parte de cero y han mostrado como, desde varios años antes del final del régimen franquista, se detecta entre la población un predominio de las actitudes favorables al cambio político. En cambio, otros apuestan por la importancia de la “resocialización política adulta” como explicación más plausible a la lealtad incondicional de los españoles a los valores democráticos. Lo cierto es que el apoyo difuso ha sido mayoritario muy tempranamente. Estas orientaciones respecto de la legitimidad del sistema democrático conviven con un intenso descontento político de los ciudadanos españoles: es decir, muestran una insatisfacción política, fruto de la evaluación que hacen del régimen o de las autoridades, así como de los resultados que éstos generan. Las valoraciones de los sucesivos gobiernos, actores e instituciones muestran un desapego característico que se repite en las series temporales y que es especialmente evidente con respecto a los actores políticos y partidos. Los enfoques clásicos de la cultura política demuestran, y España es un muy bien ejemplo, que los r egímenes democráticos pueden mantener su estabilidad y el grado de adhesión aun cuando se enfrentan a niveles elevados de insatisfacción. Este tipo de enfoque ha insistido en la independencia de los dos tipos de apoyo eastonianos1, el

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El “difuso” es tomado como una predisposición de largo plazo, constituida por actitudes favorables que permiten a los ciudadanos aceptar o tolerar políticas o decisiones (outputs) que se oponen a sus intereses. El “apoyo específico”, en cambio deriva de la evaluación que los ciudadanos hacen respecto de los outputs del sistema y está basado en el desempeño y en el corto plazo

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específico y el difuso. En cambio, los enfoques racionalistas señalan que la insatisfacción con los resultados políticos o económicos pueden tener consecuencias para la legitimidad o apoyo al régimen democrático.

La serie temporal pone de relieve tres niveles distintos de adhesión popular: 1. Las valoraciones positivas respecto a la situación política y económica del país. Dos indicadores de contenido claramente circunstancial, que comparten una misma estructura curvilínea. 2. Valoraciones positivas que oscilan entre el 45%-75% sobre el rendimiento del sistema democrático, que los ciudadanos distinguen claramente de la coyunturalidad de los pronosticadores sobre la situación del país. 3. En la cúspide, aparece el indicador sobre legitimidad democrática, autónoma del resto de percepciones sobre la eficacia o no del sistema y la insatisfacción con el funcionamiento de la democracia. En el peor momento político y económico percibido por los ciudadanos, la lealtad a los valores políticos fundamentales y a las reglas del juego más importantes, se mantiene prácticamente sin modificación alguna. La percepción que los ciudadanos tienen sobre la eficacia del sistema es, pues, perfectamente distinguible de la legitimidad que le otorgan a la democracia como forma de gobierno LAS ORIENTACIONES RELATIVAS AL PROPIO PAPEL EN LA POLÍTICA: INTERÉS Y EFICACIA POLÍTICA SUBJETIVA Los estudios de cultura política se han ocupado especialmente de la propensión a participar en la vida política, desarrollando indicadores de la percepción del ciudadano sobre su propio papel y capacidades en el proceso político. La indiferencia hacia la política, junto con la desconfianza y el sentimiento de ineficacia política se ha convertido en una de las principales características de la cultura política española en término comparados. La desafección política, es decir, el alejamiento o desapego de los ciudadanos con respecto a su sistema político sería, de manera general, una de las peculiaridades que aleja más la cultura política de los españoles de la mayoría de países del entorno europeo. A la aparente contradicción entre el apoyo al régimen democrático que brindan los españoles y la desconfianza y la débil identificación respecto a las instituciones y actores políticos, se ha bautizado como “cinismo democrático” (Maravall) o “democratismo cínico” (Botella). La explicación casi unánime señala la influencia del franquismo entre las generaciones socializadas durante el régimen. Dicha socialización tuvo lugar sobre una base cultural en la que destaca un conjunto de actitudes de despolitización, de consideración de lo político como algo ajeno y extraña a la vida de los ciudadanos, un cierto papel de súbdito respecto el estado y una extendida desinformación. Ahora bien, las culturas políticas son más modificables de lo que se creía. Cambios económicos y sociales, movimientos generacionales u otros tipos de factores pueden producir ciertas transformaciones en la estabilidad propia de los indicadores de la cultura política. Los indicadores para describir el propio rol del ciudadano en el sistema político son: 3

