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Title Lectura 2 M2 - mmmmmmm
Course Documentología
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Clasificación grafonómica y valoración de elementos escriturales

Documentología

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Clasificación grafonómica Clasificación grafonómica. Si bien existen diferentes clasificaciones grafonómicas, decidimos incluir en esta materia la más sencilla. Esta es la correspondiente a Félix del Val Latierro en su libro Grafocrítica (1963). En toda grafía, básicamente configurada por letras o grammas, se pueden diferenciar dos tipos de elementos escriturales: los constitutivos o formales y los estructurales. El conocimiento de la nomenclatura grafonómica sirve para entender en profundidad la escritura y para poder realizar correctamente una descripción de firmas o manuscritos. Elementos constitutivos o formales. Son aquellos elementos fundamentales de la escritura, las expresiones básicas que nos permiten distinguir las letras entre sí. Cobos López y Martinez Puerto las definen como “Son los insumos gráficos que una vez estructurados singularizan la escritura” (Cobos López, Martínez Puerto, 2015, p. 39). Siguiendo con estos autores, que reproducen la clasificación de Val Latierro, a estos elementos los podemos clasificar de la siguiente manera: 

Trazos: son los tramos que forman la parte esencial de la letra, resultando imprescindibles para que sea reconocida como tal. Los trazos pueden ser: rectos, curvos, mixtos, con torsión y con inflado. A su vez, los curvos pueden ser cóncavos o convexos y los rectos verticales, horizontales u oblicuos.

Figura 1: Clasificación de los trazos

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Fuente: Del Val Latierro, 1963, p. 18.



Rasgos: son los elementos que no forman parte esencial en la letra, serían los adornos que cada persona añade a su escritura. Se clasifican en rasgos iniciales, finales y de enlace. Los rasgos iniciales se denominan rasgos de ataque y los finales de escape. Los rasgos de enlace son aquellos que unen los trazos magistrales de una letra o las letras entre sí.

Figura 2: Tipos de rasgos

Fuente: Del Val Latierro, 1963, p. 18.



Puntos de ataque: cuando el escribiente realiza el primer movimiento gráfico, ya sea a modo de trazo o rasgo, introduce un elemento de gran valor identificatorio, conocido como punto de ataque. El punto de ataque puede manifestarse en forma de botón (con parada inicial con engrosamiento), acerado (en punta muy fina), gancho, arpón o redondeado. Hay que tener en cuenta, sobre todo en el análisis de firmas, que los puntos de ataque no solo se manifiestan al inicio de la firma, sino también al comienzo de cada movimiento de la signatura que se presente desenlazado del precedente.

Figura 3: Puntos de ataque. Gancho, arpón, botón, acerado y redondeado

Fuente: Imágenes 1, 2 y 3: Andrade Soriano, 2011, http://goo.gl/IuZDmn. Imagen 4: Val Latierro, 1963, p. 20.

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Remates: de similar relevancia identificatoria que los puntos de ataque. Es la configuración final del trazo o rasgo. También puede manifestarse con distintas estructuraciones: en gancho, arpón, botón, acerado, redondeado, apoyados, en masa.

Figura 4: Algunos de los tipos de remates (los otros fueron ejemplificados en los puntos de ataque)

Fuente: Del Val Latierro, 1963, p. 20.



Hampas y jambas: las podemos clasificar en cortas y largas. Son los movimientos superiores e inferiores de letras como las “b”, “d”, “p”, “j” y “f”.



Caja caligráfica: sería el espacio comprendido entre dos rectas paralelas tangentes a las partes superiores e inferiores de las letras que no tienen hampa ni jamba (letras de cuerpo medio como las “m”, “a”, “i”, etc.). Aunque el ideal en caligrafía es que la caja sea recta, a veces adoptan otras formas: ondulada, escalonada (quebrada o imbricada), cóncava o convexa.

Figura 5: Ejemplos de caja caligráfica

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Fuente: Cobos López, Martínez Puerto, 2015, p. 43.



Óvalos: son los trazos circulares que se encuentran en determinadas letras; como “a”, “b”, “d”.

Figura 6: Diferentes génesis gráficas para formar óvalos

Fuente: Cobos López, Martínez Puerto, 2015, p. 42.



Signos de puntuación y de pausa: se engloban en este apartado las pausas, los signos de puntuación y las diéresis. Dentro de las pausas se estudia la forma de ejecución de la coma, el punto y el punto y coma. Los signos de puntuación abarcan puntos, acentos y diéresis, centrando el estudio en la forma, situación, tamaño y dirección.



Tildes de las “T” (y otras barras): se analizan fijándonos en tamaño, altura y dirección. (Cobos López, Martínez Puerta, 2015, http://goo.gl/4Hslkd).

Figura 7: Tipos de tildes de letras “t”

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Fuente: Cobos López, Martínez Puerto, 2015, p. 43.

