Title | Donde habitan los ángeles por Claudia Celis |
---|---|
Course | Literatura mexicana |
Institution | Universidad Nacional Autónoma de México |
Pages | 95 |
File Size | 772.5 KB |
File Type | |
Total Downloads | 8 |
Total Views | 157 |
Libro Donde habitan los ángeles de Claudia Celis. Novela mexicana.
Fácil de leer y entender, nos muestra escenarios cotidianos que generan imágenes mentales en los lectores....
«¿Por qué todos aquellos a los que amamos en la vida tienen que desaparecer?»,sepreguntaPancho,elprotagonista.Estanovelarecogesus memorias y recuerdos desde la perspectiva de su juventud. Durante las vacaciones,PanchoyotrossobrinosdeTachoyChabelallenandealegríala casadeSanMiguel.Enesosbreveslapsos,lostíosolvidanlatristezaquela muerte de su hijo les dejó. Al término de las vacaciones todos los sobrinos vuelvenasuhogar,peroenunaocasiónPanchonolohace:abandonadopor su madre, atractiva viuda, y después de esperarla mucho tiempo, se convierteenelhijodesustíos.
ebookelo.com-Página2
ClaudiaCelis
Dondehabitanlosángeles ePubr1.0 AngelCamilo13.05.14
ebookelo.com-Página3
Títulooriginal:Dondehabitanlosángeles ClaudiaCelis,1997 Diseñodecubierta:MaríaElenaMézquitaConcha Editordigital:AngelCamilo ePubbaser1.1
ebookelo.com-Página4
Despuésdelentierro
MIS pasos retumban en el corredor. Las casas vacías exageran los sonidos. Y má todavíalasqueextrañanasusdueños.Lasqueestántristes.Lasqueestándeluto.M detengo. El silencio es tanto que se puede escuchar. La casa parece más grande Enorme.¿Seráquelatristezanoshaceempequeñecer?…Tengomiedo.Necesitoun abrazodemistíos.Suconsuelo.Sucompañía.Suamor.Mesientocomoaquelniño indefenso y atolondrado que llegó aquí de vacaciones hace dieciocho años, sin siquierasospecharqueestaciudadseconvertiríaensuciudad,estacasaensucasa,y estostíosabuelosensuspadres.
ebookelo.com-Página5
Lasvacaciones
EL tren comenzó a frenar… Habíamos llegado a San Miguel. Mi estómago se hizo nudoylaspalmasdemismanosseempaparon.Recordéamimamádespidiéndome enelpueblo:«Teportasbien,Panchito…Telavaslasmanosantesdecomerynote olvidesdelosdientes…SébuenoconmitíaChabelay,sobretodo,obedecesamitío Tacho…». ¡El tíoTacho de mimamá!… ¡Mi tíoTacho! Miestómago se amarróen nudociego.Contodaseguridad,élnosiríaarecibir. Miréporlaventanilla.Ahíestaba:altísimo,elpelodemasiadocorto,casiarape ysueternabata blanca.Miraba eltren conansiedad, comocon ganasde vernos,de quebajáramosya.Encuantoaparecimosporlapuertadelvagón,sumiradasevolvió indiferenteyhastaalgoburlona.Alvermeamí,setransformóenladeunhalcónque hadescubiertoasupresa.MepusedetrásdemiprimaPeque.Consufaldamesequé el sudor de lasmanos y también unas gotas que escurríanpor mis patillas. Ella me jalócariñosamentedelbrazoymedijo: —Saluda,Panchito. Mearmédevalor: —¿C-c-cómol-l-leva,t-t-tío? Atodosloschicosnossaludóconfuertesjalonesdepelo,yalaPeque,alaNen y a Lola, que ya eran grandes, con ligeros apretones en los cachetes. Caminamo haciaelcoche,dondenosestabaesperandoLinoPirnos,suchofer. LinoPirnossellamaenrealidadNoéLópez.Sucambiodenombresedebióaque cuandomitíofuePresidenteMunicipaldeSanMiguel,Noéloacompañabaatodos losactospolíticos,y comoal finalde estosponíanel discodel HimnoNacional, en cuantoNoésesentíacansadooaburrido,seleacercabayensecretolepedíaquey se tocara el Himno para que pudieran irse, pero, con su muy particular forma de hablar,ledecía: —Dotor,¿yatocamosl’inop’irnos? YLinoPirnosselequedó. Untiempodespuésmeenterédequemitíonosabíamanejar. Sorprendidoporestedescubrimiento,lepregunté: —Tío,¿porquénoaprende? Élrespondióenojado: —¿YLinoenquétrabajaría?