Cap04-Como entender política PDF

Title Cap04-Como entender política
Author Marilu Meri
Course Fundamentos de Ciencia Política
Institution UNED
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Transcripción textual del capítulo del libro de la asignatura...


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CAPÍTULO 4 ¿CÓMO PODEMOS POLÍTICA?

ENTENDER

LA

Ordenar nuestros conocimientos sobre la política A diferencia de otras disciplinas científicas, la ciencia política utiliza términos y conceptos que son de uso común: un ciudadano relativamente informado está familiarizado con palabras de contenido político y se permite opinar sobre su sentido. Los medios de comunicación de masas contribuyen a su divulgación con apoyo de expertos politólogos, economistas, sociólogos, a los que se recurre para ampliar o comentar informaciones políticas. ● Sin embargo, esta familiaridad con los términos no evita la extendida impresión de que la política es una actividad difícilmente comprensible. «La política es un lío», «con los políticos no hay quien se aclare» o «la gente como yo no entiende nada de política» son frases repetidas por ciudadanos que declaran su desconocimiento de un asunto entrevisto como un reino de confusión. Paradójicamente, muchos de los que se confiesan ignorantes en política no dudan en dar opiniones tajantes sobre problemas complicados o en ofrecer soluciones milagrosas. A veces la solución está en prohibir: «Yo prohibiría tal o cual actividad.... En otras, está en dedicarle más recursos: «Esto sólo se arregla con más dinero...». O en sustituir drásticamente a los actores: «Aquí convendría echar a unos cuantos...»). ● Esta doble actitud confusión, por un lado, y contundente seguridad en muchas opiniones, por otro-es menos contradictoria de lo que parece. Revela que, a pesar de su apariencia de caos indescifrable, existe la convicción de que la política obedece a algunos criterios regulares que pueden llegar a ser conocidos, aunque sea de modo aproximado. «Incluso el infierno tiene sus leyes» (Goethe). Objetivo de una ciencia de la política es, pues, identificar aquellos criterios, ordenarlos y, con ello, poner a prueba las intuiciones a menudo erróneas, de una pretendida «sabiduría común sobre la política. LA POLÍTICA, ENTRE LA PRÁCTICA Y LA CIENCIA «La habilidad para fundar y mantener una comunidad política se basa en reglas ciertas, a semejanza de la aritmética o de la geometría. Y no sólo en la práctica... Los pobres no disponen de tiempo para descubrir dichas reglas. Y quienes disponen de tiempo no han tenido hasta hoy la curiosi dad o el método para hacerlo... (Thomas Hobbes, Leviathan, parte II. cap. XX, 1651.) «En los pueblos civilizados, las ciencias políticas producen o, al menos, dan forma a aquellos conceptos generales de los que surgen los hechos con los que los políticos tienen que tratar y las leyes de las cuales los políticos se consideran inventores. Estos conceptos constituyen una especie de atmósfera que rodea a cada sociedad, en la que gobernantes y gobernados obtienen su

inspiración intelectual y de la que -a menudo sin darse cuenta, ambos grupos (gobernantes y gobernados) derivan sus líneas de acción. Únicamente entre los bárbaros, la política es sólo una práctica.» (A. de Tocqueville, Discurso a la Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1852.) La ciencia de la política se convierte, pues, en algo así como la gramática de una lengua vagamente conocida que nos es útil en un doble sentido. En primer lugar, nos da las claves para interpretar determinados fenómenos de la escena política. Pero también nos permite intervenir en esta escena con mejor conocimiento de causa, sea cual sea nuestro papel: como ciudadano común o como actor profesional, como individuo o como miembro de un grupo. Para calcular el riesgo de una inversión en un país extranjero, un empresario o un analista financiero interpretarán informaciones disponibles sobre la estabilidad de su sistema de gobierno, sobre los actores políticos y económicos decisivos, sobre el estado de la opinión respecto de la inversión extranjera. Para persuadir a los ayuntamientos y asociaciones de vecinos de una zona de que el trazado de una nueva carretera presenta mayores beneficios que inconvenientes, el funcionario responsable deberá averiguar también cuáles son los partidos dominantes en el territorio, qué relaciones mantienen con los medios de comunicación, etc. En función de ello, preparará estrategias alternativas de persuasión para llevar adelante el proyecto. En ambos casos, el conocimiento de la escena política se convierte en un factor necesario para actuar con mayor eficacia. El objetivo de la reflexión sistemática sobre la política no se reduce, por tanto, a la acumula ción de conocimiento: es también un instrumento para la acción.

