La triste historia de la vaquita marina PDF

Title La triste historia de la vaquita marina
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Institution Colegio de Bachilleres del Estado de Oaxaca
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La triste historia de la vaquita marina Por Martín Bonfil Olivera Publicado

Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM

en Milenio

Diario,

2

Sin

de

duda

usted

ha

septiembre

oído

hablar

de

de 2018

la vaquita

marina.

Es uno de los mamíferos marinos más carismáticos, al menos para los mexicanos, pues es endémico de nuestro país (es decir, no se halla en ningún otro sitio en el mundo). Tiene además características físicas que lo hacen adorable: su tamaño, más pequeño que el de un delfín (los adultos miden de metro y medio a dos metros, y llegan a pesar unos 135 kilos); su cuerpo regordete pero de proporciones armoniosas, y sobre todo su dulce rostro, con manchas negras rodeando los ojos que recuerdan un coqueto maquillaje, y alrededor de la boca, que hacen parecer que nos manda un besito. Curiosamente este cetáceo, el más pequeño del mundo –es pariente,

sí,

de

las ballenas,

pero

es

más

cercano

a

los delfines (la diferencia es que las ballenas tienen barbas, y los

delfines

y

las marsopas –grupo

al

que

pertenece

la

vaquita– tienen dientes)–, era desconocido hasta hace sólo 60 años, cuando fue descubierto por biólogos marinos estadounidenses en

el Mar

de

Cortés,

en

la

costa

de

Baja

California.

Se calcula que la especie, cuyo nombre científico es Phocoena sinus,

existe

actualmente

desde su

hace

hábitat

unos está

3

millones

restringido

de a

años,

una

y

zona

relativamente pequeña en la esquina noroeste del Mar de Cortés. Entre otras características interesantes, la vaquita marina, que normalmente llega a vivir unos 25 años, cuenta como sus primos los delfines con un sentido de ecolocalización similar al de los murciélagos, que le permite comunicarse, navegar y detectar a sus presas. La desgracia de la vaquita es que convive con otra especie muy codiciada: la totoaba, un pez cuyo buche o vejiga natatoria es considerada un manjar en la cocina china, donde simboliza la fortuna y la salud, por lo que se consume en bodas, cumpleaños y fiestas de fin de año. La pesca de totoaba ha aumentado tan tremendamente que la ha llevado al borde de la extinción (la especie es también endémica del Mar de Cortés, y se la clasifica como “en peligro crítico”, aunque, al no ser carismática, nadie parece preocuparse demasiado por su desaparición: ni siquiera los chinos que la consumen). Consecuentemente, su precio ha aumentado al grado de ser comparable al de la cocaína (se la ha llamado “la cocaína acuática”). Esto hace que, a pesar de vedas y prohibiciones, y de la siempre insuficiente vigilancia de las autoridades, los pescadores furtivos posean amplios recursos para seguirla pescando.

Y he ahí el problema, porque para pescar totoaba se utilizan redes de enmalle o “agalleras” de nailon, que se fijan al suelo marino como una pared. Las totoabas, al toparse con ella,

quedan

atrapadas por las agallas. Pero también pueden enredarse ahí otras

especies

de

peces, incluyendo tiburones, e incluso mamíferos como delfines y,

para

su

desgracia, la vaquita marina. Y peor: muchas veces las redes

abandonadas

por los pescadores permanecen fijas, o bien se sueltan y convierten

en

fantasma” que siguen atrapando peces y mamíferos marinos. Y

como son de

“redes

nailon, pueden durar años sin descomponerse. Debido a ello, se estima que de 2011 a la fecha los pescadores furtivos han exterminado al 90% de las vaquitas (cuya población probablemente ya era pequeña para empezar). Se calcula que en 1997 había unos 567 ejemplares; para 2008, la población había disminuido a menos de la mitad, 245. Para 2014 quedaban apenas unas 97, y en marzo de 2018

sólo

había

unas

30

(hoy,

quizá

no

más

de

12).

Aunque los biólogos opinan que, para todo fin

práctico,

especie ya está “funcionalmente extinta ”, en los

últimos años

científicos,

mexicano

ambientalistas

y

el

gobierno

la

hicieron esfuerzos, insuficientes y tardíos, para

rescatarla.

Desde tomar muestras de tejido para desarrollar

líneas

celulares que se mantendrán en congelación

profunda, lo

que algún día podría permitir clonarla (aunque

esto

no

permitiría revivir la especie, pues no tendría la diversidad genética necesaria para formar una población capaz de sobrevivir de modo silvestre) hasta capturar algunos de los últimos ejemplares para tratar de conservarlos y reproducirlos en cautiverio. Este último esfuerzo fracasó y se canceló cuando uno de los ejemplares capturados murió poco

después

de

ser

“rescatado”.

Si usted quiere conocer más sobre ella y su historia antes de que desaparezca, puede visitar la exposición temporal “Vaquita marina entre redes: una historia que no debe repetirse” en el museo de ciencias Universum de la UNAM, en Ciudad Universitaria, de lunes a domingo de 9 a 6. Porque es importante ser conscientes de que la vaquita es sólo un caso entre muchos: actualmente hay, sólo en México, unas 2 mil 600 especies animales y vegetales en riesgo de desaparecer, de un total de 5 mil 583 a nivel mundial. Entre ellas el ajolote, el jaguar, el manatí, la guacamaya roja, y la tortuga caguama. Además de su valor económico o turístico –del que se han sabido beneficiar, mientras conservan el ambiente, países como Costa Rica–, la riqueza biológica es vital para conservar el equilibrio ecológico de la biósfera. El triste caso de la vaquita marina nos deja como lección que, o actuamos ya para frenar el deterioro de la naturaleza, o las futuras generaciones lo lamentarán....


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