¿Creequeyomismoleibaaarrebatarlachamba?… ¡Quémalmeconoce,Panchito! Llegando al coche, saludamos a Lino y tratamos de ganamos el lugar unos a otros.Mitío,convozenérgica,nosindicó: ebookelo.com-Página6
—Nocabemostodosdeunavez.Haremosdosviajes. —Quesevayanprimeroloschiquitos,¿noleparece,tío?—dijolaPeque. —¿Por qué los chiquitos? —respondió enojado—. No, Peque, es pésimo sobreprotegeralagente.Lodejaremosalasuerte…¡Lino,préstemeunamoneda! MitíoTachosehablabade«usted»contodoelmundo,sólosetuteabaconmitía Chabela. Volóelcobre:«¡Águila!»…«¡Sol!»… Alastresgrandeslestocóirseenlaprimeratanda.LaPequelepropusoquedarse connosotros,peroélrespondióconunnorotundo;entonceslesugirióqueélmismo lohicieraperonisiquieralecontestó,solamenteleechóunadesusdurasmiradasy ellasesubióalcochemuyseriecita. Mitíoseasomóporlaventanillaygritó: —¡Adiós,niños!Secuidan¿eh?Siselesacercaunrobachicospeleanconuñasy dientes.¡Pobredelquesedejerobar! Yelcochearrancó. NosabrazamosaChucho,queeraelmayordelgrupo(teníadoceaños). Estábamos muy asustados. Toda la gente que había en la estación tenía cara de robachicos. Catyme teníaelbrazo marcadoporlos pellizcas.Pellizcabasiempre queestaba nerviosa(muy seguido,por cierto).Lucha serascaba salvajemente,tenía surcospo todos lados.Los dientesde Martha sonabancomo castañuelas.Los ojos deAgustín parecían salirse de sus órbitas. Lupita, siempre tan seriecita, hablaba con voz estridenteyreíaacarcajadas. Chucho nos tranquilizaba diciéndonos que no perdiéramos las esperanzas, que confiáramos en nuestro tío: «Seguramente antes de que anochezca volverá por nosotros».Eranlasdosdelatarde. Misprimosseguíanconsusticsnerviososyyomeestabahaciendopipí. Depronto,elcochedemitíoapareciójuntoanosotros.Sebajóynosdijo: —¡Suban,niños! Alverquenocabíamostodosatrás,agregó: —PanchitoyCatysevienenconLinoyconmigo. Caty se puso feliz pues no tendría que dejar mi pellizcado brazo. Yo disimuladamente,mecambiédelugarparaque,almenos,siguieraconelotro. Yaenelcoche,ledijeamitíoenvozbaja: —Tío,quierohacerpipí. —Muy bien, Panchito —me contestó—, no hay problema, ¡hágase en lo pantalones! —¿Cómo,tío?—Lepreguntéasombrado. —Mire, niño —me explicó—, si su necesidad es de tal magnitud que no pueda
ebookelo.com-Página7
dominarla,¡adelante!,¡desahóguese!,nadamásnomevayaaapuntaramí. —¡Niamítampoco!—gritóCatysubiéndosecasialaspiernasdeLino. —Ahora —continuó mi tío Tacho—, si tiene usted control sobre su cuerpo, en unosminutosmásestaremosenlacasaypodrásatisfacersunecesidadfisiológicacon todacorrecciónycomodidad. Yo crucé fuertemente las piernas y descubrí, con agradable sorpresa, m capacidadparadominarnecesidadesfisiológicas;prácticamuyútilenlavida.