¿Cómo se ha desarrollado el conocimiento sobre la política? Lo que hoy conocemos como ciencia política es resultado de un largo proceso de desarrollo histórico. Cuatro son las grandes etapas de esta reflexión sistemática sobre la política, en las que el pensamiento occidental ha ejercido un papel dominante. ● En la Grecia clásica, Platón y Aristóteles se propusieron examinar de qué manera se comportan los sujetos humanos en comunidad y averiguar cuál es el modo de vida colectiva más satisfactorio y mejor adaptado a la naturaleza humana. Para ello, analizaron cómo eran las sociedades de su tiempo, pretendieron explicar por qué se organizaban de determinada manera y valoraron hasta qué punto era mejorable dicha organización para conseguir un orden político ideal. Este saber ordenado sobre la polis -la sociedad, según los griegos constituyó la primera versión de una ciencia política claramente vinculada a la ética. Porque no es posible desligar el ideal de la conducta humana ignorando su carácter de ser sociable —200n politikon-, que sólo se desarrolla plenamente en comunidad. De ahí el carácter primordial de la ciencia de la política que para algunos sería la más antigua de las ciencias sociales, ● En el mundo medieval, la atención a la política estuvo condicionada por la hegemonía del pensamiento cristiano sobre la ley y la moral: gobernantes y gobernados debían sujetarse –cada uno a su modo a los imperati vos de un designio divino revelado en los textos sagrados que la Iglesia interpretaba, pero expresado también en la naturaleza





misma de las cosas que Dios ha creado. Ello explica que el conocimiento sobre la política se integre durante siglos en el conocimiento teológico, jurídico y moral. Tomás de Aquino (1225-1274) inspiró este pensamiento, desde su posición central en la doctrina escolástica. Esta dependencia de la reflexión política respecto de la religión y de la moral se debilitó gradualmente. El Renacimiento redescubrió el mundo clásico grecorromano. Al mismo tiempo, empezó a dibujarse una organización política -el estado absoluto, que se distinguía de los dos grandes poderes medievales: la Iglesia romana y el imperio germánico. El estado y la política que lo construye y anima- se convirtió en objeto autónomo de reflexión política. Los imperativos de la política —la razón de estado»-- ya no podían supeditarse a criterios religiosos o éticos: necesitaban su propia justificación. Por ello se plantearon de nuevo algunas preguntas sin recurrir ya a las respuestas que habían dado hasta entonces la teología o la filosofía moral: ¿cómo se explica la aparición de la autoridad?, ¿por qué se acepta la obligación política?, ¿hay límites que el titular del poder debe respetar?, ¿qué formas de organización política son las más eficientes? Maquiavelo, Hobbes, Locke, Montesquieu o Tocqueville se cuentan entre las referencias clásicas de esta reflexión sistemática sobre la política que se emancipa de la sumisión al pensamiento teológico o moral y que se desarrolla en Europa entre los siglos XVI y XIX. Desde principios del siglo xix, cuatro factores fueron potenciando la expansión del conocimiento sobre la sociedad y la política: ○ Las revoluciones liberales-Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia y la industrialización de algunas sociedades despertaron la conciencia de que la sociedad no era inmutable, sino que experimentaba cambios radicales. Esta conciencia de cambio se nos presenta hoy como una obviedad. Pero tenía mucho de novedad revolucionaria en un mundo en que predominaba la idea de una tradición inmóvil y estable. De aquí que surgieran interrogantes nuevos: ¿por qué cambian las sociedades?, ¿cómo es posible influir sobre estos cambios, ya sea para acelerarlos, ya sea para impedirlos o frenarlos? En el terreno específico de lo político, surgieron también nuevas preguntas: ¿qué mutaciones se dan en las estructuras políticas?, ¿por qué se producen?, ¿qué relación tienen estas modificaciones con los cambios económicos o sociales? ¿de qué modo es posible intervenir para orientar estos cambios? ○ La afirmación del individualismo fragmentó la visión integrada de la sociedad. Cada individuo era contemplado ahora como sujeto-activo o pasivo de una serie de relaciones, en las que desempeñaba roles diferentes: en la familia, en la producción económica, en la política, en la cultura, etc. De este modo, se tendió a parcelar la observación sobre las conductas humanas en cada uno de estos roles y se dio lugar a reflexiones paralelas sobre cada uno de ellos. En nuestro caso, se delimitó un campo de observación sobre las conductas políticas de los individuos y de los grupos, allanando el camino a la constitución de una ciencia de la política. ○ El conocimiento científico sobre la naturaleza, que había avanzado de manera espectacular desde finales del siglo XVIII, estimuló un esfuerzo paralelo por conocer científicamente la sociedad. A imitación de lo que había ocurrido con las ciencias naturales, se impuso una aproximación positivista a la realidad social y

política, a la que se intentaba aplicar el método experimental que había conseguido tanto éxito en el campo de la física, la química o la medicina. ○ Finalınente, a lo largo del siglo xix se produjo una revitalización de las universidades europeas y norteamericanas. Después de siglos de anquilosamiento y desconfianza ante el progreso científico, las universidades se convirtieron en el espacio donde las diferentes disciplinas desarrollaban su investigación y llevaban a cabo la formación de sus especialistas. Aunque con mayor retraso, también las ciencias sociales -economía, sociología, antropología, ciencia política, fueron integrándose en las universidades como disciplinas institucionalizadas.

