La influencia de los gimnosofistas en Pirrón y en el escepticismo PDF

Title La influencia de los gimnosofistas en Pirrón y en el escepticismo
Course Historia de la Filosofía Antigua II
Institution UNED
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Summary

Desarrollo de un tema libre escogido del tercer bloque que trata sobre el escepticismo para la realización de la Prueba de Evaluación Continua (PEC). ...


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La justificación de este este ensayo recae en, por una parte, la curiosidad de saber cómo la filosofía oriental inspiró a Pirrón de Elis, y, por otra, comprender hasta qué punto pudo ayudar a formular los primeros planteamientos escépticos. Este interés surgió al conocer la relevancia que tuvo para el surgimiento de las “ideas escépticas” en Pirrón el encuentro entre este y los gimnosofistas durante la expedición de Alejandro Magno. Después de la familiarización con la escuela escéptica, este hecho llegó a extrañar debido a las preconcepciones que se tenían respecto a los gimnosofistas: una especie de brahmanes que realizaban prácticas ascéticas. Dichas prácticas recordaban más a las de los estoicos (si bien es cierto que esta corriente es ligeramente posterior a la escéptica, es decir, se funda posteriormente) que a las de los escépticos. De allí surge la necesidad de indagar y buscar un nexo común entre los gimnosofistas y el escepticismo. Para realizar satisfactoriamente esta labor se ha considerado pertinente empezar por conocer a ambos protagonistas del ya mencionado encuentro: a los gimnosofistas y a Pirrón de Elis. En la publicación Los gimnosofistas indios como modelos del sabio asceta para cínicos y cristianos vemos que “antes de la expedición de Alejandro Magno los griegos lo ignoraban casi todo acerca de la India” (Oliver Segura, 1990: 53). Las relaciones entre ambos pueblos habían sido prácticamente inexistentes y destacaban por el recelo y la desconfianza. De hecho, cuando Alejandro llegó al norte de la India se vio obligado a enviar a Onesícrito como intermediario para conocer la filosofía de los gimnosofistas (o brahmanes), ya que estos “se negaban a presentarse ante el rey invasor” (Oliver Segura, 1990: 54). Esto implica que el primer contacto con los gimnosofistas lo estableció Onesícrito quien más tarde relataría el encuentro en su obra sobre Alejandro, la cual se perdió, pero, como indica Oliver Segura (1990), que llegó a nosotros gracias a los resúmenes de Estrabón y Plutarco. En dicho relato Onesícrito se entrevista con dos gimnosofistas: Cálano y Dándamis. El primero de ellos le advierte de una “inminente destrucción del mundo, pues Dios estaba enojado a causa de la soberbia de los hombres […]” haciendo una “[…] clara alusión a la expedición de Alejandro” (Oliver Segura, 1990: 55). El autor anteriormente citado escribe que dicha doctrina parece asemejarse más al de los ascetas judíos que a alguna de las tres grandes religiones indias, señalando como posible motivo el contacto previo que tuvo precisamente con los ascetas judíos, poniendo en boca de Cálano doctrinas judías al parecerle la filosofía de este de difícil entendimiento.

Si bien el encuentro con el segundo entrevistado, Dándamis, careció de la hostilidad percibida en la primera entrevista, no deja de caer en sospecha de no ceñirse del todo a la realidad. El discurso de este gimnosofista se parecía demasiado al de un filósofo cínico al ir enunciando los principales ideales del cinismo, pero, como indica nuevamente Oliver Segura, de forma aún más extrema, es decir, si los cínicos rehuían del placer, los gimnosofistas se recreaban en el dolor corporal; si Diógenes vivía en un tonel, los gimnosofistas vivían a la intemperie en los bosques; si los cínicos vestían un tribón, los gimnosofistas iban desnudos (y así continuaba con los demás ideales). Y, corroborando la sospecha mencionada anteriormente, Oliver Segura (1990) señala que “cuando Onesícrito dice a Dándamis que también en Grecia Pitágoras, Sócrates y Diógenes habían vivido así, Dándamis replica que los griegos erraban al anteponer lo que es por costumbre (katà nómon) a lo que es por naturaleza (katà phýsin), sentencia que resume muy bien el principio fundamental de la filosofía cínica”. Esta manipulación de los hechos, fruto de la proyección de los ideales cínicos del propio Onesícrito sobre estos brahmanes, dificulta conocer los planteamientos filosóficos de los gimnosofistas de esa época. Más allá de los pocos documentos “occidentales” conservados sobre el primer contacto entre griegos e gimnosofistas, nos encontramos con otra obra –esta vez de procedencia oriental− de notable importancia que recoge el pensamiento la filosofía antigua india, en general, y la escuela ajñana, en particular. Se trata de Early Buddhist Theory of Knowledge, cuyo autor es el ceilandés Kulatissa Nanda Jayatilleke. En dicha obra vemos recogidas entre las páginas 111 y 113 algunos de los principales planteamientos principales de la corriente ajñana, considerada escéptica radical, como la imposibilidad de determinación el valor de verdad de las proposiciones filosóficas, “[…] there is no one with an outstanding intellect whose statements may be regarded as authoritative […]” (Javatilleke, 1963: 112), o de obtener un conocimiento preciso de la naturaleza, “[…] knowledge cannot completely comprehend the nature of the object of knowledge […]” (Javatilleke, 1963: 112). Estas ideas se asemejan bastante a las del escepticismo helenístico. Sin embargo, surge un problema cronológico que imposibilita la influencia de la escuela ajñana en la escéptica: el único texto auténtico del escepticismo radical indio sitúa, según Narayan Compawat (1995), a esta escuela entre los siglos VIII y IX d. C. Una vez presentadas algunas de las problemáticas existentes para conocer los planteamientos filosóficos de los gimnosofistas del s. IV a. C., continuaremos estudiando brevemente a otro de los protagonistas: Pirrón de Élide.

