“MENDOZA, AQUELLA CIUDAD DE BARRO. Ilustrado. Historia de una ciudad andina, desde el siglo XVI hasta nuestros días". 1ª ed. Buenos Aires. Editado por el CONICET DE Argentina, 2008. Imprenta Unión, 656 págs. (con 687 ilustraciones que incluyen 140 planos). ISBN 978-950-692-077-7. PDF

Title “MENDOZA, AQUELLA CIUDAD DE BARRO. Ilustrado. Historia de una ciudad andina, desde el siglo XVI hasta nuestros días". 1ª ed. Buenos Aires. Editado por el CONICET DE Argentina, 2008. Imprenta Unión, 656 págs. (con 687 ilustraciones que incluyen 140 planos). ISBN 978-950-692-077-7.
Author Jorge Ricardo Ponte
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JORGE RICARDO PONTE MENDOZA aquella ciudad de barro Historia de una ciudad andina desde el siglo XVI hasta nuestros días Edición corregida, mejorada y actualizada [con 687 ilustraciones que incluyen 140 planos] Unidad Ciudad y Territorio INCIHUSA - CCT - Mendoza 2008 PREFACIO PREFACIO A LA PRESENTE...


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JORGE RICARDO PONTE

MENDOZA aquella ciudad de barro Historia de una ciudad andina desde el siglo XVI hasta nuestros días Edición corregida, mejorada y actualizada [con 687 ilustraciones que incluyen 140 planos]

Unidad Ciudad y Territorio INCIHUSA - CCT - Mendoza 2008

PREFACIO

PREFACIO A LA PRESENTE EDICIÓN “Una descripción de Zaira como es hoy debería contener todo el pasado de Zaira. Pero la ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de una mano...” Italo Calvino en “Las ciudades invisibles”

La Ciudad de Mendoza está ubicada al pie de la llamada precordillera de los Andes, a 32º 53’ latitud sur1 y 68º 27’ de longitud oeste; a 760 m. snm. y a 200 km. de la frontera entre Argentina y Chile. Situada a 380 km. de Santiago de Chile y a 1.090 km. de Buenos Aires. Se emplaza sobre una planicie inclinada con pendiente suroeste-nordeste. De clima semidesértico (alrededor de 200 mm. anuales) se riega con las aguas de deshielo que provienen de un río cordillerano denominado Río Mendoza ubicado a 20 km. hacia el sur de la ciudad capital. El Área Metropolitana de Mendoza es, actualmente, la cuarta aglomeración de la República Argentina.

Cuando en 1983 se inició la investigación que dio origen a esta publicación (1987), no se pensaba en Mendoza en términos de historia urbana. Los libros que circulaban, por entonces, sobre la memoria local o regional hacían hincapié, sobre todo, en aspectos generales e incluso puntuales. Pero de una historia más basada en hechos y en acontecimientos, que en procesos de larga duración como los que implicaba sus más de cuatro siglos de vicisitudes urbanas. En aquel tiempo no remarcamos el hecho que –extramuros de Mendozaexistía una escuela o corriente histórica que había puesto su acento en los llamados estudios de “larga duración”. Sin pretender parangonar este trabajo con el realizado en Francia por Fernand Braudel, en su historia del Mediterráneo2, creemos que, sin embargo, esta investigación se inscribiría (obviamente con una escala más modesta, otro escenario y otra realidad cultural e histórica) dentro del espíritu innovador de la escuela creada por el afamado historiador francés. Aunque debo confesar que este acercamiento fue más intuitivo que académico. La ciudad era, por cierto, el escenario inevitable donde se desarrollaba la otra historia más tradicional. Pero, los estudios que circulaban sobre Mendoza no priorizaban espacializar la información de la que se daba cuenta en los textos. En contraste, nuestra línea de investigación, desde hace muchos años y sobre la que se asienta nuestro mayor trabajo y producción, es aquella de vincular los procesos histórico-culturales con los espaciales: incorporando espacio a la historia e historia al espacio. Es decir, relacionando los desarrollos históricos, políticos, sociales, económicos, etc., con lo espacial, de manera de poder explicarnos el presente. El espacio urbano es un producto cultural, históricamente construido, tanto en lo concreto como en lo imaginario y que da cuenta también de un espacio simbólico. Se trata de un ámbito privilegiado de la cultura material donde se manifiestan y plasman los conflictos, contradicciones y desigualdades de una determinada época y sociedad. Así vistos, la ciudad y el territorio no son el decorado de otros discursos, tampoco sólo el escenario de confrontación de las fuerzas sociales imperantes, sino que constituyen el desafío al que apuestan los distintos actores sociales y un indicador de sus relaciones y tensiones. El espacio no es neutro y como nos lo recuerda Alain Musset: ya lo decía Durkheim al criticar el punto de vista de Kant: “el espacio no es ese medio vago e indeterminado que había imaginado Kant: puro y absolutamente homogéneo, él no 11

