Idiaquez-Historización de un significante impropio, de la contratransferencia a la subjetivación de un analista PDF

Title Idiaquez-Historización de un significante impropio, de la contratransferencia a la subjetivación de un analista
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Course Fundamentos filosoficos de la psicología
Institution Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez
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HISTORIZACIÓN DE UN SIGNIFICANTE IMPROPIO, DE LA CONTRATRANSFERENCIA A LA SUBJETIVACIÓN DE UN ANALISTA (Material de trabajo interno curso Psicología Psicoanalítica, UCSH) Dr. Cristian Idiáquez Urrea [email protected] Providencia, 7 de junio de 2020. Resumen Se expone parte de la tesis doctoral del autor, “Aproximación a la subjetivación en el oficio de psicoanalista” (Idiáquez, 2018), específicamente lo referido a la historización del término “contratransferencia” en psicoanálisis, indicando su lugar controversial dentro de este último y proponiendo su relación con un concepto más amplio y en otro nivel lógico, la subjetivación, permitiendo resituar el primer término y las discusiones existentes hasta el momento sobre el mismo. Palabras clave: Psicoanálisis, analista, contratransferencia, subjetivación. El psicoanálisis da nuevos sentidos a la subjetividad y la subjetivación, siendo dos términos que se conjugan, el primero permite situar todo lo referido a este, por lo que resulta más abarcativo o genérico; el segundo, específica sobre los devenires en la constitución nunca clausurada de los sujetos, según la relación que mantengan con sus sujeciones pulsionales, al lenguaje y a la cultura que les sirve de apoyatura. Todo ello en cuanto a la subjetivación orientada hacia el sujeto en general, según la preocupación por el sujeto-paciente, pero ¿qué ocurre con lo referido a la subjetivación del tratante, del analista?, ¿qué lugar ha ocupado la subjetivación del terapeuta en las preocupaciones de esta corriente? Según lo revisado, responder esta pregunta parece haber requerido identificar y examinar la asimetría de roles entre analizante y analista, la discontinuidad entre ambos, lo que no resulta obvio, ya que todos los analistas, para poder ocupar su lugar, deben haber pasado por la experiencia de ser pacientes primero, posición a la cual pueden eventualmente regresar, y de hecho regresan, en especial cuando se interrogan precisamente por sus movimientos subjetivos con respecto a la transferencia del paciente1. A continuación intentaremos un breve ejercicio de historización de la preocupación del psicoanálisis por el lugar de la subjetivación del tratante. A. Lugar de la subjetivación del analista en psicoanálisis Existen distintas entradas posibles para examinar el tratamiento del tema al interior del psicoanálisis, por ejemplo una revisión de las biografías de los analistas, del movimiento psicoanalítico

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A esto refiere la denominación sociológica de carrera de trabajo con uno mismo ver página 115.

