Catulo y los poetae novi PDF

Title Catulo y los poetae novi
Author Barbara Luque
Course obras maestras de la literatura grecolatina clásica
Institution Universidad de Alcalá
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Literatura latina...


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1. Una aproximación biográfica a Catulo. La mayoría de sus datos bibliográficos proceden de sus propios poemas junto con los datos aportados por San Jerónimo en su Crónica, donde señalaba que el poerta, nacida en Verona, vivió 30 años, entre el 88 y el 58 a.C. No obstante, se sabe según fechas contrastadas en sus poemas, que su muerte debió ser al menos hasta el año 54 a.C. y su nacimiento, por lo tanto, en el año 84 a.C. Parece seguro que procedía de una familia acomodada. En cuanto a su nombre completo: Gayo (Marco) Valerio Catulo. Tuvo un hermano muerto a edad temprana y enterrado en tierra troyana, en los carm. 65, 68a, 68c y 101 habla del viaje su tumba. El joven Catulo recibió una esmerada educación reflejada en su poemario. Marchó a Roma para completar sus estudios e iniciarse en la vida política. Al llegar a la urbe, entró en relación con un grupo de jóvenes, atraídos igual que él por el mundo de las letras, que fueron bautizados por algunos de sus contemporáneos como los poetae novi. aquí, el jovencísimo Catulo se dedicó en cuerpo y alma a esa pasión: el estudio, la escritura de poemas conforme a nuevos principios estéticos y sus relaciones de amistad y camaradería con otros poetas y hombres de letras llenaron su vida. una vez en Roma y ya introducido en los círculos culturales y mundanos de la gran urbe, pudo iniciar un tórrido romance con una mujer, oculta en sus poemas bajo el pseudónimo de Lesbia (algunos autores consideran que Catulo pudo haber conocido a esta dama en su Verona natal, donde ésta se habría desplazado en compañía de su marido). Son justamente esos poemas amorosos los que más fama han dado al poeta en los siglos venideros, pues su perfil se adecua ahí al de un poeta romántico que maldice su suerte (miser Catulle, según sus propias palabras en el carm. 8) por un amor desgraciado. De ese modo, su amor desdichado, su muerte prematura y su actitud rebelde e inconformista hicieron de Catulo un verdadero icono para las siguientes generaciones de jóvenes poetas romanos y, mucho más adelante, para los poetas románticos del siglo XIX y principios del XX. Más allá de la temática amorosa, en su poesía aparecen los amigos y los rivales, las charlas literarias, los banquetes y no falta, frente a lo que parece a primera vista, una cierta preocupación por la actualidad política, bastante revuelta en aquellos años, que le producía un cierto empacho (por utilizar la metáfora que el propio poeta emplea en el carm. 44). No cabe duda de que, durante su estancia en Roma, Catulo entró en contacto con algunos de los personajes políticos más relevantes del momento, quienes, por lo que sabemos, no fueron del todo ajenos a mostrar su interés por la literatura y sus cultivadores. En este sentido, vale recordar el viaje que el propio Catulo realizó a Bitinia entre los años 57-56 a. C. como acompañante del séquito de Gayo Memio, a la sazón gobernador de la provincia (carm. 10 y 28),