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serviría de nada y tampoco ofrecería la posibilidad de fijar el pensamiento »3. Como el espacio está cargado de significados, históricamente construidos, nos interesa develar la argamasa de lo urbano o lo territorial y, al mismo tiempo, sus aspectos simbólicos. La ciudad puede, si se quiere, ser entendida como un “texto” a descifrar desde el territorio. Por ello, nuestro interés apunta a vincular, por un lado, la lectura de la materialidad del territorio: sus componentes y características y, por el otro, el análisis del discurso acerca de lo urbano y lo rural, en un amplio registro de voces y momentos, producidos por distintos actores sociales y desde diferentes lugares. La tarea emprendida abarcó dos desafíos igualmente comprometedores: el primero fue encarar un arduo trabajo heurístico que posibilitó la pesquisa, construcción y reconstrucción de un corpus cartográfico histórico de mapas y de planos; de representaciones gráficas y de crónicas de viajeros, de datos, de censos, etc. A propósito de ello, al momento de la presentación de esta obra en 1987, nos subrayó Juan Draghi Lucero: _ ¡Mire arquitecto _ Aunque esta obra no tuviera texto… merecería ser publicada tan sólo por la cantidad y calidad de los gráficos que posee! En efecto, en la historiografía tradicional, la documentación gráfica, tal como pueden ser planos históricos y mapas, solía usarse con la idea de ilustración4, tanto como podía hacerse con una fotografía o un grabado antiguo. Se desperdiciaba así la posibilidad de considerar a estos documentos como una fuente de información histórica, ya que éstos aunque parezcan simples planos de proyectos de servicios cloacales, de aguas corrientes, pavimentos, etc., suelen contener no sólo delimitado el espacio histórico, sino que lo complementan con la inserción de información literal, representaciones iconográficas o arquitectónicas, antiguos o nuevos cursos de agua, curvas de nivel, localización del equipamiento público, tipos de cultivos, instalaciones proto-industriales, referencias literarias del equipamiento social, etc. Conspiraba para la utilización de la evidente y provechosa información que pueden proporcionar los planos históricos, la mala calidad de sus reproducciones fotográficas, o la utilización de copias (en vez de originales) lo que rebajaba sus atributos y, por ende, su legibilidad. En esta renovada edición se han ampliado las posibilidades de utilización de las fotografías o grabados antiguos como fuentes documentales de primera mano. Para ello se han reordenado y seleccionado ilustraciones, reemplazando algunas de no tan buena calidad por nuevas infografías que pudieran brindar una mejor comprensión de algunos detalles de la ciudad y de su entorno; re-nominar y reordenar capítulos, etc. La intención ha sido completar pero sin aumentar en demasía la ya significativa cantidad de páginas de la primera edición. También aprovechamos el salto tecnológico que dio el mundo de las artes gráficas en este período, para restaurar digitalmente todos los originales; y para reelaborar 12

