2.2 Los hermanos Valdés ficha biobliográfica 2021 PDF

Title 2.2 Los hermanos Valdés ficha biobliográfica 2021
Course Literatura española de los Siglos de Oro I.
Institution Universidad de Salamanca
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Segundo tema de la prosa en el siglo de oro....


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Los hermanos Valdés: 1) Alfonso. 2.2 Los hermanos Valdés Introducción Panorama general Este párrafo de la introducción de Laplana Gil al Diálogo de la lengua de Juan de Valdés resume con gran acierto la extraña coyuntura de este momento histórico literario: Valdés, como hombre de su tiempo, personifica en su compleja biografía las luces y las sombras de los «tiempos recios» en que los limites de la heterodoxia religiosa eran borrosos, la política y la religión chocaban entre s  o caminaban al unísono dependiendo de las circunstancias y de las relaciones de fuerza entre clanes, señores y monarcas, y el cultivo de las letras, cuando no se rendía a intereses espurios o se transmutaba en arma de combate espiritual, permitía imaginar el refugio de una amena conversación hablando de las palabras. (2010: 8)

Destaca el editor varias circunstancias fundamentales para entender su estudio como son la instrumentalización de la escritura literaria al servicio de la política o la religión, o, lo que es aún peor, al empleo de la segunda a manos de la primera, sin perder de vista que aún quedaba espacio para el placer de la creación literaria según los presupuestos de la época, fundamentados en la imitación no servil de obras y autores canónicos. El fundamental contexto histórico: El saco de Roma (1527) y sus causas. La vida de los hermanos, que se protegen y apoyan en su vida personal y profesional, se enmarca en la continuación de las disputas con Francia y su rey, Francisco I, en torno a la hegemonía en Italia1. El primer gran enfrentamiento surge a cuenta del título de Sacro Emperador Romano Germánico al que Carlos aspira como nieto de Maximiliano I en disputa con Francisco I y Enrique VIII. Triunfa Carlos con el apoyo de los príncipes electores alemanes en 1519. El resultado es una Francia arrinconada y rodeada geográfica y estratégicamente por sus enemigos españoles y alemanes ahora coaligados, a lo que añade que las posesiones de Carlos también incluyen por herencia Flandes y parte de Italia, amén de Austria y territorios en Alemania. De ahí la guerra que abre Francisco I intentando apoderarse del Milanesado, la Guerra de los cuatro años de 1521 a 1525. La primera batalla fue en Bicoica en 27.04.1522; fue una victoria tan sonada de los Tercios que pasó a tener el significado que hoy tiene en castellano … De nuevo es derrotado en Sesia en abril de 1524 y se lanza en octubre de ese año con 31000 hombres y 53 piezas de artillería sobre Milán, que conquista. Los españoles se retiran a Pavía, donde 2500 españoles y 4500 lansquenetes alemanes se atrincheraron bajo el mando de Antonio de Leyva, duque de Terranova. La batalla empezó en 24.02.1525 con grandes diferencias de hombres, en número y calidad, amén de carestía de recursos, al punto que los jefes del tercio tuvieron que adelantar los emolumentos de la tropa para evitar deserciones. Tres meses después no habían sido capaces de conquistar la plaza. Ese desliz lo emplea Carlos para enviar tropas de refresco desde Alemania al mando del marqués de 1

Al respecto véase Bunoro (2019). Toda esta sección se beneficiará de incorporar más aún a Melchor Gil, Enrique, & Joaquín Gil Sanjuán (2000).

