¿Por qué cooperamos?, Michael Tomasello PDF

Title ¿Por qué cooperamos?, Michael Tomasello
Course Teorías éticas
Institution Universidad de Zaragoza
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Resumen de todo el libro menos la parte de debate....


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MICHAEL TOMASELLO - ¿POR QUÉ COOPERAMOS? (trad. Elena Marengo) AGRADECIMIENTOS Texto basado en las exposiciones presentadas en el ciclo de Conferencias Tanner sobre Valores Humanos realizadas en Stanford en el año 2008. La idea es presentar al público las investigaciones que ha llevado a cabo. acerca de la cooperación entre los grandes simios y entre los seres humanos. INTRODUCCIÓN En muchas especies, unos aprenden de otros en el intercambio social. Los biólogos hablan de cultura cuando distintas poblaciones de una misma especie desarrollan un aprendizaje social, y desarrollan formas distintas de proceder y comportarse. Entre ellos, aves, mamíferos marinos y primates. Los seres humanos son el paradigma de especie cultural, y están diseminados por todo el planeta (a diferencia de los grandes simios), inventando cosas para lidiar con su entorno y sobrevivir (iglús, arcos, flechas). El ser humano aprende muchas cosas para vivir en sociedad (lenguaje…): su cultura es cuantitativamente única en comparación con otras. Pero también es cualitativamente única por dos rasgos: Primero, la evolución cultural acumulativa: las prácticas y artefactos tienen historia, acumulan complejidad y avances: se genera un “trinquete cultural” que va actualizando las versiones conforme se hacen hallazgos más útiles. El ser humano hereda adaptaciones genéticas, pero también sabiduría colectiva de los antepasados mediante la cultura. Hasta el presente, no conocemos otra especie animal que acumule las modificaciones compartimentales y garantice su complejidad de esta manera. 13 Segundo, el ser humano tiene algo que no se parece en nada a otras especies animales: instituciones sociales. Estos son conjuntos de prácticas comportamentales, guiadas por normas y reglas reconocidas socialmente (p. ej. apareamiento o matrimonio); si se incumplen, hay una sanción (p. ej. ostracismo). Así, los seres humanos crean entidades culturales: maridos, esposas… con derechos y deberes definidos por la cultura (John Searle – creación de nuevas “funciones de estatus”). También existen normas para compartir alimentos y objetos, el comercio o el dinero; otras para instituir líderes grupales, con derechos y obligaciones específicas. Además, pueden actualizarse las reglas del grupo (“trinquete cultural”). También hay motivaciones y habilidades cooperativas específicas del ser humano. Esto se evidencia en las instituciones sociales: son formas de interactuar que garantizan que quienes no cooperan cumplan lo acordado. Las funciones de estatus son acuerdos cooperativos que establecen derechos y deberes. Basándonos en filósofos como Michael Bratman, Margaret Gilbert, Searle y Raimo Tuomela, llamaremos “intencionalidad compartida” a los procesos psicológicos subyacentes que posibilitan esta cooperación. Esto es la capacidad de “generar con otros intenciones y compromisos conjuntos” para la cooperación, estructurados por procesos de atención conjunta y conocimiento mutuo, con las motivaciones de ayudar a y compartir con otros. Aunque el proceso más claro para el efecto trinquete es el aprendizaje imitativo (que se caracteriza por el aprovechamiento, no la cooperación), las tendencias cooperativas también son fundamentales en su generación: 16

