Historia de la TensiometrÍa PDF

Title Historia de la TensiometrÍa
Course Propedeutica
Institution Universidad Autónoma de Sinaloa
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Historia de como se comenzó a medir la presión arterial y los primeros aparatos utilizados...


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HISTORIA DE LA TENSIOMETRÍA

En el siglo XVIII, el naturalista inglés Stephen Hales inició el procedimiento de la esfigmomanometría cruenta en animales. Este método de registro directo de la presión sanguínea fue ampliamente aplicado en el siglo siguiente por AE Chauveau y por JLM Poiseuille. Pero sólo en 1856 fue posible obtener la determinación directa de la presión sanguínea en el hombre mediante un dispositivo diseñado por Faivre. Los primeros esfigmomanómetros aparecieron hacia fines del siglo XIX. El médico Samuel von Basch, originario de Praga y durante unos años radicado en México, construyó tres modelos sucesivos de esfigmomanómetro. El primero (1881), de columna de mercurio, resultó ser el más práctico y el más utilizado. En éste se inspiró el médico italiano Scipione Riva-Rocci al construir su propio esfigmomanómetro, que presentó en 1896. En sus propias palabras, este instrumento, que se fundamenta en el principio de Vierordt, puede medir en forma manométrica la fuerza necesaria para impedir la progresión de la onda del pulso. Gracias a las investigaciones del médico ruso N. Korotkoff, se agregó el método auscultatorio a la esfigmomanometría. En el siglo XX, se construyeron otros aparatos para realizar mediciones tensionales, p. ej. los oscilómetros de Pachon y de Plesch, así como el manómetro aneroide. Por otro lado, se ha continuado la práctica de los registros directos, que han permitido documentar la amplia oscilación de los niveles de presión arterial durante el día. De todos modos, el esfigmomanómetro de columna de mercurio ha persistido hasta ahora y se seguirá usando por mucho tiempo. Una nueva metodología en evolución es la esfigmomanometría ambulatoria continua. Palabras clave: Esfigmomanometría cruenta, esfigmomanometría incruenta, aparato de Vierordt. Esfigmomanómetro de von Basch. Esfigmomanómetro de Riva-Rocci. Esfigmomanómetro de cero aleatorio. Resumen: La hipertensión arterial es una entidad clínica que se caracteriza por la persistencia de la tensión arterial alta. En su forma primaria o esencial, la etiología no puede establecerse en el 95 % de los casos y el tratamiento debe establecerse según el estado de la enfermedad y la presencia concomitante de factores de riesgo, para prevenir las complicaciones cardiovasculares y evitar que el paciente llegue a estados avanzados del mal. En este escrito se presenta un sumario de la manera como se logró conocer y aplicar la práctica de la medida de la tensión arterial y su aplicación al diagnóstico clínico. Palabras claves: Esfigmomanómetro de Riva-Rocci. Hipertensión primaria o esencial. Piesímetro de Hales. Ruidos de Korotkoff.

Introducción Estudiar cómo la hipertensión arterial pasa de ser un síntoma para constituirse en una enfermedad bien delimitada, un proceso continuo y mensurable, con fisonomía propia y tratamiento cada vez más efectivo, nos lleva a observar la evolución del criterio médico gracias al empleo de aparatos y técnicas que han logrado facilitar su diagnóstico.1,2 La hipertensión arterial primaria o esencial es un problema de salud pública de primer orden en todo el plantea, pues constituye un importante factor de riesgo cardiovascular y está asociad a una mayor probabilidad de eventos cerebrovasculares y lesiones isquémicas del miocardio. Según diversos estudios de vigilancia epidemiológica realizados en Estados Unidos y distintas naciones europeas, hasta una cuarta parte de la población adulta sufre de hipertensión arterial y a pesar de las distintas opciones terapéuticas disponibles en la actualidad, de comprobada eficacia y seguridad, es preocupante que menos de 55% de los individuos hipertensos no recibe tratamiento alguno y el porcentaje de pacientes con