Añaden estos autores, referenciando los aportes de Félix Val Latierro, que la valoración de los elementos formales descritos se hace desde dos perspectivas: Elementos invisibles. Son los de gran valor identificatorio, ya que se los considera automatismos gráficos. Son muy difíciles de imitar o disimular, por pasar desapercibidos, si bien para que tengan ese valor identificativo deben estar presentes a lo largo de todo el escrito, y abarcan: Características estructurales de los puntos de ataque y de escape. Forma de la caja caligráfica: afirma Del Val Latierro que solamente será de un gran valor cuando se advierta que la misma es levemente ondulada o completamente recta; es decir, cuando no llame la atención. Características de los signos de puntuación y pausa, tildes, guiones y subrayados. Deformaciones específicas en enlaces. Persistencia de las características personales. La falta de constancia puede estar acusando simulación o imitación. 5

Elementos visibles. Son los relacionados con la actividad consciente, los más fáciles de imitar o disimular ya que están a la vista. Éstos son los siguientes: Forma de las letras. Las formas muy singulares de las letras suelen ser las imitadas o disfrazadas, ya que son las que más llaman la atención. Forma acusada de los trazos. Forma acusada de la base del renglón, cuando es notoriamente convexa, cóncava, en serpentina, etcétera. (Cobos López, Martínez Puerta, 2015, http://goo.gl/ryM9pj). Elementos estructurales. Los elementos estructurales hacen referencia a aquellos que hacen peculiar y única la escritura de una persona. Siguiendo con la clasificación realizada por Cobos López y Martínez Puerta, tomada de Val Latierro, estos elementos son: Dimensión o tamaño. Para determinar el tamaño de la escritura, se atiende a las normas caligráficas, que suelen ser casi las mismas en todos los métodos, analizando el tamaño de cada letra, cada palabra (en extensión y altura) y la escritura en conjunto. El tamaño de cada letra se considera normal siguiendo la siguiente regla: el óvalo debe medir entre 2,5 y 3 mm; y el hampa y la jamba deben medir el doble de la longitud del óvalo. En función del tamaño, las letras se clasificarán en grandes, medianas, pequeñas, sobrealzadas, prolongadas y rebajadas. El tamaño de la palabra se mide en extensión o camino recorrido hacia la derecha y en altura, siguiendo la norma caligráfica de que la altura de la caja caligráfica es normal si es igual al ancho de las letras minúsculas y las letras de una palabra han de ser ligadas. En función de su tamaño, hablaremos de tamaño de palabras normal, comprimido, extendido o desarrollo poligonal. El tamaño de la escritura se calcula midiendo el texto en su conjunto, clasificándose en las siguientes denominaciones: grande, pequeña, microscópica, apretada, condensada, decreciente, extendida, filiforme, prolongada, rebajada y sobrealzada.

Figura 8: Dimensión de la escritura

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Fuente: Del Val Latierro, 1963, pp. 29 y 30.

Angulosidad. El estudio de este aspecto se ciñe al grado de angulosidad y su predominio sobre la curva en un texto así como a la frecuencia del mismo. En función de más curvas o ángulos, la escritura se clasificará en: curva, angulosa, cuadrada, en arcadas, en guirnaldas, inarmónica. Dirección. Lo que se pondera es la dirección de la caja de escritura en relación a los bordes superior e inferior del papel. Lo normal es que sea horizontal, pero también puede adoptar forma ascendente, descendente, imbricada, caída, cóncava, convexa o sinuosa. Figura 9: Dirección de la caja de escritura o caligráfica

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Fuente: Cobos López, Martínez Puerto, 2015, p. 46.

Inclinación. En este apartado se analiza el ángulo de inclinación de las letras observando la línea de pauta y el eje vertical de las letras. Lo normal es que el ángulo formado sea de 90 grados, pero también pueden estar inclinadas a la derecha, a la izquierda o invertidas, tumbadas o divergentes. Figura 10: Inclinación de letras

Fuente: Cobos López, Martínez Puerto, 2015, p. 46.

Cohesión o enlaces. Aquí se estudia la intensidad de los enlaces entre las letras, ya que se ha observado que revelan gestos personalísimos que suelen mantenerse constantes en el modo de escribir de una persona. Así tenemos escritura ligada, en arco o en ángulo, agrupada, yuxtapuesta y agrupaciones anómalas como: escritura fragmentada, reenganchada, retocada y lapsus de cohesión. Figura 11: Enlaces entre letras

Fuente: Cobos López, Martínez Puerto, 2015, p. 47.