ebookelo.com-Página8
ElcuartodeCamila
ESTA casaes muy antigua;tiene paredesde adobe, muyanchas, de lasque guardan losruidosylossueltancuandomenosteloesperas:«Enlostechosguardalasvoce de la gente —decía mi tío Tacho— y en las losetas del patio, las de la Madre Naturaleza». Tiene también una fuente de cantera y arcos en los corredores. Antes teníaunperico, queeracomo partemisma delaconstrucción,y laadoracióndem tíaChabela.SellamabaRorro.EncuantollegábamosaSanMiguel,elRorroseponía agritar:¡misniñoooos!,¡misamoreeees!,imitando,segúnél,lavozdesudueña.Era unpericolibre;laenormejaulablancanoteníapuertayentrabaysalíaavoluntad,a igualqueatodaslashabitacionesdelacasa.Lomismoloencontrabasacurrucadoen un sillón de la sala que en la tina del baño. Tía y perico cantaban a dúo: (ella) Corazónsanto;(él):Túreinarás;(ella):Túnuestroencanto;(él):Siempreseraaaás… También cantaba, en la modalidad de solista, el Himno Nacional, Adiós mamá Carlota, y rezaba LaMagnífica. Mi tío Tacho decía que si hubiera un concurso de animales pesadosélsacaríaseguramenteelprimerlugar.MitíaChabelahacíacomo quenolooía,ellaadorabaasupericoyloconsentíamuchísimo,igualqueanosotros Por lo único que se enojaba, con él y con nosotros, era porque maltratáramos su plantas: —¡Rorro,nodeshojesloshelechos!…¡Niño,nocorteslosduraznosverdes! Undía,mitíoTachomediounaespadadeplástico: —Ándele,Panchito,juegueahí,diviértaseunpoco. Yo comencé a luchar tímidamente contra los enemigos imaginarios… Poco a poco el acaloramiento de la batalla aumentó: una cabeza salió volando, después un brazo,luegootro… —¡Panchito!¿Quéestáshaciendo? ¡EramitíaChabela! —¡Miranadamás,niño!¿Porquédestruyesmisplantas? Lascabezasylosbrazossetransformaronenhelechosrotosyfloresdestrozadas Leibaadecirquemitíomehabíadadolaespada,queélmehabíadichoquejugara ahí, pero el gesto de su cara me hizo enmudecer. Nunca antes se había enojado conmigo.Medieronganasdellorar. —¡Perdóname,tía!—fueloúnicoquedije. —No,Panchito,estonolopodemospasarporalto.Losientomucho, niño,pero tevasaquedarenelcuartodeCamilahastalahoradelamerienda—mesentenció. ¡ElcuartodeCamila!¡Eralopeorquelepodíapasaracualquiera! Esecuartonosdabamiedo.Estáenelfondodelahuerta.Deltechodeprontosale ebookelo.com-Página9
unsonidoagudísimo,parecidoaunasostenidanotamusical.MitíoTachonosdecía queerala vozde Camila;una sopranoitalianaque,segúnél, vivióaquí,enlacasa hacemásdeunsigloyque,decepcionadaporunapenadeamor,seencerróapiedray lodoenesecuartosincomer,sinbeber,sindormir,sólocantandodedíaydenoche «Cuore,cuoreíngratoooo…», hastaque seconsumió. Decíaque nuncaencontraron elcadáver,quesólohallaronelvestido,lasjoyasylapeineta,que,seguramente,su cenizas habían volado y se habían alojado en las ranuras de los tabiques del techo desdedonde,tristemente,seguíaentonandosucancióndesgarradora. —Y así seguirá por los siglos de los siglos —nos decía en tono solemne. A nosotrossenosenchinabaelcuerpo. Cuando mi tía no estaba, él nos llevaba hasta ahí y, haciendo voz de tenor, s ponía a gritar: «¡Camila, saaaálganos!». Nosotros nos horrorizábamos pero no decíamosnada.Eraunapruebadevalentía. Conmiedoytodo,medirigíhaciaallá.Sabíaquemerecíaelcastigo. Entré muy temeroso, escuchando pasos tras de mí. Cerré la puerta. Sentí que alguien la jalaba por fuera. Temblando como gelatina, logré dar unos pasos y me sentéenunrincón.Contodasmisfuerzascantéparamisadentros:«¡Camila,nome vayaasaliiiir!». La puerta se comenzó a abrir… rechinaba horriblemente. Me enconché para protegerme. Se seguía abriendo… ¡Una cabeza asomó! Cerré los ojos esperando lo peor.Escuchéunavozque,enmediodemitemor,sonócomodeultratumba: —¿Quélepasó,Panchito? Era mi tío Tacho. Me miraba entre compasivo y burlón. Me dio mucho coraje Decidínohablarle. —¿Nomecontesta?—mepreguntó.Seguícallado. —¿Estáenojadoconmigo,niño?—semeacercóysesentófrenteamí. —Sí,tío—respondíalfin—.Porsuculpamitíamecastigó. —¿Pormiculpa?—sesorprendió—.¿Esculpamíaqueustedhayajugadoenun lugarquesabíaprohibido? —Peroustedmedijoque… —Peroustedmedijoque—me interrumpióhaciendouna vozchillona,dandoa entenderqueeralamía,luego,yaconsuvoz,continuó—:Sabebienquelasplanta nosonmías,sinodesutía.¿Cómoaceptaquealguienleasegurequepuededispone deloajeno?Silehubieraofrecidomiinstrumentalmédicoparaquejugara,entonces laresponsabilidadseríamía,perosiustedaceptójugarconlasplantasdesutíasólo porque yo se lo sugerí, el responsable es usted y nadie más. Además, ¿cómo se le ocurrehacerdestrozosenunacasaendondeustedestásolamentedevisita? Alvermicompungidacara,delabolsadesubataextrajounaconchadepanyme laofreció.Notémordiscosenlacapaazucaradaymeexplicó:
ebookelo.com-Página10
—Espanlabrado,Panchito,y,comoyomismololabré,espansagrado. Yo acepté la concha sagrada, pues el miedo me había dejado un vacío en e estómago. —Cómaselarápido—medijo—,noselavayanaarrebatar. —¿Cómo,tío?—preguntésintiendoescalofríos. Conunavozronca,muylenta,comounecodelmásallá,medijo: —RecuerdequeCamilamuriódehambre… Memetíalabocalaconchaentera. Comomeestabaahogando,élmeacostóensuspiernasbocaabajo,megolpeóen laespaldarepetidayfuertemente,ymeinformó: —Porserustedmisobrino,estetratamientomédicodedesatragantamientosólole costaráelmódicopreciodelamitaddeloquetraigaustedenelbolsillo.
