Estado contemporáneo. Teoria del estado PDF

Title Estado contemporáneo. Teoria del estado
Author Fernando cortes
Course Teoria del Estado
Institution Universidad del Valle de México
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Hablo sobre el estado contemporáneo. ...


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Estado contemporáneo Fernando López Cortés

Luis

4. El Estado contemporáneo. Los fines a los cuales ha de atender la organización estatal varían en función de las coyunturas históricas y, dentro de ellas, de las distintas ideas, imágenes o representaciones del Estado y de la diversa estructuración de las fuerzas sociales. Pero, en todo caso, ha de cumplir, al menos, con los siguientes fines: a) asegurar su propia existencia y reproducción como organización, ya que, como todas las organizaciones, está amenazado de un proceso de entropía, es decir, de desorden y degeneración crecientes si no se desarrolla una energía capaz de neutralizarla; b) garantizar la convivencia pacífica dentro de su territorio, lo que no supone la exclusión de los antagonismos, sino su canalización por vías jurídicas; c) asegurar su permanencia como entidad soberana dentro de la comunidad internacional. Estos son los fines permanentes o, por así decirlo, consustanciales con la esencia y existencia del Estado, pero a los que cada época histórica o tendencia política añade los suyos propios. Así, el Estado Policía (despotismo ilustrado, absolutismo tardío) se propuso, nada menos, que hacer la felicidad de sus súbditos, desarrollando al efecto una pedante, incómoda y entrometida actividad administrativa. Kant, en cambio, sostiene que la felicidad es una cuestión privada distinta para cada hombre e irreductible, por tanto, a leyes y criterios generales y postula como supremo valor la libertad bajo la garantía del Derecho. El Estado liberal se planteó como sus fines la garantía de las libertades personales, de la propiedad privada y de la igualdad ante la ley, en tanto que condiciones para que los individuos actualizaran sus potencialidades y generaran una floreciente sociedad civil en el campo económico y cultural. Aunque en sus comienzos —y como reacción ante el Estado Policía— trataba de limitar hasta el mínimo indispensable su acción administrativa, lo cierto es que ésta adquirió un amplio desarrollo cualitativo (selección racional de objetivos y de métodos de gestión) y cuantitativo, atrayendo a su esfera funciones como la enseñanza, la formación de cuadros técnicos, la asistencia social, el fomento (hoy llamado «desarrollo»), que antes habían permanecido al margen de la acción del Estado o, por lo menos, del que éste no se hacía principal responsable. El Estado amplía cada vez más su acción administrativa, si bien ésta no, podrá incidir en los derechos individuales más que en virtud de leyes aprobadas por el Parlamento. El modelo de Estado occidental de nuestro tiempo (Estado social, Welfare State) añade a los fines del Estado liberal lo que los alemanes designan como Daseinvorsorge o «procura existencial», es decir, el desarrollo de medidas que aseguren al hombre las posibilidades de existencia que, en las complejas condiciones de la sociedad de nuestro tiempo, no puede asegurar por sí mismo, ni por la acción espontánea de los grupos sociales. Entre tales medidas que pueden ser tanto de protección como de promoción vital, pueden mencionarse los servicios de seguridad social, la política de pleno empleo, la redistribución de producto social entre las distintas categorías de la población, el acceso creciente de las menos favorecidas de estas categorías a bienes y servicios materiales y culturales, la defensa de la pureza ambiental, la conservación de los recursos naturales no renovables, etc. Otro de los fines del Estado de nuestro tiempo es promover las condiciones básicas para el desarrollo del sistema económico nacional, proporcionándole apoyos logísticos tales como formación de cuadros, desarrollo de comunicaciones y transportes, equipamiento de zonas de desarrollo industrial, impulso directo o indirecto al desarrollo tecnológico, etc., y bien entendido que algunas de estas medidas han de ser llevadas a cabo exclusivamente por el Estado, mientras que otras pueden ser promotoras o complementarias de las realizadas por los actores económicos privados.4 El Estado como toda institución tiene un telos o finalidad, elemento esencial del mismo, que consiste en la realización de los valores individuales y sociales de la persona humana en el bien

