Title | Manana puede ser un gran dia - Betty Smith |
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Author | Jose B |
Course | primeros auxilios |
Institution | Universidad de los Andes Bolivia |
Pages | 216 |
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temario de practica medica y actualidad en servicio de urgencias....
EstamosenBrooklynycorrenlosañosveinte.Lachiquillaqueconocimosen «Un árbol crece en Brooklyn», la primera novela de Betty Smith, es ahora una joven mujer de nombre Margie, decidida a escapar de la pobreza y mediocridadquelarodeanensucasa,dondelosdíastranscurrenentrelas horasdeoficina,lasquejasdeunamadredominanteylosgestostímidosde unpadrederrotadoporlafaltadeambiciónycariño. Margie sueña mientras camina por las calles frías de su barrio, pero finalmente las viejas costumbres se imponen: solo el matrimonio y el gobiernodeunacasapropiapodíanofreceraunamujerdeaquellostiempos cierto margen de libertad, y así la joven se casa con Frankie Malone, un hombrequetienepocoquecontarymuchoqueesconder… Estahistoria,ladetantasparejasquecallaronaprincipiosdelsigloXX,cobra sentidograciasaltalentodeBettySmith,asusganasdehablarymostrarlos hilosrotosconquesetejióelgransueñoamericano.
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BettySmith
Mañanapuedeserungrandía ePubr1.0 Titivillus31.05.2018
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Títulooriginal:Tomorrowwillbebetter BettySmith,1947 Traducción:LuisSolanoCosta Retoquedecubierta:Titivillus Editordigital:Titivillus ePubbaser1.2
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Spesfovet,etforecrassemperaitmelius. Laesperanzaalientaysiempre nosdicequemañanatodoirámejor. TÍBULO,Carmina,II,6,20
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Nopuedehaberenelmundoentero—pensóMargyShannon—unlugarmásfríoy solitario que una calle de Brooklyn desierta un sábado por la noche. Al doblar una esquinasearrebujóaúnmásenelabrigo,quellevababiencerrado.Caminabaporla gélidas calles invernales porque tenía diecisiete años y un empleo. Ya era independiente. No tenía que regresar a casa hasta las nueve. Le parecía que debí hacerusodesulibertad,adquiridaaunpreciomuyalto,aunquemurieracongelada ¡Quéfácilhubierasidorendirseeiracasaasentarseenlacálidacocina!Perodebía resistiratodacosta:acostumbrarasumadrealhechodequeexistíaunmundo má ampliofueradelasparedesdeaquelhogarmezquino.Poresocaminabasolaporlas callesenunafríanochedeenero.
Margy había dejado los estudios a los dieciséis años, después de dos cursos en e instituto del distrito Este. Había esperado con ilusión el momento de abandonar la vidaescolar,ponerseatrabajar,serindependienteytenerunpocodedinero propio Había anhelado empezar a vivir por su cuenta. Había encontrado un empleo; un empleointeresante.Eralectoradecorrespondenciaenlaagenciadeventaporcorreo Thomson-Jonson, que tenía sus oficinas y almacenes cerca de los muelles de Brooklyn,aunahoradedistanciadesucasaentranvía. Pero la deseada independencia había resultado ser puramente teórica. Su madre manteníatensoyvibranteelcordóndeplataquelasunía,yMargy,aligualquetanta muchachasdeBrooklynprocedentesdefamiliaspobres,seveíaobligadaaentregare sueldoencasa. Ganaba doce dólares semanales. Como su padre, cada sábado por la tard depositabaelsobrecerradodelapagaenlamanoextendidadesumadre.Esaerala tradición:unmaridohonradoyunabuenahijallevabanacasaelsobredelsueldosin abrir. Flo le entregaba dos dólares del sobre. Con ellos Margy tenía que pagar lo billetesde ida y vuelta a la oficina, ademásdel sándwich de mortadela y la tazade caféqueconstituíanelalmuerzohabitualdelamayoríadesuscompañerosdetrabajo Lesobrabancincuentacentavossemanalesparalosdemásgastos:elperritocaliente que ella y una amiga suya se permitían los domingos de verano en que tomaban e www.lectulandia.com-Página6
