Ajedrez el juego de la vida PDF

Title Ajedrez el juego de la vida
Author Jaime Mejia Lara
Course Dinámica de Sistemas
Institution Universidad Nacional de Ingeniería
Pages 7
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Summary

Excelente ensayo para practicas en etica y filosofia...


Description

“Ajedrez el juego de la vida” Un cuento para ajedrecistas

(Por Rubén González González)

L

a reina se disponía a acomodarse nuevamente en el fondo de la caja de maple donde era guardada al finalizar cada partida; cuando de repente, una luz cegadora del sol del mediodía, la deslumbró; (el dueño del tablero intentaba repasar sus jugadas del día) sintió una mano cálida que la cogió por la corona y la puso sobre el tablero; aún no

podía mirar bien, cuando se percató que había quedado justo en el centro del escaque e4, y automáticamente pensó en la posibilidad de ser peón; pensando nuevamente en voz alta. —Si fuera peón, llevaría una vida comodina y sin mayor complicación, moviéndome siempre para adelante un escaque o dos al inicio de juego; considero sería una bendición, pues en mis limitados movimientos, sería libre, ya que no tendría un papel preponderante sobre el tablero; nadie me estaría presionando durante todo el juego, para mí esa sí sería libertad —sin embargo, analizó su situación personal y nuevamente se hizo la víctima; retomó los pensamientos que siempre le venían a su pequeña cabeza (que por cierto aparentaba ser más grande por la corona). —Mis movimientos son tan variables que ni yo misma decido hacia donde ir en las partidas, y lo que más me choca es siempre ser una de las últimas piezas en entrar en acción en la batalla. Añoró y deseó por una sola vez en la vida ser peón; alzó la vista al cielo e imploró al Creador que le diera la oportunidad de hacer realidad su plegaria. Nuevamente imaginó abrir las partidas con e4, ella amaba esa apertura, pues la consideraba agresiva; además se aseguraba ocupar el espacio del centro del tablero, ya que según los especialistas, quien controla el centro, prácticamente podría ganar el juego.

Mientras cavilaba mirando al cielo con los ojos cerrados, no se percató que el dueño del tablero ya había acomodado todas las piezas y que efectivamente en esta ocasión no era la pieza más grande, ni se encontraba en la parte trasera, resguardada por los peones de su color; sino todo lo contrario, se encontraba en la fila 7 y en el centro. Volteó para atrás y con un gesto casi imperceptible le hizo honor a su majestad el rey, quien amablemente le regresó con sutiliza el 1

saludo. Se acordó de todos los desplantes que como reina le había hecho varias veces a su querido; sin embargo, no sintió ni temor ni coraje o incomodidad alguna; más bien, le gustó, el casi desplante que le hizo su majestad, al contestarle con un leve saludo; aprovechó que estaba aún volteando y observó que la cosa iba en serio, pues su lugar que había ocupado como reina durante cientos de juegos, ahora era ocupado por Diógenes, el peón que siempre había estado en el escaque delante de ella. En ese mismo instante se percató, que era mucho más guapo de lo que ella imaginaba; o más bien, precisó que de él, sólo conocía la espalda, pues nunca había tenido la delicadeza de dirigirle la palabra (y obviamente él, por respeto nunca había volteado a verla mientras había sido la querida reina del juego). No cabe duda que como reina, he sido una creída; pensó para sus adentros. También se percató que nadie se había dado cuenta del intercambio de puesto, cargo y lugar entre ella y Diógenes.

A su mente vinieron uno y otro recuerdo de las veces que había sido irónica, abusiva e inclusive más de alguna vez prepotente con sus súbditos, sobre todo con los más pequeños lacayos del tablero; pensó en todos ellos, compañeros fieles escuderos de batalla: Apologío, Banquetón, Critón, Diógenes, Erixímaco, Fedón, Gorgias, y el buen Hipias. Sintió pena por todos ellos y un cargo de conciencia la embargó. Se prometió en cuanto acabará el juego, haría las paces con todos e inclusive si fuera necesario pediría perdón. Por lo pronto, decidió no seguir pensando en su pasado como reina y trató de concentrarse en el juego; pues las piezas blancas ya habían abierto con precisamente la jugada que tanto le gustaba e4, decidió aconsejar a su compañero de alado, el peón Critón, moverse a C5, para intentar la defensa siciliana; pero su compañero de alado frunció el entrecejo, lo miró de arriba abajo y no le hizo caso. Volvió a darse cuenta que ser peón, no era fácil; pues ahora no tenía ni voz ni voto. Comenzó a gritarles como solía hacerlo desde su lugar de reina, mas esta vez nadie le hacía caso; uno de ellos, el penúltimo de la columna “G”, llamado Gorgias se atrevió a callar con autoridad a ese raro peón escandaloso que hoy actuaba de manera desalineada. —Cállate Diógenes, no nos dejas concentrar.

