Ficha de lectura. Rimas y leyendas PDF

Title Ficha de lectura. Rimas y leyendas
Author Francisco Jose Menargues Molina
Course Literatura Española de los Siglos XVIII y XIX
Institution UNED
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Las Rimas y las Leyendas de Bécquer. En el siguiente documento nos adentramos en su universo literario a través de un somero análisis de las que son las joyas más importantes de nuestro autor....


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Ficha de Lectura: Gustavo Adolfo Bécquer 1. Biografía Nació en Sevilla el 17 de febrero de 1836, de ascendencia holandesa, quedó huérfano a los 10 años. Tras la muerte de su madre, su madrina lo acogió en su casa donde tuvo su primer encuentro con una espléndida biblioteca con obras de Víctor Hugo, Balzac o Espronceda entre otros. Su primer poema lo escribió a los 12 años, una Oda a la muerte de Alberto Lista. Su carrera se encamina hacia la pintura, pues su padre era pintor y en la adolescencia sus amigos lo definen como “un muchacho ingenuo, soñador y romántico”. Pintura, poesía, estudios de humanidades, las lecturas de autores románticos y clásicos y los paseos solitarios o con otros muchachos de su edad por las orillas del río Guadalquivir, llenaban sus horas. Sin embargo, Bécquer no disfrutó de la vida dichosa que deseaba; su vida se convirtió en una herida abierta mezcla de enfermedad, pobreza y desamor. Desde muy joven soñaba Bécquer con ir a Madrid y a la edad de 18 años se presentó en la corte y colaboró en la Corona poética que se publicó en homenaje a Quintana, en aquel entonces en el apogeo de su gloria. Sin embargo, todo se derrumbó a su alrededor: ni gloria, ni dinero, sino pobreza y enfermedad, sufrimientos y desgracias. Cualquier otro habría caído pero el espíritu del sevillano permaneció intacto, envuelto y arropado en su propia ilusión; pues Bécquer vivía de sus sueños y para sus sueños; y volcó sus horas en un gran proyecto literario Historia de los templos de España; solo una pasión era compartida con estos sueños literarios: la música -Mozart, Beethoven, Bach… Para poder comer, Bécquer escribe artículos que publica en El Correo de la Moda, El Porvenir, La España musical y literaria. Además de, algunas adaptaciones de teatro extranjero, principalmente, francés; por lo que fue atacado por el crítico Juan de la Rosa González en la revista Iberia, básicamente lo llamó aprovechado por sacar rédito de obras ya traducidas y representadas cobrando lo mismo que por las obras originales. Bécquer se defendió en una carta llena de nobleza descubierta por el hispanista Robert Pageard en la que, con sinceridad y dignidad, se justificó. Pero no solo contra la crítica tuvo que medrar Bécquer; la tuberculosis se apoderó de él y ya no lo abandonó hasta su muerte. En 1858 se enamoró profundamente de Julia Espín y las Rimas nos revelan que sufrió terriblemente con aquella pasión. Dominan las notas de amargura, de dolor y desesperación por la honda herida que se abrió en el corazón del poeta y no cabe duda de que Julia lo traicionó, prefiriendo a otro hombre. Para calmar su dolor cometió el peor error de toda su vida, casarse con una mujer a la que no amaba, Casta Esteban. Bécquer intentó encontrar la tranquilidad que necesitaba para su obra y el bálsamo que curara las heridas de Julia; pero Casta, era una mujer vulgar, incapaz de de comprenderle y amarle. Pero lo que mal empieza mal acaba y a pesar de los dos hijos que tuvieron, aquel matrimonio no se entendía y nuestro poeta se refugiaba en la soledad de su trabajo, en Toledo, su ciudad preferida, en donde se refugiaba con su hermano Valeriano en cuanto conseguía reunir algo de dinero. Son esos primeros años de su matrimonio, de 1861 a 1865, los de más intensa producción literaria de Bécquer. Escribe entonces la mayoría de sus leyendas, crónicas periodísticas, las Cartas literarias a una mujer. En 1864 pasó una larga temporada con Valeriano en el monasterio de Veruela y en la soledad de aquel lugar escribió Cartas desde mi celda. Sabemos que en este momento, nuestro poeta romántico pasaba por una etapa de total