Lozano - Alejandro Magno y su época PDF

Title Lozano - Alejandro Magno y su época
Author Naiara Diaz-guerra Castillo
Course Historia de los Reinos Helenísticos y el Mundo Romano
Institution Universidad de Málaga
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Arminda Lozano Velilla - Alejandro Magno y su época

BIBLIOTECA DE RECURSOS ELECTRÓNICOS DE HUMANIDADES

para red de comunicaciones Internet

ÁREA: Historia Antigua - Grecia

Liceus, Servicios de Gestión y Comunicación S.L. C/Rafael de Riego, 8- Madrid 28045 http://www.liceus.com e-mail: [email protected]

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Arminda Lozano Velilla - Alejandro Magno y su época

Alejandro Magno y su época ISBN - 84-9822-244-3 Arminda Lozano Velilla [email protected]

THESAURUS: Macedonia, Filipo II, Alejandro Magno, Persia, Babilonia, Darío, Aqueménidas, Persépolis, Taxila, Susa, satrapía, batalla de Iso, Amón-Zeus, Hefestión, quiliarca, gymnosofistas.

RESUMEN:

La figura del rey macedonio Alejandro Magno supone en la Historia de

Grecia el comienzo de un nuevo periodo: el Helenismo. La obra del rey supuso, en efecto, la incorporación al reino de Macedonia del Próximo y Medio Oriente hasta el Indo, incluyendo también Egipto, lo cual significó para los griegos una expansión sólo comparable a la efectuada durante la gran colonización de época arcaica. Los límites cronológicos de la época helenística se extienden, por tanto, desde el reinado de Alejandro hasta la anexión por Augusto de Egipto (31 a. J.) que supuso la desaparición de la última monarquía formada por los sucesores de Alejandro.

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1. Antecedentes: la situación de Macedonia La figura de Alejandro pertenece por entero al s. IV, una etapa difícil y compleja en el mundo griego, como se ha visto en el capítulo anterior, en la que, según muchos estudiosos, se produjo el desmoronamiento político, ideológico y religioso de la polis. Aunque esta afirmación es, sin duda, susceptible de discutirse en muchos aspectos, recoge o, mejor, intenta explicar de alguna manera el desánimo existente entre los griegos y la búsqueda de soluciones alternativas o de “salvadores” capaces de superar esa situación de crisis generalizada, una situación vivamente descrita por los oradores atenienses. Macedonia, considerada hasta entonces como una zona marginal, escapaba, sin embargo, a este decaimiento generalizado, dándose más bien el proceso contrario. Los antecesores de Alejandro, en efecto, llevaron a cabo desde los inicios de este siglo e incluso antes, un proceso de fortalecimiento de la monarquía, no sólo mediante su engrandecimiento geográfico, con la incorporación de diferentes regiones, sino con la adopción de medidas internas que convirtieron el poder real en el prototipo de monarquía absoluta, desarrollado después por las monarquías helenísticas. En el modelo de monarquía diseñado por los Argeadas, la capacidad personal del rey de turno, especialmente la de tipo militar, era totalmente definitoria del éxito o fracaso del propio Estado. Dicha evolución alcanzó su máxima cota en la etapa protagonizada por Filipo II al ser él quien, tras consolidar la institución monárquica y explotar debidamente los recursos económicos del país, elevó a Macedonia a potencia internacional. Sus éxitos políticos y militares le permitieron erigirse en árbitro de la situación dentro del ámbito griego. La victoria del 338 en Queronea puso de manifiesto la absoluta superioridad de las unidades tácticas macedonias, basadas en la falange y en su arma fundamental, la sarissa, sobre las tropas hoplíticas tradicionales. La derrota de los estados griegos supuso su sumisión de facto al poder macedonio. Así quedó confirmado en el Congreso de Corinto, sancionado por una paz común, koiné eirene, el sistema político creado por Filipo y consistente en el establecimiento de una red de gobiernos en las ciudades griegas, ampliamente favorables al rey macedonio y garantes de la estabilidad recién conseguida. A su vez, Filipo fue elegido hegemón de todos los griegos y encargado como tal de dirigir la proyectada guerra de revancha contra Persia. Sólo Esparta y sus escasos aliados se abstuvieron.