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Pescara. Los sitiados pasan al ataque y los sitiadores se convierten en los asediados, produciéndose una derrota sangrienta que dejó 8000 muertos y 2000 heridos en el bando francés, frente a 500 bajas españolas. La derrota francesa fue total y perece la crema de a nobleza francesa, aunque lo más grave es la prisión de Francisco I. El 12 de agosto Francisco es llevado como prisionero a Madrid y acaba firmando el tratado de Madrid el 14.01.1526, que implicaba que Francia renunciaba a sus derechos sobre el Milanesado, Génova, Nápoles, Flandes, Artois y Borgoña a favor del Emperador, con cuya hermana Leonor el derrotado rey francés se comprometía a casarse y a enviar a dos de sus hijos a España como rehenes, práctica habitual desde los romanos. El nuevo balance de poder produjo un terremoto en la propia Italia y especialmente en el ánimo del papa Clemente VII, que veía cómo su familia, los Médici florentinos, se veían amenazados en su poder. Eso le llevó a buscar arteramente el apoyo de Francisco I, a quien convence de no obedecer las cláusulas que le obligaban del tratado que había firmado en Madrid, en especial la de no intervenir en Italia; le convención con una misiva, que se conserva, de que los tratados que se firman bajo amenazas son inválidos y no obligan a quien los firma. Ni que decirse tiene que Carlos I se sintió engañado por Clemente VII -en cuya elección había influido el Emperador2- y pidió explicaciones que nunca llegaron, por lo que el Emperador envió a Italia efectivos para proteger sus intereses por encima de cualquier otra consideración. El cuerpo de ejército formado por soldados de fortuna, como era normal en aquel tiempo anterior a la aparición de las milicias nacionales muy posteriores en el tiempo, integrado por soldados de procedencias muy diversas (españoles, italianos y, sobre todo, lansquenetes alemanes) y comandado por de el duque Carlos III de Borbón, que había sido condestable del rey Francisco I entre 1515 y 1523, aunque ese año se declara en rebeldía y se pasa a las filas imperiales tras sufrir la confiscación de sus bienes. Aunque el ejército imperial derrotó, una vez más, al ejército francés en Italia, carecía de fondos para pagar a sus soldados, que se amotinaron y forzaron a su comandante a dirigirlos hacia Roma con intención de resarcirse con el botín del asalto. Saquearon Acquapendente, San Lorenzo alle Grotte (San Lorenzo Nuovo) y ocuparon Ronciglione, alcanzando Roma el 05.05.1527. Al día siguiente, el ejército imperial atacó las murallas romanas. El duque de Borbón fue mortalmente herido en el asalto por una bala de arcabuz en el muslo, disparo que el escultor y escritor italiano Benvenuto Cellini se atribuía haber disparado. Sin un mando respetado, los soldados se dieron al asalto sin cuartel. Pereció casi toda la Guardia suiza papal, aunque su resistencia heroica facilitó la huida de Clemente VII por un pasadizo elevado a la cercana fortaleza de Sant’Angelo, donde permaneció hasta el 06.06.1527. En los actos de pillaje murieron 2

Recuérdese que León X (Papa entre 1513 y 1521) decidió su apoyo a uno de los monarcas en liza en Europa por sus ofertas de proporcionarle Ferrara, Parma y Piacenza, territorios con los que ampliar los estados pontificios. Por ellos se alía con Carlos V, un joven rey al que concede apoyo en su lucha contra Francia. Su sucesor, Adriano VI, antiguo preceptor del Emperador y obviamente apoyado por él, sólo ocupó dos años la cátedra de San Pedro pero se mostró un enemigo del Luteranismo pero un defensor firme de la reforma de la iglesia, lo que junto con su origen y formación lo hicieron sumanente impopular en Roma. Le sucedió Clemente VII (1523-1534), en cuya elección influyó Carlos pero que por las circunstancias estratégicas que se indicarán más adelante cambió de bando y se alineó con Francisco I, aunque el Saco de Roma le hizo cambiar de actitud. Al final de su vida volvió a coquetear con cambiar de nuevo de bando.

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un número indeterminado de personas, 6000, 12000 o tal vez 20000, destruyeron y robaron cuanto pudieron de las iglesias y monasterios (excepto las españolas), además de palacios de prelados y cardenales; el asalto continuó durante los siguientes ocho meses, hasta que la falta de víveres provocó una epidemia. El luctuoso suceso del asalto dio lugar a distintas interpretaciones vertidas en las diferentes lenguas de los actores, sujetos y espectadores del proceso, desde los franceses a los ingleses, pasando por los italianos3; fue un elemento esencial para el desarrollo de la hoy, por fin, revisada Leyenda negra española4. El Emperador, aparentemente disgustado, pidió disculpas formales al Papa, pero no dejó de obtener un provecho político notable del acontecimiento, ya que el Pontífice se vio obligado a cambiar la orientación de sus alianzas y a sancionar con su apoyo cuantas iniciativas le ponía delante Carlos V.

