John Wayne Gacy - Biografia Esta es una biografia de uno de los asesino seriales de la historia de Estados Unidos de America PDF

Title John Wayne Gacy - Biografia Esta es una biografia de uno de los asesino seriales de la historia de Estados Unidos de America
Course Criminología
Institution Universidad Mariano Gálvez de Guatemala
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Esta es una biografia de uno de los asesino seriales de la historia de Estados Unidos de America...


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JOHN WAYNE GACY John Wayne Gacy nació el 17 de marzo de 1942 en Chicago, Illinois tenía dos hermanas una mayor y una menor que el, su Papa John Stanley era un reparador maquinista de la Primera Guerra mundial y su mamá era una ama de casa que se llamaba Marion Ellaine. De niño John tenía buena relación con su mamá y sus hermanas pero su papá era un alcohólico que abusaba de toda la familia, llegó a golpear a John con un cinto de piel solamente por desacomodar sin querer, unas partes de un carro que su pap á estaba arreglando y además lo ridiculizaba constantemente al compararlo con sus hermanas llamándolo tonto y estúpido y aunque John ya cuando lo atraparon confeso siempre haberse sentido un bueno para nada a los ojos de su padre dijo que a pesar de todo esto no lo odiaba.

También influyeron los abusos sexuales que sufrió con nueve años por parte de un amigo de sus padres y de los que jamás se enteraron. John pensó que le culparían de lo ocurrido. De ahí su silencio. El mismo que utilizó cuando sus compañeros de colegio le acosaban. Un acoso que le llevó a encerrarse en sí mismo.

A todo ello se sumaban sus constantes problemas de salud: sufría importantes mareos. Esto apuntaba a dos posibles factores: el accidente que tuvo con nueve años al caerse de un columpio y golpearse fuertemente la cabeza, y las fuertes palizas por parte del padre. Aquello se tradujo en un coágulo en el cerebro que le hacía perder la conciencia momentáneamente y le impedía concentrarse. Sin posibilidad de terminar los estudios, John encontró en la política una vía de escape. Se ofreció como candidato del Partido Demócrata en su localidad, pero de nuevo se topó con la desaprobación del patriarca. No podía soportar que su hijo estuviese en el bando contrario (él era republicano y conservador), así que John puso tierra de por medio y se desvinculó de la familia.

A sus dieciocho años, aterrizó en Las Vegas y empezó a trabajar en una funeraria como asistente mortuorio . Se pasaba los días rodeado de cadáveres a los que embalsamaba y preparaba para el funeral. De hecho, su fascinación por la muerte llegó a tal punto que, cuando su jefe no estaba, se colaba en los ataúdes de los más jóvenes para acariciarlos. Solo paraba cuando le entraban los remordimientos, un conflicto interior que atajó regresando a casa. Allí se graduó en una escuela de negocios, trabajó en una compañía de zapatos y, al mudarse a Springfield, conoció a su primera esposa, Marlynn Myers. En 1964 contrajeron matrimonio, tuvieron dos hijos, y se mudaron a Waterloo (Iowa) donde dirigió varias franquicias de la cadena KFC, propiedad de su suegro. Pero las fantasías homosexuales de John no cesaban.

Estas encontraron salida al unirse a la Cámara Júnior de los Estados Unidos de Waterloo. Como miembro reconocido y admirado de su comunidad, John recibió varias distinciones, pero todo era una fachada. Con el tiempo, esta institución se vio inmersa en actividades relacionadas con las drogas, la prostitución, la pornografía o el intercambio de parejas. Gacy, uno de los más asiduos, incluso transformó el sótano de su casa en una especie de club donde acudían meretrices y adolescentes con ganas de alcohol. Gracias a su estatus social, John pudo acceder a menores, hijos de otros socios, a los que convencía para mantener relaciones sexuales. La primera víctima fue Donald Voorhees, de 15 años, al que engañó diciendo que le pondría una película XXX.

