Eichmann en Jerusalén informe valentina guajardo PDF

Title Eichmann en Jerusalén informe valentina guajardo
Author Valentina Guajardo
Course Antropología sociocultural
Institution Universidad Alberto Hurtado
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informe sobre capítulos7 y 8 de Eichmann en jerusalen de Hannah Arendt. ...


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Facultad de Ciencias Sociales Carrera de Ciencia Política y Relaciones Internacionales Curso de Ética Política

“Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal” Informe de lectura capítulos 7 y 8.

Nombre: Valentina Guajardo Fecha: 13/09/2019 Profesor: Diego García Ayudante: Camila Meneses

Reseña del texto Previo al comienzo de la Segunda Guerra Mundial Alemania estuvo bajo el liderazgo de Adolf Hitler, quien lideró un régimen totalitario durante el periodo conocido como Tercer Reich. Hitler en ese entonces veía el mundo como un lugar de lucha constante entre los pueblos, ya que, según él, estos estaban divididos en razas superiores e inferiores, en donde, los inferiores, serían los judíos principalmente. A partir de esto es que el antisemitismo jugó un papel fundamental en el pensamiento de Hitler y la ideología nazi. Hannah Arendt en su libro “Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal”, pone como problema central la relación entre la filosofía y la política, entre el pensar y el actuar. La articulación de esta amplia temática se centra en el papel del juicio. Aquella reflexión sobre el juicio es trascendental y persistente en su obra, pero no es sistemática ni alcanzó una formulación determinante. Esta filósofa señala que fueron dos los motivos los que le llevaron a ocuparse de las facultades cognoscitivas: el juicio de Eichmann y la polémica que generó su obra sobre él. En primera instancia, la autora estudia la cuestión judía y las razones y acciones que se llevaron a cabo a partir de las órdenes que dictaba el Führer, ya que “la orden de Hitler, a diferencia de las órdenes corrientes, recibió el tratamiento propio de una ley” [CITATION Are631 \p 219 \t \l 13322 ] En el capítulo 7 “La conferencia de Wannsee o Poncio Pilatos”, parte desde el contexto en el que se desarrolló aquella conferencia la cual se caracterizó por ser una reunión necesaria para coordinar todos los esfuerzos en orden a la consecución de la Solución Final, de que si esta se quería expandir hacia la totalidad de Europa se requería de la cooperación de todos los ministerios y de todos los funcionarios públicos de carrera (Arendt). Cabe destacar que los invitados a la conferencia no deliberaron si dicho plan debía ejecutarse o no, ya que, “no sólo expresaron opiniones, sino que formularon propuestas concretas” [CITATION Are63 \p 167 \l 13322 ]. Adolf Eichmann fue uno de los artífices de la Solución Final -siendo aun así el individuo de más baja posición social y oficial- estuvo presente en la reunión con miembros de las distintas ramas de la alta burocracia pública de ese entonces, es decir, los hombres más prestigiosos considerados como los papas del Tercer Reich. No obstante, aun cuando Eichmann pretendía ejecutar la Solución Final, la autora destaca que “era cierto que aún abrigaba algunas dudas acerca de esta sangrienta solución mediante la violencia” [CITATION Are63 \p 168 \l 13322 ]. En ese entonces, según Arendt, Eichmann pudo evidenciar cómo los miembros de la “sociedad respetable”, es decir, la élite de la vieja y armada burocracia luchaba y se esforzaba por el afán de aprobar y destacar en esta acción inhumana, puesto que, Eichmann -en cuanto a su responsabilidad moral- hace referencia a que en ese momento sintió lo que debió haber sentido Poncio Pilatos, ya que se había sentido libre de toda falta. Sin embargo, Eichmann “no fue el primero, ni será el último, en caer víctima de la propia modestia” [CITATION Are63 \p 168 \l 13322 ]. Adolf en su relato indicó que, pese a que Hitler pudiera estar totalmente equivocado, fue un hombre capaz de ascender de cabo del ejército alemán a Führer de un pueblo con alrededor de ochenta