cifras tensionales controladas mediante el tratamiento no supera el 45% de acuerdo con los datos publicados en la literatura.3,4,5 En Colombia, según las últimas estadísticas de la Organización Panamericana de la Salud, la prevalencia de la hipertensión entre la población mayor de 15 años es de 12,6% y esta enfermedad constituye el primer factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares, las cuales son la segunda causa de muerte en hombres y mujeres mayores de 45 años. Es más, la mortalidad de índole cardiovascular en Colombia alcanza una cifra de 176 por 100.000 habitantes. La visión fisiopatológica actual de la hipertensión arterial esencial considera que se trata de un trastorno multifactorial, con un importante componente genético. Hasta ahora, los principales factores involucrados en la génesis de la hipertensión incluyen la hiperactividad del sistema simpático, la hiperproducción tanto de hormonas inductoras de la retención de sodio como de agentes vasodilatadores del tipo de endotelina 1 y tromboxano A2, la disfunción endotelial, los trastornos en la secreción de renina, la obesidad, la diabetes mellitus y la resistencia a la insulina. El control de la presión sanguínea es el resultado de un complejo sistema de interacciones que modula las propiedades dinámicas de los vasos sanguíneos y en el que participan numerosos mediadores capaces de modificar la respuesta contráctil del músculo liso vascular. Entre estos, los más relevantes son el óxido nítrico, la endotelina 1, el tromboxano A2, la prostaciclina, la noradrenalina y la angiotensina II. Otro elemento de capital importancia en la determinación de la resistencia vascular periférica es la aterosclerosis, pues el depósito de placas de ateroma disminuye el diámetro vascular y reduce la distensibilidad de las arterias, en particular las de mediano calibre. Puesto que las cifras de presión arterial en los seres humanos siguen una distribución en forma de curva de Gauss, los parámetros para definir la presencia de hipertensión leve, moderada o severa, son arbitrarios y están basados en extensas muestras de población. Es por ello que de tiempo en tiempo y a medida que hay más datos y se conocen mejor las características particulares del comportamiento de las cifras tensionales, las definiciones deben modificarse. Así, la más reciente clasificación del Joint National Committee on Detection, Evaluation and Treatment of High Blood Pressure de los Estados Unidos, adoptada luego por la Organización Mundial de la Salud, establece que la óptima presión arterial sanguínea sistólica es inferior a 120 mm de Hg y de menos de 80 mm de Hg para la diastólica, en tanto que la hipertensión arterial corresponde a cifras iguales o superiores a 140 mm de Hg para la presión sistólica y a 90 mm de Hg para la diastólica. 6 Sin duda alguna, el principal objetivo en el manejo de la hipertensión arterial es prevenir, en la medida de lo posible, la aparición de complicaciones cardiovasculares y, en consecuencia, reducir la morbimortalidad por estas causas. Para ello es fundamental identificar desde el principio los factores de riesgo cardiovascular que exhibe cada paciente y proceder a establecer las medidas pertinentes para reducirlos, a la vez que se controlan las cifras tensionales.3,4 De igual modo, tanto durante la primera evaluación como en los controles posteriores es esencial evaluar las repercusiones de la enfermedad sobre los denominados órganos blanco, que son la retina, los riñones y el corazón, junto con la medición cuidadosa de la presión arterial. Esta última puede hacerse hoy mediante diversas técnicas, desde el esfigmomanómetro de mercurio convencional hasta modernos equipos automatizados.

La esfigmomanometría y el diagnóstico de hipertensión arterial Como complemento de otros métodos tradicionales de la semiología que los clínicos desde la antigüedad han empleado para estudiar al individuo enfermo y deducir el estado morboso que lo aqueja, tales como el aspecto general, el pulsar de las arterias o la auscultación, que fueron y siguen siendo auxiliares imprescindibles de la medicina y que aún permiten llegar a un diagnóstico, en el caso de la hipertensión arterial merece especial mención el método esfigmomanométrico. La medida de la tensión arterial informa sobre la energía potencial de las arterias. Es un método sencillo y no invasivo, que ayuda al médico a apreciar los cambios fisiopatológicos que sus variaciones producen, a controlar el estado de la circulación del paciente y la forma como actúa un tratamiento.

