29-La vida de los hombres infames PDF

Title 29-La vida de los hombres infames
Course Antropología Cultural y Social
Institution Universidad Nacional de La Plata
Pages 2
File Size 99.2 KB
File Type PDF
Total Downloads 15
Total Views 168

Summary

Resumen completo de texto...


Description

La vida de los hombres infames. Cita la historia del tratamiento médico antes del siglo XIX en la sociedad occidental. Ubica el desarrollo de la medicina dentro del campo de cómo la sociedad trata las anormalidades. Cada época tiene cosas en común que Foucault rescata para una visión más amplia. A comienzos del siglo XIX, el encierro es una forma de cómo la sociedad trata adentro las enfermedades o anormalidades (prisiones, manicomios). Tiene que ver con lo político. Aparece luego, el “ derecho a la enfermedad” (relación con Herzlich), donde los enfermos pueden permanecer en la ciudad. El sistema médico nace y se consolida como una totalidad que tiene relación con lo político,económico, etc. El control de las poblaciones en el siglo XIX: avances en medidas sanitarias: Inglaterra: se expande el sistema de fábrica que quiere controlar los cuerpos, la fuerza de trabajo, para poder aprovecharla. Francia: auxilio de la medicina en control urbano. Por ejemplo, las epidemias: cuarentena. Alemania: necesidad de controlar fronteras, población. Se consolida aquí el monopolio médico. Médicos, jueces y brujos en el siglo XVII. La medicina puede ser analizada desde el punto de vista de su funcionamiento social, y dicho análisis no concierne exclusivamente a la persona del médico, sino también a las formas que adopta su práctica, y a los objetos que pueden ser medicalizados. Cada cultura define de una forma propia y particular al ámbito de los sufrimientos, de las anomalías, de lasdesviaciones, que corresponden a la medicina, suscitan su intervención y le exigen una práctica específicamente adaptada La medicina del siglo XIX creyó que establecía lo que se podría denominar las normas de lo patológico, creyó conocer lo que en todos los lugares y en todos los tiempos debería ser considerado como enfermedad. La medicina de hoy ha llegado a serconsciente de la relatividad de lo normal y de las considerables variaciones a las que se ve sometido el umbral de lo patológico. La enfermedad es, en una época determinada y en una sociedad concreta, aquello que se encuentra práctica o teóricamentemedicalizado. Hay que restituir en el interior de una formación social, el proceso mediante el cual se constituye un “saber”. La sociedad europea, desde el siglo XVI al XIX, había redefinido los límites de la locura: todo territorio de la “sinrazón” se vio entonces medicalizado. El problema que Foucault plantea es cómo los personaje brujos o poseídos que estaban perfectamenteintegrados, pudieron convertirse en objetos de una práctica médica que les confería un estatuto muy diferente y los excluyóinsertándolos en otro mundo. La base de esta transformación hay que buscarla en el juego de los procesos propios de una sociedad. Es un error considerar los asuntos de brujería del siglo XVII, a partir de los procesos de la inquisición. El examen de los hechos revela que los grandes procesos de brujería y de posesión demoníaca que tuvieron lugar a finales del siglo XVI y comienzos del XVII han puesto siempre de relieve una situación de conflicto entre Iglesia y Parlamento. Si en sus sentencias los Tribunales de justicia utilizan conceptos médicos, no es tanto para cuestionar la realidad de los hechos y la intervención demoníaca, cuanto para mostrar que dicha intervención únicamente ha podido producirse a partir de un estado deirresponsabilidad (demencia o imbecilidad) y que están obligados por tanto, en función de toda la jurisprudencia criminal, a tratar a los acusados como inocentes. Esta situación sin embargo, se convirtió rápidamente y por completo. Desde hacía ya varios años la Iglesia mostraba señales de poseer una conciencia crítica en relación a los fenómenos de la brujería. Estos primeros signos de una oposición, en función de la cual el renacido celo de los tribunales se obstina contra el nuevo escepticismo de las autoridades de la Iglesia, anuncian sin embargo, para los años venideros, un conflicto aún mucho más grave. Es posible incluso que la Iglesia haya aceptado con bastante facilidad la ambivalencia sagrada del sacerdote y que haya tolerado en él silenciosamente un poder que participaba a la vez de lo divino y de lo demoníaco. A través de tantos procesos podemos percibir la dificultad con la que el sacerdote (a quien la Edad Media y sobre todo el Renacimiento habían proporcionado un sordo poder mágico, sobre todo un conjunto de incertidumbres dogmáticas), se integra ahora en la sociedad que está en vías de constituirse en el siglo XVII. Se comprende que la actitud de la Iglesia haya sido bastante inestable. La Iglesia secular, menos celosa en la lucha por la Contrarreforma, presenta un escepticismo bastante metódico frente a todas las creencias en las posesiones demoníacas. Muchos médicos han podido comprobar que incluso tras los exorcismos eran necesarios, para curar a los poseídos, los remediosde la medicina. En fin, fueron las autoridades eclesiásticas quienes pidieron a las Facultades de Medicina consultas e informes periciales. De este conflicto salió triunfante a fin de cuentas la Iglesia secular que derrotó a los tribunales y a los regulares gracias a la intervención del poder real. En numerosas ocasiones a comienzos del siglo XVII el poder había optado por mantener los procesos de brujería. Los argumentos son de carácter civil y se refieren a la estabilidad del Estado: no hay ninguna prueba de la intervención demoníaca y pocas referencias acerca de los signos sensibles del hechizamiento; pero en contrapartida se hace una doble y solemne advertencia: en todos los tiempos la jurisprudencia muestra el cuidado que han prestado los Estados bien organizados a castigar a los brujos; todavía hoy el pueblo se ve sometido por estos sujetos a un estado de temor e inquietud. El problema de delimitar sus responsabilidades ya no se plantea: herejía y buena fe, enfermedad, voluntad sinuosa, ilusiones sugeridas hábilmente o recibidas ingenuamente todo esto se confunde al margen de las decisiones jurídicas en el interior del

