LAS 50 SOMBRAS DE GREY I PDF

Title LAS 50 SOMBRAS DE GREY I
Author William Abril
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Fifty Shades of Grey E.L. James 1 Fifty Shades of Grey E.L. James Sinopsis Cuando la estudiante de literatura Anastasia Steele es obligada a entrevistar al exitoso y joven empresario Christian Grey para la revista de su escuela, ella lo encuentra atractivo, enigmático e intimidante. Convencida de qu...


Description

Fifty Shades of Grey

E.L. James

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Fifty Shades of Grey

E.L. James

Sinopsis Cuando la estudiante de literatura Anastasia Steele es obligada a entrevistar al exitoso y joven empresario Christian Grey para la revista de su escuela, ella lo encuentra atractivo, enigmático e intimidante. Convencida de que su entrevista salió mal, intenta sacar a Grey fuera de su mente, hasta que él aparece en la tienda a las afuera de la ciudad en dónde ella trabaja a tiempo parcial. La mundana e inocente Ana, se sorprende al notar que ella quiere a este hombre, y cuando él le advierte que se mantenga alejada, sólo aumenta su desesperación por estar cerca de él. Incapaz de resistirse a la belleza, ingenio y espíritu independiente de Ana, Grey admite que la desea, pero en sus propios términos. Impresionada pero emocionada por los singulares gustos eróticos de Grey, Ana duda. Por todas las trampas del éxito —su negocio multinacional, su gran riqueza, su amada familia adoptiva—, Grey es un hombre atormentado por demonios y consumado por la necesidad de controlar. Cuando la pareja se embarca en una relación apasionada, física y atrevida, Ana aprende más acerca de sus propios deseos oscuros, así como también del Christian Grey escondido del escrutinio público. ¿Puede su relación trascender la pasión física? ¿Ana se encontrará así misma sometiéndose al auto indulgente Maestro? Y si lo hace, ¿seguirá amando lo que encuentre? Erótica, divertida y conmovedora, la trilogía The Fifty Shades es una historia que te obsesionará, te poseerá y se quedará contigo por siempre.

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Fifty Shades of Grey

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Índice Sinopsis

Capítulo 15

Capítulo 1

Capítulo 16

Capítulo 2

Capítulo 17

Capítulo 3

Capítulo 18

Capítulo 4

Capítulo 19

Capítulo 5

Capítulo 20

Capítulo 6

Capítulo 21

Capítulo 7

Capítulo 22

Capítulo 8

Capítulo 23

Capítulo 9

Capítulo 24

Capítulo 10

Capítulo 25

Capítulo 11

Capítulo 26

Capítulo 12

Continuación

Capítulo 13

Sobre Autor

Capítulo 14

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Capítulo 1

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runzo el ceño con frustración hacia mí misma frente al espejo. Maldito sea mi cabello, sencillamente no se comporta y maldita sea Katherine Kavanagh por estar enferma y someterme a esta terrible experiencia. Debería estar estudiando para mis exámenes finales, que son la próxima semana, sin embargo, aquí estoy, intentando cepillar mi cabello para que luzca controlado. No debo dormir con el cabello mojado. No debo dormir con el cabello mojado. Recitando este mantra varias veces, intento, una vez más, tenerlo bajo control con el cepillo. Pongo los ojos en blanco con exasperación, y miro a la pálida chica con cabello castaño y ojos azules demasiado grandes para su rostro devolviéndome la mirada, y me rindo. Mi única opción es dominar mi caprichoso cabello con una cola de caballo y esperar que luzca semipresentable. Kate es mi compañera de habitación y ha elegido el día de hoy, de todos los días posibles, para sucumbir a la gripe. Por lo tanto, no puede asistir a la entrevista que había quedado de hacer, con algún magnate mega-industrial del que jamás he oído hablar, para el periódico escolar. Así que me he ofrecido voluntaria. Tengo exámenes finales con los que quemarme las pestañas, un ensayo que terminar, y se supone que vaya a trabajar esta tarde, pero no, hoy tengo que conducir doscientos sesenta y cinco kilómetros hacia el centro de Seattle para reunirme con el enigmático Gerente General de Grey Enterprises Holdings Inc. Como un excepcional empresario, y muy importante benefactor de nuestra universidad, su tiempo es extraordinariamente precioso —mucho más precioso que el mío— pero le ha concedido una entrevista a Kate. Una verdadera oportunidad, me dice ella. Malditas sean sus actividades extracurriculares. Kate está acurrucada en el sofá, en la sala. —Ana, lo lamento. Me tomó nueve meses conseguir esta entrevista. Tomará otros seis meses volver a programarla, y ambas nos habremos graduado para entonces. Como editora, no puedo dejar pasar esta oportunidad. Por favor —me ruega Kate con su áspera y adolorida voz. ¿Cómo lo hace? Incluso enferma, se ve pícara y hermosa, con el cabello rubio fresa en su lugar y los ojos verdes brillantes, aunque ahora estén rojos y llorosos. Ignoro mi punzada de simpatía inoportuna.

