Teoría. El Principito y su fondo final filosófico y teórico PDF

Title Teoría. El Principito y su fondo final filosófico y teórico
Author Uri Navarro Font
Course Literatura
Institution Universidad de Navarra
Pages 16
File Size 178.3 KB
File Type PDF
Total Downloads 97
Total Views 126

Summary

Resumen y teoría del Principito. Encontrarás su filosofía y la historia que hay detrás....


Description

ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY, EL PRINCIPITO

ARGUMENTO El protagonista, piloto de aviación, confiesa estar decepcionado de las personas mayores por su falta de imaginación. Cuando se halla reparando el motor de su avión en pleno desierto, advierte la presencia de un pequeño de noble porte que le suplica que le dibuje un cordero, y le hace diversas preguntas sobre temas al parecer anodinos. El piloto, acosado por la necesidad urgente de resolver el problema mecánico del avión, responde con cierta acritud. El pequeño, disgustado, rompe a llorar, y el piloto adopta frente a él una actitud acogedora. Confiado, el niño le cuenta que viene de un asteroide muy pequeño y que visitó diversos planetas en busca de amigos, para mitigar la decepción que le había producido la vanidosa flor de su asteroide, pero todos ellos – con la excepción, tal vez, de un farolero – carecían de la creatividad necesaria para fundar una auténtica relación de encuentro. Ansioso de hallar amigos en la tierra, el pequeño sube a una montaña y comienza a llamar a los hombres. Solo le responde el eco. La desilusión que esto le produce se acrecienta al descubrir una multitud de flores semejantes a la suya. En esta situación límite de desamparo, un zorro – como representante aquí de la sabiduría – le revela el secreto del valor de los seres, de la amistad y del verdadero conocimiento. Esta lección le permite reconocer los errores cometidos anteriormente y disponerse para la realización perfecta del encuentro con el piloto. Ambos, piloto y principito, uniendo su esfuerzo con riesgo de la vida, encuentran agua en el desierto, un tipo de agua especial que es “buena para el corazón como un regalo”. Próximo a su partida, el pequeño recomienda al piloto que vuelva al trabajo mecánico de reparación del motor, con el fin de retornar a los suyos, como él volverá a su casa, junto a su flor, de la que se siente responsable por haberla “domesticado”. Con sensibilidad de amigo, prepara al piloto para que soporte la prueba de fuego de la ausencia. Él desaparecerá, pero merced a su presencia en un planeta, todas las estrellas le mostrarán un rostro expresivo nuevo. “Parecerá que me he muerto, y no será verdad”. Muerto el niño, mediante el concurso de una serpiente, el piloto contempla la inmensidad adusta del desierto, y la ve como “el más bello y más triste paisaje del mundo”, pues ahí fue “donde el principito apareció en la Tierra, y luego desapareció”.

TEMA DE LA OBRA El tema básico de esta obra consiste en subrayar la importancia que encierra el encontrarnos verdaderamente con las personas que constituyen nuestras raíces, nuestro entorno vital primario. Cuando todo parece haber fracasado, una voz interior –

el “principito” que llevamos dentro – nos advierte que tenemos todavía una salida airosa: dar el salto a un nivel superior de realización personal, el nivel de la creatividad. Dos personas cometen el error de abandonar a los suyos por la decepción que les produce observar en ellos un defecto. No pierden, sin embargo, el deseo básico de vivir creativamente. Este deseo lleva a una de ellas – el “principito” – a buscar en otra parte auténticos amigos. La otra – el piloto – cae en la tentación de entregarse a las realidades que puede dominar y manejar. Estas realidades hacen quiebra y dejan a quien puso en ellas su corazón en el grado cero de creatividad, el desierto lúdico, la aparente falta absoluta de posibilidades para hacer juego creador; es decir, le dejan en el individualismo total que aísla de los demás. A instancias del principito, el piloto se une a él en la búsqueda de lo que es la verdadera amistad. Una vez que la descubren a través de su trato mutuo, regresan cada uno a los suyos, para reanudar la relación perdida.