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y sus pugnas internas; también se podrían revisar los vínculos posibles entre conflictos personales y elaboraciones teóricas, es decir, en qué medida se corresponden o no, e ir cotejando si existen variaciones durante la historia del psicoanálisis en ello; entre otras. Hemos optado por concentramos en rastrear el lugar que se le ha dado a la subjetivación, por lo menos a lo que este término alude (según lo revisado previamente), en la obra freudiana y sus derivas en algunos de los desarrollos posteriores a su creador, las Escuelas Británica, Intersubjetiva y Lacaniana, las cuales aparecen, de distintos modos, como las más productivas teóricamente en esta temática, destacamos en ello las controversias referidas al término contratransferencia. 1. Aproximación freudiana A lo largo de la obra freudiana encontramos diversas alusiones al tema, si bien ha sido la contratransferencia la más conocida, existen también otras denominaciones relacionadas, como por ejemplo: la aptitud de analista, la ecuación personal del analista, además de subsidiarias como el autoanálisis, el análisis didáctico y los controles (supervisión). A su vez, estas alusiones se engarzan con sus comentarios sobre el oficio imposible del analista (Freud, 1925/2009 y 1937/1998m) en d onde “analizar sería la tercera de aquellas profesiones “imposibles” en que se puede dar anticipadamente por cierto la insuficiencia del resultado. Las otras dos, ya de antiguo consabidas son el educar y el gobernar” (Freud, 1937/1998m, p. 249). Al respecto, es sugerente su afirmación referida a ser una práctica que no puede ser encausada por leyes externas: “lo que en verdad interesa, las posibilidades de desarrollo interno del psicoanálisis, están más allá de ordenamientos y prohibiciones” (Freud, 1925/1998k, p. 234). Está consciente que habrá de estar constantemente sensibilizando y abriendo la capacidad de escucha atenta de los terapeutas, en términos de su conexión con lo inconsciente. Recordemos, al respecto, cómo, en 1937, Freud recalca la necesidad de concebir el análisis en tanto proceso interminable, de esta concepción se infiere que la finalidad del análisis es preparar al candidato para que sea capaz de seguir autoanalizándose una vez interrumpido el análisis. Asimismo, se aconsejaba a los analistas rehacer un tramo de análisis cada cinco años. En Psicoanálisis profano (1925/1998k) señala que el médico no puede ejercer como analista si no se ha preparado para ello, subrayando las diferencias del método analítico con el de la sugestión, de lo relevante de estar atentos a la transferencia negativa ya que es esta la que permitiría discriminar si los efectos del tratamiento se deberían a la sugestión o no, aspecto invisibilizado con la transferencia positiva.

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a.

Posición subjetiva del analista y la contratransferencia En cuanto al ámbito de los contenidos o semántico en la obra de Freud, es en 1910 (en edición

de 1998d) que señalará su preocupación sobre lo que llamó la contratransferencia: reacciones en el tratante que se corresponden con los propios complejos y resistencias interiores producto del influjo del paciente sobre su sentir inconsciente; advirtiendo, cuatro años después, no dejarse deslizar por sentimientos tiernos hacia los pacientes. Se impone la preocupación ética por mantener el rol profesional y no pervertir la situación analítica en relación a ello. La palabra refiere del alemán Die Gegenübertragung

(la contratransferencia) y si la

desglosamos nos permite acercarnos a su construcción lingüística: Gegen es contra, pero también hacia y alrededor; über refiere a sobre y encima de; Tragung a cargar, llevar, acarrear. Gegen también significa en relación con, ir hacia, acercarse, encontrarse; y, Gegenüber también es lo que está enfrente del otro lado (Greenson, 1967). López Ballesteros la tradujo como transferencia recíproca (en Puntualizaciones sobre el amor de transferencia), dejando de lado el carácter de reacción, evocando más el de estar en frente de, al otro lado. En Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica (1910/1998d), en relación al psicoanálisis Freud afirma: Nos hemos visto llevados a prestar atención a la “contratransferencia” que se instala en el médico por el influjo que el paciente ejerce sobre su sentir inconsciente y no estamos lejos de exigirle que la discierna dentro de sí y la domine. Desde que un número mayor de personas ejercen el psicoanálisis e intercambian sus experiencias hemos notado que cada psicoanalista sólo llega hasta donde se lo permiten sus propios complejos y resistencias interiores, y por eso exigimos que inicie su actividad con un autoanálisis y lo profundice de manera ininterrumpida a medida que hace sus experiencias en los enfermos. Quien no consiga nada con ese autoanálisis puede considerar que carece de la aptitud para analizar enfermos (p.136). El autoanálisis no fue desarrollado como concepto ampliamente por Freud, alude a él en ciertas ocasiones. Refiere a la investigación de uno por sí mismo a través de ciertos procedimientos propios del método psicoanalítico.

