Campos-Andrea-act4 - Nota: 10 PDF

Title Campos-Andrea-act4 - Nota: 10
Author Andrea Alejandra Campos Mac Gregor
Course Tecnología en educación
Institution Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey
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Ensayo sobre educación...


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Andrea Alejandra Campos Mac Gregor Matrícula: 111139 Grupo: E101 Materia: Sociología de la Educación Docente: Mtra. Reina Silvia Castell Rodríguez Actividad de aprendizaje 4: La escuela en México: ¿reproductora o a aparato ideológico de Estado? Monterrey, N.L. a 30 de mayo de 2019

! Introducción: (Objetivo)

A través de una visión crítica fundamentada en una postura postestructuralista, Louis Althusser aborda el tema de la ideología en la sociedad, desprendiendo el concepto de ideología elevándolo a una categoría de análisis, en síntesis su estudio es denominado como la ideología de la ideología, en este sentido toma en cuenta el papel de la sociedad como reproductora de elementos ideológicos, la construcción por parte del estado e instituciones con un poder sensible a la sociedad, Althusser considera como aparatos de estado, término acuñado por Marx, a los elementos reguladores y represores de una sociedad creados en dos niveles, el primero contiene a las instituciones gubernamentales como son el gobierno, el sistema de administración y recaudación con sus respectivas formas de sancionar, y el segundo plano relativo a las funciones formativas como son la religión, la educación formal en las escuelas, la familia, y los gremios en artes y ciencias. Estos sistemas de formación, Althusser los denomina aparatos ideológicos del estado, posteriormente aplicado en las instituciones privadas con una función política impresa en una página en blanco que afecta a la identidad del individuo. En otras palabras el estudio de los valores donde la sociedad en conjunto estamos inmersos, partiendo del supuesto proceso de las relaciones de producción y la opresión derivada de la explotación entre las clases sociales y la división del trabajo, durante este proceso la identidad del individuo se ve alterada en correspondencia de su posición en el sistema. Desarrollo Como sabemos, la escuela surge en un momento histórico muy determinado, caracterizado por las exigencias de un nuevo tipo de sociedad: incluso a riesgo de sintetizar demasiado y de olvidar otros planteamientos, puede afirmarse que el orden social instaurado tras la primera Revolución Industrial necesitaba de un instrumento capaz de transmitir una nueva cultura del trabajo y de las formas de vida recién estrenadas. La necesidad

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de adaptarse a la vida en la fábrica, a los nuevos ritmos, a las recién llegadas formas de trabajo e, incluso, a elementos que mediatizarían la vida de las personas a partir de ese momento convirtieron a la escuela en el agente más eficaz para esta nueva socialización. Por ende, si actualmente vivimos en una revolución, donde no sólo han cambiado las fuerzas principales que le dan vida, donde el conocimiento y la información se convierten en piezas claves de su desarrollo, cabe suponer que la escuela abandonará sus anteriores planteamientos y discurrirá hacia otros, acordes con los nuevos tiempos. La escuela de esta sociedad de cambio intrageneracional, según la clasificación de Enguita (2001), tiene ante sí, al menos, seis grandes retos que mediatizan y mediatizarán los procesos educativos que se lleven a cabo en su interior (Monereo y Pozo, 2001): “la caducidad de la información y de los conocimientos adquiridos; la amplitud e incertidumbre de la información; la sustitución del conocimiento por información; la relatividad de los conocimientos; la heterogeneidad de las demandas educativas y la educación para el ocio.” “Por otro lado, no hay que olvidar que los orígenes de la escuela aparecieron vinculados con grupos concretos de la sociedad del momento: así, la escuela surge como una institución relacionada con la alfabetización de varones, burgueses, pertenecientes a la cultura dominante y habitantes de las ciudades.” (Fernández Enguita, 1999). Louis Althusser explica haciendo énfasis en la palabra ideología que hay que tener en cuenta, siempre, a la sociedad como reproductora de aparatos ideológicos, a los cuales el escritor define como elementos reguladores y represores de una sociedad. Según Althusser (y aquí acude a la teoría marxista del estado) al ser el Estado un agente represor, que tiene en su poder el monopolio legitimo de la fuerza y que a su vez lo hace legitimo, se describe a si mismo como eterno y lo reproduce en la infraestructura que a su vez le dará el poder legitimo que tiene.