LOS ATAQUES

Nada más llegar a su domicilio, Gacy emborrachó a Donald, puso la cinta pornográfica y le presionó para que le practicase sexo oral. El adolescente lo hizo, pero se lo contó a sus padres y terminaron denunciándolo ante las autoridades por abusos sexuales. Tras ser detenido y llevado ante un tribunal, John alegó que era víctima de acusaciones falsas y de una estratagema para desprestigiarle políticamente (el padre de Donald era su rival en la Cámara Junior). No le sirvió de nada y menos cuando contrató a un matón para dar una paliza a Donald. Esta idea se le volvió en contra y terminó acudiendo a una evaluación psiquiátrica que dictaminó que sufría un trastorno de personalidad antisocial. Pese a los informes, John fue declarado apto y responsable de sus actos. De hecho, el delincuente sexual se declaró culpable de mantener sexo oral con Donald, pero, una vez más, echó la culpa a la víctima reseñando que el joven “venía buscándolo” y que “él solamente accedió a ello”. El tribunal lo sentenció a diez años de prisión en la cárcel de máxima seguridad de Anamosa (Iowa). Era diciembre de 1968. Tras el veredicto, jamás volvió a ver a su esposa ni a sus hijos. Como ocurre con este tipo de presos de naturaleza sexual, el presidio para John fue como un paseo por el parque: se comportaba como una persona modélica y se convirtió en el cocinero de la penitenciaría. Todo en él irradiaba ejemplaridad. Quizá por eso tan solo cumplió dieciocho meses y obtuvo la libertad condicional con doce meses de vigilancia.

Tras este período entre rejas, John decidió regresar al estado de Illinois, pero a una zona donde nadie conocía sus antecedentes penales. Compró una casa en Norwood Park Township e inició una nueva etapa profesional en el sector de la construcción. Allí contactó con una amiga del instituto, Carole Hoff, con quien se casó en segundas nupcias.

Pero sus impulsos sexuales con menores no cesaron. Atacó a un adolescente en 1971 quien, pese a denunciarlo, no se presentó ante el juez para ratificar la acusación. Así fue cómo Gacy se volvió a librar de la cárcel y sus oficiales de la condicional se quedaron al margen: nadie le informó al respecto. Además, sus andanzas sexuales prosiguieron mientras distraía a su comunidad. El depravado se inventó una imagen íntegra y honorable, disfrazado de ‘Pogo, el payaso’, para actuar ante los niños. Todo lo compaginaba con su filiación al Partido Demócrata, donde llegó a tener cierta presencia a nivel local. Tanto es así que pudo hacerse una fotografía junto a Rosalynn Carter, la que fuese primera dama y mujer del presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, en 1978. En la imagen incluso se puede leer la siguiente dedicatoria: “Para John Gacy. Los mejores deseos”. Lo que no sabía la primera dama es que, en ese momento, su fiel político había asesinado a más de treinta niños. Uno de los primeros en morir fue Timothy McCoy, de 16 años, que aguardaba en una estación de autobuses. Gacy le convenció para que durmiese en su casa y, a la mañana siguiente, creyendo que el joven quería atacarlo con un cuchillo (estaba

untando mantequilla en una tostada) le asestó varias puñaladas en el pecho. Entonces, tuvo un orgasmo. “Ver cómo la sangre le salía del cuerpo me excitó”, declaró una vez detenido. Tras enterrarlo en el garaje de su casa, continuó con los asesinatos.

Después llegaron los de John Butkovich, de 17 años; Samuel Stapleton, de 14 años; James Haakenson, cuyo cuerpo no fue identificado hasta 2017; Kenneth Park, de 16 años; o Michael Marino, de 14. El modus operandi era siempre el mismo: engatusaba a jóvenes con drogas, películas pornográficas o con ofertas de trabajo a cinco dólares la hora, para terminar, durmiéndolos con cloroformo. Luego los ataba, torturaba, violaba y los asesinaba mediante el ‘número de la soga’. Esta técnica consistía en estrangular a las víctimas con un cinturón alrededor del cuello mientras lo presionaba con un palo o un cuchillo. Una vez muertas, las enterraba en su cochera.