poema que refuerza el tópico recurrente de la pobreza de los poetas (presente también en el carm. 13, donde le dice a Fabulo que su bolsa sólo tiene telarañas). No faltan alusiones a otros importantes personajes célebres de la vida política y mundana. Muchas veces éstos son juzgados con inusual dureza por Catulo. Nacen críticas cortantes y agudas, que reflejan una antipatía personal por ciertos individuos sin escrúpulos, así como reparos morales de más hondo calado contra conductas y personajes poco honestos en su vida pública, unas actitudes reprobables que, según parece señalar Catulo, se veían reflejadas de algún modo en su vida privada. En esta línea, que entronca directamente con el epigrama satírico, podrían inscribirse los ataques a Pompeyo, César y Mamurra, terriblemente caricaturizados, por ejemplo, en el carm. 29. En definitiva, la amistad y el amor envueltos en la convulsa vida de la ciudad en aquellos años marcaron al joven Catulo, que supo encontrar en esas circunstancias personales parte de la inspiración mundana de sus versos. 2. Catulo y la poesía de su tiempo: los poetae novi. 2. 1. El rechazo de la poesía tradicional romana: las nuevas vías del alejandrinismo. El desarrollo literario de la época de Catulo estuvo marcado por ciertos aires de renovación. Se trata de la Edad de Oro de la literatura latina tanto en prosa como en verso. Catulo es la máxima figura de los poetae novi. Los conocimientos sobre este grupo se basan en el temario completo de Catulo. Rechazaron la poesía tradicional, representada por la gran épica de corte histórico con una evidente influencia de Enio; en contraposición con ese elevado modelo, ellos abogaron por el cultivo de otros géneros poéticos menores. Muestran hastío político. Fue preciso buscar nuevos modelos en el seno de la tradición, lo que llevó a estos poetas noveles hacia el rico venero de la poesía griega helenística y, más en concreto, hacia la poesía cultivada en Alejandría hacia el siglo III a. C., que les abrió el camino hacia nuevas formas y contenidos. La poesía alejandrina fue la elegida por dos motivos: A) Las condiciones materiales, sociales y culturales fueron muy semejantes en la Alejandría del siglo III a . C. y la Roma del siglo I a. C., donde además por aquellos años se percibía una fascinación creciente por Egipto y su cultura. Además había un ambiente refinado dentro del cual el poeta escribía para un círculo selecto, mucho más amplio que en generaciones previas, capaz de apreciar las exquisiteces del estilo, que buscaba en su lectura entretenimiento y deleite intelectual. B) La importancia de Partenio de Nicea, escritor griego llegado como rehén a Roma que contribuyó a difundir a través de sus poesías y comentarios eruditos el conocimiento de la

poesía alejandrina de Calímaco y Euforión de Calcis. A este autor, habría que añadir los nombres de otros escritores griegos, como Meleagro o Filodemo, que hacia el siglo I a. C. prepararon ediciones antológicas de epigramas, lo que facilitó su difusión y alcance. Todas estas obras dadas a conocer en el contexto oportuno conformaron el punto de unión entre los poetas latinos del siglo I a. C. y la gran poesía alejandrina y helenística del siglo III - II a. C. 2. 1. 1. Las características de la poesía alejandrina: Calímaco. El epilio. Euforión de Calcis. De entre los diferentes poetas alejandrinos, hay acuerdo en considerar que fue Calímaco (c. 310-305c. 240 a. C.), bibliotecario de la famosa Biblioteca de Alejandría, uno de los que más influyeron en los jóvenes poetas romanos de la generación a la que perteneció Catulo. Calímaco fue un autor prolífico y hemos de suponer que no todas sus obras influyeron por igual, pues, además de poemas, escribió tratados de corte erudito y comentarios poéticos. Destacan sus Aitia y Respuesta a los Telquines. Calímaco aboga por una poesía breve compuesta con gran perfección formal, en la que, por supuesto, no falta la erudición. Además de estos Aitia, un poema misceláneo compuesto por cuatro libros en dísticos elegíacos en que las Musas inspiran al poeta las motivaciones míticas (aitia) de fiestas, costumbres, fundaciones y ritos religiosos, Calímaco compuso himnos, epigramas, yambos y una suerte de poema épico novedoso titulado Hécale, con la que se inaugura un nuevo género bautizado en el siglo XIX como epilio (palabra que no es sino un diminutivo del griego epos, es decir, poema épico). Se trata, en definitiva, de explorar la parte más humana y cotidiana de los grandes héroes y dioses, que protagonizan de ese modo escenas de la vida corriente sobre la que vuelve sus ojos el poeta En cuanto a los Epigramas de Calímaco, algunos de los cuales se nos han conservado en la Antología Palatina, reflejan una vez más la concepción poética de su autor, pues en ellos se da cabida a los temas propios del género (la muerte, dedicatorias, descripción de objetos, el amor, etc.) abordados con brevedad, erudición, ciertas dosis de humor y un excelente dominio de la técnica. Estos mismos rasgos pueden apreciarse en sus Yambos, donde Calímaco rompe, una vez más, la asociación de un determinado metro a unos temas y tonos exclusivos, pues prefiere mezclar lo personal (al servirse de la primera persona) y lo impersonal. Esta amplitud de intereses y la versatilidad compositiva de Calímaco es una prueba clara de la llamada polieideia o tendencia de los poetas helenísticos a no encasillarse en un único género literario (cf. Fernández Corte, 2006). Así, tras la senda de Calímaco, los poetas latinos más jóvenes compusieron epilios, que, según algunos estudiosos (cf. Lyne), se convirtieron en el género más apreciado entre los nuevos poetas; junto a los

