Ensayo - La reina Isabel l de Inglaterra PDF

Title Ensayo - La reina Isabel l de Inglaterra
Author Alfredo Subelza
Course Introducción a la historia
Institution Universidad Nacional de Jujuy
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Ensayo: La reina Isabel I - Película -1998-...


Description

Ensayo: QUEEN ELIZABETH l - PELICULA

La Reina de Inglaterra, María, ferviente defensora de la religión católica, fallece dejando el trono a su hermana paterna Elizabeth (o Isabel, en español), educada en el protestantismo. La película muestra como Elizabeth, ahora Reina, es perseguida por distintos pretendientes, como el mismo Duque de Anjou, el futuro Rey Enrique III de Francia, y animada a casarse para asegurar su posición. Mientras tanto, sin embargo, tiene una aventura secreta con el amor de su vida, Robert Dudley, Primer Earl de Leicester. Una aventura que, muy a su pesar, no se mantiene tan en secreto como ella quisiera ya que William Cecil, el Primer Barón de Burghley, basándose en la idea de que un monarca no puede tener vida privada, es informado en todo momento de su relación. Al mismo tiempo, Elizabeth debe legitimarse en el poder haciendo frente a las diversas conspiraciones y traiciones contra su figura, entre las cuales se incluyen la del Duque de Norfolk (Thomas Howard, IV duque de Norfolk), un noble católico en la corte inglesa que busca su muerte, y la de María de Guisa, quien se alía con Francia para atacar a las fuerzas británicas. Al final de la cinta, el Duque es ejecutado por traición y María asesinada por el Consejero de la Reina, Francis Walsingham. En este contexto es cuando Elizabeth descubre que Dudley la ha utilizado. Tal y como se detalla en su secuela, esta decepción fue la causa de su cambio de comportamiento. Considerando que una relación con un hombre le daba a éste mucho poder sobre ella, Elizabeth decidió negarse cualquier tipo de affaire y dedicarse plenamente a su nación. La dulce y romántica muchacha que sale al principio de la película se convierte, pues, en una rígida e intimidadora monarca. Una Reina que gobernó y llegó a dominar a los hombres que la rodeaban, capaz de enfrentarse a un Parlamento recalcitrante con sus reformas políticas y de ordenar la

ejecución de los enemigos de la Corona. Una transformación que se presenta como el tema central de la historia. La película acaba con Elizabeth asumiendo la imagen de Reina Virgen y marcando así el inicio de la Edad de Oro de Inglaterra.

Argumentos en contra la legitimidad de la virginidad de Elizabeth

Aunque parezca un descubrimiento de última hora, las especulaciones sobre los amoríos de la más célebre soberana inglesa del siglo XVI y sus posibles frutos no son datos que los historiadores-investigadores sacan ahora de una chistera como un prestigiador saca un conejo, para darle más emoción a la biografía de tan controvertido personaje real. Antes que reina, Elizabeth fue princesa y, sobretodo, mujer. Una mujer que, como cualquier ser humano, tiene sus virtudes, sus debilidades, sus vicios... La reputación de uno, al fin y al cabo, consiste en tener el suficiente arte para disimular sus defectos y resaltar sus cualidades, aunque sean una exageración cuando no pura invención. La última representante de la dinastía Tudor, la misma que pretendió casarse con Inglaterra en el momento en que ascendía hasta el solio real y recibía en su dedo índice el anillo de la coronación, y convertir a cada uno de sus súbditos en hijo suyo, fingió guardar castidad de por vida de cara a la galería: de ahí su apodo popular de "Reina Virgen". Pero, la realidad parece haber sido distinta en muchos aspectos de su vida privada. Sus historias de amor con apuestos y gallardos varones de su corte, se iniciaron mucho antes de que heredase la corona en 1558. Siendo aún una princesa adolescente, se enamoró perdidamente del flamante y 4º marido de su última madrastra y tutora, la reina Katherine Parr, viuda del colérico Enrique VIII. Nos referimos a Thomas Seymour, 1er Barón Seymour of Sudeley (1508-1549), hermano de la malograda Lady Jane Seymour -tercera