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—Por supuesto que iré, Kate. Deberías regresar a la cama. ¿Quieres algo de Nyquil o Tylenol? —Nyquil, por favor. Aquí están las preguntas y mi mini grabadora. Sólo presiona “Grabar” aquí. Haz notas, lo transcribiré todo. —No sé nada de él —murmuro, intentando y fallando en suprimir mi creciente pánico. —Las preguntas te ayudarán. Ve. Es un largo camino. No quiero que llegues tarde.

—De acuerdo, me voy. Regresa a la cama. Te hice algo de sopa para que calientes más tarde. —La miro fijamente, con cariño. Sólo por ti, Kate, haría esto.

—Lo haré. Buena suerte. Y gracias, Ana… como de costumbre, eres mi salvavidas.

Recogiendo mi cartera, le sonrío irónicamente, luego salgo directo al auto. No puedo creer que haya dejado a Kate convencerme de esto. Pero entonces Kate puede convencer a cualquiera de cualquier cosa. Será una periodista excepcional. Es elocuente, fuerte, persuasiva, argumentativa, hermosa… y es mi amiga más, más querida.

Los caminos están despejados cuando salgo de Vancouver, WA1, hacia Portland y la I52. Es temprano, y no tengo que estar en Seattle hasta las dos de la tarde. Afortunadamente, Kate me ha prestado su Mercedes CLK deportivo. No estoy segura de que Wanda, mi Viejo VW Beetle, conseguiría hacer el trayecto a tiempo. Oh, conducir el Merc3 es divertido, y los kilómetros se desvanecen cuando piso el acelerador al máximo. Mi destino son las oficinas centrales de la empresa internacional del Sr. Grey. Es un enorme edificio de veinte pisos, con cristales curvados y acero, una fantasía arquitectónica utilitaria, con las palabras “Grey House” escritas discretamente en acero sobre las puertas delanteras de vidrio. Faltan quince minutos para las dos cuando llego, enormemente aliviada de no llegar tarde mientras camino hacia el enorme —y francamente intimidante— vestíbulo de cristal, acero y arenisca blanca. Detrás del sólido escritorio de arenisca, una muy atractiva y bien arreglada rubia me sonríe amablemente. Está usando la chaqueta grisácea y camisa blanca más nítidas que alguna vez he visto. Se ve inmaculada.

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WA: Washington I-5: Interestatal 5. 3 Merc: Abreviación de Mercedes.