tranvíaparairaCanarsie,obienlatazadechocolateconnataartificialencimaydo galletas saladas en el platillo, que era la golosina tradicional al final de un paseo dominicalporBrooklyn.Deesefondoteníaquesalirtambiénalgunaqueotrabarra delabiosbarata. Nunca tenía suficiente dinero para todas esas cosas que las jóvenes desean con ansia. Por ejemplo, le habría gustado llevar el pelo a la moda, a lo garçon y despeinado, como Reenie, su amiga de la oficina, pero ese corte obligaba a ir a menudo a la peluquería (y dejar cinco centavos de propina) para mantenerlo bien Comonopodíapermitirseeselujo,debíaconformarseconuncorterectoyondasen formadeanzuelopegadasalasmejillas. Avecesseentregabaapequeñasfantasías.¿Ysileaumentaranelsueldo?¿Selo comunicaríaasumadre?Podíasacardelsobreeldólarolosdosdólaresadicionalesy volveracerrarloantesdellevarloacasa.¡Yloquepodríahacerconesedineroextra Detodasmaneras—pensaba—,esoseríaunfraude.Recordabaloqueunmaestrode laescuelalehabíadichoaquellavezquelasorprendiómirandocondisimulolahoja desucompañeradepupitreduranteunexamen. «Así es como empiezan los delincuentes —afirmó el maestro—. Copian en un examenynolespillan.Despuésengañanencosascadavezmásimportantes.Alfina acabanenSing-Sing». Porsupuesto,noteníaintencióndeconvertirseenunadelincuente.Pero…¿quién iba a enterarse? Era como el conocido dilema infantil: si por apretar tú un botón murieseunchinoenChina,¿loapretarías?UnasvecesMargyhabíadecididoquelo apretaría con gran determinación; otras había pensado que ni un millón de dólares compensaríaelcausarlamuertedeunapersona,nisiquieraladeunchinoenelotro extremodelmundo.Enfin,nuncahabíatenidolaoportunidaddeencontrarsedelante delbotónytampocoalbergabalaesperanzadequelesubiesenelsueldoenunfuturo inmediato.Porlotanto,nohabíanadaquedecidir.
Resolviópasarpor delantedelacasa deFrankieunavez másantesde regresarala suya. No estaba enamorada de él, pero era el único chico que conocía. Habí empezado a interesarse por Frankie cuando este recogió su diploma al termina ambos la enseñanza elemental. Hasta aquel momento lo había conocido tan solo como «Frankie», un chico irlandés moreno y anodino. Pero en la ceremonia de graduación lo habían llamado por su nombre completo: Frankie Xavier Malone. E nombresonabaaalgoimportante…,comolarevelacióndeunmisterio.Yelpropio Frankielehabíaparecidoimportanteapartirdeentonces. Ensuspaseosalrededordelamanzanayahabíapasadodosvecespordelantede la casa de Frankie. En esta ocasión tuvo su recompensa. El muchacho bajaba a l carreralosescalonesdelaentrada.Ellafingiósalirdeunaprofundameditacióncon unlevesobresaltocuandoéllehabló. www.lectulandia.com-Página7
—¿Quémecuentas,Margy? —Haceunfríohorroroso,¿verdad?—contestóconuntonoqueintentóquefuera alegreeinsinuante. —¡Yquelodigas! El muchacho se alejó en la dirección opuesta, hacia la heladería, a comprar un paquetede cigarrilloso aver sihabía llegadoel periódico.Margymaldijola suerte quelahabíallevadoadarlavueltaalamanzanaenelsentidodelasagujasdelreloj Sihubieracaminadoenelcontrario,élsehabríapuestoasuladoyhabríanidojuntos almenoshastalaesquina.SabíaqueFrankienovalíagrancosa,peroeramejorque nada.Serviríahastaquesalieraunpartidomejor.