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2. Los primeros años de Alejandro hasta su ascensión al trono Fue en esta atmósfera donde se desarrollaron los primeros años de Alejandro, nacido en 356 a. J. de la unión entre Filipo II y la princesa Olimpíade, miembro de la dinastía real epeirota. Pero antes de entrar en el análisis de la personalidad y trayectoria del rey conviene detenerse siquiera brevemente en las fuentes antiguas sobre él. 2. 1. Fuentes históricas sobre Alejandro Una valoración del aspecto historiográfico es sumamente importante, porque según se conceda mayor o menor credibilidad a unos u otros autores, el enfoque de este complejísimo personaje es diferente. No en vano se trata de una cuestión amplísimamente debatida y estudiada, pero sobre la que no existe unanimidad de criterio entre los especialistas. La figura de Alejandro y sus hazañas despertaron muy pronto entre los escritores de los más variados géneros un enorme interés, manifestado ya en vida del rey –de hecho fue fomentado por él mismo- y acrecentado tras su muerte. No obstante, las numerosas obras escritas sobre su persona, en parte por miembros de su propio entorno, en el que figuraba en calidad de historiador oficial Calístenes, un sobrino de Aristóteles, se han perdido casi por completo, conservándose otras mucho más tardías. Las noticias transmitidas por

éstos proceden, a su vez, de escritos

anteriores, próximos cuando no contemporáneos de los hechos narrados. Son éstas las llamadas fuentes primarias. La validez y credibilidad de éstas, en qué medida fueron utilizadas por la historiografía posterior han merecido opiniones diferentes e incluso contradictorias, razón por la cual resulta una tarea casi imposible ofrecer una visión de conjunto. De todos los escritos conservados, el grueso de nuestra información lo forman las obras de Arriano de Nicomedia (s. II d. J.), Anábasis de Alejandro Magno y la India, Plutarco (s. II d. J.) y su Vida de Alejandro, más los autores que forman la denominada Vulgata, a saber, Diodoro Sículo (s. I a. J.), especialmente el libro XVII de su Historia Universal, Quinto Curcio Rufo (s. I d. J.), autor de una Historia de Alejandro, y Justino con su Epítome de Pompeyo Trogo (s. I a. J.). Estas biografías, dada la época en que fueron escritas, reflejan las ideas o los intereses de los primeros tiempos del Imperio romano, diferentes de la vivida por el rey macedonio. Se trata, en todo caso, de fuentes secundarias, siendo la reconstrucción de las fuentes primarias –intentada a -4– © 2005 – E-excellence – www.liceus.com

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partir de las escasas citas, resúmenes o alusiones conservadas en otros autores- la piedra de toque fundamental de la investigación histórica sobre Alejandro. Uno de los más conspicuos estudiosos de su figura de las pasadas décadas, A. B. Bosworth, fundándose en lo dicho, afirmaba el hecho de que la historia de este periodo sólo puede ser fragmentaria, por estar basada en episodios excesivamente valorados por la tradición literaria o en una evidencia documental dispersa y conservada por casualidad. Por lo que respecta a otra clase de documentación, se han encontrado recientemente algunos textos cuneiformes alusivos a Alejandro, escritos, por tanto, desde la perspectiva oriental y no griega. Aunque escasos, han permitido afinar algunos aspectos de la política del rey en los territorios conquistados, modificando el punto de vista mantenido hasta ahora. En cuanto a la Arqueología, hallazgos como las tumbas de Vergina, en Macedonia, si bien deslumbrantes, no han aportado ningún conocimiento directo sobre Alejandro, por más que nos ayuden a comprender mejor la época en que vivió. 2. 2. Formación intelectual y militar. La cuestión sucesoria La cuestión sucesoria constituye seguramente la clave para desvelar las relaciones entre Alejandro y sus progenitores. Independientemente