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—Estoy aquí para ver al Sr. Grey. Soy Anastasia Steele representando a Katherine Kavanagh. —Discúlpeme por un momento, Srta. Steele. —Ella enarca una ceja ligeramente mientras espero tímidamente en frente suyo. Estoy empezando a desear haber pedido prestado uno de los blazer formales de Kate en lugar de usar mi chaqueta azul marino. He hecho un esfuerzo y me he puesto mi única falda, mis cómodas botas marrones hasta la rodilla y un suéter azul. Para mí, esto es inteligente. Pongo una de las hebras de mi cabello tras mi oreja mientras pretendo que ella no me intimida. —Se espera a la Srta. Kavanagh. Firme aquí por favor, Srta. Steel. Use el último ascensor a la derecha, presione el piso número veinte. —Me sonríe amablemente, divertida sin duda, mientras firmo. Me entrega un pase de seguridad que tiene la palabra “VISITANTE” estampada muy firmemente en el frente. No puedo evitar esbozar una sonrisilla. Sin duda es obvio que sólo estoy de visita. No encajo aquí, en absoluto. Nada cambia, suspiro para mis adentros. Agradeciéndole, camino hacia la zona de ascensores más allá de los dos hombres de seguridad que están mucho más inteligentemente vestidos que yo con sus trajes negros bien confeccionados. El ascensor me sacude con una velocidad al límite hacia el piso número veinte. Las puertas se abren y estoy en otro gran vestíbulo, de nuevo, de cristal, acero y arenisca blanca. Me veo frente a otro escritorio de arenisca y otra joven rubia vestida impecablemente de blanco y negro, se levanta para saludarme. —Señorita Steele, ¿podría esperar aquí, por favor? —Señala a una zona de espera con sillas de cuero blanco. Detrás de las sillas de cuero hay una espaciosa sala de reuniones con paredes de vidrio y una mesa de madera oscura igualmente espaciosa, rodeada con al menos veinte sillas a juego. Más allá de ellas, hay una ventana que va desde el piso hasta el techo con una vista del cielo de Seattle que deja ver toda la ciudad hacia el Sound4. Es una vista sorprendente y estoy momentáneamente paralizada por ella. Wow. Me siento, rebusco las preguntas en mi cartera y las reviso, maldiciendo para mis adentros a Kate por no darme una corta biografía. No sé nada de este hombre al que estoy a punto de entrevistar. Él podría tener noventa o treinta años. La incertidumbre es mortificante y mis nervios vuelven a la superficie, poniéndome inquieta. Nunca he estado cómoda con las entrevistas cara a cara, prefiero el anonimato de una discusión grupal en la que me puedo sentar inadvertidamente en la parte trasera de la habitación. 4

Sound: Estrecho de Puget (o Puget Sound) es un profundo entrante del océano Pacífico localizado en la costa noroccidental de los Estados Unidos.

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Para ser honesta, prefiero mi propia compañía, leyendo una clásica novela británica, acurrucada en una silla en la biblioteca del campus. No sentada y retorciéndome nerviosamente en un colosal edificio de cristal y piedra. Pongo los ojos en blanco para mí misma. Cálmate, Steele. Juzgando por el edificio, que es demasiado frío y moderno, presumo que Grey está en sus cuarenta: delgado, bronceado y rubio para encajar con el resto del personal. Otra elegante rubia impecablemente vestida sale de una gran puerta a la derecha. ¿Qué es lo que sucede con todas las rubias inmaculadas? Esto parece Stepford5. Respirando hondo, me pongo de pie. —¿Señorita Steele? —pregunta la última rubia.

—Sí —grazno, y me aclaro la garganta—. Sí. —Eso sonó más seguro. —El Sr. Grey la verá en un momento. ¿Puedo tomar su chaqueta? —Oh, por favor. —Lucho para quitarme la chaqueta. —¿Le han ofrecido algún refresco?

—Um… no. —Oh, Dios, ¿la Rubia Número Uno está en problemas? La Rubia Número Dos frunce el ceño y le da una mirada a la joven mujer detrás del escritorio. —¿Le gustaría té, café, agua? —pregunta, volviendo su atención nuevamente a mí. —Un vaso de agua. Gracias —murmuro.

—Olivia, por favor tráele a la Srta. Steele un vaso de agua. —Su voz es severa. Olivia se levanta inmediatamente y se escabulle tras una puerta al otro lado del vestíbulo. —Mis disculpas, Srta. Steele, Olivia es nuestra nueva interna. Por favor, siéntese. El Sr. Grey la verá en cinco minutos. Olivia regresa con un vaso de agua helada. —Aquí tiene, Srta. Steele. —Gracias.

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Stepford: The Stepford Wives (en España e Hispanoamérica, Las mujeres perfectas), es una novela de 1972, escrita por el autor de “El bebe de Rosemary”, Ira Levin.

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La Rubia Número Dos camina hacia el gran escritorio, sus tacones haciendo eco en el piso de arenisca. Se sienta y ambas continúan con su trabajo. Tal vez el Sr. Grey insiste en que todas sus empleadas sean rubias. Me estoy preguntando ociosamente si eso es legal, cuando la puerta de la oficina se abre y un hombre afroamericano alto, atractivo, elegantemente vestido y con cortas rastas sale. Definitivamente me he puesto la ropa equivocada. Él se da la vuelta y dice a través de la puerta: —Golf, esta semana, Grey. No escucho la respuesta. Él se da la vuelta, me ve, y sonríe, sus oscuros ojos arrugándose en las esquinas. Olivia ha saltado de su silla y llamado el ascensor. Parece lucirse al saltar de su asiento. ¡Está más nerviosa que yo! —Buenas tardes, señoritas —dice él mientras sale por la puerta deslizante.

