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INTRODUCCIÓN A LA ECONOMÍA

ANÁLISIS DE ENIGMAS COTIDIANOS BAJO EL PRISMA DE “EL ECONOMISTA NATURALISTA” (ROBERT FRANK)

Realizado por: Luis Manuel Valero Mozos Grado en Administración y Dirección de Empresas, 1º, UCLM, FDCS Ciudad Real

¿Por qué, dados los sustanciales ingresos de la industria, muchos videojuegos nos siguen llegando en inglés?

El mercado de los videojuegos se ha alzado en los últimos años como una de las principales fuentes de ocio en los hogares de medio mundo, logrando sobrepasar toda clase de prejuicios satanizadores y limando barreras generacionales y de género. Según datos de la AEVI, en 2018 la industria facturó en España 1.530 millones de euros frente a los 585,7 y los 237,2 de los mercados cinematográficos y musicales, respectivamente. El estudio también pone el foco en el perfil medio de los jugadores y a la luz de los resultados obtenidos en las franjas de 15-24 años (66%) y 25-34 años (59%), el ya manido argumento de ser un segmento “infantil” queda en tierra de nadie. La distribución digital ha sido la piedra angular de este gigantesco avance gracias a plataformas como Steam, Google Play, PlayStation Network y Nintendo eShop y a pasos agigantados va ganando terreno al formato físico. Sin embargo, este fenómeno global no ha estado exento de problemas entre los que sobresale la carencia de traducción en una gran mayoría de títulos no mayoritarios, hándicap no presente en el audiovisual, ¿a qué se debe? Aduciendo a la escasa rentabilidad no desentrañamos los entresijos de un proceso mucho más complejo. Localizar un videojuego no resulta tan simple como trasladar y adaptar los textos a otro idioma sino que comprende diversas fases distribuidas a lo largo de la producción e involucra a profesionales como traductores, programadores, correctores y testeadores. Como gran parte de los beneficios provienen de franquicias ya establecidas y de probada eficiencia entre las masas, en concreto títulos familiares, multijugador y deportivos, desmarcarse de esa tendencia da al traste con los posibles beneficios. No ayuda tampoco que sean obras de marcado carácter narrativo y, por lo tanto, ingentes cantidades de texto. Así, los enormes costes no cuentan con una comunidad suficiente de aficionados para sufragar siquiera una primera tirada en muchos casos y, además, es un obstáculo insalvable para atraer a nuevos fieles ignotos en otros idiomas. Queda al menos un mercado rico y extenso gracias a la transversalidad de los jugadores y coexistencia de las ventas físicas y digitales que, esperemos, se traduzca a futuro en un nicho lo bastante amplio como para cambiar el rumbo de las editoras.

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Si se mueven en horquillas de precios parecidas, ¿qué explica la diferencia de acabados entre los deportivos y las berlinas de gama alta?

Abordar esta pregunta no sería de recibo con los esquemas de los segmentos generalistas, centrados en ofrecer una experiencia de conducción confortable, segura y sin grandes alardes. Los deportivos y las berlinas de alta gama en principio convergen en su enfoque minoritario y el alto poder adquisitivo de sus compradores pero una simple ojeada a vuelapluma descubre numerosas diferencias estéticas, mecánicas y de acabado. Y aquí nos detenemos pues la balanza se inclina a favor de las segundas, con todo lujo de detalles en cuero, fibra de carbono y materiales de altísima calidad difícilmente localizables en los deportivos salvo que el cliente realice un sobrecoste considerable. El perfil de estos consumidores nos puede esclarecer el dilema si miramos más allá de sus carteras. Todo es una cuestión de prioridades y sensaciones recibidas. Los carísimos Mercedes, Audi, BMW y Lexus en circulación son conducidos por personas que buscan comodidad, elegancia y altas prestaciones frente a una motorización más discreta. Se usan en ciudad y para trayectos cortos y el cliente prefiere invertir su dinero en packs con mejoras interiores y exteriores en detrimento de más potencia, poco importante dado su enfoque. En los deportivos es justo al revés y el motor se sitúa en primera fila, seguido de un diseño agresivo, dinámico y juvenil. Es en esa potencia donde van los sobrecostes aun existiendo mejores accesorios y acabados (de media más caros que en una berlina premium). Por eso, es menos probable que quien adquiera un Ford Mustang, un Dodge Challenger o un Subaru BRZ esté pendiente de las numerosas inserciones en plástico duro presentes en puertas y salpicadero, algo inaceptable por los anteriores. Los modelos más simples de estos últimos cuentan con nada menos que 290, 305 y 200 cv mientras que una berlina semejante en precio, pongamos el BMW Serie 3, parte de unos escasos 150 cv.

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