decenas de planos históricos de la ciudad con esta tecnología; incorporando, además, algunos nuevos e inéditos y revisar hipótesis que con la nueva información documental encontrada habían quedado superadas fruto de la continuidad de nuestras investigaciones. El segundo reto al que hicimos frente fue la construcción de un gran marco histórico contextual a lo largo de más de cuatro siglos, explicativo de lo urbano y su entorno. En tiempos en que está tan devaluada la historia descriptiva no está demás puntualizar que, un trabajo de esta dimensión temporal y espacial no se desmerece por incluir, con intenciones explicativas, muchos tramos o pasajes descriptivos. Al contrario, ello ha sido fundamental como etapa del proceso cognitivo del objeto de estudio: poder descubrir primero y explicar después, los por qué de la ciudad en su devenir histórico. Este libro, que en su momento fue toda una novedad para Mendoza y un aporte de base, abrió caminos y nos posibilitó, como así también a otros investigadores y estudiosos, poder escudriñar en el material (editado e inédito) ahora publicado y proponer luego, mediante investigaciones focalizadas e hipotéticas, nuevas visiones problematizadoras de la historia local, tal como las que se procuran hoy en las ciencias sociales. Mendoza, aquella ciudad de barro ha devenido, sin haberlo pretendido, en un vocero oficioso de la ciudad por el mundo, al haber sido utilizado por las autoridades municipales como portavoz institucional y esto ha sido muy bueno para este libro, poder trascender las fronteras del país y llegar a muchísimas bibliotecas del mundo: oficiales, universitarias, escolares y particulares. Esta “Historia de una ciudad andina desde el siglo XVI hasta nuestros días” se ha convertido en un libro de consulta y de estudio en campos tales como: educación, historia, geografía, arqueología, arquitectura, turismo, ciencias sociales, etc. Pero, ha sido el común de la gente quien más se ha entusiasmado con la reseña de ésta -su ciudad- a pesar del prejuicio de pensar que a los argentinos no les interesa su historia. Alejados de los grandes centros de producción editorial, de difusión y de consumo, no es frecuente que un libro de estas características o con esta temática tenga que ser reeditado porque la demanda así lo justifica. Históricamente, Mendoza nunca fue denominada o categorizada como aldea, aunque hoy existan quienes, por razones poéticas, les guste evocarla como tal. Tampoco ha sido el caso de un caserío que fue creciendo y un día adquirió el rango de capital. Nació con la jerarquía de ciudad y jamás olvidó ni permitió que los demás desdeñaran que lo era, aunque cuando –a causa del terremoto destructor- estuviera hecha añicos en el piso. Por eso interpretamos a aquel viajero alemán que en 1860, poco antes de la catástrofe, calificó a Mendoza como: “con apariencia de gran ciudad y cierta solemne dignidad” juicio que nos permitiríamos parafrasear apuntando que se trataría de una dignidad urbana que

PREFACIO

ha logrado sostener desde siempre. Tampoco es Mendoza una ciudad circunscripta a un espacio formal que puede ser mayor o menor, según la entendamos en su espacio histórico o en su delimitación administrativa actual. Es, sobre todo, un espacio simbólico que desborda sus límites político-administrativos tradicionales para constituirse en el modelo testimonial del actual Área Metropolitana. Le ocurre lo que a las grandes aglomeraciones del mundo: se constituyen en referentes del imaginario colectivo, necesario para todo un territorio, entendido éste por el espacio, sus habitantes y el devenir del tiempo. Así interpretado, todos viviríamos en Mendoza, aunque no lo hagamos exactamente dentro de sus límites jurídicos y esta memoria urbana y social no sería, desde esta visión, sólo la crónica de la ciudad o del Departamento de Capital, sino la de todos los mendocinos: vivan más allá o más acá del Zanjón… Las ciudades y las sociedades se modernizan y transforman por su propia dinámica social. Si en este proceso inevitable podemos sostener y acrecentar sus rasgos patrimoniales, aquellos que le han sido propios y característicos, estaríamos construyendo no sólo nuestra urbanidad sino, al mismo tiempo, nuestra identidad. Los libros son como nuestros hijos, hacen su propia vida, aunque sus trayectorias, tal vez, no sean como las previmos. Pero ello también nos devuelve la posibilidad de mirarlos moverse y asentarse en territorios que no habíamos imaginado. En efecto, este libro ha tenido una recepción y trascendencia más allá del campo de especialistas que uno podría haber supuesto inicialmente. Tal interés, estaría dado por el hecho de ser la primera historia urbana de Mendoza o porque hablar de la ciudad de uno siempre conmueve o moviliza. Por éstas u otras razones, o por esos imponderables, que no nos cabe juzgar, este libro se ha transformado en una referencia para Mendoza. La primera edición de este libro tuvo un estupendo, reflexivo y vigente prólogo que hiciera el Dr. Arturo A. Roig; escrito que, con su anuencia, hemos rescatado para esta segunda edición. Por otra parte, este prefacio inicial nos ha resultado útil para poder efectuar algunas reflexiones teóricas y conceptuales, a partir de lo que ya habíamos hecho -el estudio profundo de un caso- acerca de cómo concebimos el abordaje de la historia urbana; el cómo y por qué habíamos construido nuestro objeto de estudio, cuáles habían sido sus alcances e implicancias, etc. Al re-visitar un texto propio, escrito hace más de 20 años, uno tiene la tentación de completar el relato original con nuevas evidencias que han surgido con el devenir del tiempo o de la experiencia; o abrir comentarios con notas o llamadores que acoten-señalen-expliquen-completen-ilustren mejor ésta o aquella parte de una época o de un personaje, etc. Pero la intención no era escribir un nuevo libro tomando al primero como base, sino que hemos procurado