público. El tratadista Jorge Fernández Ruiz, sostiene al respecto que existe un elemento teleológico en el estado, empero, este elemento invisible e intangible del Estado es determinado no por el consenso general de la población, sino por el interés del sector o clase dominante del a población.5 En efecto, el Estado subsiste porque así lo resuelve el sector dominante del mismo, aun cuando no cuenten con la aprobación de la mayoría de la población o, incluso, aun cuando a la creación o subsistencia del Estado se opusiera la mayoría de la población. En resumen, a los fines consustanciales del Estado se añaden otros que constituyen variables dependientes de las condiciones objetivas y de las representaciones y culturas políticas de cada época histórica. Dicho, en otros términos, el Estado asume los fines necesarios para la existencia de la sociedad nacional de acuerdo con las condiciones de su desarrollo y que ésta no pueda satisfacer espontáneamente por sí misma 4.1. Filosofía y lema de la ilustración. “La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lema de la ilustración. La pereza y la cobardía son causa de que una tan gran parte de los hombres continúe a gusto en su estado de pupilo...; también lo son de que se haga tan fácil para otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo no estar emancipado! Tengo a mi disposición un libro que me presta su inteligencia, un sacerdote de almas que me ofrece su conciencia, un médico que me prescribe las dietas, etc., así que no necesito molestarme. Si puedo pagar no me hace falta pensar, ya habrá otros que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea. Los tutores, que tan bondadosamente se han arrogado este oficio, cuidan muy bien que la gran mayoría de los hombres (y no digamos que todo el sexo bello) considere el paso de la emancipación, además de muy difícil, en extremo peligroso. Después de entontecer sus animales domésticos y procurar cuidadosamente que no se salgan del camino trillado donde los metieron, les muestran los peligros que les amenazarían caso de aventurarse a salir de él. Pero estos peligros no son tan graves pues, con unas cuantas caídas, aprenderían a caminar solitos; ahora que, lecciones de esa naturaleza, espantan y le curan a cualquiera las ganas de nuevos ensayos. Es, pues, difícil para cada hombre en particular lograr salir de esa incapacidad, convertida casi en segunda naturaleza. Le ha cobrado afición y se siente realmente incapaz de servirse de su propia razón, porque nunca se le permitió intentar la aventura. Pero ya es más fácil que el público se ilustre por sí mismo y hasta, si se le deja en libertad, casi inevitable. Porque siempre se encontrarán algunos que piensen por propia cuenta, hasta entre los establecidos tutores del gran montón, quienes, después de haber arrojado de sí el yugo de la tutela, difundirán el espíritu de una estimación racional del propio valer de cada hombre y de su vocación a pensar por sí mismo. La Filosofía de la Ilustración posee como rasgo intrínseco la lucha por la libertad en el uso de la razón humana, en torno al cual giran los principales valores y creencias que fundamentan todas las instituciones de la sociedad moderna, formulados por los pensadores y filósofos de la época: Rouseau, Condorcet, Diderot, Dalembert, Condillac Montesquieu, Voltaire, Locke, Hume, Lessing y Kant, etc., dan como herencia cultural elementos componentes de una mentalidad común de valores compartidos por hombres de “buena voluntad”, que conducirían a la utopía de la “paz perpetua”, a la constitución republicana (constitución política moderna o Edo. de Derecho) que garantizara el pacto o contrato social, elementos del imaginario social del Estadonacional. En donde el ciudadano ilustrado se siente parte de un espacio común, cuyo sujeto propio es la emergencia de