epilios, tampoco faltaron los epigramas e incluso los himnos, todos ellos fiel reflejo de esa manera nueva de tratar los géneros literarios propia de los poetas alejandrinos y de Calímaco en particular. Otro poeta helenístico cuya influencia entre los neotéricos parece manifiesta fue Euforión de Calcis. Compuso serie de epilios caracterizados por su dificultad y excesiva erudición, de ellos se saca la impresión de un rebuscado barroquismo con el que intenta separase del modelo homérico a través de la imitación consciente de Calímaco. 2. 1. 2. Otras fuentes e influencias: el epigrama helenístico y sus precedentes romanos. La intermediación de la literatura helenística fue también decisiva para entender el desarrollo del género epigramático en latín. El epigrama fue un género menor, caracterizado por su brevedad y concisión, y destinado a ser grabado a modo de inscripción sobre objetos, ofrendas, tumbas, etc. Dio cobijo a una gran variedad de temas y tonos, pues en ellos encontramos dedicatorias, epitafios, temas eróticos y amorosos en general, alabanzas, invectivas, descripciones de obras de arte, temas conviviales, sátiras e incluso no faltan los epigramas destinados a ofrecer consejos morales. Entre esas recopilaciones, destacó la realizada por Meleagro de Gádara, un poeta de comienzos del siglo I a. C., titulada La Guirnalda o Corona, cuya huella parece evidente en algunos poemas catulianos. A su lado, habría que situar también la antología preparada por Filodemo, poeta y filósofo epicúreo, del que sabemos que estuvo en Roma ligado a los Pisones hacia finales del siglo I. a. C. Si nos remontamos a los primeros ensayos poéticos, allá por el siglo III a. C., fue la poesía griega helenística con su técnica depurada y sus originales concepciones sobre los diferentes géneros la que cautivó a los primeros poetas latinos (Nevio, Enio, Pacuvio, Acio, etc.), por ser esos modelos y no otros los que les quedaban más cercanos en el tiempo. En ese contexto de búsqueda y de ruptura con lo inmediatamente anterior es donde se sitúa la atracción por los modelos de la literatura alejandrina, que se dejó sentir incluso en aquellos autores apegados a la vieja tradición; así, Lucrecio no dudó en servirse del hexámetro para componer su poema didáctico De rerum natura y el propio Cicerón tradujo el poema astronómico de Arato de Solos. 2. 2. Los poetae novi. El propio epíteto de novi con el que se conoce a un nutrido grupo de jóvenes poetas en la Roma de finales del siglo I. C. define bien sus pretensiones de novedad. Hemos de pensar en unos poetas jóvenes, unidos por razones de edad y amistad –muchos de ellos procedían de la Galia Cisalpina-, que compartieron unos gustos estéticos que estaban de moda entre las elites sociales y culturales de la Roma del periodo tardorrepublicano (cf. Granarolo). Así, estos poetas hicieron profesión de su