1) Alfonso de Valdés Biografía5. Carecemos de abundantes datos fehacientes de los primeros años de estos hermanos, tal vez gemelos, por algunas alusiones dispersas en cartas de amigos y parientes; sabemos que nacieron en Cuenca (ca. 1490) en el seno de una familia de conversos; su tío por parte de madre fue relajado, aun siendo sacerdote –capellán de la Iglesia de San Salvador–, y condenado a la hoguera en 1491. Su padre, regidor de Cuenca y procurador en Cortes, así como su hermano Andrés fueron procesados por oponerse a la actuación del Santo Oficio (acusados de fautoría de herejes) y condenados a la vergüenza pública, una suerte de muerte civil. ¿Cómo pudieron prosperar en la administración conquense? Porque a fines del XV, dieciesiete de los veinte regidores de la ciudad eran de origen converso, como recuerda Laplana Gil (2010: 9) al editar el Diálogo de la lengua. Alfonso posiblemente estudió en la Universidad de Alcalá, aunque no hay constancia documental. Los primeros documentos que conservamos de Alfonso lo sitúan como funcionario de la Corte imperial, que ya nunca abandonó; son tres cartas escritas en Bruselas, Aix-la-Chapelle (1520) y Worms (1521), y lo sitúan ya establecido en la corte del Emperador. Se las dirige al que seguramente fue su maestro, el consejero y cronista real de Carlos I, Pedro Mártir de Anglería. Las cartas que intercambia con otras figuras del panorama humanista del tiempo nos lo van situando en un periplo por Europa 3

Véanse Goethals (2012), Rodríguez Villa (2011) Redondo (ed.) (1999) o Vian Herrer (2004) La bibliografía que se va acumulando sobre el concepto, aceptado acríticamente en España y fuera de España durante siglos, es monumental; véanse ahora Sell Maestro (2020), Sánchez Jiménez (2016), Villaverde Rico & Castilla Urbano (eds.) (2016), Rodríguez Pérez, Sánchez Jiménez & den Boer (eds.). (2015), Vélez Cipriano & Insua Rodríguez (2014), Schulze Schneider (2008) o Barsacq & García García (eds.) (2005). 5 Para elaborarla empleo Navarro Durán, Rosa. «Alfonso de Valdés». En Real Academia de la Historia. DB-e. http://dbe.rah.es/biografias/4652/alfonso-de-valdes. Consultado 01.09.2020; en realidad se trata de un resumen de su introducción al Diálogo de las cosas acaecidas en Roma (1992: 11-19), donde recoge con detalle la procedencia de sus noticias. Valdés, Alfonso de. Diálogo de Mercurio y Carón. Jorge Aladro Font ed. More Than Books, 2017. Accesible en línea: https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=767715&orden=0&info=open_link_libro. Valdés, Alfonso de. Diálogo de Mercurio y Carón. Edición de Ricapito, Josepjh V. Madrid: Castalia, 1993. 4

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siguiendo a Carlos V. Comenzó como escribiente, empleado de la cancillería, para pasar en 1522 a ser secretario de la cancillería imperial y en 1524 registrador, algo parecido a un notario. En 1525 es nombrado latinista oficial, encargado de la correspondencia latina e italiana, para después llegar a ser secretario imperial, en contacto directo con el “consejero delegado” del Emperador, su gran canciller, Mercurino Arborio di de Gattinara. El italiano se convirtió en su valedor en la corte, una relación explorada ahora por Rivero Rodríguez (2012) y Tubau (2010) –que propone que Valdés tuvo menor autonomía, espontaneidad y originalidad en la creación de sus obras– y aprovechó sus dotes de escritor, encargándole la escritura de una Relación de la batalla de Pavía (1525), elaborada con los datos proporcionados por los capitanes partícipes en la batalla, ensayo, tal vez, de sus posteriores escritos por su intención y sus fuentes. Gattinaria fue su protector cuando el embajador de la Signoria veneciana, el famoso Baldassare de Castiglione, le acusó, de ser judío6 en su censura por haber escrito el Diálogo de Lactancio y un arcediano conocido como Diálogo de las cosas acaecidas en Roma, donde Alfonso presenta los hechos como producto de la voluntad de Dios, eximiendo de culpa a Carlos V. Cuando muere Gattinara en 1520, la capacidad de influencia del conquense se reduce notablemente, como él mismo sabía y pone por escrito en sus cartas. La correspondencia conservada permite seguir su periplo vital por toda Europa siguiendo al Emperador, asistiendo y trabajando en los distintos acontecimientos de su labor. De ahí que escriba textos como la Relación de lo que en las cosas de la fe se ha hecho en la Dieta de Augusta, en septiembre de 1530 desde su participación en las conversaciones de la Dieta de Augsburgo en las que se confirma la vocación luterana de una parte de los príncipes electores alemanes y la rotura de la unidad católica del imperio, que presagia nuevas guerras. Posteriormente recorre Centroeuropa para acabar muriendo en Viena; con él muere el principal valedor de Erasmo7 en la corte imperial, con quien mantenía una correspondencia conservada en la que se aprecia el interés de Erasmo en su amistad, aunque se deja ver que por razones menos inocentes de lo que sería posible8. Las cartas que intercambia en 1530 con al cardenal Accolti de Rávena lo presentan como un partidario decidido de la actitud de Carlos, conciliador y deseoso, aunque consciente de su imposibilidad, de poderse evitar el cisma luterano. El espíritu libre del que hace gala en sus escritos, tan propio de Erasmo 9 y los partidarios de una reforma de 6

