Iliada - nombres de personajes y resumen de distintos cantos PDF

Title Iliada - nombres de personajes y resumen de distintos cantos
Course CLÁSICOS GRIEGOS Y LATINOS
Institution Universidad Tecnológica de Pereira
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nombres de personajes y resumen de distintos cantos ...


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Febo apolo Hera la de níveos brazos Aquiles de los pies ligeros Criseide la de hermosas mejillas Pilos y reinaba sobre la tercera Hera veneranda Duerme hijo del belicoso atreo domador de caballos La ragiva helena Nestor el caballero gerenio Demeter criadora ovejas El heraldo euribates Alcestis divina entre las mujeres Medente – orleo asolador de ciudades Hector priámida, el de tremolante casco Vástago de ares Agamenon atridad pastor de hombres París el de más hermosa figura mujeriego u seductor Helena de níveos brazos Helena la de largo peples divina entre las mujeres Castor domador de caballos Pollux excelete púgil Priamida parís Agamenon rey de hombres Apolo el que hiere de lejos Leto la de hermosa cabellera Atenea la diosa de ojos de lechuza

Zeus que amontona las nubes Tetis la de argénteos pies Hera veneranda la de ojos de novilla Hera la de áureo trono Iris la de los pies ligeros Hera algiva Atenea alacomenia El divino hector Divino Ulises Nestor caballero gerenio bravos etolios largovidente Zeus Teseo Egeida, que parecía un inmortal. Hecha la rogativa y esparcida la mola, cogieron las víctimas por la cabeza, que tiraron hacia atrás, y las degollaron y desollaron. Héctor con la puntiaguda lanza tiró a Eyoneo un bote en la cerviz, debajo del casco de bronce, y dejóle sin vigor los miembros. Glauco, hijo de Hipóloco y príncipe de los licios, arrojó en la reñida pelea un dardo a Ifínoo Dexíada cuando subía al carro de corredoras yeguas, y le acertó en la espalda: Ifínoo cayó al suelo y sus miembros se relajaron. Héctor, de corazón fuerte, domador de caballos. Apolo, el del arco de plata. Al rey Areítoo matólo Licurgo, no empleando la fuerza, sino la astucia, en un camino estrecho, donde la férrea clava no podía librarlo de la muerte: Licurgo se le adelantó, envasóle la lanza en medio del cuerpo, hízolo caer de espaldas, y despojóle de la armadura, regalo del broncíneo Ares, que llevaba en las batallas. Zeus, que amontona las nubes. corceles de pies de bronce y áureas crines.

sólo se quedó Néstor gerenio, protector de los aqueos, contra su voluntad, por tener malparado uno de los corceles, al cual el divino Alejandro, esposo de Helena, la de hermosa cabellera, había herido con una flecha en lo alto de la cabeza, donde las crines empiezan a crecer y las heridas son mortales. El caballo, al sentir el dolor, se encabritó, y la flecha le penetró el cerebro; y, revolcándose para sacudir el bronce, espantó a los demás caballos. Mientras el anciano se daba prisa a cortar con la espada las correas del caído corcel, vinieron por entre la muchedumbre los veloces caballos de Héctor, tirando del carro en que iba tan audaz guerrero. Y el anciano perdiera a11í la vida. ¿Cuál fue el primero, cuál el último de los que entonces mató el eximio Teucro? Orsíloco el primero, Órmeno, Ofelestes, Détor, Cromio, Licofontes igual a un dios, Amopaón Poliemónida y Melanipo. A tantos derribó sucesivamente al almo suelo. El rey de hombres, Agamenón, se holgó de ver que Teucro destruía las falanges troyanas, disparando el fuerte arco; y, poniéndose a su lado el paciente divino Ulises. Cuando llegue a las cóncavas naves, acordaos de traerme el voraz fuego para que las incendie y mate junto a ellas a los argivos aturdidos por el humo. Iris, la de doradas alas. Antea la de los hermosos prados Tetis de argentados pies Tetis, de argentados pies, dice que las parcas pueden llevarme al fin de la muerte de una de estas dos maneras: Si me quedo aquí a combatir en torno de la ciudad troyana, no volveré a la patria tierra, pero mi gloria será inmortal; si regreso, perderé la ínclita fama, pero mi vida será larga, pues la muerte no me sorprenderá tan pronto. Ártemis la de áureo trono Febo Apolo, el de la áurea espada Y se quedó en el palacio con su linda esposa Cleopatra, hija de Marpesa Evenina, la de hermosos tobillos, y de Idas, el más fuerte de los hombres. Diomede, hija de Forbante, la de hermosas mejillas. Ifis, la de bella cintura. Aurora de rosáceos dedos. Dijo; y Néstor, caballero gerenio, no desobedeció. Encargáronse de sus yeguas los bravos escuderos Esténelo y Eurimedonte valeroso; y habiendo subido ambos héroes al carro de Diomedes, Néstor cogió las lustrosas riendas y avispó a los caballos, y pronto se hallaron cerca de Héctor. El hijo de Tideo arrojóle un dardo, cuando Héctor deseaba aco- meterlo, y si bien erró el tiro, hirió en el pecho cerca de la tetilla a Eniopeo, hijo del animoso Tebeo, que, como auriga, gobernaba las riendas: Eniopeo cayó del carro, cejaron los veloces corceles y a11í terminaron la vida y el valor del guerrero. Hondo pesar sintió el espíritu de Héctor por tal muerte Andrómaca, hija del magnánimo Eetión.