desengaño, resignado estoicamente a una existencia sin gloria y sin dicha, Tenía solo 28 años y se sentía viejo, presintiendo que le quedaban pocos años de vida. En 1865, un ministro; González Bravo, le ofreció un puesto como censor de novelas que por aquel entonces estaba muy bien remunerado y por primera vez en su vida Bécquer consiguió una posición económica muy desahogada, sin apuros ni necesidades. Dejó los compromisos periodísticos y volvió a sus Rimas y leyendas. Pero la revolución de 1868 alejó a aquel ministro del poder y Bécquer perdió el puesto de trabajo volviendo a su cotidiana pobreza. Ese mismo año rompió su matrimonio con Casta, al enterarse de las infidelidades de la esposa con un notario. Bécquer se llevó consigo a los hijos y junto con Valeriano y los suyos se instaló en Toledo, donde termina el manuscrito de las Rimas, en un cuaderno que titula, El libro de los gorriones, descubierto en 1914 por el hispanista alemán Franz Schneider en la Biblioteca Nacional de Madrid, donde aún se conserva. En 1869 es llamado de nuevo a Madrid por un político admirador del poeta y que desea fundar una revista de gran categoría: La ilustración de Madrid. De nuevo sus ilusiones se vieron truncadas cuando en septiembre de ese mismo año su hermano Valeriano muere dejando en nuestro poeta sumido en una profunda tristeza hasta el punto de que, sin fuerzas para cuidar de sus hijos, permitió que Casta regresara al hogar a los pocos días de la muerte de Valeriano. Pocos días antes de su muerte, Bécquer quemó una paquete de cartas, seguramente confesiones a Julia y una helada tarde de diciembre don Gustavo Adolfo Bécquer cayó fulminado para no levantarse más. El día 22 murió a las 10 de la mañana rodeado de su mujer y sus hijos. Con él se apagaba la voz de un lírico esencial, a quien don Antonio Machado llamó “el ángel de la verdadera poesía”. Sus amigos recogieron sus manuscritos y publicaron al año siguiente la primera edición de sus rimas y prosas, en dos volúmenes, con prólogo de Rodríguez Correa.

2. LA POESÍA DE BÉCQUER En 1836 nació Bécquer. En un momento donde la primera generación romántica, la del duque de Rivas y Martínez de la Rosa, está dejando paso a la segunda, cuyas figuras principales son: Espronceda, Zorrilla, Tassara, Pastor Díaz, Enrique Gil y Gertrudis Gómez de Avellaneda. Todos ellos nacidos entre 1808 y 1818, y ya son conocidos como poetas cuando aparece Bécquer. Nuestro poeta pertenece, pues, a una generación romántica tardía, que llega a la escena literaria cuando este movimiento ha perdido ya todo su vigor y vive de tópicos. Es la misma generación de Carolina Coronado, Núñez de Arce, Rosalía de Castro, etc. Esta generación, que algunas llaman postromántica, escribe ya en otro tono, muy distinto del que empleaban los románticos españoles de 1840. Un tono más íntimo, menos retórico y pomposo. Se busca conmover al lector no con gestos sonoros y desesperados a lo Espronceda, sino con voz más bien velada y melancólica, teñida a veces de una suave ironía. La voz herida de Rosalía y el intimismo becqueriano llegaban en el momento más oportuno, cuando había que retorcer el cuello al cisne retórico y pomposo del romanticismo agonizante. Su papel es análogo al que desarrollaron poetas de principios del siglo XX como Machado y Juan Ramón Jiménez, cada uno a su manera, con el modernismo sonoro y colorista que había impulsado Rubén. Bécquer se inicia como un afortunado imitador del más genial romántico de entre los alemanes, Heide. Sin embargo, todo buen poeta urde sus comienzos en las telas inspiradoras de los más grandes, como le pasó al padre del modernismo con el propio Bécquer. El buen poeta se distingue en que pronto se libera de los ecos iniciales y encuentra su propia voz poética personal. Como resultado natural surgió un cierto movimiento prebecqueriano en el que culmina un proceso de depuración del Romanticismo produciéndose una dicotomía con la vieja escuela romántica que gustaba de esa retórica altisonante y colorista, que gusta de cantar temas orientales y heroicos, de rebelión social, o motivos medievales y sepulcrales, alzando