—El Sr. Grey la verá ahora, Srta. Steele. Puede pasar —dice la Rubia Número Dos. Me pongo de pie temblorosamente, intentando suprimir mis nervios. Recogiendo mi cartera, abandono mi vaso de agua y me abro paso hacia la puerta parcialmente abierta. —No necesita tocar, sólo entre. —Ella sonríe amablemente. Empujo la puerta para abrirla y entro a trompicones, tropezándome con mis propios pies y cayendo de cabeza dentro de la oficina. ¡Mierda, yo y mis dos pies izquierdos! Estoy sobre manos y rodillas en el umbral de la oficina del Sr. Grey y amables manos están rodeándome, ayudándome a ponerme de pie. Estoy tan avergonzada, maldita sea mi torpeza. Tengo que armarme de valor para levantar la mirada. Dios mío, él es tan joven. —Señorita Kavanagh. —Extiende una mano con largos dedos hacia mí una vez estoy de pie—. Soy Christian Grey. ¿Se encuentra bien? ¿Le gustaría sentarse? Tan joven… y atractivo, muy atractivo. Es alto, está vestido con un fino traje gris, camisa blanca, corbata negra, rebelde cabello cobrizo e intensos y brillantes ojos grises que me observan sagazmente. Me toma un momento encontrar mi voz. —Um… de hecho… —murmuro. Si este tipo está en sus treinta entonces estoy completamente sorprendida. Aturdida, pongo mi mano en la suya y nos damos un apretón. Cuando nuestros dedos se tocan, siento un raro y excitante hormigueo recorriéndome. Aparto mi mano apresuradamente, avergonzada. Debe ser la estática. Parpadeo rápidamente, mis pestañas igualando el ritmo de mi corazón—. La Srta. Kavanagh está indispuesta, así que me envió a mí. Espero que no le moleste, Sr. Grey.

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—¿Y usted es? —Su voz es cálida, posiblemente divertida, pero es difícil saberlo por lo impasible de su expresión. Parece ligeramente interesado, pero más que eso, cortés. —Anastasia Steele. Estoy estudiando Literatura Inglesa con Kate, um… Katherine… um… la Srta. Kavanagh, en la Washington State. —Ya veo —dice simplemente. Creo que veo el fantasma de una sonrisa en su expresión, pero no estoy segura. —¿Le gustaría tomar asiento? —Me señala el sofá de cuero blanco con forma de “L”. Su oficina es demasiado grande para sólo un hombre. Frente a las ventanas que van desde el piso hasta el techo, hay un enorme escritorio moderno de madera oscura en el que seis personas podrían comer cómodamente. Hace juego con la mesa de café junto al sofá. Todo lo demás es blanco: el techo, los pisos y las paredes, excepto aquella junto a la puerta en la que cuelga un mosaico de pequeñas pinturas, treinta y seis de ellas arregladas formando un cuadrado. Son exquisitas, una serie de objetos mundanos y olvidados pintados con detalles tan preciosos que lucen como fotografías. Puestas juntas, son impresionantes. —Un artista local. Trouton —dice Grey cuando atrapa mi mirada.

—Son adorables. Elevan lo ordinario hasta lo extraordinario —murmuro, distraída por él y por las pinturas. Inclina su cabeza hacia un lado y me observa atentamente. —No podría estar más de acuerdo, Srta. Steele —responde, su voz es suave y por alguna razón inexplicable, me encuentro a mí misma sonrojándome. Fuera de las pinturas, el resto de la oficina es fría, limpia y clínica. Me pregunto si eso refleja la personalidad del Adonis que se hunde con gracia en una de las sillas de cuero blanco frente a mí. Sacudo la cabeza, alterada por la dirección que toman mis pensamientos, y recupero las preguntas de Kate de mi cartera. Después, pongo la mini grabadora y soy tan torpe, que la dejo caer dos veces en la mesa de café enfrente de mí. El Sr. Grey no dice nada, esperando pacientemente —espero— mientras yo me avergüenzo y me pongo más nerviosa. Cuando me armo de valor para mirarlo, él me está observando, una mano relajada contra su regazo y la otra ahuecando su barbilla, deslizando su largo dedo índice a través de sus labios. Creo que está intentando suprimir una sonrisa. —Lo lamento —tartamudeo—. No estoy acostumbrada a esto. —Tómese todo el tiempo que necesite, Srta. Steele —dice él. —¿Le molesta si grabo sus respuestas?