Breve recuento histórico Quien por primera vez experimentó y publicó, en 1733, sus investigaciones al respecto, fue un clérigo y fisiólogo inglés, Stephen Hales (1677-1761), quien canalizó la arteria de una yegua con un tubo de vidrio y observó cómo la columna de sangre ascendía con cada latido del corazón. Después vinieron, en 1896, el invento del manómetro y el brazalete neumático, por el italiano Scipione RivaRocci (1873-1937) y el descubrimiento por Nicolai Sergeievich Korotkoff, en 1905, de sus sonidos epónimos, gracias al método ideado por él de determinar la presión arterial.7 Es pues de justicia citar, cuando se habla de la historia de hipertensión arterial, estos tres nombres: Hales, RivaRocci y Korotkoff.

Stephen Hales, al idear su piesímetro (del griego piesis presión y metron, medida), en que utilizaba un tubo de vidrio insertado en una arteria, logró comprobar la presión de la sangre por la altura a que subía por dicho tubo.8 Riva-Rocci, al inventar el esfigmomanómetro (del griego, sphygmos: pulso) brindó un instrumento que permitió medir la presión sanguínea en las arterias. En tanto que Korotkoff estudió y describió los sonidos que se escuchan durante la auscultación de la tensión arterial producidas por la distensión súbita de las arterias cuyas paredes, en virtud del brazalete neumático colocado a su alrededor, han estado previamente relajadas. Son los ruidos de Korotkoff, vibraciones de baja frecuencia que se originan en la sangre y en las paredes de los vasos.

Evolución del concepto de una enfermedad Pero, cómo se llegó a este concepto de la hipertensión arterial como enfermedad? ¿Cómo de un síntoma, la enfermedad funcional, pasa a convertirse en una afección?; es más, puesto que la causa del problema es por demás imprecisa, es necesario encasillarla con el ampuloso pero inequívocamente vago apelativo de esencial o primaria, aunque en ocasiones -aproximadamente un 5% del total de casos- se encuentra un origen definido, ya sea, entre otros, endocrino, u obstétrico en las eclampsias, o renal, en ciertas nefropatías, o tumoral, en el feocromocitoma; en este último, el tejido cromafín de la medula adrenal o de algunos paraganglios simpáticos dan como principal síntoma una hipertensión persistente o intermitente.1 El viaje histórico en búsqueda de las primeras referencias a la hipertensión precisa remontarse a la Grecia Clásica. Para los primeros griegos, las arterias eran contenedores de aire, como lo indica su nombre, aerterien de los términos aer, aire y terein, contener, pues al disecar los cadáveres las encontraban vacías, si bien parece que Aristóteles (384-322 a. de C.), enseñó que la sangre tenía su origen en el corazón y nutría el organismo. Siglos después Claudio Galeno (129-199 d. de C.) que ejerció y practicó la medicina en Roma, encontró que las arterias transportaban la sangre y demostró experimentalmente la pulsación de las arterias en las que introducía una pluma. En su teoría sobre la circulación de la sangre, que se impuso por más de mil años, planteó el error de que ésta se comunicaba por poros invisibles entre los ventrículos.8 En aquellos tiempos había ya una intuición de las enfermedades cardiovasculares, apoyada en la teoría de los temperamentos, cuando se estudiaban y relacionaban las características físicas con las mentales. Así, el temperamento sanguíneo se caracterizaba por una complexión fuerte y musculosa, pulso activo, venas