ampliarlo sólo en lo necesario. Por otro lado, ya hemos escrito otros trabajos que profundizan determinados períodos o problemáticas que aparecen aquí apenas esbozadas [ver C.V. al dorso de la portada]. Así hemos respetado la estructura del relato original para que, aún mejorado, ampliado y corregido, siguiera teniendo el mismo tamaño, el mismo formato; en resumen, el mismo espíritu. El capítulo 8: De la ciudad Capital al Área Metropolitana de Mendoza (1952/1982) que en la primera edición era, por entonces, algo muy próximo y, por tanto, sobrevolado con cierta distancia, ha adquirido en esta nueva versión un carácter único respecto de los demás capítulos. Efectivamente, nos hemos permitido incorporar para cada una de las décadas que lo componen: los ’50,’60, ’70 y ’80 un breve apéndice de flashes urbano-sociales titulado: Espacio y sociedad en los años…que nos pedía, de suyo más espacio del que podíamos asignarle y cuya insuficiencia nos preanuncia la necesidad de otros trabajos con dicha problemática. Se ha actualizado la obra hasta el presente, a fin de dar cuenta de las transformaciones urbanas producidas en estos últimos 20 años [capítulo 9-La ciudad en tiempos de la posmodernidad [1983-2007]. Si a mediados del siglo XVIII, y ante la falta de otros instrumentos o testimonios posibles a los cuales apelar, la aparición de un plano podía ilustrar acerca de cómo era esta ciudad; en estos inicios del siglo XXI cualquier documento aislado resultaría largamente insuficiente para describir la compleja trama de relaciones de esta ciudad, inmersa de lleno en la posmodernidad. Al trabajar las últimas décadas no se ha pretendido abarcar la totalidad de elementos culturales, sociales, políticos o tecnológicos que hoy podrían definir y conformar la ciudad del presente. Se han continuado visualizando aquellos factores o articuladores que, a lo largo de la historia de la ciudad, han permitido evidenciar el proceso de cambios y transformaciones y que se prolongan en el presente, aunque ya no sean tan exclusivos ni tan determinantes como otrora. Es natural que el hecho de ser actores cambie la dimensión del juicio crítico, pero creemos que también es bueno dar testimonio del tiempo que nos tocó vivir. Por ello, en esta última etapa se ha despersonalizado, a propósito, las iniciativas urbanas más contemporáneas, en un intento de tomar perspectiva histórica de aquellos protagonistas a quienes conocemos y frecuentamos. Al contrario de lo que hicimos para los períodos precedentes, creemos que para lo contemporáneo lo más prudente, más que señalar quién intervino, promovió, o proyectó tal o cual obra, es el dar cuenta de lo hecho. Para finalizar esta exposición preliminar quisiera hacer hincapié en un capítulo emblemático, el cual, no por azar, ha dado nombre a este libro. Me refiero al denominado: El apogeo de la Ciudad de Barro [1764-1861]. Cuando uno se entera que a una ciudad la ha destruido un terremoto no alcanza a sopesar lo 13