INTERÉS POR LA POLÍTICA El indicador más frecuentemente utilizado para evaluar el grado de implicación subjetiva de los ciudadanos es, precisamente, su interés por la política. El interés por la política señala la mínima complicidad política necesaria para que exista un cierto grado de competencia política por parte de los ciudadanos. Históricamente, con excepción de los años de la transición política e instauración de la democracia, desde mediados de los años ochenta, éste se ha instalado en un porcentaje de alrededor del 25%.

La serie temporal que se dibuja, demuestra que el escaso interés acordado a los fenómenos políticos se mantiene de manera inalterable a lo largo de la década de los años noventa. Solo a partir del nuevo milenio se puede observar un tímido ascenso que sitúa el número de ciudadanos interesados por la política en uno de cada tres. Solo aparece levemente alterada en momentos históricos de cierta excepcionalidad: la transición política, la crisis económica y política que se inicia en 2008, etc. A pesar del débil incremento del interés por la política visible en el último año de la serie temporal, en España el desinterés alcanza cotas bastante más acusadas que en el resto de países de nuestro entorno europeo. El porcentaje de españoles que manifiesta sentirse interesado en las cuestiones políticas viene siendo aproximadamente la mitad del que mantiene esa misma postura en la mayoría de países de la UE. EFICACIA POLÍTICA SUBJETIVA El sentido de la eficacia política se refiere a la percepción del individuo de sus propias capacidades para entender la política e incidir en ella. Tradicionalmente los especialistas han insistido en que detrás de la noción de eficacia política es preciso diferenciar dos dimensiones, complementarias pero diferentes: 1- Imagen que el propio sujeto tiene como ciudadano capaz de actuar políticamente -eficacia política interna2- Imagen que posee el sujeto sobre el sistema político en función de su sensibilidad o receptividad a las demandas provenientes de la sociedad -eficacia política externa-. Tratando de forma conjunta los dos indicadores, la eficacia política subjetiva es decididamente escasa: los ciudadanos que se consideran políticamente competentes representan poco más de la mitad de los españoles y tres cuartas partes coincide en una falta de respuesta por parte de los actores políticos a las demandas populares.