la nueva burguesía industrial, comercial y banqueros: ciudadanos del mundo moderno (unificados por el mercado nacional y luego mundial). Desde los inicios del Renacimiento, fue configurando un imaginario social a imagen de las relaciones sociales de producción mercantiles practicadas: contratos y acuerdos, basados en la buena voluntad de negociar y en el progreso de la razón, entre individualidades burgueses, dan cuenta de la base cultural intelectual del s. XVIII, a saber: la Ilustración, cuyas creaciones filosóficas son la filosofía de la historia, una antropología en la tradición humanista, racionalista y la concepción de formas de libertad del individuo, en la perspectiva de una epistemología del paradigma newtoniano, así como la consolidación de una metodología científica. 4.2. Samuel Pufendorf El iusnaturalismo racionalista tiene su mayor desarrollo en Alemania durante el siglo que va desde mediados del XVII (Paz de Westaflia) a mediados del XVIII (Wolff muere en 1754). Es cultivado por profesores universitarios —algunos de ellos participaron en la política como consejeros de algún príncipe— que escriben tratados o manuales destinados a la enseñanza. La primera gran figura de esta serie es Samuel Pufendorf (1632-1694), natural de Sajonia, hijo de pastor luterano. Llamado por la Universidad de Heidelberg para ocupar la recién creada cátedra de Derecho natural y de gentes, la primera en Europa, enseñó en ella durante unos años (1661-1670) y publicó con pseudónimo su famoso estudio de la constitución del Imperio, De statu imperii germanici (1667). Disgustado con el ambiente de Heidelberg aceptó la invitación de Carlos XI de Suecia para ocupar una cátedra de la Facultad de Filosofía y Derecho de la universidad de Lund (1670). Allí estuvo hasta que Lund fue transferido a Dinamarca (1677). Son los años en que escribe su obra principal Derecho natural y de gentes. Él mismo hizo un resumen para los estudiantes titulado Deberes del hombre y del ciudadano según la ley natural. Al dejar la universidad fue nombrado oficialmente historiógrafo de Suecia y fue además consejero privado del rey (Carlos XI). Fruto de este empleo es su obra histórica más importante, escrita en alemán, Introducción a la historia de los más importantes reinos y estados de Europa. De Suecia pasó a Berlín (1688) para desempeñar los mismos cargos al servicio del príncipe elector de Brandenburgo, Federico, el que se autonombrará primer rey de Prusia, aunque este acontecimiento ya no lo verá nuestro autor. Pufendorf no fue un creador. El mérito principal de su obra consiste en haber sabido sistematizar y exponer las ideas de otros (sobre todo Grocio) con gran claridad. Por ella sus libros tuvieron una enorme difusión. Esta claridad viene en gran parte de la actitud metódica con que Pufendorf estudia la filosofía moral, jurídica y política. Cree que el razonamiento geométrico es el paradigma de todo razonamiento científico y, por tanto, debe aplicarse a la filosofía práctica. Si el pensador es fiel al método geométrico, puede alcanzar en los enunciados morales y jurídicos una certeza equivalente a la de la geometría. Con estos planteamientos Pufendorf se constituye en el verdadero teórico del Derecho natural como derecho necesario, inmutable, derivado de la naturaleza humana y, por tanto, plenamente secular. Consecuentemente, quiere extender el principio de racionalidad al ámbito del Derecho positivo que empieza a ser valorado por su contenido racional. Su pensamiento político es que el Estado es la forma más perfecta de sociedad, en consecuencia es la más necesaria —en cuanto a necesidades de desarrollo de la naturaleza humana— y la más obligatoria: en el Estado el Derecho natural adquiere la categoría de derecho efectivo (un planteamiento que anticipa el concepto de derechos perentorios de Kant). Para explicar el origen del Estado, Pufendorf utiliza los dos recursos clásicos en su tiempo, el estado de naturaleza y el contrato. El hombre natural no es totalmente peligroso, pues es sociable, ni

totalmente inocente, pues ya se ha producido el pecado original. El Estado se forma por el doble contrato, social y político. El pueblo, por tanto, se constituye en realidad antes que el gobernante y establece la condiciones que regulan la función del gobernante: puede limitar o no limitar el poder del gobernante. Esta limitación se entiende en cuanto a la atribución de funciones y en cuanto a la constitución de instituciones que controlen el poder del gobernante, porque la misma concepción del pacto político dentro de la teoría del Derecho natural pufendorfiano implica esenciales limitaciones internas al concepto de poder político. El contrato político para Pufendorf es, ante todo, origen de deberes: el deber de obediencia de los ciudadanos y el deber de promoción del orden y bienestar general del gobernante. En este deber está incluido el derecho a determinar qué es el orden y el bienestar general, lo cual refuerza enormemente la posición del gobernante. En la concepción de la soberanía sigue de cerca a Bodino. Es un poder que está subordinado al Derecho natural, a los pactos contraídos y a las leyes fundamentales del Estado. Este último concepto está mucho más elaborado que en Bodino gracias a la concepción pactista del Estado. Es el pueblo el que impone la forma de gobierno. Para Pufendorf la más perfecta es la monarquía pues encarna mejor, con más claridad y eficacia, la unidad e indivisibilidad de la soberanía. Ahora bien, en el pacto originario el pueblo puede establecer que, para la formación de la voluntad soberana de una monarquía, el monarca tenga que hacer una consulta previa a un consejo o a una asamblea de estamentos. Con este concepto más elaborado del Estado examinó la constitución del Imperio, «un cuerpo irregular y semejante a un monstruo», para concluir que no constituye un Estado, sino una confederación de Estados, pues la soberanía, el summum imperium , estaba en manos de los príncipes. En este aspecto la teoría política de Pufendorf venía a confirmar los resultados de la Paz de Westfalia....


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