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Presión. Es la fuerza o energía con que se aplica el útil escritural sobre el papel, generalmente producida de forma alternativa, dando lugar a la sucesión de trazos de mayor presión (gruesos) y menor presión (perfiles) y a la impresión de relieve en la escritura. Se puede clasificar en tensa, floja, presionada, débil, fina, gruesa, empastada y nítida, detectándose anomalías en la presión como trazos temblorosos, escritura brisada o rota y escritura cegada o congestionada. Velocidad. En el estudio, se interpreta la velocidad en relación a indicadores como enlaces, inclinación, tamaño o presión. En muchos casos, es sinónimo de espontaneidad (o falta de ella). Una escritura lenta se caracteriza por ser regresiva, adornada, caligráfica, grande, con presión pesada, trazos desiguales y signos de puntuación colocados con precisión. En la escritura rápida, la inclinación es marcadamente derecha, tiende a ser filiforme (de tamaño pequeño y con simplificación de formas), con signos de puntuación y tildes ubicados a la derecha de los ejes de las “i” o “j” y “t”. En función de lo expuesto, una escritura se podrá clasificar de rápida, lenta, precipitada, mesurada, desigual, contenida, lanzada, retardada o acelerada. Dentro de la velocidad hay una regla a tener en cuenta en toda pericia caligráfica: “una velocidad lenta puede ser perfectamente imitada por un experto, pero lo que no puede ocurrir es que el inexperto pueda imitar la rapidez y soltura del experto”. Orden. Podría definirse como la colocación de las letras, palabras y renglones para dar la sensación de un conjunto equilibrado. En este punto, se analiza la impresión de conjunto (escritura clara o confusa), los márgenes, los puntos y aparte y los blancos de la página (escritura con chimeneas, bolsas o fantasmas). (Cobos López, Martínez Puerta, 2015, http://goo.gl/cNQ4lJ). Proporcionalidad. Es la relación de tamaño o distancia entre los distintos elementos de la escritura. Por ejemplo; la relación de proporcionalidad entre letras mayúsculas y cuerpos medios, entre mismas letras de cuerpo medio, entre la distancia que media entre determinadas letras, etcétera. Será de suma importancia este elemento en la identificación de manuscritos, pues tanto el que simula su grafía como aquel que imita la de otro no presta atención a las relaciones de proporcionalidad. Cultura gráfica. No todas las personas tienen la misma habilidad para escribir. Ésta no solo está dada por el nivel de instrucción, sino también por el hábito y las capacidades neuromotrices del escribiente. Por este elemento, por ejemplo, se puede inferir que es imposible que una persona con escasa cultura gráfica efectúe una firma que denote gran habilidad escritural; pero la inversa sí es posible.

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Figura 12: La persona que realizó la firma de la izquierda seguramente no tiene las habilidades escriturales lo suficientemente desarrolladas para realizar una escritura como la de la derecha; pero lo inverso sí es factible

Fuente: elaboración propia.

Jerarquización y valoración de los elementos escriturales La clasificación grafonómica realizada tiene el propósito de ofrecer herramientas conceptuales para el análisis del grafismo, pero no todos los elementos tienen el mismo valor identificatorio. La identificación de la escritura se realiza aislando las cualidades distintivas, a través de un examen fisonómico riguroso y de su descripción detallada. En este análisis, es preciso jerarquizar las observaciones realizadas, dando a cada comportamiento grafonómico el peso que le corresponde dentro del cuadro general de características del manuscrito. Ya hemos mencionado que Del Val Latierro realiza dentro de su clasificación una jerarquización en la que denomina elementos invisibles a aquellos que son muy difíciles de imitar o simular (como las características estructurales de los puntos de ataque y de escape; la forma de la caja caligráfica; las características de los signos de puntuación y pausa, tildes, guiones y subrayados; las deformaciones específicas en enlaces y la persistencia de las características personales). Estos elementos son mencionados por otros tratadistas y de alguna manera conforman el cuerpo de elementos de más alto valor identificatorio. Velásquez Posada, en Falsedad documental y laboratorio forense (2004), clasifica los elementos en cuatro categorías fundamentales, introduce los indicadores de frecuencia y propone el siguiente orden creciente de valor identificatorio: Accidentes de pluma (signos accidentales). No forman parte del modo de ser de la escritura, sino que aparecen en el manuscrito de manera eventual y aisladamente. No tienen valor identificatorio.