la voz o tiñéndola con lúgubre acento. Por el contrario, los prebecquerianos buscan una voz en tono mejor, una expresión más íntima y melancólica, aunque a veces cobre un tono apasionado y desgarrado. En este tono prebecqueriano es evidente la influencia del romanticismo alemán, y de él la línea antirretórica que encarnaba esencialmente Heide; que entró en España a través de las traducciones de Eulogio Florentino Sanz, buen amigo de Bécquer. Sin embargo, un poeta hondo y personal como Bécquer no se puede explicar únicamente a través de estas vías ya explicadas. La afortunada mezcla del hechizo de Rimas cobró vida gracias a la enorme sensibilidad artística del propio poeta; mezcla fruto de la fusión de aquellas influencias: nórdica, heiniana, intimista, con la tradición popular del cantar andaluz, que tanto amaba Bécquer desde su infancia. Las Rimas acierta a entroncar estos dos elementos, en principio tan ajenos: el romanticismo alemán, la balada y la copla, el lied y la soleá. De hecho, Bécquer escribió algunos cantares a los que un amigo suyo puso música de soleares y seguidillas y que se cantaron anónimamente en Andalucía sin saberse quién era su autor como ocurrió por ejemplo con algunas canciones del siglo de oro de los maestros Lope y Góngora, o en nuestra época con esos versos de Machado y Lorca. En la revalorización de lo popular seguía Bécquer el ejemplo de los románticos alemanes, que daban a lo popular categoría poética y en consecuencia encontramos en algunas rimas esos rasgos que caracterizan al cantar popular andaluz: la concisión, la queja desgarrada, el tono directo, dramático, hondo, etc. Además, en sus Rimas, Bécquer nos ofrece una poesía desnuda, directa, libre de toda pompa o vano ropaje; y es que Bécquer solo escribe cuando su alma necesita expresar irrefrenablemente sus sentimientos y sueños, pues para nuestro poeta, la poesía era ante todo sentimiento, no artificio. Era cosa más del alma que del cerebro, aunque la razón tuviera que intervenir en el poema para ordenar la llama inspiradora. En su poesía vemos su propia intimidad personal, la propia vida del poeta; ya los románticos solían mezclar la propia experiencia vital con lo fantástico y lo decorativo; aunque por la condición del romántico de llamar la atención del público, a veces es difícil deslindar la experiencia vital de la creación imaginativa y fantástica. Esto no ocurre en Bécquer, la mayoría de sus rimas late la vida misma del poeta, su alma apasionada; la historia de un corazón, con sus pasiones, sus amarguras, sus penas y desengaños y también sus momentos de gozo. El hombre que lee sus versos puede tocar el dolor y la tragedia del Bécquer hombre; y el logro definitivo llega por su gran capacidad para expresar esa historia íntima de amor y sufrimiento, en una forma original, desnuda de artificio, y de una sobria y directa belleza, que nada tenía que ver con la retórica romántica a la que el lector estaba acostumbrado y que por aquellos años ya empezaba a cansarse. Esa nueva forma consistía en poemas generalmente breves, de dos, tres o cuatro estrofas, las suficientes para expresar el pensamiento poética pero sin desnudarlo completamente, dejándolo al aire; una técnica semejante a la del cantar popular, encerrar en un puñado de versos un contenido intenso y dramático, sin decir nunca nada más que lo necesario. Casi nunca emplea la consonancia en favor de la asonancia en estrofas de tres, cuatro o cinco versos, mezclando el heptasílabo con el pentasílabo o el endecasílabo, y haciendo caer la rima solo en los versos pares como en el viejo romance español. Así Bécquer huye de la estrofa lujosa y sonora, prefiere la sencillez de una piel adherida al hueso, lo cual no quiere decir que nuestro poeta no conociera bien la técnica poética. A veces utilizaba el verso de pie quebrado, que ya usara Jorge Manrique en sus famosas Coplas a la muerte de su padre, y lo

hace para dar una impresión de anhelo truncado, de desfallecimiento, de algo que se rompe o se queja, que responde al contenido íntimo y doliente y al efecto insinuante que el poeta quiere dar a sus versos.