Mientras se hacían de palabras los peones, se dieron en el tablero otros cuantos movimientos; una voz potente grito: —Jaque Mate —se trataba del alfil blanco, quien había derrotado con un penoso jaque al

pastor a sus oponentes negras. El rey negro, miró un tanto confundido o tal vez sorprendido al pequeño Diógenes y le preguntó con voz suave y paternal. 2

— ¿Te sientes bien Diógenes?, no te preocupes, lo más importante es aprender de

nuestros erro… Aun no terminaba de hablar el rey, cuando Diógenes lo interrumpió y con voz fuerte comenzó a explicar miles de excusas culpando a todos excepto a ella (bueno ahora él un su función de peón). —Yo no tengo la culpa, ustedes que no ponen atención al juego.

Todos estaban sorprendidos en el tablero incluyendo los de enfrente de color blanco, pues nunca un peón le había faltado al respeto de manera tan contundente a su Majestad, y menos Diógenes, lacayo leal y obediente, que hoy actuaba de manera simplemente extraña. Lo que a todos también se les hacía sumamente raro, era la conducta y actitud de la reina, pues por primera vez en muchas contiendas había permanecido callada y sin regañar a nadie. Erixímaco con mucha propiedad (pues era el más educado de los peones) se dirigió a la reina y dijo: —Con todo respeto su majestad a pesar de haber perdido la contienda, yo quiero felicitarla

por su desempeño, fue para todos un gran ejemplo. Diógenes o más bien la reina en el cuerpo del lacayo Diógenes sin pensarlo mucho contestó: —Gracias por tus palabras médico Eri. —Pero ¿por qué me das tú las gracias?, yo estoy hablando con nuestra reina, no contigo

Diógenes —dijo un tanto enojado el joven Erixímaco —, que metiche eres, de veras. —Pues yo soy su reina —dijo Diógenes con voz fuerte— aunque no me crean.

Todos comenzaron a reírse y el rey volteó a ver a su amada reina, ella susurró al oído con cierta complicidad: —Yo no soy la reina su Majestad, en realidad soy Diógenes en el cuerpo de la reina; algún

extraño sortilegio invirtió nuestros puesto y oficio. El rey por un instante se quedó meditabundo y aseveró: —Entonces el buen Diógenes ¿es mi amada compañera? —Así es mi Lord,

—contestó Diógenes en el cuerpo de la reina — alguien nos está

haciendo pasar esta mala jugada. El rey ahora un poco más molesto que confuso dijo: —Pues sí que ha sido una mala jugada, la partida la hemos perdido con jaque al pastor y

eso si duele. 3

Ambos se quedaron pensando al unísono y asentaron con miradas de complicidad. — ¿Está pensado lo mismo que yo mi Lord? —Dijo Diógenes en el cuerpo de la reina —

como que ya fue mucho. —Sí —contestó el rey con determinación —vamos a darle de una vez por todas, una lección

a nuestra creída y engreída reina. Después de un silenció breve, el rey, y la aparente reina tomaron sus lugares e irguieron sus cuerpos mostrándose magnánimes. El rey como solía ser, habló con mucha propiedad y dijo: —Quiero felicitar a todo mi equipo por esta y las muchas partidas que hemos jugado, sé

que la contienda de hoy fue muy mala, pero no pasa nada, la reflexión de este momento supera la pérdida del juego; —continuó ahora con voz más fuerte —especialmente quiero felicitar a mi querida y amada reina, pues hoy nos dio una lección, de que cuando se quiere se puede. —Gracias mi amor por tu tolerancia y solidaridad, —dijo la reina agachando la mirada — en

