Leyendas - Apuntes 3545664685484468798 PDF

Title Leyendas - Apuntes 3545664685484468798
Author Leonardo Francisco Quevedo Guerrero
Course Taller de Lectura y redacción
Institution Universidad CNCI
Pages 3
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Summary

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Description

LEYENDAS La condesa de Malibrán En el Veracruz amurallado, los porteños rumoraban acerca de las cosas extrañas que pasaban en la casa de una mujer extranjera, muy bella pero muy altiva. Se sabía que era esposa de un conde de la corona española de apellido Malibrán y que viajaba continuamente. Sus vecinos decían que ella acostumbraba a visitar muy seguido los arrabales para ver a una anciana que practicaba la brujería, desesperada porque no podía tener hijos. Lo que en realidad asustaba a sus vecinos eran las escandalosas fiestas que organizaba en su mansión durante la ausencia de su esposo y que se prolongaban hasta el amanecer, momento en el cual la dama despedía a sus sirvientes para quedarse sola con un varonil acompañante, generalmente un marinero apuesto y joven, al que solía abordar en los muelles, a donde llegaban barcos de todas partes del mundo. Lo peor era que se sabía que muchos de esos amantes de turno no volvían a sus barcos y nada se volvía a saber de ellos. Un mal día para la condesa, su marido llegó sin avisar a nadie. Encontró a su mujer en su alcoba, muy bien acompañada. Enfurecido, se abalanzó sobre los infieles, matándolos con su espada. Uno de sus esclavos le dijo que lo ayudaría a deshacerse de los cuerpos, pero que antes debía contarle todo lo que él sabía sobre su esposa. Lo llevo a un foso que se situaba al fondo de su propiedad, el cual estaba lleno de lagartos. El asustado conde no daba crédito a todo lo que su sirviente le contaba. A ese foso eran llevados los cuerpos de los amantes de una noche, que la condesa asesinaba al amanecer para no dejar huella de su infidelidad. Lo más horrible era que, antes de llevarlos ahí, los cuerpos eran desangrados y la sangre se usaba para que la condesa se bañara: era la receta de la bruja, para propiciar un embarazo y mantenerla joven y bella.

LEYENDAS El callejón del diamante La leyenda dice que, durante la colonia, vivía en ese callejón una joven criolla de gran porte y hermosura, cuyo esposo era un rico caballero español, noble y distinguido. Él quería mucho a su esposa y, cuando le pidió matrimonio, le obsequió una sortija con un diamante negro. La gente, extrañada por la exótica joya, aseguraba que era mágico. El esposo, entre risa y broma, solía comentar que el anillo tenía el poder de intensificar el amor del marido y le concedía el don de descubrir la infidelidad de la amada. El caballero tenía un socio al que quería como a un hermano. Quiso el destino que entre la dama y el socio surgiera una pasión prohibida. El marido tuvo que hacer un largo viaje a la Ciudad de México y ella aprovechó para ir a casa de su amante, donde olvidó el anillo en una mesa cerca de la cama. Cuando regresó el caballero, conforme se acercaba a Xalapa, tuvo una sensación extraña de incomodidad y desasosiego, decidiendo llegar primero con su amigo, a quién encontró en su alcoba durmiendo una siesta. Lo primero que vio fue el anillo de su esposa. Sin hacer ruido, lo tomó y se dirigió a su hogar, desconsolado y con el corazón roto. Al llegar, se dirigió a la habitación matrimonial donde encontró a su mujer, que lo recibió con un abrazo. La tristeza que aquel hombre sentía se convirtió en rabia y, enloquecido de celos, desenvainó su puñal y lo clavó en el pecho de la mujer, matándola casi al instante. La levantó en brazos y la llevó hasta su cama, ahí le arrojó el anillo, salió de su casa y nunca más se supo de su paradero. Al poco tiempo, los vecinos empezaron a contar que, algunas noches, era posible ver la silueta de una mujer que caminaba apresurada por la callejuela. A veces, solo escuchaban la voz femenina que pedía a su esposo que la perdonara y, cuando algún valiente salía para verla, la silueta se desvanecía inmediatamente. El conde ordenó arrojar los cuerpos de los amantes al foso. Apesadumbrado, el hombre perdió la cordura casi al instante y durante mucho tiempo se le vio caminando fuera de la casa gritando «¡Que muera la condesa de Malibrán!». La casa existe todavía, aunque en ruinas. Quienes viven cerca dicen que desde entonces y al pasar de varios siglos, se escuchan lamentos y quejidos, ruidos de arañazos en ventanas y puertas desde el interior de la propiedad y que, en ocasiones, se puede ver la silueta de una mujer riendo a carcajadas, que entra y sale por la puerta principal.

LEYENDAS La mulata de Córdoba Se dice que en la ciudad de Córdoba vivía una bella mujer llamada Soledad, que daba la impresión de nunca envejecer. El rumor era que tenía un pacto con el diablo. En realidad, Soledad era una gran herbolaria. Se dedicaba a curar todo tipo de enfermedades en su comunidad, favoreciendo la salud de quien buscaba su ayuda. Sin embargo, su belleza también provocaba envidia. De ella se sabía que era una mujer solitaria y un tanto huraña, que rechazaba abiertamente a pretendientes, fueran estos ricos o pobres. Uno de ellos fue Don Martín de Ocaña, alcalde de Córdoba quién, despechado, comenzó a hacer correr el rumor de que ella era una bruja y que le había dado un brebaje que justificaba su malsana pasión por ella. Aunque muchas personas del pueblo le debían favores a la mulata, por el miedo de ir en contra de la religión católica y ser juzgados por la Santa Inquisición, cuando fueron interrogados por las autoridades eclesiásticas, muchos aseguraron que la escuchaban reír a media noche, que la vieron volar por encima de los tejados, y las muchachas decían que ella las buscaba para venderles pociones de amor y hechizos para amarrar al ser querido. La mujer hacía caso omiso a lo que se decía por ahí y seguía acudiendo a misa cada domingo. La Inquisición la mandó a arrestar, acusándola de practicar hechicería. La mulata fue sentenciada a la hoguera y fue encerrada en la cárcel de San Juan de Ulúa. Fue ahí en donde ella, valiéndose de la belleza que le había traído tanta desgracia, convenció al jefe de los carceleros de llevarle un poco de carbón, para que pudiera entretenerse dibujando en las paredes. Faltando un día para su ejecución, el jefe fue a verla y ella le mostró su último y más bello dibujo: un espléndido bergantín con sus velas hinchadas por el aire del mar. - ¿Qué te parece? preguntó ella al hombre, impresionando por el realismo con el que estaba plasmado. - ¿Qué le falta a este barco? - le preguntó ella de nuevo. -Navegar mi señora, contestó subyugado. -Pues mira como navega- respondió la mulata y, ante el asombro del carcelero, saltó a la embarcación, se mezcló con el dibujo de la pared y el barco comenzó a alejarse hasta desaparecer para siempre. Minutos después, echando en falta a su jefe, bajaron otros guardias al calabozo, para encontrar que la presa ya no estaba y el carcelero había fallecido. Dice la voz del pueblo que, a pesar de que ese día el puerto estuvo cerrado debido a una gran tormenta eléctrica, pudo verse como, más allá de las escolleras, se perfilaba la figura de un gran barco, entre la lluvia y el viento del norte, con rumbo a mar abierto....


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