Algunas de las violaciones y asesinatos se volvieron más frecuentes con su segundo divorcio. Los últimos incluso con pocas semanas de diferencia. Uno de los casos que propició la captura del ‘payaso asesino’ fue el de Jeffrey Rignall, al que Gacy secuestró, drogó, agredió sexualmente utilizando varios instrumentos y abandonó en un parque público en 1978. Cuando el joven despertó acudió ante las autoridades para denunciar lo

ocurrido, pero lo ignoraron. Aquí empezó su propia batalla personal para dar con el culpable. Rignall localizó el vehículo de Gacy, con el que perpetraba los raptos, y avisó a los investigadores. Lo arrestaron y aunque quedó en libertad a la espera de juicio, la Policía lo tenía en el punto de mira. No fue suficiente porque días después, el agresor volvió a actuar. Esta vez secuestró a Robert Priest, de 15 años, al que convenció para dejar su empleo en una farmacia y trabajar para él en su empresa de construcción. El muchacho informó a su madre del cambio de planes y jamás regresó. La denuncia por desaparición llevó a los agentes a contactar con las últimas personas que habían hablado con el chico. Una de ellas era John al que, tras interrogarlo, se toparon con múltiples incongruencias y un largo historial de antecedentes por corrupción de menores. Con estas pruebas, la Policía registró el domicilio del sospechoso y descubrieron multitud de objetos incriminatorios. Desde documentos de identidad de los adolescentes desaparecidos, sus ropas y joyas, hasta esposas y jeringuillas. Por no mencionar, libros de pederastia. La detención se produjo el 22 de diciembre de 1978. Pero aún faltaban por hallar los cadáveres de sus víctimas. No hizo falta que Gacy confesara los crímenes porque, en cuanto removieron la parte trasera del garaje, localizaron un cementerio de cuerpos. Había un total de veintinueve, el resto los arrojó al río por falta de espacio. El trabajo de los forenses para recuperar los despojos fue tan farragoso que tardaron varios meses en terminar. Del subsuelo sacaron fémures, cráneos, costillas, brazos… todos ellos envueltos en bolsas de plástico. De todos los cadáveres recuperados, ocho de ellos jamás pudieron ser identificados. Tampoco los rescatados en el agua. Aunque veinte años después del arresto de Gacy, la Policía de Chicago consiguió encontrar algunos enterrados en la casa de su madre .

Si bien el acusado se declaró inocente ante el juez alegando sufrir enajenación mental, durante la celebración del juicio entre febrero y marzo de 1980, se desmontó esta teoría gracias a los informes periciales. En ellos se desestimaba la tesis de la defensa arguyendo que Gacy, no solo fue consciente de sus actos, sino que trató de borrar las pruebas que le imputaban. El tribunal tampoco creyó otro de sus surrealistas argumentos: que los homicidios fueron producto de accidentes sexuales debido a una supuesta asfixia autoerótica . El 12 de marzo de 1980, John Wayne Gacy fue condenado a varias cadenas perpetuas y a varias condenas de muerte. Durante los catorce años que tardaron en ajusticiarlo, el asesino serial se dedicó a vender sus pinturas y dibujos bajo el apodo de ‘Pogo, el payaso’, algunas de lo más tétricas. El 10 de mayo de 1994, Gacy fue ejecutado mediante inyección letal. Minutos antes de su ajusticiamiento, cientos de personas se congregaron en el exterior del recinto para celebrar que uno de los peores asesinos en serie de Estados Unidos iba a morir. Entre sus manos portaban pancartas que decían: “No tears for the clown” (Sin lágrimas por el payaso)....


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