de la

interpretación freudiana tan del gusto de historiadores y novelistas actuales, es posible afirmar el carácter fuerte y dominante de su madre y el gran ascendiente poseído sobre su hijo. Ella le inculcó desde pequeño lo que constituía su propia obsesión: que Alejandro sucediera en el trono a su padre. Todas sus intrigas y ardides, incluido el recurso a sueños y presagios alusivos a su futura grandeza, estuvieron dirigidas a la consecución de este objetivo, un empeño justificado plenamente por la práctica habitual de la poligamia, que posibilitaba que el rey en ejercicio pudiera elegir entre hijos de diferentes mujeres. Que Alejandro debió ser considerado por su padre desde el principio como heredero, parece claro por lo esmerado de su educación y por la circunstancia de que no existieran otros hijos merecedores de llevar la corona, pues el único que conocemos de manera fiable, Filipo Arrideo, era mentalmente deficiente. Esta situación justifica, pues, el empeño puesto en su educación, confiada a partir de los trece años a Aristóteles. El príncipe y un selecto grupo de amigos, pertenecientes a la nobleza macedonia, fueron confinados temporalmente, desde el 346 al 340 a. J., cerca de Mieza, donde en un recinto consagrado a las Musas se estableció una mini Academia. Resulta, no obstante, difícil establecer en qué medida -5– © 2005 – E-excellence – www.liceus.com

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quedó afectada su personalidad por la cercanía del filósofo o cuánto contribuyó a despertar su afición y curiosidad a las ciencias y al saber en general. Sobre ello tan sólo caben las especulaciones, formuladas de acuerdo con la visión que su instructor tenía sobre las virtudes e ideales que los gobernantes debían poseer. Parece claro, en cualquier caso, que fruto de esta educación griega fue su pasión por Homero y la literatura griega en general. A partir de ahí nacería su deseo de emular las hazañas de sus antepasados legendarios, Heracles, antecesor de los Argéadas y Aquiles, de quien se proclamaban descendientes los descendientes de la familia real epeirota y que contaba por ello con un culto muy vivo en aquella región. El otro tipo de educación, el físico, básico para el entrenamiento militar, fue confiado a Leónidas, hombre de confianza de Olimpíade. Fue sometido, así, a toda clase de rigores para templar y endurecer su ánimo. Asimismo, la iniciación política, siendo todavía muy joven, recibida de la mano de Antípatro, en ocasión de una ausencia de Filipo, vino a completar esa formación que le capacitaría para el desempeño del poder. Los años siguientes hasta el asesinato de Filipo en 336 a. J. los pasó en diversas campañas militares y otros cometidos políticos y diplomáticos. Puede destacarse su papel en sofocar la rebelión de Tracia, donde fundó una ciudad que lleva su nombre, Alexandrópolis, y sobre todo la dirección de la caballería macedonia en la decisiva batalla de Queronea en 338 a. J. No obstante, los problemas suscitados por un nuevo matrimonio de su padre y la posible descendencia que pudiera tener, así como el alejamiento de Olimpíade de la corte, hicieron tambalear la posición de Alejandro. Fue en estos momentos cuando se produjo el asesinato del rey, que despertó las sospechas acerca de la intervención en él de Olimpíade y su hijo. En esos momentos de confusión, propicia al estallido de una guerra civil, la oportuna intervención de Antípatro salvó la situación, al presentar a Alejandro ante la asamblea del ejército para ser aclamado rey, según el modo tradicional macedonio. . En Macedonia, en efecto, el nombramiento de un nuevo rey no recaía de manera automática en los descendientes del rey, normalmente en el primogénito, de acuerdo con el principio hereditario habitual en todos los regímenes monárquicos, sino que era de carácter electivo. La designación era realizada por un Consejo real en primera instancia para ser luego ratificada por aclamación en la Asamblea del ejército. En el caso de Alejandro el panorama era complicado, pues pese a su consideración de heredero, había varios parientes con aspiraciones a convertirse en rey, sobre todo Amintas, sobrino de Filipo, y los hijos del aristócrata Aeropo de Lincestis. Por esta causa que Antípatro le diera su apoyo incondicional y actuara como lo hizo, fue de -6– © 2005 – E-excellence – www.liceus.com

