Cepeda Samudio - Análisis literario PDF

Title Cepeda Samudio - Análisis literario
Course Teoría literaria
Institution Universidad del Atlántico
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Análisis literario...


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LITERATURA Y VIOLENCIA EN LAS NARRATIVAS COLOMBIANAS Camilo Urueta Polo – Mileidis Colón Ramos LA VIOLENCIA EN LAS OBRAS DE ALVARO CEPEDA SAMUDIO La literatura colombiana en el siglo XX tuvo su mayor crecimiento, generaciones de poetas y nuevos movimientos surgían en medio de un contexto marcado por los enfrentamientos políticos e ideológicos, que, a su vez, marcaban una época de violencia en el país. En medio de estas generaciones se encuentra el Grupo Barranquilla, una tertulia intelectual que nace entre la década de los 40’s y finales de los 50’s, allí se integraban distintas personalidades de la cultura barranquillera, entre los cuales destacaban José Félix Fuenmayor, German Vargas, Alejandro Obregón, Julio Mario Santo Domingo, el Nobel de literatura Gabriel García Márquez y Álvaro Cepeda Samudio. Este último, destacado periodista y escritor, incursionó desde temprana edad en el mundo de la escritura cuando fue columnista para el periódico El Heraldo, allí empezaba a tratar temas de índole político y social, reflejando la realidad que atravesaba el país, tópicos que más adelante se convertirían en ejes de su literatura, y los cuales vamos a analizar. A los 21 años de edad, Álvaro Cepeda Samudio escribió su primer cuento, cuando aún trabajaba para el diario El Nacional, titulado Proyecto para la biografía de una mujer sin tiempo. En adelante, su obra se caracterizaría por la búsqueda de una renovación literaria (Caicedo, 2007), intentando apartarse de la rutina y tradición literaria costumbrista que estaba en aquella época en la literatura colombiana. Sin embargo, en 1959, Cepeda Samudio viaja a los Estados Unidos a estudiar periodismo en las universidades de Ann Arbor y Columbia, es durante este viaje donde conoce a uno de sus autores predilectos,

William Saroyan (1908-1981). La literatura ‘saroyana’ trata temas como la violencia estructural y cultural del mundo postindustrial, Cepeda Samudio la ve como una alternativa a la literatura tradicional colombiana (Aguilera, 2015), esta influencia del autor estadounidense se ve reflejado en varios de sus cuentos, entre los cuales está el libro: Todos estábamos a la espera, publicado en 1954. Desde la publicación de Todos estábamos a la espera, la violencia se convierte en el eje central de la obra de Álvaro Cepeda Samudio (Aguilera 2015), comenzando con uno de los cuentos: ‘Vamos a matar a los gaticos’ (1950), en ella se ve reflejada la violencia directa, en donde existe una agresión sobre una víctima, reflejado en el hecho en que los niños decidan matar a los gaticos, tomándolos del cuello para ahorcarlos. Este cuento, basado en The Killers, por recomendación de Alfonso Fuenmayor, trata el origen de la violencia en el ser humano: el miedo y el aburrimiento, profundizado en el retrato de tres niños, quienes realizan todo de una manera lúdica, pues Doris, quien ejecuta la mayoría de acciones en el cuento, refleja el aburrimiento como motor de la violencia, tal y como menciona Erich Fromm, destacado psicoanalista y psicólogo (Aguilera, 2015). Este cuento, Vamos a matar a los gaticos (1950), propone una reflexión sobre los orígenes de la violencia directa, y la influencia del poder en el ámbito infantil. Según Aguilera (2015), esta influencia en el microcosmos infantil, se da de manera simbólica en el cuento, reflejando la realidad sociopolítica colombiana en aquella época; eventos como El Bogotazo, el asesinato de Gaitán y la disputa entre liberales y conservadores, hacen parte de los episodios de violencia que sufrió Colombia a lo largo del siglo XX, y que, sin duda, se proyectan en el entorno infantil tratado en este cuento.