Agelao Fradmónida, que, subido en el carro, emprendía la fuga: hundióle la pica en la espalda, entre los hombros, y la punta salió por el pecho; Agelao cayó del carro y sus armas resonaron. Menelao, valiente en el combate el rey de hombres, Agamenón Néstor, pastor de hombres Dolón de los pies ligeros Dijo; y Dolón iba, como suplicante, a tocarle la barba con su robusta mano, cuando Diomedes, de un tajo en medio del cuello, le rompió ambos tendones; y la cabeza cayó en el polvo, mientras el troyano hablaba todavía. Quitáronle el morrión de piel de comadreja, la piel de lobo, el flexible arco y la ingente lanza; y el divino Ulises, cogiéndolo todo con la mano, levantólo para ofrecerlo a Atenea, que preside los saqueos Así dijo, y Atenea, la de ojos de lechuza, infundió valor a Diomedes, que comenzó a matar a diestro y a siniestro: sucedíanse los horribles gemidos de los que daban la vida a los golpes de la espada, y su sangre enrojecía la tierra. Como un mal intencionado león acomete al rebaño de cabras o de ovejas, cuyo pastor está ausente, así el hijo de Tideo se abalanzaba a los tracios, hasta que mató a doce. trigo dulce como la miel Diomedes hijo del magnánimo Tideo Ayante Telamonio, antemural de los aqueos, rompió el primero la falange troyana a hizo aparecer la aurora de la salvación entre los suyos, hiriendo de muerte al tracio más denodado, al alto y valiente Acamante, hijo de Eusoro. Acertóle en la cimera del casco guarnecido con crines de caballo, la lanza se clavó en la frente, la broncínea punta atravesó el hueso y las tinieblas cubrieron los ojos del guerrero. Diomedes, valiente en el combate, mató a Axilo Teutránida ue, abastado de bienes, moraba en la bien construida Arisbe; y era muy amigo de los hombres, porque en su casa, situada cerca del camino, a todos les daba hospitalidad. Pero ninguno de ellos vino entonces a librarlo de la lúgubre muerte, y Diomedes le quitó la vida a él y a su escudero Calesio, que gobernaba los caballos. Ambos penetraron en el seno de la tierra. Euríalo dio muerte a Dreso y Ofeltio, y fuese tras Esepo y Pédaso, a quienes la náyade Abarbárea había concebido en otro tiempo del eximio Bucolión, hijo primogénito y bastardo del ilustre Laomedonte (Bucolión apacentaba ovejas y tuvo amoroso consorcio con la ninfa, la cual quedó encinta y dio a luz a los dos mellizos): el Mecisteida acabó con el valor de ambos, privo de vigor a sus bien formados miembros y les quitó la armadura de los hombros. El belicoso Polipetes dejó sin vida a Astíalo; Ulises, con la broncínea lanza, a Pidites percosio; y Teucro, a Aretaón divino. Antíloco Nestórida mató con la pica reluciente a Ablero; Agamenón, rey de hombres, a Élato, que habitaba en la excelsa Pédaso, a orillas del Satnioente, de hermosa corriente; el héroe Leito, a Fílaco mientras huía; y Eurípilo, a Melantio.