Aunquesolopasabanunosminutosdelasnuevecuandollegóacasa,Flolamirócon recelo. —¿Dóndehasestado?—lepreguntó. —Porahí. —Nadievaporahíenunanochedeinvierno. —Heestadodandounavuelta. —Nadie se dedica a dar unavuelta con un frío como este. Has estado en algún sitioytienesmiedodedecírseloatumadre. —¡Oh,mamá!—exclamóMargy. —Telodigoportupropiobien.Sivasporahíyunhombretemeteenunlío,no mevengasluegollorando. —No conozco a ningún hombre y, aunque conociera a alguno, no sé adónde tendríaqueirparametermeenunlío. —Hay sitios, y formas, si se buscan —observó Flo con tono sombrío—. Dime dóndehasestado. —Nohehechomásquedarunavueltaalamanzana.Eslapuraverdad.Déjame enpaz,mamá.¡Porfavor! —Eres igual que tu padre. Os subís a la parra en cuanto os hago una simpl pregunta. —¿Dóndeestápapá?—inquirióMargy,contentadecambiardetema. —SoloDioslosabe.Seestáconvirtiendoenunacostumbre.Nochetrasnocheme dejaaquísolay… Flocontinuóhablando,extendiéndosesobreunasuntoyahabitual.
Una vez en la cama, Margy tardó un rato en entrar en calor. Al fin lo consiguió tapándoselacabezaconlasmantasyrespirandohondoenelhuecoquequedaba.Se adormecióoyendocómoelvientoinvernalazotabalaventana.Quéafortunadasoy— pensó—portenerunhogaryestarcalentita.Debedeserterriblenosaberadóndei www.lectulandia.com-Página8
enunanochehelada,caminarycaminarporlascalleshastamorirsedefrío.Ysime aumentanelsueldoselodarécongustoamamá.Esmaravillosotenerunhogaryuna familia. La pesadilla comenzó antes de que se hubiera dormido profundamente. Era una pesadilla antigua, recurrente: una reminiscencia de la vez en que, siendo niña, se habíaperdidoenlascallesdeBrooklyn.Sediocuentadequeseaproximabaysabía el espanto que encerraba. Adormilada, pensó vagamente en despertar antes de sumirse demasiado en el sueño. Pero no pudo vencer la languidez, balsámica y deliciosa.Sedurmióprofundamente.
Enelsueñoeraverano,unamañanaestivalcalurosa.Empezabaconlasensaciónde aire caliente en las piernas. Bajaba la vista. Sí; llevaba calcetines y las sandalia marronesnuevasquesumadrelehabíacompradoenBattermanporcuarentaynueve centavos.Estabamuyorgullosadeellas.Lafelicidadquelehabíanproducidoerauno desusprimerosrecuerdos.Yenelsueñovolvíaaestarorgullosadelassandalias. En el sueño era una niña de cinco años y su madre, una hermosa mujer d veinticinco; o por lo menos a la chiquilla le parecía muy hermosa. De un modo inexplicable, la madre desaparecía y la niña se extraviaba. Andaba perdida en la calles de Brooklyn. Vagaba de una a otra, presa de un pánico creciente. Despué doblabala esquina deuna calle conociday se alegraba porquesabía que sucasa se hallabaalavuelta delasiguiente. Peroalfinalde lacallesealzaban unasenormes puertasdehierroquecerrabanelpaso.Corríahaciaellas.VeíaaFrankiealotrolado de las puertas. Era el Frankie joven, no el chiquillo de la escuela. La niña se tranquilizaba.Frankieleabriríalaspesadaspuertasdehierro.Peroalaproximarsele veíasonreír de orejaa oreja yoía un chasquidometálico. Frankiehabía cerrado las puertasparaimpedirleelpaso.Ellasollozaba.
Ladespertóunruidoenlahabitación.Seincorporóyaguzóeloído,tensa, antesde comprender que era ella misma quien lo producía. En sueños había sollozado. Qué boba —se reprendió a sí misma—, mira que llorar en sueños. ¿Y por qué aparecía Frankie en la pesadilla? Extendió la mano y palpó la pared. Por la puerta de dormitorio miró hacia la sala y vio, iluminadas por las farolas de la calle, la estrechasventanas alargadas.Estoy encasa —se dijo paratranquilizarse—. Estoy a salvoenlacama.Perosivuelvoadormirmelapesadillacontinuará.Contarédespacio hastacien. Se durmió antes de llegar a sesenta. Esta vez durmió profundamente, sin sueños…,comotienenderechoadormirlosjóvenes.