actividad literaria y no se cansaron de proclamar en el seno de sus propias obras sus principios estéticos, lo que nos revela a unos autores conscientes de su propio arte, fieles además a la tradición del epigrama metaliterario, vehículo en ocasiones de verdaderos manifiestos poéticos; de ese modo, definen su poesía en oposición a la poesía épica y a la tragedia tradicionales, lo que dicho en términos catulianos no es sino un rechazo (recusatio) de los poemas largos y grandilocuentes. Ese esmero es el que se refleja en su práctica continua de la labor limae, a la que alude Catulo en el poema que abre su colección (arida modo pumice expolitum). Esa labor de retoque y perfeccionamiento afecta también al tono de sus poemas, que deben resultar siempre refinados y cultos, o para emplear uno de los conceptos más queridos a Catulo, acordes con la urbanitas. Se trata de una poesía que nace como reflejo de una determinada actitud vital, la de hombres que viven en el ambiente culto de la ciudad y manifiestan en su obra ese savoir vivre. En este contexto urbano, su poesía se presenta como una prueba de ingenio (facetia), en la que la parodia, la ironía y las alusiones cultas se mezclan y conviven dentro del mismo espacio. en ese ambiente, la poesía se convertía en materia de experimentación y de autoexamen personal, pues los escritos se mostraban a los propios compañeros como parte de un juego compartido en el que todos eran jueces y maestros. El poeta reivindica aquí su propio espacio, en el que la primera persona narrativa encuentra un molde exacto: lo personal e individual se alía con grandes dosis de erudición (mitológica, geográfica y artístico-literaria) y logran crear un refinado contraste de ideas y tonos, que sirven para dibujar un universo personal compartido por todos los miembros del grupo. Asimismo, el poeta juega siempre con la alegoría, un arma que le permite decir una cosa cuando en realidad, para los entendidos, está diciendo otra distinta. Además de Catulo, fueron miembros de ese grupo de “poetas nuevos” Gayo Helvio Cina, autor de un poema titulado Zmyrna. Al lado de Cina, hay que situar los nombres de Valerio Catón, Furio Bibáculo, Licinio Calvo (el único de los poetas procedentes de Roma), Cecilio, y en último término, Cornelio Nepote, más conocido por su actividad como prosista. Valerio Catón fue autor de un epilio etiológico, Dictynna. También se le supone autor de una colección de poesía amorosa titulada Lydia y de una colección de poesía satírica, Dirae. En cuanto a Furio Bibáculo y Varrón de Átace, parecen conformar un pequeño grupo aparte, pues, sin rechazar algunos de los presupuestos estéticos de los novi, apostaron por un alejandrinismo menos evidente, surgido más bien como colofón tras una carrera poética de signo más tradicional. Furio era un poeta extremadamente cáustico y mordaz, unos rasgos de su carácter que dejaron huella en sus sátiras y epigramas (la tradición nos transmite un epigrama en que se burlaba de la pobreza de Valerio Catón [cf. Fernández Corte, 2006, p. 545]). Varrón de Átace fue el autor de un poema épico, posiblemente de corte eniano, sobre la guerra de César contra los secuanos, el Bellum Sequanicum; más tarde y con una estética más próxima a los poetae novi compuso

elegías y se sintió atraído por el modelo épico-mitológico de Apolonio de Rodas y la poesía didáctica de Arato. 3. Catulo y su Liber. 3. 1. La estructura del Liber de Catulo. de todos esos poetas noveles, vecinos de Roma a mediados del siglo I a. C., sólo nos ha llegado en buen estado la obra de Catulo, el famoso Liber, compuesto por 116 poemas. En él están presentes todas las características que solemos atribuir al grupo de los novi: brevedad, exquisitez, grandes dosis de erudición e innovación, variedad de metros, de tonos, de géneros y un uso mayoritario de la primera persona narrativa, con lo que la poesía se traslada al universo de la lírica. Junto a un nutrido grupo de poemas menores, hay otros más largos y complejos, en los que el poeta se revela como un perfecto conocedor de la tradición del epilio alejandrino y se presenta como un doctus poeta. Visto en su conjunto el libro ofrece una muestra palpable del principio estético de la varietas, por lo que una de las primeras preguntas que se nos plantean es saber si fue el propio Catulo el encargado de publicar esos poemas tal y como nos han llegado o, por el contrario, el Liber fue publicado por alguien tras su muerte. El Liber catuliano consta de 115 poemas repartidos en tres grandes bloques: A) Hay una primera sección (carm. 1-60), que contiene poemas breves, de metros variados y con un predominio absoluto de asuntos ligados a la experiencia personal del poeta. B) La segunda sección (carm. 61-68) está formada por poemas más largos y de contenido más erudito, muy ligados a los principios estéticos alejandrinos. De todos modos, ha habido críticos que subdividen este grupo de poemas largos en dos partes: por un lado, el 61-64 y, por otro, el 65-68 por otro; así, la primera parte estaría marcada por los himnos y un poema épico en miniatura, en tanto que la segunda parte, escrita en dísticos elegíacos, habría que unirla con los epigramas que siguen, escritos en el mismo metro. Así, el tercer libro de epigramas se abriría con el poema 65 y concluiría en el 116. Aunque esta interpretación resulta atractiva, no cabe duda de que los poemas 65-68 pueden formar parte perfectamente de una serie de poemas largos (desde el 61 al 68), en los que la inspiración alejandrina y, sobre todo, calimaquea se deja sentir con más fuerza, posición que se ha defendido de manera tradicional. C) La tercera y última sección (carm. 69-116) está constituida por epigramas, escritos todos ellos en dísticos elegíacos, en los que vuelven a aparecer los mismos temas de la primera parte. Tres posturas acerca de si realmente es el poemario que preparó el autor:

1) Hay quienes defienden que Catulo preparó personalmente la edición del conjunto de su obra y se la dedicó a Cornelio Nepote (cf. Wiseman y Quinn). 2) Otros estudiosos suponen la existencia de ediciones parciales de los poemas, algunas de las cuales habrían sido preparadas por el poeta, como se pone de manifiesto en el poemadedicatoria. Esta participación del poeta explicaría la cuidadosa disposición de los poemas del llamado primer bloque (los polimétricos). Al lado de estos poemas menores, los carmina longiora habrían visto la luz por separado. Para los defensores de esta postura, alguien, tras la muerte de Catulo, debió reunir esos disiecta membra en un corpus unitario y los juntó en un único codex o volumen respetando el orden en que habían llegado los poemas. 3) Una tercera postura es la de aquellos que sostienen que el poemario que nos ha legado la tradición es el resultado exclusivo de la labor de algún gramático que quiso rendir con ella un homenaje al poeta. 3. 2. Catulo y los poemas amorosos. 3. 2. 1. Lesbia-Clodia. De este conjunto de poemas, brillan con luz propia los dirigidos a Lesbia, perfecta encarnación de la femme fatale, considerada su auténtica musa. Apuleyo desveló que detrás de Lesbia se escondía una tal Clodia. Coincide con el prototipo de la nueva mujer romana de la que hablaron los poetas, historiadores y filósofos: se trata de una mujer casada pero libre de ataduras, culta, lectora exigente, capaz de cambiar de amantes y de estatus social –desde el más alto hasta el más bajo- en pos de satisfacer su placer. Se supone que el joven Catulo quedó prendado; esa pasión pudo ser el acicate para sus poemas de corte amoroso, en los que define una relación que va más allá de un simple escarceo, pues la redefine con los términos legales del matrimonio, un tipo de pacto que sólo Lesbia se encarga de romper; una vez quebrada la confianza, arreciarán las críticas, pues su musa cae del pedestal y se precipita en un torbellino de degradación descrito con descarnada sátira. Por el camino, también reciben aceradas pullas sus oponentes. De la mano de Catulo, el amor apasionado es una llama que quema por dentro (muy en la línea con Safo) y que se convierte en una verdadera enfermedad, que todo lo trastoca, hasta el punto de que el amante queda reducido a la posición de un simple servus. La amada, puella, es la verdadera dueña y señora (domina). Lesbia le ofrecía un magnífico campo para experimentar, de acuerdo con el principio de la variatio, las distintas vicisitudes y momentos posibles de una relación afectiva (amicitia) y amorosa (amor). Dichos tópicos se hicieron a la postre comunes en la poesía amorosa latina de la mano

de los poetas elegíacos de la generación posterior a Catulo, a los que, una vez más, la tradición poética y su propia vida les ofrecieron la materia necesaria para tejer sus versos. 3. 2. 2. Juvencio. Al lado de estos poemas a Lesbia, se encuentran los poemitas amorosos que Catulo dedicó a un joven llamado Juvencio. Catulo, re...


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