Crisis de identidad (Erikson) PDF

Title Crisis de identidad (Erikson)
Author Valentina Lobos
Course Psicología del Desarrollo 2
Institution Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
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Erickson Crisis de identidad  

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La crisis de la identidad es psico y social Desde un enfoque psicoanalítico, su aspecto psico: 1) Es parcialmente consciente y parcialmente inconsciente. Es un sentido de continuidad e igualdad personal, pero es también una cualidad del vivir no-conscientede-sí-mismo (unificación de aquello dado en forma irreversible con elecciones que se le han proporcionado, todo esto dentro de pautas culturales e históricas). 2) Está acosado por la dinámica del conflicto y especialmente en su clímax puede conducir a estados mentales contradictorios. 3) Posee su propio período evolutivo (adolescencia y juventud) antes del cual no podría llegar a una crisis, ya que las precondiciones somáticas, cognoscitivas y sociales no están dadas (depende parcialmente de factores psicobiológicos); y más allá del cual no debe rezagarse debido a que todos los desarrollos inmediatos y futuros dependen de él. 4) Se extiende tanto al pasado como al futuro; está enraizado en las etapas de la infancia y dependerá para su preservación y renovación de cada una de las etapas evolutivas subsecuentes. Por otra parte, el aspecto “social” de la identidad debe ser explicado dentro de esa dimensión comunitaria en la que un individuo debe encontrarse a sí mismo. La juventud, en particular, depende de la coherencia ideológica del mundo del que se supone debe hacerse cargo y en consecuencia se da perfecta cuenta de si el sistema es lo suficientemente fuerte en su forma tradicional para ser “confirmado” por el proceso de identidad o si está lo suficientemente debilitado como para sugerir su renovación, reforma o revolución. La identidad psicosocial entonces posee también un aspecto psicohistórico; las biografías están inextricablemente entretejidas con la historia.

Complejidades inconscientes: 1) La crisis en ocasiones es escasamente perceptible y en ocasiones lo es muy marcadamente, dependiendo de las personas, las clases y los períodos de la historia. 2) La formación de la identidad, por norma, posee un aspecto negativo que puede permanecer como un aspecto rebelde de la identidad total. La “identidad negativa” es la suma de todas aquellas identificaciones y fragmentos de identidad que el individuo tuvo que sumergir en su interior como indeseables o irreconciliables o mediante los cuales se hace sentir como “diferentes” a individuos atípicos o a ciertas minorías específicas. En el caso de las crisis exacerbadas, un individuo o grupo puede perder la esperanza en su capacidad para contener a estos elementos dentro de una identidad positiva. 3) La naturaleza del conflicto de identidad depende a menudo del pánico latente infiltrado dentro de un período histórico . Esto se puede deber a 3 formas básicas de aprensión

humana: miedos despertados por hechos nuevos que cambian y expanden en forma radical la totalidad de la imagen del mundo; ansiedades despertadas por peligros simbólicos percibidos vagamente como consecuencia de la desintegración de las ideologías existentes; y el temor de un abismo existencial desprovisto de significado espiritual. 



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En nuestro tiempo un estado de confusión en la identidad parece a menudo estar acompañado por todos los síntomas neuróticos o casi psicóticos a los que la persona es propensa con base en su constitución, experiencias tempranas y circunstancias malignas. Es una característica del proceso adolescente que el individuo ceda semideliberadamente a algunas de sus tendencias más regresivas o reprimidas para, por así decirlo, poder llegar de ese modo hasta el fondo y recobrar algunas de sus fortalezas infantiles aún sin desarrollar. Las variaciones epidemiológicas de las crisis a lo largo de las décadas sugieren fuertemente alguna relación con los cambios históricos. “Resistencia interna”  toda materia ofrece resistencia a la energía que pasa a través de ella. Así, los recuerdos y pensamientos son resistidos incluso por aquel que quiere recuperarlos, ya sea por desesperación o por curiosidad. De esa resistencia interna Freud responsabiliza a la “represión” (cualidad defensiva y anticonsciente de la mente). “Transferencia”  tendencia universal a experimentar a otra persona (inconscientemente) como comparable a una figura importante del pasado preadulto. Ésta sirve a la reactivación inadvertida de deseos y temores, de esperanzas y aprensiones infantiles y juveniles, siempre con una desconcertante “ambivalencia”. La implicación emocional mutua, aun del tipo llamado transferencia, puede promover bajo condiciones favorables capacidades de lealtad filial y agudizar cuestiones de ambivalencia, y puede por lo tanto apoyar el crecimiento personal y la innovación creadora. La cuestión del origen de la crisis de identidad a menudo predomina en la mente de personas que están impulsadas a ser originales (“diferentes”). Los problemas de identidad se agudizan con el cambio durante la pubertad, cuando se vuelven inevitables las imágenes de roles futuros. Los conflictos de identidad se pueden relacionar con la identidad personal y con las elecciones psicosociales; la malignidad de la crisis de identidad está determinada tanto por los defectos en las primeras relaciones de una persona con sus padres como por la incompatibilidad o irrelevancia de los valores disponibles en la adolescencia. La dirección de la obra de un sujeto, por tanto, proviene siempre tanto de la historia como de su biografía. Un síndrome como el de la “confusión de identidad” no es solo cuestión de autoimágenes o aspiraciones, roles y oportunidades contradictorias, sino un padecimiento central peligroso para la totalidad de la interacción ecológica de un organismo mental con su “medio ambiente” (universo social compartido). Los síntomas de la confusión de identidad pueden ser encontrados en la esfera psicosomática al igual que en la psicosocial, en el tiempo al igual que en el individuo.



