Repelió Menelao al héroe Adrasto, que, herido en el ijar por el rey Agamenón, cayó de espaldas. El Atrida le puso el pie en el pecho y le arrancó la lanza la Aurora la de rosáceos dedos En tercer lugar, quitó la vida a las varoniles amazonas el rey, urdiendo otra dolosa trama, armóle una celada con los varones más fuertes que halló en la espaciosa Licia; y ninguno de éstos volvió a su casa, porque a todos les dio muerte. Deiforme Sarpedón Ares, insaciable de pelea, hizo morir a Isandro en un combate con los afamados sólimos, y Artemis, la que usa riendas de oro, irrítada, mató a su hija. Laódice, la más hermosa de las princesas. Zeus el de las sombrías nubes Ilio al hijo de Tideo, feroz guerrero Teano, la de hermosas mejillas magnánimo Eetión A mi padre matólo el divino Aquiles cuando tomó la populosa ciudad de los cilicios, Teba, la de altas puertas: dio muerte a Eetión, y sin despojarlo, por el religioso temor que le entró en el ánimo, quemó el cadáver con las labradas armas y le erigió un túmulo, a cuyo alrededor plantaron álamos las ninfas montesas, hijas de Zeus. Mis siete hermanos, que habitaban en el palacio, descendieron al Hades el mismo día; pues a todos los mató el divino Aquiles, el de los pies ligeros. cuya armadura brillaba como un sol su profundidad desde el Hades como del cielo a la tierra los dardos alcanzaban por igual a unos y a otros, y los hombres caían eximio Polidamante, de Eneas, honrado como un dios por el pueblo troyano, Pólibo el divino Agenor Acamante, que parecía un inmortal. brillando por la armadura de bronce como el relámpago del padre Zeus. Agamenón, que fue el primero en arrojarse a ellas, mató primeramente a Biánor, pastor de hombres, y después a su compañero Oileo, hábil jinete. Éste se había apeado del carro para sostener el encuentro, pero el Atrida le hundió en la frente la aguzada pica, que no fue detenida por el casco del duro bronce, sino que pasó a través del mismo y del hueso, conmovióle el cerebro y postró al guerrero cuando contra aquél arremetía. Después de quitarles a entrambos la coraza, Agamenón, rey de hombres, dejólos allí, con el pecho al aire, y fue a dar muerte a Iso y a Antifo, hijos bastardo y legítimo,

respectivamente, de Príamo, que iban en el mismo carro. Agamenón Atrida le envainó a Iso la lanza en el pecho, sobre la tetilla, y a Antifo lo hirió con la espada en la oreja y lo derribó del carro. Y, al ir presuroso a quitarles las magníficas armaduras, los reconoció; pues los había visto en las veleras naves cuando Aquiles, el de los pies ligeros, se los llevó del Ida. Bien así corno un león penetra en la guarida de una ágil cierva, se echa sobre los hijuelos y despedazándolos con los fuertes dientes les quita la tierna vida, y la madre no puede socorrerlos, aunque esté cerca, porque le da un gran temblor, y atraviesa, azorada y sudorosa, selvas y espesos encinares, huyendo de la acometida de la terrible fiera; tampoco los troyanos pudieron librar a aquéllos de la muerte, porque a su vez huían delante de los argivos. dijo, y derribó del carro a Pisandro: diole una lanzada en el pecho y lo tumbó de espaldas. de un salto apeóse Hipóloco, y ya en tierra, Agamenón le cercenó con la espada los brazos y la cabeza, que tiró, haciendola rodar como un montero, por entre las filas. caballos de erguido cuello arrastraban con estrépito por el campo los carros vacíos y echaban de menos a los eximios conductores; pero éstos, tendidos en tierra, eran ya más gratos a los buitres que a sus propias esposas. los cuales huían por la llanura como vacas aterrorizadas por un león Cuando Iris, la de los pies ligeros Entonces el poderoso Agamenón asió de la pica, y tirando de ella con la furia de un león, la arrancó de las manos de Ifidamante, a quien hirió en el cuello con la espada, dejándole sin vigor los miembros. De este modo cayó el desventurado para dormir el sueño de bronce Agamenón le envasó la broncínea lanza; dejó sin vigor sus miembros, y le cortó la cabeza sobre el mismo Ifidamante. Aseo, el primero, y después Autónoo, Opites, Dólope Clítida, Ofeltio, Agelao, Esimno, Oro y el bravo Hipónoo. A tales caudillos dánaos dio muerte, y además a muchos hombres del pueblo. Como el Céfiro agita y se lleva en furioso torbellino las nubes que el veloz Noto tenía reunidas, y gruesas olas se levantan y la espuma llega a lo alto por el soplo del errabundo viento; de esta manera caían delante de Héctor muchas cabezas de gente del pueblo. Dieron también alcance a dos hombres que eran los más valientes de su pueblo y venían en un mismo carro, a los hijos de Mérope percosio: éste conocía como nadie el arte adivinatoria, y no quería que sus hijos fuesen a la homicida guerra; pero ellos no lo obedecieron, impelidos por las parcas de la negra muerte. Diomedes Tidida, famoso por su lanza, les quitó el alma y la vida y los despojó de las magníficas armaduras. Ulises mató a Hipódamo y a Hipéroco. Ulises, caro a Zeus. Mas él dio un salto y clavó la aguda pica en un hombro del eximio Deyopites; mató luego a Toón. Hades, el de los famosos corceles Soco se volviera para huir, clavóle la lanza en el dorso, entre los hombros, y le atravesó el