ebookelo.com-Página11
Elcharcodelingenio
TENÍAMOSunasemanadehaberllegadoaSanMiguelytodosmisprimosyahabían recibidollamadasdesuspapás,menosyo. —Tía, ¿no me ha hablado mi mamá? —le pregunté sabiendo de antemano la respuesta, ya que yo había estado muy al pendiente del teléfono; es más, yo había contestadotodaslasllamadasdemisprimos. —No,miniño,notehahablado—mecontestó. Recapacitóunmomentoyluegoagregó: —Aunquetevoyadecirqueelteléfonohaestadomuymal;sehancortadovarias llamadas,alomejoreraella… Midecepciónnosealiviócon lasuposiciónde mitía;ellaseguramente lonotó ya que me abrazó y me besó repetidamente en el pelo, luego, acomodándome e peinadoconlosdedos,medijo: —Peronotepreocupes,micielo,yocreoquenotardaenentrarsullamada.Vete tranquiloalpaseo,sillama,yoteguardoelrecado. Esedíamitío nosiba allevaral Charcodel Ingenio.Sólo alos chicos,pues no cabíamos todos en el coche. Las grandes irían con mi tía Chabela a visitar a lo García. Teníamos que atravesar toda la ciudad para tomar la carretera que conduce a famoso ojo de agua. Al llegar a la avenida principal, un agente de tránsito estab marcandoelalto,Linonofrenópuesesperabalaindicacióndemitío,ycomonose ladio,pasamoscomoráfagajuntoalagente.Casinoslollevamosdecorbata.Sepuso a pitar como loco con su silbato, haciendo señas para que nos detuviéramos. Lino mediante una orden de mi tío, frenó, y el agente llegó al coche muy agitado por la carrera. —¿Quéseleofrece,oficial?—preguntómitíodesdesuasiento. —Semeofreceinfraccionarlos,señor,sepasaronelalto. —Disculpe, es que no lo vimos —exclamó apenado—. Y eso que dicen que la carnedeburronoestransparente—agregó. Elhombreenrojeció.Temblandodecorajefuehacialaventanilladelladodem tío.Éllacerrórápidamente. Elagentetocóenelvidrio. —¿Quiénes?—preguntómitío. Elhombreseguíatocandoycomenzóaresoplar.Concadaresoplidosuscachetes se inflaban como si se hubiera tragado una bomba de aire. Nosotros reíamos con ganas. ebookelo.com-Página12
—Contrólense,niños,voyaabrirlaventanilla—dijomitío. Nos tapamos la boca para disimular. El agente tocaba ahora con vehemencia y resoplabainflandoloscachetesdeformaincreíble,parecíanestarapuntodereventar Mitíobajóelvidrio. —¡Ah,esusted!—dijocongusto—,yocreíqueeraunvendedordeglobos—le diounaspalmaditasenloscachetes. Seescuchóunacarcajada.HabíasidoLino.Nosdioaúnmásrisa.Mitíosepuso el dedo índice sobre la boca pidiendo silencio, pero la risa se había vuelto incontrolable.Eloficialsacóunbloc,escribióenvariashojas,lasarrancó,selasdio de mal modo y le pidió la tarjeta de circulación. Mi tío la sacó de la cajuelilla, e agenteselaarrebatóysealejóresoplando.Mitíorevisólospapeles. —Avecesladiversiónresultademasiadocara—comentó. Íbamos felices, comentandoel incidente de los cachetes inflados, cuandomi tío preguntó: —¿Volteóelletrerocomoleindiqué,Chuchín? —¡Sí,tío!