En otro cuento, Hoy decidí vestirme de payaso (1954) se infiere una violencia social, reflejada a desprecio y rechazo frente a un payaso ficticio en impostura de un circo que, según Castillo (2006) se observan payasos amargados y atentos a un sistema de reglas al servicio de un universo desaterrado de violencia, distantes jerarquías, represiones autoritarias, jaula y domadores enmascara la búsqueda de la autenticidad, la plenitud vital y la comunicación con los otros, representada en la salida del vestido de payaso al encuentro de un músico capaz de tocar en una guitarra verde. Según lo analizado, podemos comparar las distintas formas de violencia que Cepeda Samudio utiliza en sus cuentos, en Vamos a matar a los gaticos (1950) se refleja una violencia directa, relacionada más con las agresiones físicas, y en Hoy decidí vestirme de payaso (1954) se refleja una violencia social frente a la aceptación del payaso en ese contexto; sin embargo, en otro de sus libros cuentos: Los cuentos de Juana, en específico “Desde que compró la cerbatana ya Juana no se aburre los domingos” (1972), aquí la violencia es estructural y/o cultural que, según Aguilera (2015), legitima, apoya o justifica la práctica de actos violentos en el sistema a través de los diferentes aparatos ideológicos; aunque, guarda relación en cuanto al origen de esta violencia que mencionamos anteriormente: miedo y aburrimiento. Aquí Cepeda Samudio, admite una nueva interpretación acerca de la pérdida de la inocencia humana, en donde Juana, la protagonista del relato, intenta rebelarse contra los pilares de la violencia estructural y cultural que de alguna manera ahogan al individuo; empezando por el lugar donde vive Juana, en una casa donde solo se puede ver el Estadio Municipal, hay una publicidad de Cerveza Águila y un sitio llamado el Pez que fuma , todas estas cosas representan las formas de evasión cultural que la sociedad moderna ha construido (fútbol, alcohol y sitios de ocio), y a Juana le

terminan aburriendo, hecho que intenta combatir matando con su cerbatana a los jugadores de fútbol, desterrando el fastidio que tiene hacia la vida cotidiana, a lo que el mundo moderno ha construido. Más adelante, se da la publicación de La casa grande (1962) novela en la cual se relata la masacre de las bananeras (1928), una época de mucha violencia patrocinada por los gobernantes colombianos. En esta novela podemos dar cuenta de la violencia pública y privada que se desarrolla durante este período de masacre en la zona. La casa grande toma como pretexto para desarrollar de esta narrativa la recreación de ese acto violento de gran magnitud para dar relevancia a la violencia, la cual ha servido para desarrollar otros escritos entorno al evento histórico. Sin embargo, se puede inferir un especial interés por el desarrollo de este evento, ya que a pesar de estar presente la violencia en sus narrativas no era necesario evocar ese hecho histórico; según Ángel Rama en vez de enfrentar la violencia del presente con su repertorio vasto de atrocidades, prefirió buscar la violencia en el pasado que solo puede llegarnos a través de una narración mediatizada y lo encontró. Por otro lado, es importante resaltar el concepto de masacre: “es la matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causas parecidas” (DRAE) como evento violento esta es la principal idea que justifica la historia. Además, en su primer capítulo Los soldados (1959), se desarrolla una violencia bélica por parte de los protagonistas de este momento en la historia, es la primera mención que se hace de la masacre que, según Aldana (2015), sitúa todo el peso en un evento que conlleva un número de muertes aun indefinido e involucra cientos de soldados, la interacción entre dos individuos: un soldado, al servicio de los intereses de sus superiores, el gobierno y la clase dirigente, quien actúa como agente de violencia y muerte, y un jornalero quien despliega el

acto desafiante de mirar a su verdugo a los ojos y aceptar su muerte como parte inevitable de su lucha por la dignidad. Sin embargo, en la historia no se ve una masacre directa, es decir, que no se hace una descripción detallada de los sucesos sino pequeños eventos fragmentados que se relaciona entre sí, por el contrario, se concentró en lo humano y literalmente, en los vivos, el drama y el terror que provocaron los crímenes, y no solo el del perseguidor, el cadáver destrozado del campesino, sino también el del perseguido, el policía matando para evitar que lo mataran, única forma de transcender la visión unilateral al que desvirtúa el tema. Castillo (2006). Asimismo, Ángel Rama resalta el hecho que, en vez de ubicar la violencia en su inmediato anclaje político, prefirió hurgar en sus raíces sociales como un ejemplo de conflicto de clases, oponiendo temerosos peones a un despótico señor feudal. En este cuento se refleja una violencia social frente al estilo de vida de los soldados. Son personas humildes matando a campesinos. Las jerarquías llevan a que el pueblo se enfrente al mismo pueblo. La novela narra una realidad compartida entre estos dos individuos, que desestabiliza toda diferencia totalizadora en el rol social de cada uno de ellos, a pesar de las caracterizaciones previas al momento de la masacre que el texto brinda. De este modo, el ser soldado y agente de violencia, y el ser sujeto que resiste y víctima varían en distintos momentos textuales. Los soldados son peones utilizados para ejecutar un acto letal sobre otros individuos con quienes comparten una posición subordinada y hasta la misma procedencia. Aldana (2015) En relación con el segundo capítulo La hermana (1957) se refleja una completa violencia intrafamiliar frente a la a la forma de vida patriarcal que se lleva. El padre llega a casa con su esposa y sus hijas y a una de ellas la golpea con una espuela en la cara varias