los momentos difíciles siempre juntos. El rey se inclinó levemente hacía su amada y esquivando un poco la corona le besó la frente. Inmediatamente el lacayo usurpador de la columna D, se puso rojo de coraje o de impotencia y levantó su mano queriendo tomar la palabra, (por cierto se le notaba muy inconforme con lo que estaba pasando); mientras tanto, el rey que sabiamente observaba e interpretaba la situación, retomó la palabra y continuó: —Yo sé que mi amada se ha portado en otras ocasiones muy recia con todos los del

equipo, pero hoy nos ha enseñado humildad y paciencia; —la toma ahora de la cintura y prosigue — gracias mi amor, tu actitud me motiva a seguir liderando este hermoso juego, te juro que

muchas veces pensé en mudarme de caja y pensaba, aunque fuera suplente de pieza de rey en algún otro tablero, con tal de no seguir aguantando tus actitudes. La reina respondió a su amado rey con palabras de agradecimiento y le dio un abrazo, que fue el acabose para Diógenes pues cayó de rodillas en el tablero y comenzó a llorar al mismo tiempo que tomó la palabra y comenzó narrando lo sucedido. —Escúchenme todos por favor. Por la mañana me levanté pidiendo al Creador me permitirá

por un solo día ser peón, pues yo también estaba harta de ser la reina simplona de siempre; sin embargo, me he dado cuenta desde la trinchera de un lacayo, que he sido una reina quejumbrosa, criticona y prepotente; pero, he aprendido la lección; prometo ser de hoy en adelante diferente.

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Solo el rey y Diógenes entendían la situación, todos los demás no creyeron las palabras de ese peón, por el contrario el alfil de la reina, estaba seguro que ese lacayo estaba sufriendo demencia o en el peor de los casos tenía una crisis de esquizofrenia; mas no quiso dar su opinión de psicólogo ni de autoridad religiosa. Diógenes levantó los ojos al cielo y volvió a pedir a Dios le devolviera su cuerpo de reina, pero nada sucedía. El dueño del tablero llegó de repente, movió las piezas y las regresó en un santiamén a la caja de maple; todos los integrantes quedaron confusos por lo sucedido, pero como era ya costumbre y casi una ley, cerrada la caja peón y rey descansan juntos y nadie habla; así pasaron más de tres días; a la reina real, en cuerpo de lacayo se le hicieron eternos. En todo este tiempo, sin saber si era de noche o de día, continuó orando al Ser Supremo, reconociendo su iniquidad y prometiendo ser una buena reina; mas, sólo obtenía como respuesta oscuridad total y el olor más fuerte de lo normal de la madera de maple, de la cual todos estaban hechos. La mano humana volvió en repetidas ocasiones a abrir la caja y practicó algunas veces sus jugadas; en otras ocasiones jugó con amigos de la prepa, que de vez en cuando se visitaban para medir fuerza en el juego ciencia, y que siempre terminaban contándose anécdotas chistosas de los profesores y compañeros de aquellos buenos tiempos, dejando el juego del ajedrez en un segundo plano.

Los años pasaron y la reina en su desesperación buscó todos los remedio, fórmulas e incluso hay quien asegura, recurrió a magos y adivinos para volver a ser reina, sin lograr resultados positivos; después de todo ya se había acostumbrado a ser peón, hasta respondía al instante cuando el nombre de Diógenes era dicho por cualquiera de sus compañeros; pero, en el fondo añoraba un día volver a su puesto y función de reina. Varias veces se despertaba soñando que volvía todo a la normalidad y que junto a su rey lideraban cada partida; al despertar, la realidad era cada vez más cruda. Un día, aparentemente ordinario, el dueño del tablero abrió nuevamente la caja de maple (que por cierto también contenía escaques en madera de palo de rosa) y de repente un rayo divino cegó los ojos del peón que un día había sido reina y algo en su interior le produjo un déja vú; el rayo de sol penetró hasta el interior de su ser y le motivó a volver a pedirle al Creador con más fervor que le devolviera su vida pasada. El ahora casi anciano dueño del tablero acomodó todas las piezas en su lugar, se le veía contento pues era sábado al medio día y su querido amigo de la prepa lo 5