CONTEXTUALIZACIÓN Los escritores que se revelaron en Francia entre 1925 y 1930 escogieron la novela no tanto para contar una historia cuanto para exponer su concepción de la vida humana, su interna lucha por acercarse a la verdad. La novela, como género literario, se acerca con ello sugestivamente al tratado moralístico, al poema, al ensayo filosófico. Claramente influidos por Charles Péguy y Maurice Barrès, estos escritores (Georges Bernanos, André Malraux, Henry de Montherlant, Louis Aragon, Jean Giono, Antoine de Saint-Exupéry) forman una “generación ética” de muy notables valores humanos. Desde niño, Saint-Exupéry se mostró proclive a cultivar por igual la acción y la contemplación, afanoso de descubrir los estratos profundos de la vida y el enigma del universo a través del compromiso creador. Su actividad como piloto –iniciada a los 21 años- no fue para él primariamente una experiencia aventurera de riesgo y dinamismo febril, sino una forma privilegiada de relacionarse con la realidad y de ver a la debida distancia el mundo de los hombres y las cosas. “No se trata de vivir peligrosamente – escribe. Esta fórmula es pretenciosa. […] No es el peligro lo que amo. Yo sé lo que amo. Es la vida” ( Tierra de los hombres , Círculo de lectores, Barcelona, 2000, p. 161). “Con el avión se aleja uno de la ciudad y sus contables, y se encuentra una verdad campesina […]. Se está en contacto con el viento, con las estrellas, con la noche, con la arena, con el mar. Se bandea uno astutamente con las fuerzas naturales. Se espera el alba, como el jardinero espera la primavera. Se espera la escala como una tierra prometida y uno busca su verdad en las estrellas” (Tierra de los hombres, Círculo de lectores, Barcelona, 2000, pps. 158-159). El avión es para Saint-Exupéry el instrumento que le permite abrirse al conocimiento de las vertientes más hondas del ser humano. “La tierra nos enseña más sobre nosotros que todos los libros. Porque ella nos ofrece resistencia. El hombre se

descubre cuando se mide con el obstáculo. Pero, para lograrlo, necesita un instrumento. Necesita un cepillo o un arado. El campesino, en su trabajo, arranca poco a poco algunos secretos a la naturaleza, y la verdad que obtiene es universal. De modo semejante, el avión, utensilio de las líneas aéreas, sumerge al hombre en todos los viejos problemas. (Tierra de los Hombres, p. 21). “El avión, indudablemente, es como una máquina, pero ¡qué instrumento de análisis! Este instrumento nos permitió descubrir el verdadero rostro de la tierra”. (Tierra de los Hombres, p. 66) El secreto radica en fundar vínculos relacionales y por tanto, creadores, con las realidades que le ofrecen al hombre campos de posibilidades de juego (relación, intercambio constructivo, intercambio creador). La lógica interna de esta maravillosa forma de interacción lúdica queda patente de modo espléndido – apasionante para Saint-Exupéry – en la relación osmótica que tiene lugar entre el piloto y el avión. Pocos escritores han vivido con la intensidad que Saint-Exupéry la experiencia de interacción lúdica entre el piloto y el avión que da lugar a una realidad relacional: el piloto en acto de pilotar, el avión en acto de ser pilotado. Esta vinculación entre el hombre y los seres del entorno adquiere, en el caso de la relación interpersonal, una importancia singular en orden al logro de la auténtica “tierra de los hombres”. “El hombre no es más que un nudo de relaciones. Solo las relaciones cuentan para el hombre” (Piloto de guerra, p. 147). La ruptura total del vínculo nutricio (básico y fundamental) que une al hombre con los demás provoca una situación límite. Recobrar la unidad perdida, restablecer el encuentro es fuente siempre renovada de luz y de belleza. Iniciada la Segunda Guerra Mundial con la fulminante derrota francesa, SaintExupéry, consciente de servir – por lo que toca a la actividad militar – a una causa perdida, se compromete en la urgente tarea de levantar la moral de sus compatriotas (Piloto de Guerra, 1942) y restaurar su unidad quebrantada ( Carta a un rehén , febrero de 1943). En la congoja del exilio, aislado de nuevo en el “desierto” de la humillación propia, Saint-Exupéry suscita, en El principito (abril de 1943), la aparición súbita y brillante de su otro yo, de la vertiente infantil que todos – hombres y pueblos – llevamos dentro y que, a la hora sombría en que hace crisis el mundo confiado de los objetos y posesiones, nos recuerda el valor inquebrantable de lo aparentemente efímero: el encuentro interhumano, la fidelidad a la flor débil e imperfecta del pequeño asteroide perdido en el espacio. El principito representa el “alma vigilante”, vertiente del hombre “que se ríe de los muros” y trasciende hacia las estructuras nucleares de los seres, los “conjuntos”, los “nudos divinos que anudan las cosas” (Ciudadela, 243, 24-25, 49). El Principito es una narración luminosa, fruto de una imaginación creadora que penetra en el sentido de la vida al hilo de una descripción fantástica. El gran tema de esta obra consiste en proponer un cambio de actitud existencial frente a la realidad y el