esposa de Enrique VIII y madre de Eduardo VI- y de Edward Seymour, 1er Duque de Somerset y Lord Protector de Inglaterra. Thomas Seymour, que había sido el amante de Katherine Parr antes de que ésta consintiera casarse con el rey Enrique VIII, contrajo finalmente matrimonio con ella a los seis meses de fallecer el monarca. Sin embargo, se encaprichó de la pupila de su mujer, la princesa Elizabeth, que residía con ellos en Chelsea. Él tenía 39 años y ella 14. Lord Seymour tenía fama de irresistible entre las mujeres y sus contemporáneos lo reconocían: alto, de buena constitución física, con una espesa barba y cabello castaño tirando a pelirrojo, era un cortesano de gran porte, elegante, audaz, liberal, instruido, valiente y de voz sonora, aunque vacío de contenido. Sea como fuere, hay indicios de un apasionado idilio entre la pupila y su tutor, hasta que fueron supuestamente sorprendidos en una postura inequívoca por Lady Katherine. Algún que otro autor, afirma que la princesa fue víctima de un cortejo que desembocó en un abuso sexual por parte de Lord Seymour, y que aquella relación adúltera confundió a la joven princesa. Para cortar de raíz el amorío de su marido y evitar un escándalo público, la princesa Elizabeth abandonará la residencia de sus tutores para instalarse en la de Anthony Denny, en Hertfordshire. Nunca volverían a verse madrastra e hijastra, pero siguieron en contacto mediante una abundante correspondencia. Tras la muerte de Lady Katherine en agosto de 1548, tras dar a luz a una niña, Lord Seymour volvió a perseguir y a cortejar a la princesa Elizabeth. Apenas unos meses después, él mismo es arrestado la noche del 16 de enero de 1549, tras irrumpir bruscamente en los aposentos del rey Eduardo VI -su sobrino- y matar a uno de sus perros que intentó morderle. Encerrado en la Torre de Londres, el consejo le acusó oficialmente de 33 cargos por traición el 22 de febrero. Sus enemigos en la corte habían triunfado... El 20 de marzo, era ejecutado y todos sus bienes confiscados por la Corona. Pero, el gran amor de Elizabeth fue, sin duda alguna, Robert Dudley (15321588), hijo del 1er Duque de Northumberland y antiguo compañero de juegos de la infancia. Dudley era guapo, joven, atlético, atractivo, galante y divertido,... pocas mujeres se resistían a sus encantos varoniles y Elizabeth no fue la

excepción. La amistad adolescente dio paso al amor. Pero, para desgracia de la enamorada, Robert estaba casado con Amy Robsart, hija de un rico escudero de Norfolk, desde el 4 de junio de 1550. En 1553, Robert Dudley estuvo a punto de perder la cabeza al implicarse en la trama política de su padre, en la que intentó cambiar el orden sucesorio inglés al proclamar reina a Lady Jane Grey, desafiando las disposiciones testamentarias de Enrique VIII según las cuales la corona debía recaer en su hija primogénita María. La loca aventura no rebasó los 9 días: María I marchó triunfalmente hasta Londres, contando con el apoyo del pueblo y de la nobleza católica, y la fugaz Juana I terminó con su cabeza en el tajo. En 1558, cuando Elizabeth asciende al trono tras el fallecimiento de su mediohermana mayor María I, Robert Dudley será ampliamente distinguido por ella con el cargo de Caballerizo Mayor del Reino, dinero, tierras y títulos nobiliarios. Al ser objeto de tales favores, los enemigos católicos de la nueva soberana arremeterán contra ésta difundiendo su relación adúltera con Dudley, en un momento en el que crecían las presiones sobre Elizabeth para que accediera a casar con alguno de los pretendientes extranjeros y asegurase con un hijo la continuidad y estabilidad de la Corona Inglesa. En 1559, Robert Dudley ocupa los aposentos vecinos a los de la reina, hecho que disparará los rumores de una más que probable relación sexual entre ellos. En 1560, la situación se agrava: la muerte accidental de Amy Robsart en Cumnor Place, pasa a ser sospechosa y susceptible de ser investigada. Muchos apuntan que fue asesinada por encargo de su marido Robert Dudley, quien ambicionaba contraer matrimonio con la reina. La reputación del suspirante y favorito real será, en consecuencia, por siempre mancillada por aquella providencial enviudes, arruinando sus esperanzas de casar con Elizabeth I. Pero, a finales de 1561, la reina cae repentinamente enferma: supuestamente aquejada de hidropesía; su cuerpo se hincha de fluidos y, sobretodo, su abdomen. Un hecho en el que se fija particularmente el embajador español y reseña en sus cartas dirigidas a Madrid. ¿Hidropesía o embarazo? El caso es,