Según Strachey,

Freud no siempre fue tan optimista respecto de las

posibilidades de este autoanálisis, insistiendo en la necesidad de realizar un análisis didáctico con otra persona para así ganar comprensión y superar las deficiencias psicológicas creadas por conflictos inconscientes no resueltos (1912/1998f) e incluso, como se indicaba, volver a él (análisis didáctico) cada cierto tiempo (1937/1998m). Esta preocupación será expuesta en una carta a Ferenczi (ex analizante) en donde le pide disculpas por su fracaso en superar sentimientos contratransferenciales que habrían 3

interferido en el análisis (1910, en Sandler et al., 1986), o en las conocidas limitaciones a las cuales se ve enfrentado en el caso Dora (1905 [1901]/1998c). En Puntualizaciones sobre el amor de transferencia Freud refiere el enamoramiento de una paciente por el médico: “Para el médico significa un esclarecimiento valioso y una buena prevención de una contratransferencia apronta en él” (1914/ 1998g, p.164). Afirma que el analista no debe ni sofocar ni corresponder al amor de transferencia. Señala lo difícil de la posición del clínico en dicha situación: Por otra parte, el experimento de dejarse deslizar por unos sentimientos tiernos hacia la paciente conlleva, asimismo, sus peligros. Uno no se gobierna tan bien que de pronto no pueda llegar más lejos de lo que se había propuesto. Opino, pues, que no es lícito desmentir la indiferencia que, mediante el sofrenamiento de la contratransferencia, uno ha adquirido (p. 168)2. Destacamos las palabras gobernarse y sofrenamiento ya que nos refieren a estar atentos más que a escamotear lo que ocurre durante los procesos de análisis con los pacientes, lo cual acerca a entender una relación en el plano de lo inconsciente y muestra también indicaciones sobre maneras de relacionarse consigo mismo hacia quien ejerza el oficio, lo que hace pensar en las prácticas de sí. Y agrega: Motivos éticos se suman a los técnicos para que el médico se abstenga de consentir el amor de la enferma […] Por alto que tase el amor, tiene que valorar más su oportunidad de elevar a la paciente sobre un estadio decisivo de vida […] Por lo que será lógico pensar que el analista impresione “como quien está a salvo de toda tentación”3 (Freud, 1914/ 1998g, pp. 168-173). Este elevar al paciente sobre un estadio decisivo de vida que destacamos nos hace pensar en la dimensión ética y social en que posicionaba Freud al psicoanálisis, en una posición subjetiva frente al paciente vinculada precisamente con la dominación de las pasiones propias. Instalaba con esto también la regla de abstinencia, aquella que instaba a no dar cuenta de lo personal del analista, ya que ello podía suponer predisponer o producir impedimentos en la libre expresión de los pacientes. La palabra contratransferencia no tendrá mayor mención en su obra, pero si varias referencias al espectro temático que nos interesa, en especial lo referido a la relación del analista con su trabajo prescrito, la mayoría en forma de metáforas retomadas por autores posteriores, como la del espejo, la del auricular del teléfono y la del ajedrez.

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Las cursivas son nuestras. Las cursivas son nuestras.