Aquí no pretendemos volver a reproducir datos biográficos ya presentes en la mayoría de manuales, sino compartir aquellos aspectos no tan frecuentemente tratados y que pueden enriquecer a estos primeros. Uno de estos aspectos es el presentado por Ramón Román Alcalá (2017), quien duda de Pirrón de Élide como iniciador del escepticismo griego, vinculando este dato histórico sesgado a la necesidad de Enesidemo de refundar dicho movimiento. Este encuadramiento se debe más bien al natural desarrollo de la escuela abderita en el cual Metrodoro de Quíos tuvo un papel relevante al conectarlo con el escepticismo. Como bien es sabido, este es discípulo –no queda del todo claro si de forma directa o indirecta− de Demócrito, por lo cual es normal que sorprenda que “un abderita que mantiene (dogmáticamente) como principios fundamentales de la naturaleza, lo lleno y lo vacío […]” y “[…] el reconocimiento […] de otros aspectos de la doctrina entre los que habría que destacar la concepción sobre los átomos, la infinitud de la materia, del espacio o de los mundos […]” (Román Alcalá, 2017: 325) sea el nexo común entre el atomismo de Demócrito y el escepticismo. La explicación la encontramos en uno de los puntos de partida que comparte con Demócrito: la negación de la verdad de las percepciones. Mientras Demócrito compensa esta afirmación con “la confirmación de la autonomía de la razón en el proceso del conocimiento […]”, es decir, que “[…] solo el conocimiento racional es válido; y sólo a través de la razón –pues el conocimiento sensible es erróneo− podemos conocer los principios fundamentales de la teoría atómica” (Román Alcalá, 2017: 325), Metrodoro rechaza que la razón conozca verdaderamente la realidad, defendiendo que no conocemos nada y que, por tanto, “todas las cosas son según la opinión”. Es decir, “si bien defiende claramente los principios físicos democríteos, profundiza en las dificultades que el sistema atomista ya detectaba y no resolvía […]”, como el rechazo de los sentidos por parte de Demócrito, y “[…] renuncia a encontrar una solución, consciente del fracaso que supone querer fundamentar el conocimiento de la realidad en lo racional” (Román Alcalá, 2017: 328). Aquí no se trata tanto de la inseguridad sobre la irresolubilidad del problema, sino de la convicción de que no es solucionable. Este planteamiento lo convierte en uno de los claros antecesores del escepticismo. A Metrodoro le sigue Anaxarco, con quien Pirrón coincide durante la expedición de Alejandro Magno. Al igual que sus predecesores, Anaxarco –también abderita− sigue la crítica al conocimiento sensible al señalar que “ningún criterio de verdad puede servir de orientación o guía para distinguir las impresiones falsas de las verdaderas” (Román

Alcalá, 2017: 330). Por otra parte, la aportación de Anaxarco al escepticismo, no solo se limita a cuestiones epistemológicas, sino, tal como indica Román Alcalá (2017), abre camino a la ética escéptica gracias a su encuentro –junto a Pirrón− con los gimnosofistas. Pero en este punto volvemos a encontrarnos con uno de los principales problemas que se ha ido repitiendo a lo largo del texto: la falta de certeza a la hora de afirmar la influencia de la filosofía gimnosofista sobre el escepticismo –ya sea esta a través de Anaxarco o, directamente, Pirrón− al apenas existir un documento o una fuente original y fiable de la época que recoja los planteamientos de esta escuela filosófica oriental. Además, tal como menciona Rodrigo Pinto de Brito (2011) resulta arriesgado y relacionar a Pirrón con la escuela gimnosofista al no existir evidencia documental suficiente. Aunque pueda parecer que, más que arrojar luz sobre la pregunta autoformulada, esta indagación haya enturbiado la respuesta sobre cómo los gimnosofistas inspiraron a Pirrón e influyeron en el escepticismo griego, esto no sería para nada cierto, ya que ha servido, por una parte, para mostrar la dificultad existente de acceder a documentos que recojan con cierto rigor las características de la filosofía propia de los gimnosofistas −invitando a que se realicen más investigaciones al respecto− y, por otra, relevando la enorme importancia de filosófos abderitas como Metrodo y Anaxarco –quien influyó enormemente en Pirrón− en asentar las bases del escepticismo griego....


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