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Signos eventuales. Son modalidades gráficas que se dan en pocas ocasiones. Su frecuencia, dice Velásquez Posada, es menor al 50 % de las ocurrencias posibles. Su valor es secundario. Signos predominantes. Son aquellos que se dan entre un 50 y 80 % de las veces. Tienen interés identificatorio para el examinador de documentos. Idiotismos. Son los signos gráficos de alto valor identificatorio. Están presentes en más del 80 % de las ocasiones. Son los denominados “gesto tipo”. El valor identificatorio del idiotismo radica en los factores detallados a continuación: Según Velásquez Posada, el valor identificador del elemento escritural depende de los siguientes factores: Especificidad. El valor es directamente proporcional a su rareza. A mayor especificidad, más valor demostrativo. Frecuencia estadística. Solo los signos constantes o muy frecuentes tienen el carácter de idiotismos. A mayor constancia del signo, mayor valor identificativo. Imperceptibilidad. A mayor discreción de la característica, más valor tiene. Los llamativos son los que suelen falsificarse, pero los detalles discretos o poco visibles pasan desapercibidos. Motivación inconsciente. La escritura recoge movimientos voluntarios e involuntarios. Será el perito el que discrimine unos de otros. Dificultad de reproducción. Cuanto más difícil sea la reproducción del signo, más valor tendrá. Es así que los signos de motivación inconsciente son los de más difícil imitación. Generalidad. Los caracteres generales o sistémicos son más importantes que las formas de las letras y que los detalles aislados. No está de más añadir que el análisis es dinámico, multidimensional e integrador; es decir, cuando se analiza una letra o un tramo escritural, se estudia la génesis del recorrido gráfico desde distintas dimensiones (forma, velocidad, presión, inclinación, proporción, etc.) para luego integrar las valoraciones y realizar una reconstrucción del escrito. El proceso de identificación de manuscritos cumple con cuatro etapas, ya especificadas en la unidad anterior: la observación, la descripción, la confrontación y el juicio de identidad. Las primeras dos etapas deben ser llevadas de lo general a lo particular, no saltando directamente a los idiotismos o signos invisibles; sino tratando de enmarcar el análisis desde lo formal y lo estructural, sin dejar de analizar/describir ningún elemento en particular, para luego sí realizar una jerarquización de los signos gráficos.

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Términos en conclusiones Una vez realizada la jerarquización, se procede a efectuar el cotejo de los atributos gráficos. En esta etapa, surgirán concordancias y divergencias y será tarea del perito efectuar una correcta valoración de las mismas. Así, Velásquez Posada (2004) ofrece la siguiente explicación: La concordancia de las formas unida a la concurrencia de todos los idiotismos, es prueba inequívoca de uniprocedencia autoral. Puede atribuirse un mismo origen a los manuscritos cuyas descripciones técnicas concuerdan en la mayoría de sus idiotismos y en sus detalles de orden morfocinético. Si concuerdan formalmente, pero difieren en un número importante de idiotismos; hay que buscar la razón de las discrepancias. Si no se hallara explicación a las divergencias, la identidad no puede afirmarse. Si las grafías cotejadas concuerdan en sus aspectos formales, pero difieren en la mayoría de sus idiotismos y de sus signos característicos; la identidad debe excluirse. De lo expuesto se deducen las siguientes conclusiones: Existe correspondencia escritural o uniprocedencia autoral. No existe correspondencia escritural o existe disprocedencia autoral. Sin embargo, también es posible que exista una tercera modalidad de conclusión: que no sea posible establecer la uni o disprocedencia autoral de los escritos enfrentados. Esta conclusión se emite cuando el perito no alcanza a definir una correcta jerarquización de los elementos escriturales relevados, ya sea por la inidoneidad del material indubitado (escasez de material, falta de contemporaneidad o que sea inadecuado, por ejemplo). Este tipo de conclusión también puede emitirse porque el cuerpo dubitado no tiene un recorrido gráfico extenso o con variedad de formas que puedan incluir elementos identificatorios de relevancia. Por ejemplo; es de suma complejidad identificar la autoría de un punto (por no decir imposible), de un “1”, de una coma o de un agregado gráfico que modifica un número primigenio. Esta escala de identificación (es, no es, no es posible) es usada en Argentina y en la mayoría de los países de la región; pero también existen otras posibilidades, como bien puede verse en EE. UU. Allí, algunos los laboratorios oficiales y privados emplean la escala mencionada; pero otros introducen una escala más amplia, de hasta 9 grados, como la siguiente:

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Existe uniprocedencia autoral.



Existe alta probabilidad de uniprocedencia autoral.



Existe probabilidad de uniprocedencia autoral.



Existen indicadores de probabilidad de uniprocedencia autoral.



No es posible establecer la uni o disprocedencia autoral de los grafismos enfrentados.



Existe alta probabilidad de disprocedencia autoral.



Existe probabilidad de disprocedencia autoral.



Existen indicadores de probabilidad de disprocedencia autoral.



Existe disprocedencia autoral.

A propósito del uso de grados en las escalas de conclusión, el National Institute of Standard and Technology de EE. UU. realizó una encuesta en 96 laboratorios documentológicos de ese país para saber si empleaban escalas en sus conclusiones y, si era así, cuántos niveles tenían. El estudio, del año 2013, arrojó que solo 23 laboratorios emplean conclusiones como las que se usan en Argentina (existe uniprocedencia, no existe, no es posible); mientras que 47 labo...


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