La institucionalización de la ciencia política: dos momentos cruciales Este reconocimiento institucional de la ciencia política y su incorporación al sistema universitario chocó a menudo con la resistencia de quienes consideraban que todo lo que es posible saber sobre la política lo aportaban ya la historia, el derecho o la filosofía. Sin embargo, dos momentos históricos contribuyeron a superar esta resistencia: el último tercio del siglo XIX (1870-1900) y el período posterior a la Segunda Guerra Mundial (1945-1970). En ambas etapas se dan fuertes presiones para introducir reformas de carácter político y social, con efectos beneficiosos sobre el intento académico de desarrollar una reflexión ordenada sobre la política. ● En el último tercio del siglo XIX (1870-1900), tienen lugar una serie de iniciativas político-académicas que conducen a la institucionalización de la ciencia política en los países más avanzados. Se trata de contextos diferentes pero con un rasgo común: la existencia de movimientos de opinión que promueven la reforma de la política, la administración y el estado. Con este fin se introduce la enseñanza de la ciencia política y, para ello, se crean centros especializados: la École Libre des Sciences Politiques de París (1871) el primer Departamento de Ciencia Política en la Universidad de Columbia (1890) en Nueva York o la London School of Economics and Political Science (1895) son ejemplos de la introducción de la ciencia política en el ámbito de la educación universitaria. ● Una segunda oleada histórica favorable a la institucionalización de la ciencia política tuvo lugar en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El ascenso del fascismo -en sus diversas variantes-, la consolidación del comunismo en la URSS, la gran depresión capitalista de los años treinta del siglo xx y el desenlace de la guerra mundial de 1939-1945 habían dejado maltrechas las bases sociopolíticas y económicas de las democracias europeas, tal como habían sido concebidas por el liberalismo del siglo xix: era necesario reconstruirlas y para ello había que contar con nuevos argumentos. En esta reconstrucción de la posguerra —que condujo al llamado estado del bienestar y a nuevas formas de democracia de masas-desempeñaron un papel importante las ciencias sociales y, entre ellas, la ciencia política. A ello contribuyó también la hegemonía política y cultural de Estados Unidos, donde la ciencia política se había beneficiado de un sistema

universitario menos rígido y más abierto a la introducción de nuevas disciplinas. En 1949 se fundó bajo los auspicios de la UNESCO la Asociación Internacional de Ciencia Política que potenció la expansión de la disciplina en Europa occidental: en ella se crearon entre los años 1955 y 1970 un buen número de nuevas universidades que acogieron estudios de ciencia política, junto con otras ciencias sociales. Más adelante, otros países-en Asia, América Latina y África, fueron desarrollando también el cultivo de la disciplina. Esta panorámica confirma que la institucionalización de la ciencia política no es el resultado del empeño de algunos eruditos. Es en buena medida el producto de un proyecto social. La reflexión ordenada sobre la política contiene -de manera expresa o de manera latente el propósito de influir sobre la realidad: conocer mejor, no por mero afán de contemplación, sino como condición indispensable para intervenir de manera más eficaz sobre la misma realidad. Es un conocimiento orientado a la práctica. Es bueno, por tanto, encuadrar la historia de la ciencia política en el marco de la evolución de cada sociedad y no tratarla como un fruto de generación espontánea, dependiente del azar o la genialidad de algunas mentes solitarias. Cada aportación al conocimiento de la realidad política -como las que hicieron Maquiavelo, Hobbes, Locke, Montesquieu, Tocqueville, Marx, Weber, etc. - y cada paso en el reconocimiento institucional de este conocimiento responden a una preocupación social, nacida de la constatación de problemas colectivos no resueltos o a los que se quiere dar una solución diferente a la que han tenido hasta aquel momento. LA CIENCIA POLÍTICA EN ESPAÑA En España, el desarrollo de la ciencia política se produjo tardíamente con respecto a países europeos. En el último tercio del siglo XIX, cuando buena parte de las sociedades de Europa occidental habían aceptado ya los principios liberales, España soportaba todavía el lastre de un importante sector social y económico que no renunciaba a un absolutismo preliberal. En el periodo 1945-1950, cuando la derrota de las dictaduras fascistas dio lugar a una revisión del estado liberal-democrático, la dictadura del general Franco seguía rechazando sus presupuestos. Ello explica las dificultades que halla ron los intentos de introducir en España las ciencias sociales en general y la ciencia política en particular. Hubo que esperar a la transición democrática de 1975-1977 para que la situación se normalizara. Sólo entonces remitieron las resistencias políticas y corporativas a la puesta en marcha de centros universitarios dedicados a la investigación y a la docencia de la ciencia política. De manera gradual y a partir de aquel momento, la actividad de dichos centros ha propiciado la constitución de una comunidad científica plenamente integrada en la red internacional de instituciones dedicadas a la disciplina. Este proceso culmina en 1993 con la creación de la Asociación Española de Ciencia Política y de la Administración (AECPA) (www.aecpa.es), adherida a la Asociación Internacional de Ciencia Política (IPSA) (www.lpsa.org).