«Meravigliomi che abbiate mai creduto ch’io debba far piú conto dell’onor vostro, il quale voi avere perduto prima che nascete”en Morreale (1983).

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Como señala Bataillon en su ed. de El Enquiridion (1971: 52). Erasmo se dirige a Alfonso en 1531 en estos términos: «Pero créeme lo que te digo: que no hay mortal alguno, cuyas cartas reciba yo con más gusto que las tuyas, ni a quien yo escriba de mejor gana: mas no habiendo cosa alguna que pudiera servirte de algún placer, tanto por lo que toca a mi salud, cuanto por lo que se refiere al estado de mis asuntos, juzgué más conveniente dar una nueva ocasión a esa tu bellísima indole de lanzar sentidas quejas. […] Resta, pues, carisimo Alonso, que creas que te estimo, cual debe hacerlo un hombre agradecido con el que ha merecido muy bien de él, o que me presentes una ocasión de tomar pruebas de mi cariño» (Caballero 1868: 680-681, apud Navarro Durán ed. 1992: 19). 9 Posiblemente contribuyera mientras estuvo vivo a que las condenas de Erasmo y sus escritos no alcanzar la virulencia que se desata en las fechas inmediatamente posteriores a la muerte de Alfonso. Como recoge Navarro Durán en su introducción al Diálogo de las cosas acaecidas en Roma, uno de sus conocidos, 8

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los monarcas cristianos que acabe con actitudes irresponsables y actos arbitrarios. Le estaba reservado un puesto de la máxima confianza en la administración del César Carlos, pero la muerte le impidió alcanzarlo. Sus interlocutores en su correspondencia lo presentan como un hombre lúcido, sabio, grave y recto, sin renunciar a ser ameno y festivo. El mencionado texto sobre el saco de Roma y el Diálogo de Mercurio y Carón, escritos entre 1528 y 1529, no fueron impresos en vida del autor, aunque circularon manuscritos y anónimos10. Se publicaron en Italia sin datos tipobibliográficos al poco de su muerte. Tradicionalmente se supuso que habían salido de la pluma de su hermano, pero ya a fines del XIX se le repuso el de Arcediano y Lactancio y por M. Bataillon en 1925 el de Mercurio y Carón.