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Desagregando según indicadores, la eficacia política externa siempre ha sido más elevada que la interna, e históricamente, la percepción de una falta de respuestas a las demandas ciudadanas por parte por parte del sistema político ha ido progresivamente en aumento, hasta representar a tres de cada cuatro ciudadanos españoles. Después de casi cuarenta años de funcionamiento de la democracia en España, la mayoría de españoles continúa percibiendo la impermeabilidad institucional a las demandas ciudadanas. Por lo que respecta a la percepción sobre la capacidad de presión individual sobre el sistema político -eficacia política interna-, la tendencia ha sido al de un incremento de las opiniones que denotan una mayor eficacia. Por primera vez desde la transición democrática el porcentaje de ciudadanos que se considera políticamente competente supera el 50%. Esta mezcla de mayores dosis de competencia cognitiva -eficacia política interna- y mayores sentimientos de impotencia frente a la acción del sistema constituye un argumento importante a la hora de entender el creciente ambiente de desafección hacia la política institucional que hemos visto se percibe en la sociedad española. LA MODERACIÓN COMO CARACTERÍSTICA PRINCIPAL DE LA CULTURA POLÍTICA DE LOS ESPAÑOLES Una de las principales caract erísticas desde los primeros años de la transición democrática son las pautas de moderación, apreciables en la distribución de preferencias ideológicas que parece complementada por una mayoritaria defensa de las actitudes reformistas y en cierta medida, la dualidad entre entidades estatales y subestatales LA DISTRIBUCIÓN DE PREFERENCIAS IDEOLÓGICAS La escala ideológica permite entender, clasificar y reducir la complejidad del mundo político. Se trata de una conceptualización genérica, pero al mismo tiempo, práctica. El esquema definido por los términos izquierda-derecha constituye uno de los elementos más importantes que hacen posible el anclaje del voto y que contribuye a la estabilidad del mismo: se trata de un referente político respecto del cual los individuos pueden desarrollar vínculos estables. En España, la distribución de las preferencias ideológicas se caracteriza por la estabilidad general a lo largo de los últimos treinta años: las posiciones extremas de la escala representan alrededor del 10% del electorado y el resto se reparten entre los valores centrales con una importante concentración entre las categorías de centro y centroizquierda. De manera general, pues, las posiciones de centro son las mayoritarias y no se diferencian sustantivamente de las que se producen en los países de nuestro entorno europeo. La estabilidad de la distribución de preferencias ideológicas de los españoles destaca por su permanencia temporal. El único cambio remarcable es el movimiento simultáneo entre las categorías de centro y centro-izquierda a partir de las elecciones de 1996. A nadie se le escapa que durante la época de predominio electoral y gobierno socialista las posiciones mayoritarias basculan hacia el centro izquierda y, en cambio, a partir del acceso del PP a la dirección del Estado las opiniones oscilan sobre el centro puro de la escala, con la excepción de los gobiernos de Zapatero. La escala izquierda-derecha es percibida, de manera general, como la ubicación del individuo en el entramado social y de los valores y las identidades políticas, expresados en términos ideológicos. Pero, también representa las preferencias de los electores con respecto a un conjunto de problemas público que afectan a la comunidad política, la comparación de estas preferencias con los candidatos, y sobre todo, respecto a las lealtades partidistas de los ciudadanos. La autoubicación de los ciudadanos en la distribución de preferencias es, pues, fruto de las valoraciones subjetivas de carácter ideológico puro, pero también, partidista.

RECAPITULACIÓN Desde los primeros años de la transición democrática, el sistema político ha demostrado tener un alto grado de legitimidad. Los españoles distinguen claramente la coyunturalidad implícita en las valoraciones de la situación política y económica del país del apoyo difuso eastoniano a los principios democráticos. 5

Los regímenes democráticos pueden mantener su estabilidad y el grado de adhesión aun cuando se enfrentan a niveles elevados de insatisfacción con el sistema político. Esta sentencia es especialmente cierta en el caso español en el que las actitudes de lealtad incondicional a la democracia conviven con una visión claramente negativa del funcionamiento del sistema político. Las valoraciones de los actores e instituciones muestran el desapego característico que aleja a España de los estándares medios europeos. El cinismo democrático establecido hace treinta años como descripción básica de la cultura política de los españoles, que podría ser definido como el bajo conocimiento de los españoles respecto del sistema democrático en su conjunto, el escaso interés por la política, y sobre todo, un sentimiento pobre de competencia política, continúa siendo vigente hoy en día. Las principales diferencias a éste dibujo se presentan en las orientaciones que intentan definir la eficacia percibida de los ciudadanos frente al sistema político, es decir, en la eficacia política subjetiva interna. Los últimos años es posible observar en las series temporales un tímido incremento de la competencia política, compatible con la sensación creciente de impermeabilidad del sistema político de hacer frente a las demandas ciudadanas. Finalmente, otra de las características principales de la cultura política de los españoles es la pauta de moderación apreciable en la distribución de preferencias ideológicas. La limitada importancia de actitudes extremistas complementada por una mayoritaria defensa de las actitudes reformistas es un rasgo definitivo desde los años de la transición.

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