pecho. El guerrero cayó con estrépito Ayante, acometiendo a los troyanos, mató a Doriclo Patroclo, enardecido por sus hazañas, entre ellas la de dar muerte a Sarpedón, hijo de Zeus persigue a los troyanos por la llanura hasta que Apolo le desata la coraza. Euforbo lo hiere y Héctor lo mata. Aquiles, recorriendo las tiendas, hacía tomar las armas a todos los mirmidones. Como carniceros lobos dotados de una fuerza inmensa despedazan en el monte un grande cornígero ciervo que han matado y sus mandíbulas aparecen rojas de sangre, luego van en tropel a lamer con las tenues lenguas el agua de un profundo manantial, eructando por la sangre que han bebido, y su vientre se dilata, Fénix, aguijador de caballos Ayante Oilíada acometió y cogió vivo a Cleobulo, atropellado por la turba, y le quitó la vida, hiriéndole en el cuello con la espada provista de empuñadura: la hoja entera se calentó con la sangre, y la purpúrea muerte y la parca cruel velaron los ojos del guerrero Penéleo hundió la suya en el cuello de Licón, debajo de la oreja, y se lo cortó por entero: la cabeza cayó a un lado, sostenida tan sólo por la piel, y los miembros perdieron su vigor Erimante metióle Idomeneo el cruel bronce por la boca: la lanza atravesó la cabeza por debajo del cerebro, rompió los blancos huesos y conmovió los dientes; los ojos llenáronse con la sangre que fluía de las narices y de la boca abierta, y la muerte cual, si fuese obscura nube, envolvió al guerrero. Cada uno de estos caudillos dánaos mató, pues, a un hombre. Como los voraces lobos acometen a corderos o cabritos, arrebatándolos de un hato que se dispersa en el monte por la impericia del pastor Patroclo, alzando la brillante lanza, sacó del carro a Téstor con la boca abierta y le arrojó de cara al suelo; el troyano, al caer, perdió la vida. Después hirió de una pedrada en medio de la cabeza a Erilao, que a acometerle venía, y se la partió en dos dentro del fuerte casco: el troyano dio de manos en el suelo, y le envolvió la destructora muerte. Sarpedón acometió a su vez; y, despidiendo la reluciente lanza, erró el tiro; pero hirió en el hombro derecho al corcel Pédaso, que relinchó mientras perdía el vital aliento. El caballo cayó en el polvo, y el ánimo voló de su cuerpo. Patroclo despidió la suya y no en balde; ya que acertó a Sarpedón y le hirió en el tejido que al denso corazón envuelve. Cayó el héroe como la encina, el álamo o el elevado pino que en el monte cortan con afiladas hachas los artífices para hacer un mástil de navío; así yacía aquél, tendido delante de los corceles y del carro, rechinándole los dientes y cogiendo con las manos el polvo ensangrentado. Aquiles, destructor de las filas de guerreros divino Epigeo, hijo de Agacles magnánimo Tetis, la de argénteos pies