visitaría en un par de horas, quiso repasar algunos gambitos y fianchettos, pero se acordó que no tenía una sola bebida que invitarle a su amigo del alma y decidió ir rápidamente a la tienda del esquina. Las piezas dispuestas al juego (no podían dejar pasar tan preciada oportunidad) decidieron jugar un blitz, como la hacían desde hacía años cada que la oportunidad se les presentaba; blancas abrieron de manera rápida con el clásico e4, negras contestaron con Critón a c5, blancas inmediatamente a Cf3, negras como de rayo contestan Cc6, blancas Cc3 y negras contestó mandando a Diógenes a d5; los movimiento fluyeron a ritmo casi de bullet (pues sabían que el dueño del tablero regresaría en cualquier momento) los ataques y contrataques aparecieron a partir del movimiento 11, hubo intercambio de piezas equilibrado; para el movimiento 25 la mitad de las piezas estaban fuera del tablero, siguiendo con extrema atención el juego. Al parecer era un duelo sumamente cerrado, ni blancas ni negras regalaban espacio, la única pieza que estaba un poco desconcentrada era la torre de blancas, pues le había tocado vigilar la puerta de la entrada de la casa para avisar si el dueño del tablero llegaba, pues no debía ni podía verlos juagar, regla clásica de cualquier pieza de todos los tableros de ajedrez en el mundo. Después de 4 minutos de juego, se encontraban en el movimiento 53, blancas conservaba aun su reina, un caballo y una torre; negras ya había perdido su reina; pero conservaba un caballo, las dos torres y un solo peón, curiosamente dicho peón era Diógenes, quien desde hacía mucho tiempo, se tomaba las partidas con seriedad y respeto a sus compañeros. El turno era para negras, sabían que un error por mínimo que fuera les costaría el juego. Diógenes se encontraba en la fila 2, a un paso de llegar al final del tablero; sabía que si él tomaba la iniciativa se cargaría sólo la victoria; sin embargo, no quiso tomar solo la decisión y volteó a ver a su rey y obviamente a la reina a quienes se sometía ahora con respeto y humildad, ambos asintieron con la cabeza y el rey con determinación grito: — ¡Vamos amigo, hazlo!

Diógenes por primera vez en su vida de peón llegó con el permiso de sus amos a la fila 1; algo espectacular sucedió. La sala se iluminó más de lo normal. Diógenes a los ojos de todos sus compañeros en el tablero y fuera del mismo, comenzó renacer cual ave Fénix; retomó su naturaleza radiante y cuerpo anterior. Ahora era no solo era una dama, sino una Preciosa Reina . Automáticamente la reina junto al rey retomó la forma del verdadero Diógenes y corriendo fue a

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abrazar a su dama; todos los presentes comenzaron a aplaudir, incluyendo la dama blanca vigía, el peón Erixímaco grito con enorme emoción. — ¡Viva por siempre nuestra Reina!

Y todos a coro contestaron: — ¡Viiiva! –

En ese momento el rechinar de la puerta, hizo a todos intentar volver a su puesto inicial en el tablero, sin lograrlo; por el contrario, de la desesperación de no ser sorprendidas, se atropellaron unas piezas con otras, dejando un verdadero desastre. El dueño del tablero había regresado con su amigo (a quien se había encontrada al salir de la tienda). —Y ese tiradero Arturito —le preguntó Juan a su amigo anfitrión. —No sé, —contestó Arturo— yo dejé todo acomodado, listo para el juego. —Tal vez la “Sally” tiro nuevamente las piezas —dijo Juan en tono irónico, pues no era la

primera vez que esa situación extraña pasaba — esa perrilla, deberías tenerla amarrada. —¡Nooo! —aseveró Arturo con un timbre de voz tenebroso, mientras movía la cabeza de un

lado a otro— porque si la amarro pensaría en ocasiones como esta, que las piezas de ajedrez tienen vida propia y juegan sin nosotros su verdadero juego de la vida, y eso da miedo Juanillo. Juan lo miró nuevamente y con voz seria le dijo: —No espantes, mejor acomodemos las piezas para iniciar una nueva partida.

FIN (Elaborado en marzo de 2020, bajo la contingencia de coronavirus) God saves the Queen and protects all your pawns

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