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decisiva importancia para Alejandro. A la par, las circunstancias que rodearon su nombramiento explican las drásticas decisiones tomadas en los primeros momentos de reinado. 3. Primera etapa del reinado de Alejandro De estos primeros momentos, las fuentes sólo permiten especulaciones. No obstante es claro que Alejandro se vio en la necesidad de consolidar su posición tanto en Macedonia, donde se deshizo sin contemplaciones de todos sus enemigos, posibles candidatos al trono, como en el exterior. Los estados griegos, aprovechando la momentánea debilidad de Macedonia, pretendían liberarse de la hegemonía macedónica, pero la rápida actuación de Alejandro y su súbita aparición en Grecia acabaron con esos proyectos. El rey fue reconocido, al igual que Filipo, general, tagos, de la Liga Tesalia, y del mismo modo actuaron la anfictionía délfica nombrándole hegemón de Grecia y la Liga de Corinto que lo ratificó como comandante supremo, strategos autokrator, de la guerra de venganza contra Persia. Heredaba así, por tanto, la posición otorgada a su padre. El siguiente paso fue dirigido contra tracios e ilirios con objeto de asegurar las fronteras del reino. En 335 a. J. se dirigió hacia el Norte enfrentándose a los tracios, acabando en primer término con las peticiones de los tribalos, y asentando a los getas más allá del Istro (Danubio), que entonces formaba la frontera septentrional del Estado. Asimismo, en el suroeste, con la campaña contra el rey Clito logró una contundente victoria sobre los ilirios, acabando así con esta amenaza que había pesado sobre Macedonia en los reinados anteriores. Durante la estancia del rey en los confines septentrionales del reino, se produjeron rumores sobre su muerte que motivaron levantamientos en Grecia. A su cabeza se encontraba Tebas, que confiando en recibir ayuda de los demás estados griegos –Demóstenes en Atenas se esforzó en conseguirla, utilizando para ello toda la fuerza de su elocuencia- se sublevó, sitiando a la guarnición macedonia apostada en la Cadmea, acrópolis de la ciudad. Alejandro, con una inusitada rapidez y para prevenir la expansión del incendio, se presentó ante la ciudad, que ante su negativa a rendirse, fue asaltada y saqueada. Su suerte final fue decidida por las demás ciudades beocias: Tebas fue destruida y sus habitantes vendidos como esclavos, una catástrofe recordada con horror por los griegos durante siglos. Era un escarmiento con objetivo ejemplificador que cumplió su objetivo: la resistencia en Grecia a la dominación macedonia cesó, lo cual posibilitó a Alejandro ofrecer una cara más moderada. Necesitaba a los griegos para su auténtico objetivo. -7– © 2005 – E-excellence – www.liceus.com

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4. La conquista de Asia: etapas La Liga Corintia decidió finalmente el comienzo de la expedición contra Persia en la primavera del 334. El rey y sus tropas cruzaron el Helesponto y pasaron a Asia. El ejército de Alejandro no era demasiado numeroso a juzgar por las cifras que pueden barajarse. Sabemos que a comienzos de la gran expedición se reunieron en Pella procedentes de las ciudades y estados que conformaban la Liga Corintia, unos 7000 soldados de infantería y 600 jinetes, cifra muy modesta comparada con los 50000 mercenarios griegos combatientes en el ejército persa. Además contaba con contingentes de ilirios y tracios. Pero la parte mejor y más numerosa era la compuesta por macedonios. No podemos saber si el rey, muy joven todavía, tenía un plan de guerra detallado, pero su primer objetivo consistía en arrebatar al dominio persa las ciudades griegas del litoral minorasiático, así como las regiones occidentales y centrales de Anatolia. Lo que sucedió tras Gordion y Gaugamela se debió en buena medida a la presión de las circunstancias. 4. 1. Asia Menor. La batalla de Iso y sus consecuencias Las enormes dimensiones del Imperio persa suponían un grave inconveniente para la rápida movilización del ejército. La defensa persa ante la invasión fue encomendada en principio a los sátrapas de las satrapías occidentales de la Frigia Helespóntica, la Gran Frigia y Lidia, confiando en que los oligarcas filopersas de las ciudades griegas no abrirían sus puertas al invasor. Sólo Memnón, el general rodio al servicio del Gran Rey, se percató del enorme peligro de la expedición macedonia, aconsejando como sistema de defensa la retirada hacia Capadocia y Cilicia, dejando vacío de tropas el territorio minorasiático, e impidiendo así que el enemigo pudiera utilizar recursos locales, unas