modo correlativo de lectura interpretativa de los fenómenos reales. Tan grave apelación al hombre contemporáneo se inspira en una intuición básica, la de la vecindad que media entre la plenitud humana y la fidelidad creadora a todo aquello que constituye para el hombre una apelación fundamental: los deberes, los otros hombres, la propia tierra… Con un estilo directo y transparente, Saint-Exupéry contribuyó a configurar un modo de literatura realista y poética a la par, cargada de fuerza simbólica y poder de penetración en la realidad más honda. Esta conjunción fue posible, sin duda, porque Saint-Exupéry tenía un sexto sentido para captar los fenómenos ambitales (fenómenos que facilitan el encuentro auténtico) y descubrir la fecundidad del juego (la interacción que permite el intercambio y el crecimiento personal). Y todo lo hace a través del lenguaje poético y del símbolo. Simbolismo y poesía no alejan de la realidad; la revelan, ponen brillantemente de manifiesto que el hombre alcanza las cotas más altas de su existencia cuando cumple las condiciones del auténtico encuentro. Las obras de Saint-Exupéry están tejidas de encuentros logrados y encuentros fallidos. Si adivinamos las razones profundas de tal fracaso y tal éxito, poseeremos una clave para descifrar el secreto del singular poder que muestran los escritos de SaintExupéry para transmitir la experiencia de la vida en un lenguaje denso y noble, que se preocupa por adquirir la belleza formal sin perder la inmediatez jugosa del reportaje y la elevación característica de la penetración filosófica. Saint-Exupéry, hombre de acción incesante, consagró toda su vida a la tarea de “distinguir lo importante de lo urgente”. “Es urgente, por supuesto, que el hombre coma, porque si no come no es hombre y no se plantea problema alguno. Pero el amor y el sentido de la vida y el gusto de Dios son más importantes”. ( Ciudadela, p. 77). “Yo creo firmemente en la verdad de la poesía” ( Carnets, p. 152). De Saint-Exupéry, del curso de su vida y del acontecimiento fulgurante de su muerte, podría decirse lo que él escribió sobre el protagonista de Vuelo nocturno: “[…] Su hambre de luz era tal que remontó el vuelo” (Vuelo nocturno, p. 126). Saint-Exupéry consagró su gran poder intuitivo y su talento literario a la configuración de una ética humanista del amor, de la realización plena del sentido del hombre y de las cosas. Con intensidad creciente, intentó hallar el secreto de la plenitud humana, el que aúna las diferentes líneas de fuerza que integran la personalidad del hombre y le confieren su más alta justificación. Muy en la línea del Kirkegaard de La enfermedad mortal, Saint-Exupéry vincula una y otra vez la situación desesperada del hombre actual y la ruptura de los vínculos básicos con la trascendencia. “[…] Tú lo has desimantado todo al deshacer este nudo divino que anuda las cosas” (Ciudadela, p. 296).

EL ENCUENTRO INTERHUMANO Y SUS DIVERSAS FASES I.