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1) Los seres humanos se enseñan mutuamente, de forma altruista: no lo reservan a sus parientes. Otros primates registran enseñanzas aisladas, sobre todo a las crías. Pero no hay pruebas sistemáticas de instrucción activa no humana. 2) Los seres humanos tienden a imitar “para no desentonar” (identidad grupal). Apelan a normas sociales de conformidad y amenazan con castigos y sanciones. No conocemos ningún otro primate que establezca normas grupales de conformidad. Tanto la enseñanza como esto preservan las innovaciones hasta que surge una nueva. 3) La cultura humana no se basa solo en aprovechar (como otras) sino fundamentalmente en cooperar. Los Homo sapiens están adaptados para actuar y pensar cooperativamente. Las hazañas cognitivas más formidables de la historia son fruto de individuos que interactuaban. Conforme los niños crecen, desarrollan una inteligencia cultural: habilidades específicamente humanas para colaborar, comunicarse y aprender socialmente, así como participar de ese pensar grupal cooperativo. Estas habilidades surgieron de la construcción de nichos culturales y coevolución genético-cultural. Hay muchas formas de cooperación y cultura, y muchas formas de estudiarlas: biología evolucionista, economía experimental, teoría de juegos, antropología cultural y biológica, psicología cognitiva, social y evolutiva… nosotros hemos hecho estudios comparativos entre niños y chimpancés, para conocer mejor los orígenes filogenéticos y ontogenéticos de la cooperación humana. Investigamos dos fenómenos fundamentales: 1) Altruismo: un individuo que se sacrifica en cierta forma por otro 2) Colaboración: varios individuos trabajando para el beneficio mutuo. En el primer capítulo, resumo las últimas investigaciones sobre el altruismo en niños y su aparición en la ontogenia temprana, atendiendo también a la ayuda espontánea entre chimpancés, quizás su fundamento evolutivo. El interrogante esencial es si el altruismo surge “naturalmente” en los niños o si es producto cultural. En el segundo capítulo, hablo de la resolución de problemas en colaboración (niños y chimpancés). La pregunta es cómo caracterizar mejor las diferencias humanoschimpancés cuando cada especie colabora. ¿Cómo surgieron esas diferencias y cómo derivaron en normas e instituciones tan complejas? 20

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I¿POR QUÉ COOPERAMOS? 1. NACIDOS (Y CRIADOS) PARA COLABORAR El príncipe (…) debe aprender a no ser bueno. – Nicolás Maquiavelo Uno de los grandes debates actuales es si el ser humano es colaborador o egoísta por naturaleza (Rousseau vs Hobbes): si la cultura corrompe o encauza. Mi tesis se alinea más con la teoría de Rousseau matizada, y desarrollo un modelo de Spelke para los comienzos y modelo de Dweck para las etapas posteriores. Desde el primer año de vida, los niños ya presentan inclinación a la cooperación, y no es algo aprendido (Spelke). Más tarde esta inclinación es afectada por los juicios sobre la probable reciprocidad y la preocupación por la opinión del resto del grupo (rasgos claves en la evolución), internalizando normas sociales (modelo de Dwek). Esta etapa infantil cooperativa tiene importancia en comparación con otros primates. Todo organismo precisa de rasgos egoístas para sobre vivir, pero sobre este descansa el afán por cooperar. Felix Warkenek (Instituto Max Plank) y yo hemos estudiado los distintos grados y tipos de altruismo según la “mercancía”: bienes (generosidad), servicios (útil, servicial), información (disposición a informar). Cada uno tiene sus costos y raíces. Ayudar Un grupo de niños entre 14 y 18 meses se ven frente a un adulto desconocido que tiene un problema trivial: no alcanza un objeto, tiene las manos ocupadas el armario cerrado… 22 de 24 ofrecieron ayuda al menos un vez (y casi inmediatamente). Además, los distintos escenarios prueban que los infantes deben ser capaces de percibir las metas del otro en distintas situaciones y que tengan motivación de ayudarlos. Hay razones para creer que esto es natural: 1) Manifestación temprana: es un comportamiento que surge pronto (antes de que los progenitores realmente traten de inculcar cuestiones sociales), aunque esto sería debatible (han presenciado escenas de cooperación). 2) Indiferencia al estímulo / reducción de la colaboración: Los elogios y premios de los padres no influyen en los niños, independientemente de ellos estaban igual de dispuestos a ayudar. Incluso cuando estaban ocupados con alguna diversión, acudían a ayudar (pagando un precio). En otro estudio, niños de 20 meses podían ayudar, y algunos recibieron una recompensa concreta cada vez que lo hacían (juguete), otros no recibían absolutamente nada (ni reacción positiva). Los que ayudaron 5 veces distintas pasaron a la segunda etapa, donde el adulto no compensaba a los niños. Los que habían sido recompensado en la primera etapa ayudaban menos en esta. Mark Lepper lo denominó “efecto de sobrejustificación”, que indica que la motivación intrínsecaa determina el comportamiento. En las actividades intrínsecamente gratificantes, las recompensas externas socavan la motivación interna. 3) Raíces evolutivas: Los chimpancés muestran el mismo comportamiento. Warneken y yo presentaron la misma batería de 10 tareas a 3 chimpancés (criados por seres humanos). Reaccionaron (solo) para alcanzar objetos fuera de su alcance. Puede argumentarse que se debe a la educación con humanos. 3