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En la metáfora del espejo Freud insta a que los analistas muestren al paciente lo menos posible de su vida personal, previniéndolos contra la discusión con el paciente de sus propias experiencias y dificultades: “El médico no debe ser transparente para el analizado, sino como la luna de un espejo, mostrar solo lo que le es mostrado” (Freud, 1912/1998f, p. 117). Si aparece la contratransferencia esta será un obstáculo, una resistencia que perturba el discernimiento de lo inconsciente, fallas propias en el analista, sus puntos ciegos en la percepción analítica (expresión que Freud toma de W. Stekel). Con ello, Freud busca reducir al máximo los efectos nocivos de la sugestión, evitando la inducción de lo propio hacia el paciente por parte del analista. En relación a esta metáfora señala la del cirujano, en donde equipara el tratamiento a una intervención quirúrgica y cómo, al igual que en esta, se requieren de preparativos previos: “un lugar adecuado, buena luz, alejamiento de parientes, etc.” (Freud, 1912/1998f, p. 418). Esta segunda metáfora supone una mayor implicación por parte del analista que la primera. Sin embargo, ambas tienen en común dejar fuera la contratransferencia. El sujeto y el objeto no entran en contacto, no hay riesgo de contaminación. Paula Heimann (1978) escribirá muchos años después, un artículo al respecto, titulado: Sobre la necesidad de que el analista sea natural con su paciente, evidenciado las reverberaciones posteriores que han tenido en los analistas estas prescripciones señaladas por Freud. Es importante señalar que para Freud el hecho de que el psicoanalista tuviera sentimientos hacia sus pacientes o conflictos causados por ellos no constituía en sí mismo la contratransferencia. No se trataba de que el analista fuera un espejo sino que funcionara como uno, reflejando, a través de las interpretaciones, el significado del material traído por el paciente, incluyendo las distorsiones transferenciales (Sandler et al., 1986). Freud consideraba a la contratransferencia más bien como una resistencia del clínico hacia su paciente (aspecto que retoma Lacan), debida a conflictos inconscientes despertados en el analista por lo dicho, hecho o por lo que representa el paciente para él. La contratransferencia puede surgir por la incapacidad del analista para tratar de modo apropiado aquellos aspectos del comportamiento y comunicación del paciente que inciden en sus propios problemas, por ello la sugerencia de reanalizarse cada cinco años (Freud, 1937/1998m). Cabe indicar que la noción de transferencia, tan central hoy en psicoanálisis, fue también considerada en un comienzo como un obstáculo por Freud. Al respecto, podemos comentar que, la construcción misma del psicoanálisis puede ser entendida como un ejercicio de trasposición teórica frente al desafío de abordar problemáticas psicopatológicas como la histeria. Freud, en las distintas experiencias con sus pacientes, logra encontrar un sentido en el sin sentido de la época. Al respecto, podríamos preguntarnos por qué no ocurre algo similar con la contratransferencia, en lo relacionado a este trabajo de trasposición, ¿llegando, quizás, a medio camino en el arbeit freudiano?, por lo menos 5

considerando las preocupaciones que siguieron a su obra y a debates actuales referidos a la subjetivación del analista. De ser aceptable este cuestionamiento, podríamos reflexionar en relación a que ambas metáforas (espejo y cirujano) las encontramos en un momento metapsicológico conocido como Primera tópica, en donde, desde lo técnico, se trataba de superar una resistencia, en la cual la situación analítica y su encuadre bastaban para permitir el empuje pulsional y descubrir los disfraces de la represión, en especial con la técnica de la interpretación. Es así como, en Estudios sobre la Histeria Freud señala: Mediante mi trabajo psíquico yo tenía que superar en el paciente una fuerza que contrariaba el devenir consciente (recordar) de las representaciones patógenas, una inteligencia nueva pareció abrírseme cuando se me ocurrió que esto podía ser la misma fuerza psíquica que cooperó con la génesis del síntoma histérico y en aquel momento impidió el devenir-consciente de la representación patógena (1895/1998a, p. 275). 4 Y al abandonar la hipnosis y confiar en un: mero esforzar (Drängen) podría hacer salir a luz las series de representaciones patógenas cuya presencia era indudable y como ese esforzar constaba empeños y me sugería la interpretación de tener que superar yo una resistencia, traspuse sin más ese estado de cosas a la teoría (p. 275). 5 Acá observamos cómo va de la técnica a la teoría, mostrando cómo lo que en un momento fue un obstáculo, la resistencia, en la medida que es traspuesto en la teoría, se puede volver instrumento. Freud muestra así su propia subjetivación en relación a sus descubrimientos al abordar el desafío frente a la tarea clínica dando un paso fundamental en la comprensión teórica. Se ponen en juego aspectos a superar, descubrir, trasponer en sí mismo, de momentos discontinuos, en un darse cuenta imprevisto, sorpresivo para el mismo pensador. Es interesante constatar que luego de la primera tópica sus alusiones a la técnica son pocas. El problema se situará, ya no en cómo continuar un análisis, sino en cómo terminarlo. La ampliación y profundización de la clínica obligarán a reformulaciones teóricas lo que a su vez supondrá innovaciones en la técnica. En esta dirección, una diferencia sustancial se da en relación a la conceptualización del conflicto psíquico. En la primera tópica este se planteará entre inconsciente y lo consciente como sistemas cerrados; en la segunda tópica será entre instancias e intra instancias. Encontramos los conceptos técnicos fragmentados en distintos artículos ya no sistematizados como en la primera tópica.