Héctor le dio una pedrada en la cabeza y se la partió en dos dentro del fuerte casco: el guerrero cayó boca abajo sobre el cuerpo de Sarpedón, y a su alrededor esparcióse la destructora muerte. Meriones, varón igual a un dios. La piedra se llevó ambas cejas; el hueso tampoco resistió; los ojos cayeron en el polvo a los pies de Cebríones; y éste, cual, si fuera un buzo, cayó del asiento bien construido, porque la vida huyó de sus miembros. eximio Aquiles Eácida Apenas acabó de hablar, la muerte le cubrió con su manto: el alma voló de los miembros y descendió al Hades, llorando su suerte porque dejaba un cuerpo vigoroso y joven Janto, río de hermosa corriente Aquiles puso mano a la tajante espada a hirió a Licaón en la clavícula, junto al cuello: metióle dentro toda la hoja de dos filos, el troyano dio de ojos por el suelo y su sangre fluía y mojaba la tierra. El héroe cogió el cadáver por el pie, arrojólo al río para que la corriente se to llevara acercósele Aquiles y con la espada le quitó la vida: hirióle en el vientre, junto al ombligo; derramáronse en el suelo todos los intestinos, y las tinieblas cubrieron los ojos del troyano, que cayó anhelante Ártemis huyó llorando, como la paloma que perseguida por el gavilán vuela a refugiarse en el hueco de excavada roca perro de Orión Deífobo, el de luciente escudo Aquiles envasóle la pica a Héctor, que ya lo atacaba, y la punta, atravesando el delicado cuello, asomó por la nuca. Pero no le cortó el garguero con la pica de fresno que el bronce hacía ponderosa, para que pudiera hablar algo y responderle. Héctor cayó en el polvo, y el divino Aquiles se jactó del triunfo. Apenas acabó de hablar, la muerte le cubrió con su manto: el alma voló de los miembros y descendió al Hades, llorando su suerte, porque dejaba un cuerpo vigoroso y joven. Y el divino Aquiles le dijo, aunque muerto lo viera: ¡Muere! Y yo recibiré la Parca cuando Zeus y los demás dioses inmortales dispongan que se cumpla mi destino. las esclavas de hermosas trenzas como la madre ahuyenta una mosca de su niño que duerme Casandra semejante a la áurea Afrodita Andrómaca la de níveos brazos la Aurora de rosáceos dedos

la ira, que encruelece hasta al hombre sensato cuando más dulce que la miel se introduce en el pecho y va creciendo como el humo. Como se oye la voz sonora de la trompeta cuando vienen a cercar la ciudad enemigos que la vida quita. Como el melenudo león a quien un cazador ha quitado los cachorros en la poblada selva llegó al palacio imperecedero de Hefesto, que brillaba como una estrella, lucía entre los de las deidades Como de la hendedura de un peñasco salen sin cesar enjambres copiosos de abejas que vuelan arracimadas sobre las flores primaverales y unas revolotean a este lado y otras a aquél Como el Céfiro mueve con violento soplo un crecido trigal y se cierne sobre las espigas, de igual manera se movió toda el ágora Como enjambres copiosos de moscas que en la primaveral estación vuelan agrupadas por el establo del pastor, cuando la leche llena los tarros. Poníanlos los caudillos en orden de batalla fácilmente, como los pastores separan las cabras de grandes rebaños cuando se mezclan en el pasto. Como en el hato el macho vacuno más excelente es el toro, que sobresale entre las vacas reunidas, de igual manera hizo Zeus que Agamenón fuera aquel día insigne y eximio entre muchos héroes. como el león hambriento que ha encontrado un gran cuerpo de cornígero ciervo o de cabra montés. semejantes a las cigarras que, posadas en los árboles de la selva, dejan oír su aguda voz ¿Por qué os hallo atónitos como cervatos que, habiendo corrido por espacioso campo, se detienen cuando ningún vigor queda en su pecho? Como el nubarrón, impelido por el céfiro, camina sobre el mar y se le ve lleva lejos negro como la pez y preñado de tempestad, y el cabrero se estremece al divisarlo desde una altura éste cayó como una torre en el duro combate como un león a quien el pastor hiere levemente en el campo, al asaltar un redil de lanudas ovejas Cual león que, penetrando en la vacada, despedaza la cerviz de una vaca o de una becerra que pace en el soto defendíalo como un león que confía en su bravura

como un león a quien el pastor hiere levemente en el campo, al asaltar un redil de lanudas ovejas temblando están como perros en torno de un león Como el perro que acosa con ágiles pies a un jabalí o a un león, lo muerde por detrás, ya los muslos, ya las nalgas, y observa si vuelve la cara

Resumen Canto IV Sentados en el aureo pavimento junto a Zeus los demás dioses celebraban consejo La venerable Hebe escanciaba néctar, contemplaban la ciudad de Troya. Pronto el Cronida intentó zaherir a Hera con mordaces palabras; y, hablando fingidamente, dijo: Dos son las diosas que protegen a Menelao, Hera argiva y Atenea alalcomenia; pero, a la distancia, se lo miran, mientras que Afrodita acompaña constantemente al otro y lo l...


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