millones de personas, por lo que el éxito que había logrado era una razón suficiente para someterse a sus órdenes. Esto logra reflejar dos cosas interesantes; primero, cómo la conciencia de Eichmann -pese a ser uno de los responsables de la deportación y exterminio de los judíos en los campos de concentración-, quedó tranquilizada ya que aquel éxito era uno de los mejores criterios para determinar lo que era la “buena sociedad” (Arendt). En base a lo leído en el capítulo 8 “Los deberes de un ciudadano cumplidor de la ley”, es posible evidenciar y analizar de mejor forma como Eichmann a medida que pasaban los meses y los años, estuvo en muchas ocasiones de sentirse como un nuevo Poncio Pilatos. Esto se debía esencialmente a que tal como señala la autora, las cosas eran como eran basadas en la nueva ley común, la cual estaba apoyada en las órdenes que dictaba Adolf Hitler, por lo que ante cualquier cosa que este dijera, Eichmann lo cumplía, ya que este creía en su deber de ciudadano fiel cumplidor de las leyes. Por causa de esto, es que el acusado llegó a un tremendo estado de confusión mental comenzando a exaltar las virtudes y a denigrar los vicios. Mientras se realizaba el interrogatorio policial, Eichmann declaró que él sentía que siempre se había sentido cercano a los preceptos morales que establece Kant, en particular con la definición kantiana del deber. El ejemplo que dio de la cuestión del soldado produjo inquietud entre los policías, ya que “la filosofía moral de Kant está tan estrechamente unida a la facultad humana de juzgar que elimina en absoluto la obediencia ciega” [CITATION Are631 \p 199 \t \l 13322 ]. No obstante, ante el juez Eichmann logró dar una definición adecuada del imperativo categórico, en donde señala que desde los principios de su voluntad puede devenir el principio de las leyes generales. Luego, al momento de recibir la tarea de poner en praxis la Solución Final, manifiesta que había dejado a un lado la afinidad con los principios kantianos, que se había consolado pensando en que ya no era dueño de sus actos y que él no podía cambiar nada. Eichmann no explica sus jueces que en aquel , como él mismo señala, no se había visto condicionado a renunciar a los postulados de Kant porque estos no fueran aplicables, sino que la había cambiado de forma que dijera que uno debiese de comportarse como si el principio de nuestros actos fueran el mismo que el de los actos del legislador o el de la ley común. O tal como plantea Hans Franck según la fórmula del “imperativo categórico del Tercer Reich”, “compórtate de tal forma que si el Führer te viera aceptara tus actos (Arendt). Ya que Kant no quiso decir nada de esto, todo lo que queda de sus principios es la reivindicación de que “el hombre haga algo más que obedecer la ley, que vaya más allá del simple deber de obediencia, que identifique su propia voluntad con el principio que hay detrás de la ley, con la fuente de la que surge la ley” [CITATION Are631 \p 200 \t \l 13322 ]. Sea cual sea la influencia que haya tenido Kant en el pensamiento de Eichmann, no cabe la menor duda de que esté efectivamente siguió las normas kantianas, las leyes eran leyes y no cabían distinciones.

No obstante, cabe destacar que el caso de conciencia de Eichmann no tiene comparación con el de sus superiores. Cuando a estos los interrogaron en Núremberg de que cómo era posible que siguieran las órdenes de un asesino, estos manifestaron de que no fue una orden sino una ley que los había convertido a todos en criminales y asesinos. En base a esto, la diferencia entre una orden y la palabra del Führer se basaba en que la validez de la última no quedaba restringida en el tiempo y espacio, lo cual es la característica más relevante de la primera. Conclusión El mal en el Tercer Reich había perdido la característica por la que generalmente se le diferencia, es decir, la característica de establecer una tentación. Es posible afirmar que muchos alemanes y nazis hayan tenido la tentación de no matar, de no robar, de no secuestrar, de no enviar a judíos al exterminio, pero pese a esto, el deber de cumplir los obligó en convertirse en cómplices de estos crímenes, por lo que “bien lo saber el Señor, los nazis habían aprendido a resistir a la tentación” [CITATION Are631 \p 220 \t \l 13322 ]. A partir de lo anterior es posible situar a Eichmann como ejemplo de la incapacidad de pensar. Eichmann no era una persona estúpida, no obstante, carecía de la capacidad de pensar en sí mismo y de juzgar, se limitaba a cumplir a órdenes. Esto es uno de los aspectos más impresionantes ya que los seres humanos se mueven en la irreflexión, evitan su capacidad y necesidad de juzgar, así como su responsabilidad. En particular lo que me llamó más la atención es como Eichmann decide abordar su culpa, ya que, según él, para la sociedad él no era culpable de nada, como lo reitero en varias ocasiones, sólo se limitaba a cumplir lo ordenado por su cultura, lo cual resultó ser la herramienta perfecta para ir adormilando su conciencia. Esto implicó que la ambición y el deseo de ascender y de cumplir las órdenes eran más primordial que el valor de la vida humana. Aun así, el juicio de Eichmann me hace cuestionarme de si, él –siendo consciente de que no estaba haciendo bien las cosas en un momento- por qué no tuvo el coraje para revelarse frente a Hitler y señalar de que lo que estaba haciendo estaba mal. Pese a que esa no haya sido la situación me impresiona como las condiciones de la sociedad de aquel entonces hayan determinado y condicionado el actuar no solo de Eichmann, sino de miles de personas, que, pese a que su voz interna les dijera que no debían matar, perseguir, secuestrar, porque era una acción inhumana, lograba primar la ley común de Adolf Hitler en donde la voz de la conciencia les decía a los individuos que debían de hacerlo. Finalmente, la falta de culpa es algo que me llama mucho la atención por parte de Eichmann, ya que, aun conociendo la maldad de los actos que realizaba organizando el transporte de los judíos a su muerte –considerando las consecuencias posteriores-, Eichmann no se enfrentó nunca el dialogo interior consigo mismo, lo que poco a poco fue entrando en la cotidianeidad de su día a día, lo que llevo a considerarlo como una persona normal.

Se acepta de que Eichmann fue un hombre que solo recibía órdenes, por lo que entonces se podría analizar si es que el mal de los daban las ordenes es también banal o si en su caso se podría hablar de un mal radical, en un sentido más tradicional. Bibliografía Arendt, H. (1963). La conferencia de Wannsee o Poncio Pilatos . En H. Arendt, Eichmann en Jerusalén:Un estudio sobre la banalidad del mal (págs. 165-197). Lumen. Arendt, H. (1963). Los deberes de un ciudadano cumplidor de la ley. En H. Arendt, Eichmann en Jerusalén:Un estudio sobre la banalidad del mal (págs. 198-220). Lumen....


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