—respondióChuchoconaireeficiente. El letrero era uno que mi tío ponía en la puertade su consultorio; por una cara decía:«Consultade9a2»yporlaotra,solamente:«Nohay». El ojo de agua del Charco del Ingenio está rodeado de pequeños arbustos y de nopaleras cuajadas de tunas. En cuanto nos bajamos del coche, mi tío se dirigió Lino: —¡Bisturí! RápidamenteLinolosacódelmaletínyselodio.Instrumentoenmano,mitíose pusoacortartunas,laspelóynoslasrepartió. Mientrascomíamos,élmanoseabalascáscaras. —¡Tío!¿Porquéhaceeso?—lepreguntamossorprendidos. —Pues,noestánparasaberlo—nosdijomuyserio—,perolastunassonmifruta preferida… ¡pero me hacen un daño! Así, me hago ilusiones de que comí muchas ¡Muchas! Cuandosusmanosparecíanalfileteros,llamóaLino: —¡PinzasdeKelly! Lino voló hacia el maletín, sacó las pinzas y, vigorosamente, las colocó en l espinadamanoextendida. Pacientementesequitóunaporuna.Nosotrosnossentamosaobservarlo.Cuando porfinterminó,nosordenódesvestimos. —¡Yonosénadar!—dijeenseguida. —¡Yotampoco!—chillóCaty. —¿Ah, no? —se acercó amenazante, nosotros retrocedimos—. ¡Pues ahorita mismovanaaprender!
ebookelo.com-Página13
Nosquitólaropa.Quedamosasumerced.Desnudosparecíamosmáspequeños. Catycomenzóallorar.Concadasollozosustrencitaspelirrojasrebotabanensu hombros, parecían resortes. Yo apreté los labios con todas mis fuerzas. Mi tío s agachóynuestrascarasquedaronalamismaaltura. —¿Yustedporquénollora,Panchito?—medijo—.¡Hágalodeunavez,porque adentrodelaguanovaapoderhacerlo! —¡Buaaaa!—mesolté. Élsedesvistió,quedandoencalzoncillos,nostomódelamanoy,antesdedamo cuenta,yaestábamosenelagua. —¡Lino,métaseconlosotrosniños!—legritódesdelaorilla. Envelozmovimiento,Linosequedótambiénencalzoncillos,selanzóalaguay losllamó.Agustínsedesnudóporcompleto,ChuchosedejóloscalzoncillosyLucha yLupita,elfondo.Marthanosequisodesvestir,asíquesemetióconropa. Al principio, Caty y yo no nos soltábamos del cuello de mi tío, pero él, con mucha paciencia, poco a poco, nos enseñó a flotar y a deslizamos. ¡Ese día aprendimosanadar! Salimosdelaguay,parasecamos,yaquenollevábamostoallasocosaquesel pareciera, nos tendimos al sol, lo mismo que la ropa de mis primos. Mientra estábamoslistos,mitíonospusoarepetirunaletanía: —¡CharcodelIngenio! —¡CharcodelIngenio!—repetíamos. —¡Quesenospeguetantitotusegundoapelativo! —¡Quesenospeguetantitotusegundoapelativo! Lodijimosinfinidaddeveces. EnesosmomentosyopenséqueelsegundoapelativodelCharcodelIngenioeran el lodo y las hojas secas en que estábamos tendidos, así que apreté mi cuerpo fuertementecontralatierra.Cuandomevillenodebarroydehojasmelevantédeun saltoygritéfeliz: —¡YasemepegóelapelativodelCharco!¡Mire,tío! —¡Québien,Panchito!—medijomirándomedearribaaabajo. Orgulloso,mevolvíatender. Permanecimosasíotrorato,hastaque,depronto,mitíogritó: —¡Aver,todos!¡SacúdanselosapelativosdelCharcoyvístanserápidamente! Obedecimosdeinmediato.Cuandoestuvimoslistos,nospreguntósiqueríamosi acomersopes. Todosdijimosquesí. —Peroconunacondición—nosdijo. —¿Cuál?—preguntamosacoro. —Que los van a comer con chile y van a aguantar el picante sin lloriquear y
ebookelo.com-Página14
sobretodo—aquírecalcólaspalabras—,nolevanadecirnadaasutía,¿deacuerdo? —¡Sí,tío!—aceptamos. Enelpuestodesopes,pedimostrescadaunoyaguadetunaparatodos,sólom tíopidiódehorchata. Mitíopusouna...