LA NOSTALGIA DE LA AMISTAD Y LA CAÍDA EN EL “DESIERTO”

El narrador-piloto comienza revelando su drama personal, la situación de soledad espiritual en que se halló desde niño por no encontrar personas que supieran descubrir los procesos creadores que se ocultan a menudo tras las apariencias cotidianas. El afán de seguridad lleva al hombre a conceder primacía a los modos de conocimiento exactos, controlables, incuestionables, y a relegar a un segundo plano, como algo falto de solidez, no serio (infantil, en sentido despectivo), los modos de conocimiento intuitivos que se arriesgan a desbordar las “figuras” más a mano para sorprender el sentido de las “formas” que laten en su trasfondo. La imaginación no significa el poder humano de evadirse de lo real a mundos de ensueño y mera ficción, sino la capacidad de dar alcance a los diferentes modos de realidad que – no siendo sensibles y figurativos – pueden hacer acto de presencia en la faz expresiva de lo sensible. Si a las vertientes de la realidad que son mensurables, asibles, ponderables, susceptibles de control y cálculo, reductibles a datos inventariables, fichables, manipulables, las denominamos “objetivas”, las vertientes de la realidad que no ofrecen estas características aparecen, en principio, como “inobjetivas”. Estas realidades no mensurables, no asibles, no ponderables, no susceptibles de control y cálculo, no inventariables ni manipulables – piénsese, por ejemplo, en una obra de arte, vista de modo integral, no en su mera apariencia sensible -, presentan, de hecho, las siguientes condiciones positivas: - Son originarias, irrepetibles, únicas, incanjeables. - No se reducen a meros casos de un universal. - Surgen de modo súbito, como fruto de un encuentro, de un juego creador, no de un acto meramente artesanal. - Poseen modos de espacio-temporalidad superiores a los de las realidades objetivas. - Muestran capacidad de sorpresa, poder de iniciativa y expresividad, de apelación y respuesta. Son realidades abiertas, no cerradas. - Poseen un carácter envolvente, es decir, constituyen campos de posibilidades de acción con sentido o “ámbitos” en los que puede el hombre implicarse de modo activoreceptivo. - Pueden fundar campos de iluminación (de alumbramiento de sentido y eclosión de belleza).

- Se descubren al que es capaz de aceptar el riesgo que implica el compromiso personal, el diálogo creador, la dialéctica de apelación y respuesta. A todo esto es a lo que se llama realidades “superobjetivas”. Y el hombre puede adoptar frente a ellas dos actitudes: 1. Una actitud objetivista, que intenta reducir todo género de objetos de conocimiento a meros objetos, con vistas a una fácil manipulación, cálculo y control de los mismos. Por afán interesado de dominio, la actitud objetivista gusta de reducir lo complejo a lo simple e interpretar los fenómenos estructurales como una mera suma de elementos integrantes. 2. Una actitud integradora, que respeta los distintos modos de realidad en toda su posible riqueza. Es una posición desinteresada, atenta a responder a las apelaciones provenientes de los distintos planos de la realidad. De ahí su disposición a valorar las realidades que brotan en los acontecimientos de encuentro, con su condición relacional y su carga expresiva y simbólica. Este es el verdadero método de análisis que vamos a seguir. Hay aspectos de la realidad que se pueden conocer de una manera simple, a través de una explicación exacta, sobre la base de mediciones y observaciones verificables por cualquiera. Pero existen otros aspectos de la realidad más complejos que no se pueden conocer por mediciones y observaciones verificables (misterios, enigmas…). El hombre que se mueve en nivel creador no busca tanto la seguridad en el conocer (proporcionada por los datos y observaciones verificables) cuanto ahondar en los enigmas de la realidad. Por ello valora más, en el conocimiento, el grado de riqueza que el de exactitud.

II.