La identidad psicosocial demostró estar “localizada” en 3 órdenes en los que el hombre vive en todo tiempo: 1) El orden somático por el cual un organismo busca mantener su identidad en una renovación constante de la mutua adaptación del “interior” y el medio ambiente 2) El orden yoico, es decir, la integración de la experiencia y conducta personales 3) El orden social mantenido unido por organismos yoicos que comparten una ubicación histórico-geográfica Estos 3 órdenes propenden a ponerse mutuamente en peligro, incluso en la medida en que se relacionan entre sí. Gran parte de la tensión creadora del hombre al igual que de su conflicto debilitador se originan en esta incompatibilidad. Estos órdenes parecen apoyarse mutuamente tan solo en proyectos utópicos. El estudio de las crisis de identidad durante la adolescencia se vuelve estratégico, debido a que durante esta etapa de la vida el organismo se encuentra en el clímax de su vitalidad y potencia, a que el yo debe integrar formas nuevas de experiencia intensiva ya que el orden social debe proporcionar una identidad renovada para sus miembros, para así poder reafirmar (o renovar) su identidad colectiva. No es suficiente explicar los fenómenos humanos por sus orígenes en la infancia sin preguntar por qué y de qué modo el medio social inicia, refuerza y agrava conflictos infantiles específicos y hace de su resultado una parte de los fragmentos de identidad positivos y negativos que pugnarán entre sí durante la adolescencia. Los períodos de crecimiento y de una ampliación creciente de la cognición permiten, en interacción con instituciones vivientes, una renovación de antiguas fuerzas al igual que una iniciación de nuevas. El niño internaliza dentro del superyó más que nada las prohibiciones que emanan de la estructura social (prohibiciones que son percibidas y aceptadas con los limitados medios cognoscitivos de la infancia). El moralismo infantil internalizado queda aislado de la experiencia posterior, por lo que el sujeto siempre puede volver a caer en una actitud punitiva (de culpa) que no solo lo ayuda a re-reprimir sus propias pulsiones sino que también lo alienta a tratar a los demás con un desprecio lleno de rectitud. La persona no podría volverse o seguir siendo moral sin una tendencia moralista semejante; sin embargo, sin un desarrollo mayor de inclinaciones auténticamente éticas, es decir, una subordinación de su moralismo a la afirmación compartida de valores, el sujeto nunca podría edificar las estructuras sociales que definen sus obligaciones y privilegios adultos. Por todo lo anterior es que la teoría psicosocial puede explicar por qué los adolescentes deben y pueden unirse entre sí en pequeños círculos y “subculturas” y eventualmente vincularse a tendencias ideológicas en gran escala, del pasado o del presente, mientras que unos pocos se encierran dentro de estados enfermizos de aislamiento individual igualmente desconocidos en su vida pasada.







La fuerza del yo parece depender no solo de la experiencia preadolescente del individuo (incluyendo los contenidos del superyó) sino también del apoyo que recibe de subculturas adolescentes y del proceso histórico en desarrollo. Desde el principio de la vida existe una intrincada relación entre el desarrollo interno (cognoscitivo y emocional) y un medio ambiente estimulante y alentador, de manera que ninguna etapa ni ninguna crisis podrían ser formuladas sin una caracterización del mutuo acoplamiento de la capacidad del individuo para relacionarse con un espacio vital cada vez mayor de personas e instituciones, por una parte, y, por la otra, la disposición de estas personas e instituciones para hacerle partícipe de una preocupación cultural presente. Vivimos en un mundo de hechos consensualmente validado con una activación mutua entre personas de pensamiento similar (compartir una imagen unificada de mundo), siempre en la búsqueda de comunidad con aquellos que no solo piensan en forma parecida sino que también se hacen sentir mutuamente activos y autónomos....


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