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Sin embargo, esta reproducción no la puede hacer una sola persona, ya que se acude a varios instrumentos como lo son: lo político, lo jurídico, lo sindical, los medios de comunicación informativos, la cultura, la escuela y lo religioso. A estos términos Althusser los denomina AIE (Aparatos Ideológicos del Estado), como tales estos instrumentos siguen una línea en la cual representan el estado sin darse cue ta, incluso en una parte critica como la escuela que supone mas debate, Althusser cue tiona el papel del maestro que se esfuerza por generar elementos discursivos diferentes, pero que finalmente no sirven de mucho ya que la reproducción viene desde su discurso. Mas estos discursos que ponen de práctica el lugar que ocupa cada uno en la sociedad según Althusser se ven reflejados en la vida practica. Louis Althusser se enfoca en tres puntos que son: La reproducción de las condiciones de producción, el Estado y la Ideología. Para Althusser, toda formación social, depende de un modo de producción dominante y para existir al mismo tiempo que produce y para poder producir, debe reproducir las condiciones de su producción: las fuerzas productivas y las relaciones de producción existentes. Función social de la escuela Se ha hablado mucho del papel social que juega la educación, incluso en varios textos, se ha hecho hincapié en la relación escuela-comunidad, ¿Pero qué significa eso? ¿Por qué si la escuela es un fenómeno social, no ha cubierto totalmente las expectativas de quienes asisten a ella? Durkheim enunció que “la educación es una cosa eminentemente social”, puesto que forma personas sociales y éstas a su vez, no pueden vivir aisladas del núcleo social (familia). ¿Cómo se forma al ser social? La respuesta es simple, recordemos que cuando un niño asiste por primera vez a la escuela, posee ciertas características sociales que le ha inculcado su familia, aún así, en el espacio educativo adquirirá valores,

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actitudes, conocimientos y habilidades que darán forma a su personalidad, harán de él, un individuo social, un hombre útil a su comunidad. De éste modo se entiende que la educación “tiene por objeto extraer de allí un hombre enteramente nuevo; crear un ser que no existe, salvo en el estado de germen indiscernible: el ser social” (Durkheim, ). El nuevo ser tendrá como fin la adaptación a su entorno, por tanto, es muy importante que durante su educación se forme integralmente. Si pretendemos hablar de la función social de la escuela, tendremos como primer tarea traducir las palabras de Durkheim a nuestra realidad inmediata; es decir, al ámbito educativo en que nos desenvolvemos. Ya dijimos que dentro de la institución escolar se aprenden conocimientos, habilidades y valores; todos ellos contribuyen a la socialización del niño desde sus primeros años, lo forman social y moralmente para poder adaptarse a la sociedad sin ningún problema. En dicho proceso interviene también la moral, como factor primordial para legitimar o rechazar los actos del individuo; recordemos que según la sociedad, la moral será vista desde un punto religioso o laico, pero “no es por casualidad, por un capricho del hombre, que la moral ha cambiado.” (), sino como consecuencia de la evolución colectiva de la sociedad. Así pues, la moral social será la encargada de juzgar los actos del hombre, éste a su vez, se verá obligado a acatar las reglas ya impuestas, porque de lo contrario, será rechazado por la sociedad y no podrá vivir dentro de ella; la moral colectiva rige los actos individuales, se encarga de formarnos para una adaptación y aquí entra la escuela como el mecanismo principal para cumplir con tal objetivo social. Hasta el momento hemos tocado parte de la función social de la escuela, vista como el medio para formar seres sociales, pero dentro de ésta función, entran en juego ciertas instituciones que es preciso mencionar, hablaremos entonces de los Aparatos Ideológicos del Estado (AIE, Althusser, 1988), entre los que desatacan la iglesia, la familia, los partidos