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La cursiva es nuestra. La cursiva es nuestra.

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En síntesis, el paciente transfiere en el analista. La contratransferencia creada por el sujetopaciente en el objeto-analista no será incluida en sesión, deberá ser escuchada por un tercero (ya sea en análisis didáctico o en supervisión). Sin embargo, de manera implícita, Freud manifiesta incluir los efectos subjetivos de la escucha en el clínico en el marco de la sesión, ejemplos de ello serían la metáfora del auricular del teléfono y la del ajedrez. En la metáfora del auricular del teléfono Freud (1912/1998e) señala que: El médico debe ponerse en estado de valorizar para los fines de la interpretación, del discernimiento de lo inconsciente escondido, todo cuanto se le comunique, sin sustituir por una censura propia la selección que el enfermo resignó; dicho en una fórmula: debe volver hacia el inconsciente emisor del enfermo su propio inconsciente como órgano receptor, acomodándose al analizado como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono (p. 115)6. En este párrafo, que después retoman Racker (1973) y Heimann (1949), descubrimos el carácter relacional de la situación analítica, la impronta de cirujano no debe impedir la acomodación del analista al inconsciente emisor del enfermo. Freud indica un determinado posicionamiento subjetivo frente a lo traído por el paciente, poniendo en juego lo inconsciente propio. Y, en el caso del Ajedrez: Quien pretenda aprender por los libros del noble juego del ajedrez, pronto advertirá que solo la apertura y los finales consienten una exposición sistemática y exhaustiva, en tanto que la rehúsa la infinita variedad de las movidas que siguen a las de apertura. Únicamente el ahincado estudio de partidas en que se midieron grandes maestros puede colmar las lagunas de la enseñanza. A parecidas limitaciones están sujetas las reglas que uno pueda dar para el ejercicio del tratamiento psicoanalítico (Freud, 1913/1998h, p. 125)7 El énfasis esta puesto en el inicio, en realizar ciertas jugadas para direccionar el proceso, lo que ocurra después es incierto, todo lo cual delimita un campo con características específicas de acción para el tratante, imponiéndole ciertas limitaciones o reglas a ambas partes en juego, sujeciones con las cuales tendrá que lidiar la subjetivación del analista. Así pues, las preocupaciones sobre la subjetivación del analista, quedan en el plano de lo técnico-ético. Si revisamos más específicamente este aspecto, nos encontraremos con dos elementos a considerar: por un lado la noción de realidad (psíquica) y el trabajo vinculado al juicio y al sentido de 6 7

Las cursivas son nuestras. Las cursivas son nuestras.

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realidad y, por otro, a lo que implica la capacidad de mantener una atención parejamente flotante por parte del analista en relación a lo que el paciente le trae en transferencia. Es decir, el analista debe poder discriminar que es estímulo de lo que es apercepción y recuerdo y, a la vez, estar atento a todo cuanto manifieste el analizado. La realidad para el psicoanálisis implica aceptar la realidad psíquica del deseo, lo que implica a su vez el levantamiento de la represión de la sexualidad infantil. ¿Qué garantiza el logro de la atención parejamente flotante?, ¿el propio análisis del terapeuta? Freud señalará que el análisis no asegura que por incremento pulsional más allá de cierta medida el sujeto no se vea libre de apelar a satisfacciones sustitutivas anómalas (1937/1998m). La aptitud de analista (Freud, 1937/199...


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