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que ese sismo ha echado por tierra. Es como cuando muere, en un accidente, una familia a quien no conocemos. No nos sentimos involucrados en su destino. La tecnología digital usada como herramienta nos ha permitido, en esta parte del libro, componer un “in crescendo” sensible, algo musical en la composición visual y narrativa de este capítulo. Es como si los edificios se hubieran transformado en instrumentos y, éstos empezaran a presentarse, por aquí, por allá y tocar una melodía como solistas; con el fin que los vayamos conociendo, distinguiendo y valorando. Para lograr este efecto, y a falta de otros documentos precisos, hemos de-construido digitalmente [recurso que también hemos utilizado en otros capítulos] las tres únicas y famosas litografías de la ciudad previa a la catástrofe; como si éstas fueran rompecabezas y alguien los desarmara y barajara sus piezas entre la narración. Así, empezamos a ver con mejor foco, tal o cual templo, tal o cual fachada. Podemos fijar la atención sobre el detalle de la calle de la Cañada: ¿Cómo era su perfil, su escala, su relación con la plaza que tenía enfrente? etc. De esta forma, nos entreabrimos a conocer, y a hacernos conocidos de la arquitectura de Mendoza; la empezamos a ver más monumental de lo que imaginábamos o de lo que nos habían contado. Después de todo…No había sido una seguidilla de ranchos… Comenzamos también a entender y a reconocer el hoy denominado: “sky line” (perfil de una ciudad en el horizonte) de Mendoza recortada sobre las montañas, como en esas mañanas diáfanas que los mendocinos tanto valoramos y cuando la precordillera parece estar allí… al alcance de nuestros dedos. El final del capítulo -a toda orquesta visual- es la presentación de las litografías originales, con el solo de algún instrumento-edificio-detalle, como complemento para recordar el “leitmotiv” del capítulo. Sólo así, con las tres orquestas (las tres litografías) conducidas por sus tres directores (los autores de los dibujos) tocando a pleno (a página completa) podemos darnos una idea más cabal de todo lo que se perdió aquella

noche trágica de 1861, cuando un sismo, de las decenas que se sienten en Mendoza por año, esa vez, no fue sólo un temblor pasajero. Los mendocinos tenemos un timing especial con los temblores. Sabemos cuánto deben durar para no entrar en pánico. El de aquel 20 de marzo de 1861 no cesaba…y se debe haber sentido interminable. Precisamente, esa era la señal de que no se trataba de un temblor más. Estaba sobreviniendo un terremoto. Toda la música escuchada, toda la arquitectura vista, toda la imagen y la materialidad de una ciudad afanosamente construida a lo largo de tres siglos habrían de desplomarse en cuestión de minutos como un castillo de naipes. Esta catástrofe material se suma a la pérdida de más de dos tercios de su población. A la mañana del día siguiente -ese 21 de marzo de 1861- en Mendoza reinaba el silencio y la zozobra. Pese a los sombríos augurios y frente al conmovedor testimonio de los sobrevivientes y de ese cúmulo de ruinas de lo que había sido una ciudad: Mendoza, a diferencia de otros casos dramáticos de re-localización, decidió reconstruirse allí mismo y a sí misma. Eso sí, como pudo y como supo. Y, como si entre aquellos escombros hubiésemos rescatado, llenas de polvo, las hojas de la partitura musical-visual de esta ciudad; hoy, a casi ciento cincuenta años de la tragedia y a 446 de su fundación, volvemos a evocar-ejecutar la melodía de esa ciudad malograda, para que Ud. la conozca o, tal vez, la rememore… Una amiga escritora me dijo, en cierta oportunidad, que una ciudad alcanza la dignidad de tal cuando -ella misma o su imaginario social- crea a alguien capaz de reconstruirla en un relato y contar su historia. Si este cometido nos implica, abrigamos la esperanza de -con esta obra- haber contribuido a tal misión. Jorge Ricardo Ponte primavera del 2007

1 La banda de los 32º de latitud, en el hemisferio norte, se corresponde con ciudades tales como: Los Ángeles, Dallas, Charlestón, Rabat, Trípoli, Beirut, Damasco, Bagdad, la zona del Nepal y Kobe en el Japón. 2 BRAUDEL, F. (1985). La Méditerranée et le monde méditerranéen à l'époque de Philippe II. Paris: A. Colin. 3 DURKHEIM, É. (1912-1960). Les formes élémentaires de la vie religieuse. Paris: Presses Universitaires de France. 4 En la acepción: 2. f. Estampa, grabado o dibujo que adorna o documenta ...


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