3. Leyendas Las leyendas, como las Rimas, son manifestaciones concretas de una misma necesidad expresiva, astros de un mismo microcosmos estético, solo que en las segundas el discurso se ha hecho esencia, la música se ha hecho intimidad e intensidad. Ambas forman parte del “mundo de la idea”, con evidentes puntos de contacto entre sí, tanto temáticos como estilísticos, y con formulaciones expresivas que solo se diferencia en la intensidad. El romanticismo, con el gusto por la imaginación, la fantasía y lo maravilloso, el énfasis en la recreación del medioevo y el acercamiento a lo popular y pintoresco, trajo consigo un retorno al cultivo de los géneros propiamente narrativos: cuento, novela, cuento legendario, artículo de costumbres, etc. En el romanticismo español, el cuento legendario inicia en una primera fase su nacimiento y andadura de la mano de traducciones e imitaciones (escritas en prosa poética) de las baladas germánicas. Un segundo estadio queda definido por la aparición de las leyendas que utilizan el vehículo expresivo del romance tradicional. En este apartado deben incluirse las leyendas en verso del duque de Rivas y la poesía narrativa de Zorilla. Las leyendas en prosa o cuentos legendarios que desarrollan asuntos populares o tradicionales, o recrean motivos históricos, constituyen un tercer apartado narrativo dentro del panorama literario del romanticismo español. Publicadas en revistas tienen un periodo de aceptación de aproximadamente 25 años. En 1860, el cuento legendario se consideraba ya en decadencia, pues había surgido el relato de Fernán Caballero que superaba lo puramente costumbrista y se adelantaba en una nueva concepción de lo narrativo, acercándose a la realidad geográfica y social sin refugiarse en el pasado y sus tradiciones. En este contexto, la aparición de las leyendas de Bécquer, cuyos valores literarios son superiores a los de las leyendas predecesoras y coetáneas, supone la culminación, superación y aniquilamiento de un género. La originalidad en el tratamiento de los ingredientes literarios como las características de su prosa narrativa y su sentido de anticipación. El punto de partida lo encontramos ya en Historia de los templos de España, Bécquer incorpora el relato de las tradiciones legendarias relacionadas con el propio templo o sus imágenes. Estas tradiciones populares estarán ligadas a nuestro autor y a la concepción de las leyendas como género artístico. Elabora literariamente asuntos recogidos de la tradición popular. El crítico Rubén Benítez distingue tres tipos de leyendas: 1. La simple tradición transmitida en forma oral o escrita y presumiblemente no elaborada sino en detalles secundarios. 2. El relato ficticio sobre temas o motivos de la tradición popular elaborados literariamente, o sea, la leyenda tradicional. 3. Leyenda ideal, con remota base en la tradición, pero llena de rasgos maravillosos y de recursos de tipo poético, similares a las manifestaciones de la fantasía popular. Además de la tradición, las leyendas de Bécquer se influencian de la narrativa romántica de Scott y de las narraciones germánicas de Hoffman y los relatos de Alan Poe; Fernán Caballero o las leyendas fantásticas del duque de Rivas y Zorrilla. También se percibe la influencia de Espronceda en los ambientes misteriosos o sobrecogedores. Todos estos ingredientes son tratados por nuestro autor desde su propia perspectiva estética, imprimiendo al resultado final el sello de su microcosmos personal de su lenguaje becqueriano. Así, las leyendas se tiñen de ensoñaciones e idealidades, de misterio y lirismo, de narración y evanescencia. La prosa becqueriana constituye uno de los intentos españoles más curiosos de prosa poética, intento nuevo o casi nuevo en el medio literario. Bécquer acaba con un género en decadencia mezclando determinador elementos literarios pertenecientes a la tradición popular y legendaria con fantasías de la imaginación poética personal. Alcanza la perfección gracias a la capacidad y modernidad narrativa de su prosa y por la armoniosa combinación entre la atmósfera de irrealidad y el lenguaje poético empleado. ANÁLISIS. Rasgo principal de las leyendas, además del lirismo, es su atmósfera de irrealidad. Atmósfera ideal y de misterio. Existe un plano mágico y maravilloso donde se incluye