También estudiamos chimpancés criados por sus madres, donde uno observaba a otro que intentaba abrir una puerta hacia otro cuarto. El observador sabía que podía abrirse retirando un perno, y el que observaba acudía a hacerlo, sin poder esperar una recompensa. Esto prueba que no serían actitudes culturales. 4) Carácter transcultural: de culturas “más tradicionales” (con mucha menor intervención paterna) brindan ayuda más o menos en las mismas situaciones y edad que los niños occidentales de clase media estudiados por nosotros. 5) Origen en la simpatía: La actitud de ayuda infantil está mediada por el interés empático. Un grupo de infantes (18-24) veían a un adulto romper el dibujo de otro adulto (o arrebatarles un juguete) y miraban a la víctima (que se mostraba indiferente) con “preocupación”. En la situación de control, el adulto rompía un lienzo blanco. Los niños tendían más a ayudar a la víctima que al individuo de control, y quienes más preocupación habían mostrado tenían más inclinación a ayudar: los niños no actuaban movidos por intereses externos, sino un interés natural por el otro. Por todo esto concluimos que es una “inclinación natural por comprender la situación de otros cuando están en dificultades”. Otras investigaciones confirman hasta la capacidad de niños inferiores a 1 año para distinguir a los agentes que ayudan de los que no. 3 Informar Jóvenes y chimpancés muestran ayuda, pero hay una forma particular exclusiva de los niños: dar información relevante para el otro (no depende del lenguaje; pueden señalar). Los chimpancés no hacen eso. En un laboratorio, infantes prelingüísticos de 12 meses a una persona abrochando papeles con una máquina, mientras con la otra mano manipulaba otro objeto. Luego se va y otro adulto entra y coloca los objetos en un estante. Cuando vuelve el primer adulto, el niño le señala la abrochadora, pero no para pedirla. Los simios no hacen lo mismo: si señalan lo hacen en su relación con humanos, y en general con un cariz imperativo, para dar órdenes. Cuando un ser humano busca una herramienta para abrir una caja, el chimpancé señala la herramienta si esto le beneficia a él, pero señala con menos frecuencia si no tiene incentivo propio. En contraste, los infantes señalan siempre con la misma frecuencia. Los simios parecen no entender la intención comunicativa del gesto deíctico, mientras que los infantes lo comprenden y lo hacen ya antes de hablar. Los simios no se preguntan por la “pertinencia” de la acción. El filósofo Paul Grice ya enunció un principio de cooperación similar: “los seres humanos intentan ayudar dando información sobre cosas que son pertinentes para sus interlocutores, no para sí mismos”, no así los chimpancés. Los grandes simios hacen llamados de alarma y de alimento: pero no puede considerarse intención comunicativa, pues también lo hacen cuando el grupo está alrededor y lo ha visto. Su objetivo no es brindar información, sino beneficiar a sus parientes. Los monos antropomorfos no buscan ofrecerse mutuamente información. Los infantes de nuestra especie sí: buscan ayudar e interpretar las intenciones informativas de su entorno. Cabe pensar que interpretan las comunicaciones imperativas no como órdenes sino como deseos , que naturalmente empujan a la colaboración: cuando un adulto (que tiene una batería frente a sí y otra al otro lado de la habitación) les pide una batería, ellos son capaces de interpretar que más que una 4