EL PRINCIPITO Y LA REVELACIÓN DE LOS SUPEROBJETIVO

En esta línea de añoranza de lo valioso, el piloto solía practicar una forma de dibujo sorpresiva. “Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digería un elefante. Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudiesen comprender. Siempre necesitan explicaciones”. “Las personas mayores nunca comprenden nada por sí solas, y es fatigoso para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones”. La forma de niñez que exalta Saint-Exupéry es una actitud existencial de apertura y disponibilidad creadora, conquistada a lo largo de la vida. Los hombres, en cuanto “niños”, se asfixian cuando no “intercambian” sus vidas con campos de posibilidades fecundas (abren horizontes que les permiten desarrollarse, evolucionar, crear….). Fomentar en el hombre la ceguera para los valores y agostar sus posibilidades creadoras significa cegar la vida espiritual de las gentes, asesinar al “Mozart” virtual que cada ser humano alberga.

A causa de su actitud “objetivista”, las personas “mayores” orientaron al piloto, de niño, hacia el estudio de disciplinas “serias”: geografía, historia, cálculo, gramática. El intercambio de ideas acerca de objetos manipulables no funda verdaderas relaciones de diálogo y convivencia. Sume en la soledad que es a lo que alude la serpiente cuando le advierte al principito de que “también con los hombres se está solo”. Saint-Exupéry tematiza esta situación de soledad y la plasma simbólicamente en la imagen del desierto. El término “desierto” significa el estado anímico de desolación suscitado por el aislamiento total respecto a los múltiples elementos “objetivos” (mensurables, asibles, manipulables…) que uno juzga como un mundo seguro, confiado, inquebrantable. Es por tanto, adentrarse en la noche. La noche corre un velo sobre las innumerables realidades objetivas que dispersan durante el día la atención del hombre. Al quedarse en blanco, la capacidad reflexiva humana gana distancia de perspectiva respecto a las múltiples realidades y acontecimientos diarios. Esta distancia se traduce en un singular poder para sobrevolar los hechos singulares, captar sus interconexiones y asistir a la creación de sentido (al origen del sentido). El término “noche” sugiere todo un proceso ascendente: el salto del plano objetivista al plano de los ámbitos, del juego creador, del encuentro. En esta ascensión radica su carácter purificador, que lo conecta estrechamente con la “angustia”, sentimiento que surge (como sugiere Heidegger) al desmoronarse el mundo confiado de lo “objetivo” y dispone al hombre para elevarse al plano de lo “superobjetivo”. “Angustia”, “noche” y “desierto” aluden a situaciones de desamparo que constituyen para todo espíritu sensible una invitación a convertirse a lo esencial, a recogerse para dejarse sobrecoger por lo valioso. Forzado a configurar su existencia entre realidades “objetivas”, el piloto vivió largo tiempo distanciado del entorno: “Viví así solo, sin nadie con quien hablar verdaderamente, hasta que tuve una avería en el desierto del Sahara, hace seis años. Algo se había roto en mi motor”. Al fallar lo mecánico, el piloto queda arrojado en la soledad del “desierto”. En tal situación límite (cuestión de vida o muerte, como dirá), todo hombre sensible a lo profundo echa en falta la vertiente creadora de la realidad que normalmente queda velada por la presencia absorbente de lo mensurable, lo asible y controlable. Por la fuerza de este sentimiento de añoranza, surge la revelación de lo superobjetivo en la figura enigmática del principito, que no se presenta a sí mismo, ni hace las preguntas que en su caso serían de esperar. El principito se eleva súbitamente al plano de la creatividad: “Por favor… ¡dibújame un cordero!” Es decir, plantea el inicio de una conversación. Dibujar es crear ámbitos, campos de interacción, bajo unas determinadas normas. Dibujar un cordero no se limita a reproducir la figura de un animal. Implica establecer una relación existencial con el

otro. “Esta es la caja – dijo el piloto al principito. El cordero que quieres está dentro”. “Quedé verdaderamente sorprendido al ver iluminarse el rostro de mi joven juez: ¡Es exactamente así como yo lo quería!” El piloto se siente sorprendido, sacudido y no se atreve a resistir. “Cuando el misterio es demasiado impresionante, no osa uno desobedecer”. Pero hay que distinguir problema y misterio. El término “problema” designa algo desconocido act...


Similar Free PDFs