pletóricas, tez de color rojo subido, todo lo cual era indicador de la abundancia de la sangre. El temperamento sanguíneo contrastaba con los otros temperamentos: el nervioso, hiperactivo e inquieto; el linfático, de las personas tranquilas, debido al predominio de la linfa o flema en el organismo; el atrabiliario o colérico (del griego: cholé, bilis) por el predominio de esta y el melancólico (de melanos, negro), en que la bilis negra, que se creía secretada por el bazo, producía tristeza y mal humor e, inclusive, hipocondría. Todo lo anterior para insinuar que ya, desde hace siglos, se presentía que algo, relacionado con la plétora de la sangre, que llegó a tratarse por medio de sangrías, tenía que ver con las características del individuo y producía dolencias o afecciones que eran atendidas por el médico. La comprensión del sistema cardiovascular progresó sustancialmente durante el Renacimiento, gracias a los estudios de numerosos eruditos, artistas e investigadores entre los cuales es inevitable mencionar a Leonardo da Vinci, Andrea Vesalio y Marcello Malpighio. El médico belga, Andrea Vesalio (1514-1564) nació en Bruselas, en el seno de una familia en la cual el estudio de la medicina parecía estar inscrito en los genes; de hecho, Vesalio constituyó la quinta generación de galenos del mismo nombre, desde que su tatarabuelo Petrus recopilara una de las primeras colecciones de remedios y procedimientos médicos, que luego fueron guardados celosamente por sus descendientes. En el año de 1533 Andrea Vesalio ingresó a la muy famosa escuela de medicina de la Universidad de París; allí curso tres fatigosos años de estudios, al cabo de los cuales se traslado a Lovania y luego a Padua. En el efervescente ambiente de la Italia renacentista, rodeado de artistas e inquietos intelectuales, Vesalio logró, por fin, culminar sus estudios de medicina y empezó a aficionarse por la anatomía. De hecho, en poco tiempo fue nombrado profesor de cátedra y en unos cuantos meses, las lecciones anatómicas de Vesalio gozaban de una gran popularidad, en especial porque a diferencia de sus colegas, el joven maestro belga practicaba personalmente las disecciones ante sus alumnos, con un estilo poco menos que teatral, según refieren los cronistas de la época. La obra cumbre de Vesalio fue su exquisito tratado anatómico titulado De humani corporis fabrica, cuyas preciosas ilustraciones sugieren que la obra estaba dirigida no sólo a los médicos, sino en buena parte a los artistas, pues el autor dedicó especial atención al estudio del esqueleto y de los músculos, a la vez que las figuras son presentadas en poses clásicas de las figuras, sobre cuidadosos y detallados fondos de paisajes agrestes, colinas, arroyos, puentes y caminos. Entre las 73 láminas que componen el libro, destacan varias dedicadas al corazón y al sistema cardiovascular, donde Vesalio tiene el atrevimiento de corregir muchos preceptos galénicos, basado en la observación directa de los especímenes. Por su parte, Marcello Malpighio (1628-1694) fue un apasionado estudioso del mundo microscópico y bajo las lentes de sus primitivos aparatos desfilaron innumerables muestras de plantas, animales y tejidos humanos. Este médico identificó los vasos capilares y en su primera obra titulada De pulmonibus observationes anatomicae, publicada bajo los auspicios del Papa Inocencio XII, de quien era médico personal, realiza una completa descripción de los alvéolos pulmonares y la microcirculación del pulmón. A ello viene a sumarse el descubrimiento de la circulación menor, hecho por Miguel Servet (15111553), en tanto que William Harvey (1578-1657) descubre, describe y publica la circulación mayor de la sangre en su libro Exercitatio anatómica de motu cordis et sanguinis in animalibus (1628) y afirma que las arterias “se distienden

como los odres de vino”. Así, los médicos van completando lentamente el arduo y abstruso mosaico de las enfermedades cardiovasculares.7,8,9