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políticos, los medios de comunicación y la misma escuela, todos ellos funcionan mediante la imposición de la ideología dominante, cuyo objetivo es unificar a la diversidad social. Para que se de la reproducción social capitalista, el Estado hace uso de todos los AIE, en especial de la escuela, puesto que en estos espacios resulta más factible imponer la ideología dominante; de este modo, la escuela se convierte en uno de los aparatos ideológicos más i portantes. “Si la escuela es un AIE privilegiado para la reproducción social es por estas condiciones y por el hecho de ser el AIE quien tiene, durante un tiempo invariablemente largo, una audiencia obligatoria.” (Palacios, 1998) Los AIE trabajan en conjunto para formar al ser social, le imponen una ideología, que la mayoría de las veces corresponde a la clase dominante; mediante el lenguaje y algunos actos disfrazados de neutralidad, le inculcan la idea de sumisión para que él mismo acepte su condición y continué dentro de la reproducción de clases sociales. “El sentido de los AIE hay que buscarlos en la lucha de clases, en la necesidad, por parte de las clases dominantes, de perpetuar su dominio sobre las clases dominadas y de afianzar y perpetuar las condiciones de explotación, así como la reproducción de esas condiciones.” (Palacios, 1998) Con ésta idea queda más clara la función de la escuela, como reproductora de las relaciones de producción. La función reproductora de la escuela es ambivalente, si hablamos del sector público, estaremos de acuerdo en que la reproducción se refiere a las clases dominadas, pero si nos adentramos en el sector privado, generalizaremos la idea de considerar la reproducción de las clases dominantes. En ambos sectores siempre se dará la lucha de clases y la escuela será sin duda, el espacio que sirva a la misma. ¿Pero cómo se da tal reproducción? La respuesta es proporcionada por Bourdieu y Passeron (1970), cuando se refieren a la violencia simbólica como “la imposición, por parte de la acción pedagógica, de una serie de significaciones impuestas como legítimas”. Es decir, la escuela se encarga de enseñar un bagaje cultural, impuesto por la clase dominante; en éste caso, los maestros actuamos

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violentamente al pretender que nuestros alumnos acepten y aprendan aquello que creemos útil para su desarrollo social. Al entender la escuela como un Aparato Ideológico del Estado, requerimos detenernos un poco para analizar este hecho; ya que el lenguaje cobra sentido como la herramienta más idónea para cumplir con el propósito reproductor, en él van inmersas las ideas de la clase dominante para justificar cualquier acción que se realiza. Ejemplo de ello es que hoy en día, el lenguaje pedagógico ha tomado una dirección tecnológica y mercantil, se habla de competencias, habilidades, capacidades y aptitudes necesarias en cualquier individuo social. De ahí que en teoría educativa, se le de mayor importancia al saber hacer que al saber ser o conocer; y es que la nueva educación “omite cuestionar las estructuras económicas, políticas y sociales que modelan nuestra vida diaria” (Enguita, 2000). En lugar de esto, nos envuelven y envolvemos a los niños con la idea de ser innovadores tecnológicamente. Lo anterior no es un reclamo social, puesto que no se trata de negar los beneficios de los adelantos científicos y tecnológicos que forman parte de nuestra vida, pero sí de revisar el papel que está jugando la escuela como reproductora de clases sociales. Y es que la escuela tampoco puede privarse del uso de dichos instrumentos, porque de hacerlo, estaría engrosando la brecha que la separa de la sociedad, ocasionando así, generaciones enteras de seres antisociales. Cuando reconocemos los beneficios de la tecnología, también detectamos las desigualdades que vienen tras de ella, en este caso, me refiero a que si los medios tecnológicos no forman parte de toda la sociedad, “el peligro es que se construyan sociedades con varios niveles de desarrollo, según el acceso que tenga cada grupo social a las tecnologías.” (Giroux, 2000).

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El aporte tecnológico es sólo uno de los factores que marcan la igualdad o la desigualdad social; de este modo, le corresponda a la escuela contrarrestar dichas diferencias y es, pues obligación de la escuela pública, incorporar en su discurso los principios de igualdad, libertad y justicia, para hacer de su función social, palabras que cobren sentido. De ahí que se exprese tanto en los discursos pedagógicos, la parte reformadora de nuestro sistema educativo, la innovación y creatividad docente para generar aprendizajes significativos en los niños, las nuevas estrategias de enseñanza y los aportes de la tecnología a ésta última, en especial porque “una pedagogía moderna debe adaptarse a los cambios que han transformado la vida de los pueblos” (Giroux, 2000). Resulta más que importante, analizar el papel reproductor de la escuela, puesto que en lugar de formar hombres conformes con su realidad, en ocasiones pareciera ser la responsable de las diferencias sociales; al convertirse en un aparato ideológico, recae sobre ella la culpa de coartar el futuro prometedor del individuo, de sumergirlo en las mismas condiciones en que ha vivido y de impedirle que pueda prosperar. Entramos entonces a dos dimensiones, a partir de las cuales debemos definir la función social de la escuela; la primera tiene que ver con la reproducción de las clases sociales, en la que predomina la perpetuación de las clases dominantes; en éste mismo rubro puede situarse la justificación de los planes y programas, el discurso prometedor de un futuro inalcanzable y las promesas de una mejor calidad de vida. La otra dimensión se refiere al papel desenmascarador de la educación, vista como “una forma de intervención en el mundo” (Giroux, 2000), es decir, la escuela puede contribuir a la refutación de lo impuesto, al desenmascaramiento de los intereses sociales de la clase dominante; si se lo propone, puede ser la responsable directa del fin de las diferencias sociales.