opiniones que no fueron, sin embargo, tenidas en

cuenta. Así, en junio del 334, se llegó al primer enfrentamiento entre ambos ejércitos a orillas del río Gránico, que separa la Tróade del resto de Asia Menor, donde la caballería macedonia hizo gala de su superioridad consiguiendo la victoria para los griegos. Ello permitió a Alejandro continuar su avance hacia el Sur, capturando sin oposición otras muchas ciudades, entre ellas, Sardes, la capital de Lidia. Mileto, sin embargo, se mantuvo fiel a Persia. Aunque defendida por tropas enviadas por Memnón y por la flota fenicio-persa, no pudo mantenerse, cayendo en manos de Alejandro que se mostró benévolo hacia la ciudad y sus habitantes. También Caria fue -8– © 2005 – E-excellence – www.liceus.com

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conquistada, excepto Halicarnaso, quedando incorporada a la esfera del dominio macedónico. No obstante, Ada, su última reina no solo fue tratada con todos los honores por Alejandro, sino que retuvo la administración de su reino, nombrando a Alejandro hijo adoptivo y heredero. El episodio relativo a estos hechos es significativo de la personalidad del rey y sus distintos modos de actuar en función de las circunstancias. Comportamiento parecido se repetiría en otras ocasiones en el transcurso de la campaña. La política del rey hacia las ciudades conquistadas tuvo como eje la sustitución de los regímenes oligárquicos imperantes hasta entonces por otros democráticos y la devolución de su autonomía y libertad –autonomía kai eleuthería-, convertido en un auténtico lema propagandístico, destinado a captarse la benevolencia de la población. No obstante, tenía sus limitaciones, pues si bien las poleis quedaron liberadas del pago del tributo debido a los persas, debían contribuir económicamente a la guerra contra Persia y tolerar cualquier inmiscusión del rey en sus asuntos internos, comenzando por la guarnición macedonia instalada con frecuencia en ellas. La ruta alejandrina se desvió posteriormente hacia las regiones del interior anatólico, teniendo como primer objetivo Gordión, capital de la satrapía de Frigia, punto estratégico fundamental que permitía el control de las rutas reales conducentes a Susa y Sardes. Es allí donde pasó el invierno del 334-333 y donde tuvo lugar uno de esos episodios simbólicos de índole sobrenatural, preanuncio de la futura gloria del rey: la disolución del famoso nudo que ataba el yugo del carro montado por Midas cuando se convirtió en rey de Frigia. Según una difundida profecía, quien fuera capaz de deshacerlo dominaría Asia, algo que Alejandro hizo por el expeditivo sistema de cortarlo con su espada. Mientras tanto, la flota fenicia, dirigida por Memnón, y operando desde las bases de Rodas y Chipre, actuaba en zonas que habían quedado a espaldas de Alejandro y en las costas minorasiáticas, logrando conquistar algunas de las islas Cicladas, además de Quíos, para encontrar la muerte poco después ante la ciudad lesbia de Miitilene. Estas operaciones más los preparativos llevados a cabo por Darío III convencieron a Alejandro de la necesidad de acudir a este escenario. Atravesó ...


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