veces hasta tal punto en donde a él se le entierra un poco en la mano la espuela. Además, se observa un deseo incestuoso de forma significativa que más adelante se ejecuta. Frente a este patriarcado que desarrolla El padre, se refleja también una violencia sexual entorno a quienes deben o no merecer consumar el acto. Según Aldana (2015), El padre determina la jerarquía familiar, perpetúa la imposibilidad de igualdad entre los géneros y retiene el derecho a tener acceso sexual a todas las mujeres a quienes desee poseer, tanto en la casa como fuera de ella. La Madre es un miembro más de la familia y su posición no es la de “una persona aparte, de una función perfectamente definida como la del Padre”. En este mismo sentido, Tedio (2015) expresa la protesta asumida por la Hermana, sería una forma de subvertir la violencia paterna constituida por motivaciones de orden masculinista, sobre todo cuando al Padre se le muestra como un semental, comprador de mujeres para exclusivo uso sexual. La violencia es el eje transversal de la narrativa de Cepeda. “Los hijos”, uno de los últimos capítulos de la novela refleja nuevamente una violencia intrafamiliar y machismo frente a lo dominante que quería ser el hijo frente a las decisiones tomadas por las hermanas. Además, según Tedio (2015) la Madre es de verdad, un ente pasivo, inerte, conformista, incapaz de enfrentar al Padre y a la hija (la hermana mayor). Siempre que se habla de este personaje, el texto utiliza un vocabulario de la derrota que va nombrando sus estados de ausencia y sus silentes resignaciones. Por otro lado, se desarrolla el punto de vista frente a la presencia de una violencia simbólica en donde se encuentra un sometimiento. Esta modalidad de violencia puede ser semejante ante las ya mencionadas; sin embargo, es importante resaltar que la violencia intrafamiliar la entendemos como el abuso de poder incluyendo maltrato físico. Por otro

lado, se puede reflejar la violencia simbólica a partir de la dominación que se ejerce frente a alguien. Según Tedio (2015) el Padre en relación con los personajes que caen bajo su dominación, como serían los casos de la Madre, la hermana mayor y las mujeres que él ha comprado para que sean sus concubinas, entre ellas, Regina, la Muchacha. El desarrollo de las narrativas de Cepeda se basa en mostrar de manera ejemplar y artística la presencia de la violencia no tanto en un ámbito directo como lo son el desarrollo de masacre, si no frente a los aspectos psicológicos, sociales, gubernamentales y políticos. En estas obras la violencia tuvo un papel importante frente a los hechos históricos que pasaron en ese momento. Cepeda Samudio de una u otra forma buscó inmortalizar estos eventos a través de sus obras. Según Ruffinelli, la novela de la violencia tuvo como finalidad testimoniar un periodo turbulento, es decir, perpetuar ese momento histórico, así como otros escritores lo estaban haciendo en su momento. Además de demostrar su gran influencia por autores del momento como Faulkner, Saroyan, entre otros. Del mismo modo, Castillo (2006) El ensayo “Dos o tres cosas sobre la novela de la violencia”, publicado en 1959, cuando ya Cepeda había dado a conocer los dos mejores capítulos de La casa grande la hermana (1957) y los soldados (1959), revela las coincidencias conceptuales de los dos escritores caribeños.

Bibliografía Aguilera Linde, M. (2015) Saroyan en los cuentos de Álvaro Cepeda Samudio. Colección Archivos N°66 (PP. 671- 688) Aldana, L. (2015) Masacre, incesto y odio de La casa grande, de Álvaro Cepeda Samudio: un texto fundacional en la literatura del Caribe colombiano. New Platzz (EE. UU) Caicedo, A. (2007). Poética del artificio fragmentado en Los cuentos de Juana de Álvaro Cepeda Samudio. Revista Colombia: tiempos de imaginación y desafío. Bogotá. Castillo Mier, A (2006) La narrativa experimental de Álvaro Cepeda Samudio. Universidad del Atlántico Cepeda Samudio, A. (1962) La casa grande. Bogotá: Ediciones Mito. Cepeda Samudio, A. (1954) Todos estábamos a la espera. Barranquilla: Ediciones Librería Mundo Cepeda Samudio, A. (1996). Los cuentos de Juana, Bogotá: Norma Tedio, G. (2015) De la casa grande o las exigencias de un texto críptico. Colección Archivos N°66 (PP. 737 –776)...


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