orden es una solicitud de ayuda: y la lógica indica que la batería requerida es la que está lejos. Es la lógica cooperativa de la colaboración. Estos resultados muestran diferencias entre antropoides y primates, y que el altruismo no es un rasgo general: surge en algunos ámbitos de actividad, pero no en otros. Más tarde propondré una explicación evolutiva de por qué solo los seres humanos se ayudan brindando información. También los niños aprenden a mentir pronto, pero años después, y la mentira presupone quela confianza y cooperación ya existen. Compartir A la hora de compartir recursos como el alimento, los monos antropoides no son demasiado altruistas. En comparaciones de escenarios similares se comprobó que niños son más generosos que los antropoides para compartir alimentos y objetos valorados. Según dos estudios, parecería que a los chimpancés no les importa el alimento que puedan obtener sus congéneres: el sujeto podía elegir entre dos tableros: uno le daba solo una bandeja de comida a él, el otro a él y a un chimpancé en una jaula contigua. Elegían aleatoriamente cualquiera de los dos. Había una situación en que podían hacer la misma elección, pero con acceso a la jaula contigua, que estaba vacía: entonces empujaban con más frecuencia el tablero que tenía alimento en las dos jaulas. Los niños de 25 meses, sin embargo, tendían más a la opción equitativa que la egoísta. ¿Por qué los chimpancés colaboran en metas instrumentales pero no aquí, cuando no les cuesta nada? No está resuelto, pero es posible que sea que en el paradigma del tablero, los chimpancés solo se interesan por conseguir alimento para sí (lo que suceda al compañero no les importa), mientras que en otros paradigma no pueden aspirar a comida para sí, así que no predominan sus estrategias competitivas y necesidades. Alicia Melis del Max Plank hizo un experimento donde dos chimpancés tenían que colaborar tirando de un tablero para alcanzar la comida. Colaboraban mucho mejor cuando esta comida estaba ya dividida en dos montones que cuando había uno solo, posiblemente porque preveían la lucha previsible tras la colaboración. Warneken repitió el estudio con niños, y comprobó que no les importaba si el alimento está amontonado o dividido. A veces uno de los niños toma más de lo que le corresponde, pero el otro le anima a arreglar las cosas. Esto significa que los socios están dispuestos a volver a colaborar para lograr sus fines: los chimpancés no tienen esa confianza. ¿Y en escenarios más naturales? Algunas investigaciones recogen comportamiento de chimpancés machos compartiendo alimentos con aliados o parejas potenciales (pero es seguramente mas trueque que generosidad). Cuando se trata de alimento de baja calidad, los monos son tolerantes con otros individuos que también se alimentan de este, pero su comportamiento natural al comer es apartarse de otros individuos y ceder solo cuando otro chimpancé suplica u hostiga. Sin embargo, a los infantes humanos les complace ofrecer objetos y alimentos, aunque a veces se apeguen a uno y se nieguen a cederlo. Podría ser que la clave fuera que los niños no suelen interesarse demasiado por la mayoría de objetos o alimentos (así que no podríamos hablar de generosidad), pero es claro que los niños hasta muy pequeños ceden objetos y alimentos más fácilmente. Por último, compararemos seres humanos y antropoides y el compartir madre-hijo: de 84 intentos de la cría por obtener comida de la madre, cincuenta fueron rechazados. Solo en 15 casos había transferencias de alimento activas por la madre, y estas eran 5