que la reina tiene que guardar cama y rehuir cualquier evento oficial durante un tiempo. Pero, el asunto no acaba ahí...

Una noche de ese mismo año, uno de los sirvientes de la gobernanta y gran amiga de la reina -Katherine Ashley-, un tal Robert Southern, es requerido urgentemente en Hampton Court. El personaje se verá luego preguntado sobre si conoce a alguna ama de cría de confianza que pueda ocuparse de un infante recién nacido. Ante la sorpresa de Southern, el personal de palacio le explicará que el bebé en cuestión es fruto de un desliz de una de las damas de la reina y que era menester llevárselo lejos y cuanto antes, para evitar que la historia llegase a oídos de Elizabeth I. Por ello, se rogó a Robert Southern que tomara al infante bajo su cuidado y lo educara en Londres como si fuera uno de sus propios hijos. La única recomendación que transmitieron a Southern fue que el crío fuera educado como correspondía a todo hijo de noble caballero. Tras haberse comprometido a seguir las indicaciones a rajatabla, llevó al bebé consigo y le impuso el nombre de Arthur. Pocas semanas después, la reina Elizabeth I pareció estar milagrosamente restablecida y reanudó con sus apariciones públicas. En 1562, la soberana cayó nuevamente enferma, pero, esta vez, se diagnosticó su mal con más claridad: la viruela. De esa enfermedad, raras veces se conseguía escapar vivo... Otra vez encamada, presa de fuertes fiebres que la hacían delirar, Elizabeth I se temía lo peor. Reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, insistió con vehemencia, desde su cama de enferma y ante sus consejeros reunidos, que su querido Robert Dudley fuera nombrado Lord Protector del Reino en caso de que muriera, y que se le concediese una anualidad de 20.000 libras por ello. Aquellas disposiciones reales no hicieron sino confirmar, a ojos de sus cortesanos, la auténtica naturaleza de su relación con el Conde de Leicester: que era su amante. Cosa aún más extraña, Elizabeth I ordenó que se concediera a un sirviente de Lord Leicester, John Tamworth, una pensión de 500 libras anuales. ¿Se trataba

de una compensación por un gran favor hecho a la reina? ¿Cuál era la naturaleza de ese favor? Pese a todo, la reina consiguió triunfar de la viruela, reponerse y ocultar con maquillaje las cicatrices dejadas por esa enfermedad mortal. Semanas más tarde, la soberana escribió de su puño y letra una serie de oraciones tan sorprendentes como inesperadas, muy distintas de las anodinas que hasta entonces había compuesto anteriormente. En esas oraciones, mencionaba un gran pecado que había cometido, sin esclarecer cuál era aunque parece fácil de adivinar: escribió "Por mis pecados secretos límpiame. Por los pecados de los demás, pusiste a tu sierva. Muchos pecados le han sido perdonados porque ella amó demasiado..."...


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