! Conclusión

El desarrollo precedente nos permite afirmar, contradiciendo a los teóricos de la reproducción, que el papel de la escuela no es reproducir las relaciones sociales de producción para garantizar la dominación de una clase sobre la otra eternamente hasta que la lucha de clases, gestada por fuera de la institución escolar, se intensifique y la clase trabajadora logre tomar el poder el de Estado y con ello aniquilar al capital. Su rol es reproducir el proceso de organización social, mediante la producción y reproducción de atributos necesarios para ello. Un proceso de organización social, que tal como desarrollamos se topa con límites y en su intento por superarlos va derribándolos, y en esa dirección avanzando hacia su superación. Asimismo, disentimos con las teorías de la resistencia cuando plantean que dentro del sistema escolar es posible resistir la cultura dominante, plantear alternativas para el cambio social, en tanto son afirmaciones que se establecen bajo el supuesto de que los individuos están dotados de una consciencia libre que tiene el poder de gestarse a sí misma y a las condiciones materiales de vida. Así, a pesar del esfuerzo por distanciarse de los planteos de la reproducción, terminan sosteniendo lo mismo: las relaciones sociales capitalistas tienen por objetivo dominar a un sector de la población nótese que en estos planteos es notorio como la oposición de clase es una más entre tantas, pero existe la posibilidad de ofrecer resistencia a esta dominación. En ambos casos la propia relación social se presenta exteriormente como algo que domina porque se impone sobre la subjetividad libre oprimiéndola. Lo que no se ve es que, precisamente, esas son las relaciones sociales que los hombres entablamos para vivir – para organizar el proceso de trabajo social. La imposición externa de estas relaciones sociales es una apariencia en tanto nuestra conciencia está enajenada. La afirmación de que el obrero debe someter su conciencia a la «ideología dominante», a las «reglas del orden establecido» y no que su proceso educativo es la forma en que su ser social produce su conciencia–, presupone que el obrero posee por si una conciencia

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sobre la cual se impone su sometimiento. Y si dicha conciencia pasa a ser sometida, antes tiene que haber sido necesariamente, por sí misma, una conciencia libre de tal sometimiento (Iñigo Carrera, 2008, p. 199-200).

Bibliografía Fernández Enguita, Mariano (1999), "Los desiguales resultados de las políticas igualitarias: clase, género y etnia en la educación", en Fernández Enguita, Mariano [coord.], Sociología de las instituciones de educación secundaria,Barcelona: Horsori-ICE Universitat de Barcelona. Jesús, Palacios. (1998) “L. Althusser: El Estado y sus Aparatos Ideológicos”. La cuestión escolar. Críticas y alternativa Henry A., Giroux. (2000) “La enseñanza y la cultura del positivismo: notas sobre la muerte de la historia.” Pedagogía y política de la esperanza. Agenda educativa. P. 37 Iñigo Carrera, J. (2010). La acción voluntaria de la libre subjetividad, o sea la forma concreta con que el ser social históricamente determinado realiza su necesidad. Recuperado el 29 de Mayo de Abril de 2014, de http://www. cicpint.org/Investigaci%C3%B3n/JIC/ La%20Ciencia/Assets/Debates/ JIC_Subjetividad%20concreta.pdf Monereo, Carlos y José Ignacio Pozo (2001), "¿En qué siglo vive la escuela? El reto de la nueva cultura educativa", en Cuadernos de Pedagogía, núm. 298, Barcelona; WoltersKluwer....


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