siempre las porciones menos apetitosas, desperdicios (aun así, esto es más de lo que harían por otros adultos o crías). Las madres humanas abastecen más activamente a sus crías. Así, al compartir recursos como los alimentos, los vástagos humanos son más generosos. Pero insisto que esto es cuestión de grado: es distinto cuando se está hambriento. Pero los chimpancés se comportan siempre como si lo estuvieran. 50 Normas y reciprocidad No hay indicios de que el altruismo mostrado sea producto de la socialización. Pero conforme los niños maduran, la socialización comienza a ser decisiva. Las influencias del mundo social pueden dividirse en dos conjuntos: 1. La experiencia social directa del niño en su interacción con otros seres y lo que aprende de sus reacciones personales a) donde generalmente se ve alentado a cooperar al ver que la cooperación suele suscitar la misma respuesta b) La experiencia de que el otro utilice su cooperación para aprovecharse de él. Después del periodo inicial de generoso altruismo indiscriminado mezclado con egoísmo respecto a cosas valiosas, los niños comienzan a ponderar más a los posibles beneficiarios de su altruismo, formando estos juicios a partir de los 3 años. Comparten más si el beneficiario ya se ha mostrado amable o es parte de su grupo. También estaban más dispuestos a ayudar a quienes han ayudado a otros. Incluso los chimpancés devuelven favores: acicalamiento, respaldo en la lucha, alimento. 2. Valores y normas del grupo cultural, absorbidas mediante modelos, instrucción y comunicación. Casi todas las culturas promueven la cooperación en los niños. Hay un aspecto positivo (admiración a quien cumple las normas sociales) y otro punitivo (castigo a quien no lo hace): el niño adquiere conciencia de ser juzgado por otros en función de las normas sociales, y trata de influir sobre esos juicios: “control o manipulación de las impresiones (Erving Goffman) que sirve para construir el public self. Un estudio reciente con monos capuchinos muestra cómo un chimpancé acepta un pepino de un humano, pero lo rechaza si previamente ha visto al humano dar uvas (más valiosas) a otro chimpancé, interpretado de dos formas: por comparación social y por cierto sentido de la justicia. Pero nuestros estudios señalan que “el mero hecho de ver las uvas y abrigar la esperanza de recibirlas hace que el pepino parezca menos atractivo”, y para esto no hace falta que haya individuos alrededor, solo comparan los alimentos. Nosotros presentamos el juego del ultimátum (con seres humanos un individuo recibe 100 euros y puede dar la cantidad que quiera a un segundo jugador, que puede aceptarlo, y cada uno se lleva su parte, o rechazarlo, y nadie se lleva nada), aunque esto contradiga la optimización racional (los primeros jugadores suelen preverlo y hacen repartos equitativos). Los chimpancés en este juego aplican la optimización racional (se hizo el juego con dos bandejas y repartos de uvas 8-2, 5-5), y generalmente los chimpancés aceptaban cualquier oferta. 55 Los seres humanos se atienen a dos tipos generales de normas sociales: 1. Normas de cooperación (incluyen las normas morales) 2. Normas de ajuste al grupo (normas constitutivas) 6

Las investigaciones con niños suelen indagar las normas morales, pero también son capaces de detectar e incorporal normas sociales que no están vinculadas a perjuicios (p. ej., colgar los abrigos en las perchas de la escuela). Jean Piaget (siguiendo a Durkheim) argumentó que esta fuerza viene de dos fuentes 1. La autoridad, en las interacciones con los adultos 2. La reciprocidad, de las interacciones con los pares. Al principio del desarrollo, los niños solo responden a la autoridad (poder superior adulto): no actúan realmente según normas, pues el niño no les confiere una sanción independiente. Las verdaderas normas sociales, recíprocas, aparecen a finales del periodo preescolar con la pérdida del egocentrismo: una suerte de contrato social del respeto mutuo. Pero investigaciones recientes cuestionan a Piaget: cuando los niños comienzan a cumplir las normas sociales, también se encargan de hacerlas cumplir (niños de 3 años protestaron cuando un títere se saltó las reglas del solitario). De aquí se deducen 2 cosas: 1. Las normas no son meras regulaciones-policía, sino que son reglas constitutivas que crean de hecho el juego, que una vez aprendido es solitario y no cooperativo. Por tanto, los niños no ven las normas como instrumentos para complacer la autoridad adulta o lograr recompensas, sino entidades supraindividuales con fuerza intrínseca. 2. No es necesario que el niño vea al adulto corregir el incumplimiento de las normas, basta con observarle jugar: de ahí los niños deducen cómo se debe hacer y cómo no....


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