lo sobrenatural y tienen lugar las transformaciones, todo lo que se aparta de la verosimilitud narrativa. Oscilación entre lo real y lo sobrenatural, capaz de provocar incertidumbre en el lector. El plano real da soporte para trazar desde él y sobre él las volutas de la imaginación, pues la fantasía lleva adherido el polvillo de la realidad. En Bécquer, delirios de fantasía van sembrando de hechos fantásticos o sobrenaturales los desarrollos narrativos, construyendo episodios o mundos mágicos y atmósferas visionarias. Leyendas de Bécquer. Si en el plano real barca desde los escenarios estáticos hasta los personajes que no sufren metamorfosis, desde las ruinas hasta los borceguíes, desde las estatuas hasta los órganos; el plano de lo maravilloso comprende un amplio catálogo de acciones: “las manos de un caudillo se manchan de sangre que no puede borrarse espíritus diabólicos en una vieja armadura vacía de un Dios desde dónde surge el mundo deforme que habitamos”, “un robo sacrílego despierta de su sueño de piedra la corte de saurios y figuras fantasmales” etcétera. Un órgano respetuoso regala música de arcángeles. No solo el clima de irrealidad o la intervención de lo maravilloso actúan como rasgos definidores de las leyendas sino que la presencia o ausencia de lo

sobrenatural afecta a la calidad del discurso narrativo. Existe una interrelación entre atmósfera y lenguaje, cuando el elemento maravilloso es de escasa densidad o insuficientemente desarrollado, la leyenda acusa una atenuación de la presencia del lenguaje poético, pierde emoción y belleza. Las leyendas tienen cumbres de gran calidad poética e instantes de intenso lirismo; el alma del poeta se encuentra presente en el discurso narrativo y a veces la leyenda está formada por una serie de pequeños poemas, una serie de atmósferas y una serie de eslabones de prosa funcional que sirven para hilvanar los anteriores apartados. La modernidad narrativa no ha sido puesta en duda, en ocasiones nuestro autor ensaya un sentido cinematográfico del ritmo justamente en las escenas eligiendo los encuadres o deteniéndose para captar los ámbitos sonoros o los perfumes del aire con un mínimo de elementos, con verdadera economía del lenguaje consigue exponer una acción narrativa completa o recrear un mundo imaginario sin detenerse en aspectos secundarios, digresiones, prosopografía etc. En numerosas leyendas se van sucediendo escenas secuencialmente como fotogramas de un discurso cinematográfico, abundan los fotogramas llenos de ritmo y dinamismo, vistosidad y colorido, intensidad y brillantez; en algunos es magistral la captación de la presencia de la muchedumbre en movimiento. El autor tiene una extraordinaria capacidad para crear o recrear atmósferas que abarcan diversos ámbitos: cromático, auditivo, psicológico, mágico, amoroso, costumbrista, etcétera. Tiene la función no sólo de configurar el ambiente del hecho narrativo sino de enriquecerlo e intensificar sus contenidos plásticos o sensoriales para que junto a la acción o brote el lirismo o florezca lo maravilloso. Espacios y tiempos. Variados y múltiples son los espacios que sirven, parcial o totalmente, como escenario dónde se desarrolla la acción de las leyendas: Toledo, Soria, Fitero, Aragón, la India, Sevilla y Cataluña; aparte del orientalismo exótico estoy primerizo de El caudillo de las manos rojas el escenario castellano. En Toledo las leyendas de La ajorca de oro y El Cristo de la calavera. El beso y La rosa de pasión en Soria; El rayo de luna y El Monte de las Ánimas cerca de la ciudad castellana; Los ojos verdes, El gnomo y La corza blanca en las cercanías de Fitero, El Miserere y La cueva de la Mora en Sevilla, Maese Pérez el organista y en sus proximidades alguna escena de La promesa, El caudillo de las manos rojas, ciudades y parajes de la India y La cruz del diablo y Creed en Dios en Cataluña. También son variados los tiempos: medioevo, siglo 16, Guerra de la Independencia. En los siglos finales de la Reconquista están situadas: La cueva de la Mora, La promesa y La corza blanca, El Cristo de la calavera etcétera. Aunque es un medioevo con presagios de renacimiento algunas leyendas no tienen una precisa localización temporal como La ajorca de oro o El gnomo en...


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