confuso mundo del internamiento. La brujería es ya únicamente considerada en relación al orden del Estado moderno: la eficacia de la operación es negada, pero no la intención que implica, ni tampoco el desorden que suscita. El ámbito de su realidad se ha transferido a un mundo moral y social. La época de finales del siglo XVII se caracteriza en Francia por la represión de las minorías religiosas. Por diversas razones el poder real y la Iglesia se pusieron de acuerdo para enfrentarse a los Tribunales que consideraban poco severos con los protestantes y sospechosos de actuar. Las autoridades religiosas y civiles apelaron entonces al testimonio de calidad de la medicina. Fue la propia Iglesia quien se convirtió en la instancia más encarnizada de apelación al testimonio de los médicos contra los fenómenos de éxtasis. En esta ocasión la Iglesia, que tan fácilmente podía invocar la influencia demoníaca para explicar la herejía, desconfía de dicha influencia y únicamente le concede un valor bastante reducido. Fue la propia Iglesia también, la que exigió al pensamiento médico el positivismo crítico que un día iba a intentar reducir toda la experiencia religiosa a la inmanencia psicológica. El nacimiento del positivismo médico, los valores escépticos con los que se pertrechó, cobran sentido el en interior de todo este conjunto de conflictos políticos y religiosos. El positivismo no se desarrolló por su propia cuenta en simple oposición a “las supersticiones”. Desde sus orígenes se vio integrado en una trama compleja: los análisis médicos se decantaban indiferentemente en una dirección o en otra. Fue preciso que se produjese una polémica de más de un siglo, el peso de toda la autoridad magisterial y la intervención del poder real, para que la locura se convirtiese en heredera, en el ámbito de la naturaleza, de todo un mundo de trascendencias que envolvieron en otro tiempo la experiencia religiosa. La sociedad punitiva. En el régimen penal de la Época Clásica se encuentran entremezcladas cuatro formas de táctica punitiva, con orígenes históricos diferentes: Deportar, expulsar, desterrar, confiscar los bienes y las propiedades (sociedades griegas). Imponer una recompensa, un rescate, convertir el daño infligido en una deuda de reparación (sociedades germánicas). Exponer a la vista pública, marcar, herir, amputar, apoderarse del cuerpo y grabar en él las marcas del poder(sociedades occidentales a finales de la Edad Media). Encerrar. La prisión se convirtió en la forma general de la penalidad. La prisión impide al poder judicial controlar y verificar la aplicación de las penas . La ley no penetra en las cárceles. La prisión al mezclar a los condenados, contribuye a crear una comunidad homogénea de criminales que se solidarizan en el encierro y continuarán siendo solidarios en el exterior. La prisión muchas veces no constituye un efecto de desaliento sino que es un reclamo para la delincuencia (ya que por lo menos comen, tienen abrigo, etc.). De la prisión salen personas marcadas por malos hábitos. El círculo carcelario fue denunciado entre 1815-1830. Por esto, se propone que cada sociedad deberá modular según sus propias necesidades , la escala de sus penas. El castigo deriva del perjuicio causado a la sociedad, cuanto más débil es una sociedad tanto más deberá protegerse y mostrarse severa, no hay un modelo universal de la penalidad, sino una relatividad esencial de las penas. La infamia (los efectos de la opinión pública) es una pena perfecta ya que es la reacción inmediata y espontánea de la sociedad misma. También se permitió lo que se denomina talion, en donde se le impone al culpable un castigo del mismo tipo y de la misma gravedad que el crimen cometido (puede ser interpretada cuando es inmediata al intento de crimen como defensa personal). A la vez se agregó el tercer modelo que es el castigo de esclavitud en beneficio de la sociedad , la pena corresponde a la falta en el sentido de que responde al interés que se ha visto lesionado. Lo que ha transformado a la penalidad, en el tránsito de un siglo a otro, ha sido el ajuste del sistema judicial a un mecanismo de vigilancia y de control, su integración común en un aparato de estado centralizado, la formación y desarrollo de toda serie de instituciones (penales y no penales). El siglo XIX fundó así la Edad del Panoptismo, esto se debe en gran medida a la revolución francesa del siglo XVIII, donde el aparato político de una nación está al alcance de las revueltas populares....


Similar Free PDFs