Maximiliano Transilvano lo describe en 1528 en estos términos: «Por lo demás te ruego que me tengas por tan tuyo como si fueses hermano carnal, porque apenas puede decirse cuánto me gustan todas tus acciones; pues oigo a todos los que de ahí vienen que no ambicionas honores ni dignidades ni te dejas llevar de la avaricia, sino que diriges todos tus pensamientos a presentarte como un hombre grave, bueno y sabio; no puedo decirte cuánto apruebo este género de vida ¡Ojalá que el César tuviese muchos semejantes a ti!» (1992: 14). Su testamento (05.10.1532) parece sacado de las disposiciones de Cornelio de Mons en el coloquio Funus de Erasmo: «[…] hallándome con alguna indisposición del cuerpo, la qual aunque sea peligrosa no me impide ny quita el sano juyzio y entero entendimiento que cada vno ha de tener para bien disponer y ordenar sus cosas si nuestro Señor fuere servido de llevarme desta presente vida desta enfermedad […] Mando que mi cuerpo sea enterrado donde mis testamentarios ordenaren, a cuyo arbitrio dexo el enterramiento y funerarias y todas las otras cosas que se suelen hazer en semejante caso. [...] Otrosí mando que de mis bienes se digan mill misas donde a los dichos testamentarios pareciere» (Zarco 1927: 680-682, apud Navarro Durán ed. 1992: 15). 10 Navarro Durán recompone, con Caballero (1868: 479-480) en su introducción a la edición del Diálogo de Lactancio y un arcediano (1992: 19-24) a partir de una carta que le escribe a Erasmo el 15.05.1529. Allí, Alfonso le cuenta cómo tomó la decisión en cuanto sucedió el luctuoso acontecimiento de escribir un tratado explicativo, el Dialogum de capta ac diruta Roma, con noticias que toma de Luis Coronel (posiblemente, un predicador defensor de Erasmo a ultranza), Sancho Carranza (de Miranda , religioso navarro que comenzó siendo un antierasmista y de quien después fue un furibundo defensor), Virués (el benedictino y teológo, Alonso de Virués ) y otros amigos. Parece, por tanto, que lo que le confía a Erasmo es su preocupación por la forma y el contenido doctrinal, porque el parecer que les pide es si debe o no imprimirse el tratadito. A pesar de que le impulsan a ello, Alfonso se niega, aunque reconoce que esos amigos reproducen por medio de la copia a péndola su obra y la distribuyen por doquier. En esa primera versión percibe que la defensa del Emperador deja muy malparado al Papa, como le reconoce en una carta (Caballero 1868: 363) que envía al Nuncio en España, Baldassarre Castiglione -famoso por su obra Il Cortegiano-. En ella hace un elenco de los lectores del texto: Políticos del Consejo Real (Joan Alemánbarón de Bouclans-, don Juan Manuel –señor de Belmonte-, Mercurino Arborio Gattinara -gran canciller de Carlos V-), teólogo0s (el menciuonado Coronel, el Canciller de la Universidad de Alcalá (¿el protestante Mateo Pascual Catalán?), el mencionado Miranda, Carrasco a otros insignes teólogos alcalainos (el citado maestro Fray Alonso de Virués, Fray Diego de la Cadena, Fray Juan Carrillo y el obispo Cabrero. Las prevenciones de Alfonso tienen que ver con la actuación de la inquisición que ya comenzaba a actuar contra los partidarios de Erasmo, por lo que pide sigilo en su difusión hasta habérselo enviado al Papa. Curiosamente, las primeras reacciones adversas vienen de uno de los primeros lectores, Alemán, barón de Bouclans, y del Nuncio, Castiglione, como le comenta a Erasmo en carta del 1503.1529. Alemán lo acusa de hereje y luterano, aunque haciendo que sea Castiglione, ya un hombre de edad, quien llevase la voz cantante en las acusaciones. Percíbase que en esa carta Alfonso expone que los intereses estratégicos priman sobre las creencias, porque el Nuncio, dice, conminó al Emperador a actuar contra Alfonso si «estimaba en algo la amistad del Pontífice» (Caballero 1868: 435). Valdés se explaya en la caracterización de la traición que cometió Alemán y comenta cómo intenta su inculpación como hereje ante el propio César en su Consejo más privado (el de los Grandes), el arzobispo de Sevilla y el de Santiago, aunque en ambos casos es absuelto. Con ell, los que resultan afectados, y literalmente destruidos, porque el Barón es apartado del poder y el Nuncio fallece pocos días después.

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Las obras de Alfonso. Los dos textos escritos por Alfonso (Diálogo de las cosas que acaecieron en Roma, también conocido como Diálogo de Lactancio y un arcidiano, así como el Diálogo de Mercurio y Carón), que se transmiten manuscritos11 e impresos12, se atribuyeron durante largo tiempo a su hermano Juan13 . Su intención fue la que escribe «muestra Lactancio al Arcediano cómo el Emperador ninguna culpa en ello tiene, y en la segunda, cómo todo lo ha permitido Dios por el bien de la cristiandad»14. Según le comenta a Erasmo en una carta, comenzó a escribir estos textos el mismo día que tuvo noticia de que ...


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