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—Después de que se ha tomado tantas molestias poniendo la grabadora, ¿me pregunta ahora? Me sonrojo. ¿Se está burlando? Eso espero. Parpadeo hacia él, insegura de qué decir, y creo que le doy lástima porque cede. —No, no me molesta. —¿Kate, quiero decir, la Srta. Kavanagh, le explicó para qué era la entrevista?

—Sí. Para que aparezca en la publicación de la graduación del periódico escolar dado que seré quien confiera los diplomas en la ceremonia de graduación de este año. ¡Oh! Estas son noticias nuevas para mí y estoy temporalmente preocupada por el pensamiento de que alguien no mucho mayor que yo —de acuerdo, quizá seis años o algo así, y bien, mega exitoso, pero aun así— va a entregarme mi diploma. Frunzo el ceño, trayendo mi caprichosa atención de vuelta a la tarea que tengo en mano. —Bien. —Trago nerviosamente—. Tengo algunas preguntas, Sr. Grey. —Acomodo un mechón rebelde de mi cabello tras mi oreja. —Pensé que las tendría —dice, inexpresivo. Se está riendo de mí. Mis mejillas se calientan al darme cuenta de eso, me enderezo y cuadro los hombros en un intento de verme más alta e intimidante. Presionando el botón de grabación en la grabadora, intento lucir profesional. —Es usted muy joven para haber acumulado un imperio así. ¿A qué le debe su éxito? —Lo miro. Su sonrisa es triste, pero luce vagamente decepcionado.

—Los negocios son siempre sobre las personas, Srta. Steele, y soy muy bueno juzgándolas. Sé qué las enoja, qué las hace prosperar y qué no, qué las inspira y cómo incentivarlas. Doy empleo a un equipo excepcional y los recompenso bien. —Hace una pausa y fija una mirada gris en mí—. Mi creencia es conseguir el éxito en cualquier plan que uno tenga, para convertirse uno mismo en el maestro de dicho plan, conocerlo por dentro y por fuera, conocer cada detalle. Trabajo duro, muy duro para hacer eso. Tomo decisiones basadas en la lógica y los hechos. Tengo un instinto natural que puede descubrir y nutrir una buena y sólida idea y a buenas personas. La línea final siempre está reducida a las buenas personas. —Quizá sólo tiene suerte. —Esto no está en la lista de Kate, pero él es tan arrogante. Sus ojos destellan momentáneamente, sorprendidos. —No me adhiero a la suerte o a la oportunidad, Srta. Steele. Entre más duro trabajo más suerte parezco tener. Realmente se trata de tener a las personas correctas en su equipo y dirigir sus energías adecuadamente. Creo que fue Harvey Firestone quien dijo

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“El crecimiento y el desarrollo de las personas es la tarea más importante del liderazgo”. —Suena como un controlador. —Las palabras están fuera de mi boca antes de que pueda detenerlas. —Oh, practico el control en todas las cosas, Srta. Steele —dice sin un rastro de humor en su sonrisa. Lo miro, y él sostiene mi mirada firmemente, imperturbable. Mi pulso se acelera, y mi cara se sonroja de nuevo. ¿Por qué tiene un efecto tan desconcertante en mí? ¿Su abrumadora y atractiva apariencia quizás? ¿La forma en que me mira? ¿La forma en que frota suavemente su dedo índice sobre su labio inferior? Me gustaría que dejara de hacer eso. —Además, se adquiere un inmenso poder asegurándote a ti mismo en tus fantasías secretas que naciste para controlar las cosas —continúa, su voz suave. —¿Siente que tiene un inmenso poder? —Controlador. —Empleo a alrededor de cuarenta mil personas, Srta. Steele. Eso me da un cierto sentido de responsabilidad… poder, si así prefiere. Si decidiera que ya no estaba interesado en el negocio de las telecomu...


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