SU Majestad EL Acordeon PDF

Title SU Majestad EL Acordeon
Author Anonymous User
Course Catedra Rosarista
Institution Universidad del Rosario
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Summary

Un estudio sobre el Acordeón...


Description

SU MAJESTAD EL ACORDEON: UN REY UN PUEBLO

Presentación

Introducción

Sus orígenes – la ruta final - Sus antepasados orientales - Cómo y por donde llego

Su evolución: - Entre notas y diseños - De ribera en ribera en manos de juglares. - Los pitos y los bajos - Los tonos menores - Las innovaciones y aportes hechos en Colombia

Su ejecución: entre la experiencia, el oído y las escuelas de música

El acordeonero y el acordeón en los ámbitos comercial y festivalero.

- Sus mejores interpretes - Los honores que se le han rendido en Colombia - Festivales y concursos

Quien inventó el acordeón? El acordeón es un invento de Friedrich Buchmann que fue precisamente quien lo inventó en el año 1822 en la ciudad de Berlin y le bautizó con el nombre de “Handaoline”. Posteriormente, Cirilo Damian de Viena inventó otra versión a la que le añadió botones y que bautizó, esta vez si, con el nombre actual de “acordeón”. Los botones alcanzables para la mano izquierda simbolizaban los acordes, de ahí el nombre del instrumento. Muchas son las culturas que a partir de este invento han popularizado el instrumento convirtiéndolo como esencial para sus propios pueblos, como son el caso de la polca, en Europa y américa el cajun zydeco americano, el tango argentino.. Así como las obras musicales de serios músicos como Tchaikovsky, Harris Roy o Alban Berg.

El acordeón de Gabo Por Daniel Samper Pizano*

El escritor no solo hizo famoso a este ritmo a través de sus libros, también lo convirtió en una expresión de la costa y su cultura.

La primera vez que Gabriel García Márquez reveló a los lectores su pasión por la música vallenata fue en mayo de 1948. Un artículo suyo en el diario cartagenero El Universal empezaba diciendo: “No sé qué tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo oímos se nos arruga el sentimiento”. A renglón seguido, pedía perdón por “este principio de greguería”, en alusión a los aforismos poéticos del español Ramón Gómez de la Serna, a la sazón en boga. (Yo apostaría a que, apenas unos años después, GGM habría tachado la palabra ‘comunicativo’, tan

entrometida, tan prosaica, tan inoportuna en una frase redondita. Excusen la glosa).

El artículo proseguía describiendo al acordeón como un “instrumento proletario” que “ha tomado carta de nacionalidad entre nosotros” y “se ha incorporado a los elementos del folklore nacional” al lado de las gaitas y tamboras costeñas y de “los tiples de Boyacá, Tolima, Antioquia”. (Perdonen otra glosa: era un acierto reconocer la integración esencial del instrumento alemán con la música popular de la costa, pero, sesenta y cinco años después, aún no he visto tocar juntos acordeones y tiples en el interior del país).

Remataba GGM anotando que “aquí lo vemos [al acordeón] en manos de los juglares que van de ribera en ribera llevando su caliente mensaje de poesía”.

Esta fue su primera mención de los acordeoneros, cantores y compositores vallenatos, que entonces no se llamaban así porque aún Valledupar no se había avispado a ponerle la marca de origen. Gabo había conocido el acordeón en las fiestas del 20 de julio en Aracataca, siendo apenas un niño. “Me empeñé en que mi abuelo me comprara un acordeón –recuerda en sus memorias— pero mi abuela se atravesó con la monserga de siempre de que el acordeón era un instrumento de guatacucos”.

En marzo de 1950, dos años después de aquella nota en El Universal, Gabo ya denomina a la música de acordeón “música vallenata”. Escribe entonces en El Heraldo de Barranquilla una columna en que nombra a varios de los modestos juglares que un día la harían famosa –Rafael Escalona, Abel Antonio Villa, Emiliano Zuleta, Enrique Martínez, Cresencio Salcedo y Pacho Rada (a quien llama Pacho Roda)— y menciona algunos de sus cantos: Varita de caña, El cafetal y El compae Chipuco (a quien llama Chinuco). En un nuevo artículo, nueve días después, tiene el visionario atrevimiento de identificar a Escalona como un alto poeta y de agradecerle “su diaria tarea de belleza”.

Está claro, pues, que antes de que esta música adquiriera popularidad, García Márquez ya había confesado “mis debilidades por el vallenato”. Lo que no podía suponer entonces es que él mismo tendría un papel decisivo en la difusión universal de estos ritmos que, habiendo nacido entre juglares campesinos, acabaron convertidos en símbolo nacional....


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