Posteriormente, Bichat (1771-1802), funda la histología y la anatomía patológica, creando el concepto de tejido humano y en el siglo XIX tienen lugar importantes avances en el estudio de la fisiología y en el conocimiento más preciso del mecanismo de la contracción cardiaca, la hemodinamia y la inervación vasomotora. Las observaciones de Richard Bright (1789-1858) sobre las enfermedades del riñón servirán para complementar, más tarde, el conocimiento de algunas formas de hipertensión arterial. También se recibe la contribución francesa con el aporte de sabios como Claude Bernard (1813-1878) en la fisiología, que llevarían la investigación científica y los estudios en el laboratorio a planos cada vez más elevados. Este acerbo de datos pretéritos será la base para que el médico contemporáneo tenga una visión de conjunto de la hipertensión arterial, enfermedad que se hace cada vez más frecuente por el aumento progresivo de la expectativa de vida, la complejidad de las actividades modernas, el crecimiento incontrolado de la población y los fenómenos que consigo trae el urbanismo. Se encuentran ahora nuevos casos y con mayor frecuencia de lo que en el comienzo se consideró un síntoma, que para Cohen (1877) servía para medir la capacidad funcional del corazón.

A manera de conclusión Con el paso del tiempo la evaluación de la tensión arterial por medio del esfigmomanómetro sirve de alerta al médico para controlar ciertas formas de la enfermedad, en particular los estados II y III, en los cuales existe un alto riesgo de complicaciones cardiovasculares específicas, como la hipertrofia ventricular izquierda especialmente, que produce alta mortalidad y cuyo tratamiento con diuréticos tiene buenos resultados. 1 Otra complicación grave de la hipertensión y cuya presencia se reduce notablemente con la terapia antihipertensiva, es la enfermedad cerebro vascular hipertensiva cuyas complicaciones son la hemorragia cerebral y la demencia. La hipertensión también lleva a la nefroesclerosis, causa común de la insuficiencia renal. En todas las condiciones citadas que acompañan a los estados II y III de la enfermedad, lo prudente será siempre guiarse por la evaluación del riesgo cardiovascular más que por las cifras aisladas de la tensión arterial, para establecer las medidas pertinentes que incluyen modificaciones del estilo de vida y terapia farmacológica.

¿ Quée sl aPr e s i ó nAr t e r i a l ?

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Presión Arterial. Supongamos que vivimos en un edificio de una altura considerable. Si nuestra época fuera el siglo XVIII nosotros y nuestros vecinos irían a buscar el agua necesaria a la fuente pública, pero como nuestra época es el siglo XX (casi XXI) el agua llega hasta nuestros departamentos a través de lo que se denomina red de agua potable que nos abastece del vital elemento. Cada una de las cañerías que componen la red de agua potable de nuestro edificio debe contar con la cantidad de líquido suficiente para salga por las llaves de los departamentos, de caso contrario, los vecinos afectados con la carencia de suministro demostrarían su descontento reclamando contra el dueño del edificio o la empresa sanitaria que tenga a cargo la red de agua potable. Es por eso que muchos edificios cuentan con bombas que dan al agua la suficiente fuerza para que llegue a cada uno de los departamentos que los componen. Al igual que nuestro hipotético edificio, el cuerpo humano posee una red de tuberías que lleva a cada una de sus partes NUESTRO vital elemento, la sangre. Esta red de tuberías se llama SISTEMA CIRCULATORIO. Para poder cumplir con su objetivo que es llevar nutrientes a todo el cuerpo, la sangre, debe poseer una cierta presión que permita la perfusión, que es "provocar el intercambio de líquidos y nutrientes entre la sangre y las células". La sangre obtiene su presión de la bomba que nuestro cuerpo posee: el corazón. La presión que el corazón ejerce sobre la sangre, es ejercida a través de ella a las paredes de las

arterias. El recorrido que la sangre sigue por el cuerpo humano es el siguiente (los números entre paréntesis corresponden a los de la imagen que encabeza esta página): 1. El corazón posee cuatro cavidades, doa aurículas, derecha (12) e izquierda (17), y dos ventrículos, derecho (13) e izquierdo (1). La sangre llega a la aurícula derecha (12) a través de las venas cavas (8), luego de ser procesadas sus sustancias en el hígado (10) y enviada por este órgano a través de las venas hepáticas (11). 2. La sangre pasa de la aurícula derecha (12) al ventrículo derecho (13) a través de un orificio llamado ostio aurículoventricular derecho, que posee una válvula...


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