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UnamujercaminabapresurosaporlaspobrescallesdeWilliamsburgacompañadade una niña que, esforzándose por seguirle el paso, corría tenazmente, se detenía un momentopararesollaryreanudabalamarchaaúnmásdeprisaafindecompensare tiempoperdidoconlaparada. —Eslaúltimavezquevienesconmigo—refunfuñólamujerconairedistraído— Lapróximaveztedejarésolaencasa. La amenaza no significaba nada para la niñita. La voz de su madre, siempre propensaalaquejamonótona,representabaparaellaelritmomismodelavida.Sila voz se hubiese vuelto tierna, la pequeña se habría sorprendido. La habrían arrojado fueradelúnicomundoqueconocíahaciaotroaterradoramenteextraño. —Siempre lo mismo —rezongó Flo—. Siempre lloriqueando: «¡Llévame contigo!¡Llévamecontigo!Meportarébien…»—chillóconunaflautadofalsete. La niña, jadeante, levantó la cabeza para mirarla preguntándose a quién estaría imitando.Noconocíaanadiequehablasedeaquellamanera.Lamadrerespondióa lospensamientosdelapequeña. —Sí, ¡eres tú! ¡Me refiero a ti! Y no te hagas la desentendida. —Su tono era lastimeroy la criaturaexperimentó una sensación detristeza y culpabilidad—.Eres igual que tu padre —prosiguió con una indignación difusa—. Nunca sabes lo que quieresy,cuandoconsiguesloquecreíasquedeseabas,¿acasotequedassatisfecha ¡Puesno!—Ycontinuóconlasrecriminaciones. Noera queFlo no quisiesea suhija. Si laveta desu verdaderaesencia hubiera quedadoal descubiertoalvolar porlos aireslas capasde preocupación,amarguray falta de palabras, su amor hacia la niña se habría manifestado. La reñía y regañaba porquelapequeñaconstituíasuúnicodesahogoemocional:eraalguienquerecibíasu voz; un alguien a quien dirigir los pensamientos expresados en voz alta. No había nadiequela escucharacon tantaatención,que seesforzasetanto porcomprenderla SielmismísimoDioslehubieraechadoencaraquenocesaradedirigirreprochesa lacriatura,habríarespondido ensudefensa:«Eso nosignificanada.No entiendelo que le digo». Luego, con una extraña lógica femenina, habría añadido: «Además cuantoantesaprendaqueenelmundonotodosonflores,mejorparaella». Llegaronauncruce.Flofueacogerlamanodelaniña.Margy,temiendoquesu madre quisiera obligarla a aligerar el paso, se la puso a la espalda y negó con l www.lectulandia.com-Página10
cabeza. —Muybien.Nomedeslamano.¡Puedesperdertesiquieres!Amímetienesin cuidado. Se encontraban en el bordillo y Flo miraba aquella calle que no le gustaba a nadie.Teníaunasolamanzanayterminabaenlaspuertasdehierro,dedocepiesde altura,deunhospital debeneficenciagrisy lúgubre.Laspuertasconvertían lacalle en unajaula largay estrecha. Daba la sensaciónde que si alguien se aventuraba en ella la entrada se cerraría a su espalda y las puertas lo mantendrían prisionero para siempreenaquellamanzana. LacalleponíanerviosaaFlo.Aunasí,tambiénlafascinaba.ElPurgatorio,pensó Sí, parece el Purgatorio, donde las almas en pena caminan arriba y abajo sin que nadie se preocupe por ellas. Dala impresiónde que no puede vivir nada ahí: ni un árbol,nipájaros,nificusnigeranios. No sé si será cierto lo que cuentan de esta calle: lo del hombre asesinado qu encontraronenunsótano,enterradoenunbloquedecemento;unaprostitutacadados casas.Nosésialgunavezél… Enseguidadesechólaideadelaposibleinfidelidaddesumarido.