¿Con qué elementos se elabora el conocimiento sobre la política? Si prestamos atención a una discusión entre compañeros de estudio o de trabajo, a un proyecto de acción gubernamental o a la intervención concreta de cualquier administración, nos será fácil comprobar que suele contener tres componentes: la descripción de hechos, la construcción de interpretaciones y, en último término, la formulación directa o indirecta, de propuestas. ● Empecemos por los hechos. La ciencia política debe ayudar al estableci miento de los hechos, acumulando información e indicando dónde y cómo encontrarla. Así lo hacían ya los autores clásicos. Aristóteles acu muló información sobre los sistemas de gobierno de su tiempo. Maquia velo se propuso describir cómo actuaba un dirigente -un Príncipe- del Renacimiento, empeñado en dar una base estable a la organización política de sus dominios. Es la función que desarrollan también los análisis de la realidad política contemporánea, cuando recopilan y ofrecen datos. «Los sindicatos de la Europa occidental han perdido afiliación en el último decenio. «Estados Unidos presenta índices de abstención electoral muy superiores a los de los países de la Unión Europea.» «La presencia de las mujeres en la vida política es todavía muy inferior a la de los hom bres.» Se trata de afirmaciones que pretenden describir situaciones. Algu nas son difícilmente discutibles, porque se remiten a datos fácilmente contrastables. Pero otras pueden ser controvertidas, porque dependen de la percepción subjetiva del observador que las formula. Así ocurre cuan do se afirma: «En X subsiste la discriminación entre grupos étnicos». O cuando se anuncia: «La política del gobierno de M representa una amenaza para la paz mundial». En estos casos, las descripciones se basan en indicios, cuya valoración puede ser diversa según el punto de vista -va lores culturales, entorno histórico de quien los examina. No es siempre fácil separar la descripción del hecho de su valoración. En cierto modo, el fenómeno económico, social o político está sometido a una manipulación previa: el observador lo aísla de su contexto y lo describe aplicándole conceptos previos y a veces discutidos. Cuando se afirma que «en X subsiste una importante discriminación por motivos étnicos», hay que partir de un concepto previo de discriminación y elegir algunos indicadores —¿legales, económicos, culturales, otros? que expresen la existencia de esta discriminación. El concepto de discriminación y los indicadores pueden no ser compartidos por todos los observadores. Cuando se señala además que esta discriminación es importante, esta importancia se pondera en relación a otras referencias: ¿otros países con las mismas características?, ¿otros países con situaciones étnicas diferentes?, ¿un desideratum ético de la comunidad internacional?, ¿el sentido moral del propio observador? ●

Estas dificultades son todavía mayores cuando pasamos al capítulo de las interpretaciones. Ya no se trata de describir qué pasa, sino de intentar dar un sentido o señalar una razón de por qué pasa. Volviendo a nuestros ejemplos, la respuesta a la pregunta de por qué crece el paro en Yo a qué se debe la falta de limpieza en la ciudad W. admite varias posibilidades, El crecimiento del paro puede atribuirse a una diversidad de causas: la evolución económica mundial, la política desacertada de un gobierno, una estructura demasiado rígida del mercado laboral, la actitud poco emprendedora de los

agentes sociales, la escasa calidad del sistema educativo, etc. Puede ser atribuido no a un solo factor, sino a la combinación de varios factores, distinguiendo incluso el peso relativo de cada uno de ellos. Lo mismo puede decirse de la limpieza ciudadana: cabe achacarle a la desidia de los servicios municipales, a su mala organización o a la falta de recursos de que disponen. Pero también puede imputarse a hábitos sociales de unos vecinos poco entusiastas de la higiene, contra los cuales se estrellaría el servicio municipal mejor equipado y más diligente. Identificar qué factores tienen influencia sobre una determinada situación y cuáles pueden transformarla constituye la parte más atractiva y a la vez más difícil de la ciencia política. Porque interpretar y pronosticar forman parte de la tarea básica del conocimiento científico. ● Finalmente, la reflexión sobre la política produce propuestas y recomendaciones. A veces, son explícitas: así sucede cua...


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