¿Dedóndeibaa sacarlosdosdólares?,razonó.Meentregatodalapaga.Mimadre,queDioslateng ensugloria,teníarazón.Oblígaleadarteelsobredelapagasinabrir,decía.Hazque teloprometalamismanochedebodas.Enesemomentounhombreprometeloque sea.Mealegrodehaberleobligadoadarmesupalabrahaceseisaños.Porqueahora no conseguiría que me prometiera nada. Expresó en voz alta sus pensamientos dirigiéndosealaniña: —Tuabuelitafueunagranmujer.Noloolvidesnunca. Margy se quedó perpleja. No entendía cómo había salido a relucir la abuelita Lloriqueó.Flosuspiróenfadada. —¿Quépasaahora?—preguntó. —Lacalle…—gimoteólaniña. —¿Quépasaconlacalle? —Nomegustacómomemira. Flohablóalacalledesierta. —A estachiquillano legustala maneraque tienesdemirarla. Paradeuna vez ¿Meoyes?Sino,tedaréunabuena. Margymirólacalleconinterés,esperandoqueseprodujeraunmilagro. —Puesnopara—dijo—.Mesiguemirando. —¡Bastaya!—exclamóexasperadalamadre—.Lacallenotieneojos.Nopuede mirarte. Además, si te mira —añadió, con uno de aquellos cambios que tanto desconcertabanaMargy—,notienesporquéquedarteaquípasmada.Crucemos,yno quierooírtedecirmástonterías. Laniñateníamiedo deatravesaraquellacalle aterradora.Fueaagarrarla mano de la madre. Esta se vengó reproduciendo el anterior gesto de independencia de la www.lectulandia.com-Página11
pequeña:sepusolamanoalaespaldaynegóconlacabeza.AMargyselesaltaron laslágrimas. —¿Lo ves? ¿Verdad que no te gusta? —preguntó Flo, y la niña no supo qué responder. Cruzó presurosa la calzada. Las piernecitas de la chiquilla se movieron como émbolosintentandoseguirleelpaso.Lamadrecaminóaúnmásdeprisaalllegarala otra acera y la niña empezó a quedarse rezagada. Flo estaba segura de que la alcanzaría. Así es como se enseña a los niños —reflexionó—. Hay que burlarse de ello cuandotienenmiedo.Entodocaso,asíescomotuvequeaprenderyo. En el fondo de su pensamiento empezó a formarse sutilmente una idea. Y, po cierto, ¿qué aprendiste tú?, preguntó la idea sutil. Pues… pues…, aprendí a apañármelas en la vida. ¿Sí?, repuso con sorna la idea. ¡Sí!, respondió ella, aunque sindemasiadaconvicción.
Flo se había alejado tanto que Margy desistió de alcanzarla. Dando media vuelta regresóalacalle.Queríaaveriguarsiseguiríamirándoladeaquellamaneratanrara Seadentróenellaycaminódespaciohacialaspuertas,contemplandocadaunadela casas,comosiesperasequefueraasucederalgo.Seacercóalaspuertasdehierro.L sorprendióverquenocerrabanlacalle,sinoquecruzabanel arroyo…unatravesía El cansancio desaparecióy Margy atravesó la calledando brincos, sin acordarse de miraraambosladoscomosumadrelehabíaenseñadoquedebíahacer.Seagarróa los barrotes de hierro, apretó su cuerpecito contra ellos y cerró con fuerza los ojos duranteunmomentoparaqueasíleasombraramásloqueibaaver;luegolosabrióy miróatravésdelaverja. Sus ojos, desilusionados, no vieron al principio más que unos adustos edificios grises y unos muros igualmenteadustos y grises. Pero, mientras miraba, un camión gris que parecía una caja se detuvo delante del edificio. Dos hombres vestidos de blanco sacaron una cama de la parte posterior. Pero ¡qué cama más rara! No tenía cabecera ni pies ni patas. Margy sabía que era una cama porque había un hombre dormido encima. Le extrañó que un hombre durmiera en pleno día. Su padre solo dormíaporlanoche.Tambiénerararoqueaquelhombredurmieravestido.Vioque los zapatosle asomaban por el extremo de lamanta gris. Dedujo que tenía que ir a algúnensitioencuantodespertara,yaquehabíadejadoelsombreroamano,sobree pecho. Seabrióunapuertaysalióunamujervestidadeblanco.Loshombreslesonrieron yelmásaltoledijoalgo.Lamujerdeblancosonrióasuvez,cogióelsombrerode durmienteyselopusoladeadoenlacabeza.Elhombrealto,sosteniendolacamacon una ...