Lucy Monroe Serie Hermanos Di Rinaldo 0 2 La Seduccion Del Playboy PDF

Title Lucy Monroe Serie Hermanos Di Rinaldo 0 2 La Seduccion Del Playboy
Course LITERATURA
Institution Universidad Siglo 21
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La seducción del playboy – Lucy Monroe

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LA SEDUCCIÓN DEL PLAYBOY [The Playboy’s seduction]

LUCY MONROE 2º Hermanos di Rinaldo Primera Edición 12/2005

SINOPSIS El plan de Bethany era viajar a Roma, encontrar un atractivo italiano, tener un affair de una semana y volver a casa segura de que no era la mojigata frígida que su ex pensaba que era. Cuando Andre, un apetecible magnate de los negocios, se cruzó en su camino, pareció que su plan se ponía en marcha. ¿Pero había más en esa aventura que lo que se daba entre las sábanas...?

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CAPÍTULO UNO Bethany regresó de prisa a la pintoresca y cara cafetería donde había almorzado. La esperanza, la frustración y la preocupación tocaban una sinfonía asincrónica que asaltaba cada uno de sus nervios. Llevaba tres días en Roma. Unos hermosos y cálidos días durante los cuales había pasado más tiempo perdiéndose que haciendo turismo, y en los que no había dado ni un solo paso hacia su meta. El plan de venir a Italia, conocer a un hombre atractivo, tener una aventura de una semana y volver a casa con la certeza de no ser la mojigata frígida que su ex marido decía que era, había sido una locura desde el principio. Su madre, para nada de acuerdo con su ex, por supuesto, fue quien había pergeñado este plan, y quien también se había hecho cargo de los gastos del viaje junto con un bote lleno de consejos sobre cómo mejorar su imagen y de cómo tener un romance sin compromiso. Viniendo de una mujer más bien conservadora y tímida, que se había pasado treinta años casada con el mismo hombre, la sugerencia habría sido divertida si no hubiera sido tan impactante. No queriendo herir los sentimientos de su madre, Bethany aceptó el consejo de autosuperación y gastó cien dólares en un corte con estilo y un baño de luz para sus cabellos castaño claro, y otros treinta en un kit de Danza del vientre en pocas clases, además de varias noches usando castañuelas y siguiendo varios consejos de cómo ponerse en contacto con su lado más sensual. No estaba muy segura de haberlo hecho bien, pero ahora sabía cómo rodar sus caderas lo mejor posible. También había tenido su primera sesión de pedicura para que las uñas de sus pies lucieran bien con sandalias. Pero nada de eso parecía haber logrado que Bethany pareciera menos aburrida para el sexo opuesto que lo que su ex la había acusado de ser. Abriendo de un empujón la puerta de la pequeña cafetería, se mandó como una tromba hacia adentro y chocó contra un muro. No recordaba la existencia de una pared enfrente de la entrada la última vez que había estado allí. Aturdida, contempló extrañada cómo la pared se movía y dos manos cálidas se posaban sobre sus hombros. –Scusi. ¿Siete guisti? –Ella levantó la cabeza y se encontró con un par de ojos marrón oscuro en una cara que los ángeles habrían envidiado. Nunca había conocido a nadie tan

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magnífico. Ni siquiera Kurt, su ex. Él era del tipo niño bonito y guapo, pero este Adonis italiano era el epítome de la madurez masculina. No es que se viera viejo, más bien todo lo contrario. No creía que tuviera más de treinta, pero había una riqueza de conocimiento sofisticado en su mirada que ella no creía poder alcanzar ni cuando tuviera noventa. –Lo siento. Quiero decir, perdonilo prego –dijo ella, repitiendo una de las locuciones que había aprendido de la serie de grabaciones en italiano que su madre había insistido que escuchara en el avión. –¿Eres inglesa? –La voz sexy llegó a un lugar de su interior que nunca había sido tocado, a pesar de los dos años de intimidad marital. Tuvo que hacer un esfuerzo para no hacerse añicos. –Estadounidense – Las manos masculinas apretaron sus hombros pero no se apartaron, y ella no hizo ningún esfuerzo por zafarse. –No hay necesidad de que te disculpes – –No miré por dónde iba – –De cual estoy muy agradecido –dijo él con una sonrisa. La implicación de sus palabras y la mirada de apreciación masculina eran inconfundibles. El aire alrededor de Bethany pareció desaparecer, creando un vacío invisible y dejándola mareada e incapaz de responder a su comentario provocador. –Tienes prisa –afirmó él –¿Sí? – La sonrisa estratósfera.

masculina

envío

su

ritmo

cardíaco

a

la

–Entraste por la puerta muy apurada – –Ah, sí. Llevaba prisa, sí. Es que… olvidé el bolso y no me di cuenta hasta que quise comprar un boleto en la estación del metro –balbuceó. Él se pudo serio. –¡Qué mal! – –Sí –Pero ella no podía recordar exactamente por qué. Alguien dijo algo y él se volvió, dejando caer las manos de sus hombros. Se disculpó por estar bloqueando la salida y después le pasó un brazo por la cintura con naturalidad, como si se conocieran desde hacía años, y la alejó de la puerta. Una pareja pasó por delante de ellos. La mujer, una morena glamorosa que se parecía a una joven Sofía Loren, le echó a

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Bethany una mirada especulativa teñida de envidia. Eso la sorprendió, sobre todo teniendo en cuenta la belleza de la mujer. Pero no tardó en olvidarse de esa extraña mirada. Esas manos en su cintura le impedían pensar en otra cosa. Las chispas de excitación nacían en donde los dedos masculinos descansaban contra sus costillas y se expandían al resto de su cuerpo en una reacción eléctrica que nunca había experimentado antes. Sabía que existía la atracción sexual instantánea, pero nunca la había sentido, y nada de lo que había leído en los libros se acercaba a las sensaciones eléctricas que experimentaba en estos momentos. Apenas podía respirar y era una apuesta segura que su cerebro no funcionaba correctamente. Probablemente por eso recuperar su bolso.

todavía no

había hecho nada por

–Debo… –Su voz se apagó cuando sus miradas se encontraron de nuevo. –Preguntaré por tu bolso – –Gracias – La llevó con él, con una mano firmemente alrededor de su cintura… y ella se lo permitió.

enroscada

Intentó pensar en la posibilidad de que él no sintiera la abrumadora química sexual que dominaba sus sentidos, pero rechazó ese pensamiento. Algo tan poderoso no podía ser de solo lado, ¿verdad? El propietario de la cafetería, un hombre de baja estatura, más bien rollizo y aire amable, sacó a la vista su bolso con una amplia sonrisa italiana, cuando su acompañante le preguntó al respecto. Entregándole el bolso rosa y negro, apenas más grande que una billetera, la amonestó: –Debería tener más cuidado, signorina –le dijo, mientras hacía un movimiento negativo con la cabeza –No sé qué habría pasado si no lo hubiera visto apoyado en la silla – –A estas horas ya hubiera desaparecido –especuló el hombre a su lado. Ella le lanzó una mirada de reojo, preguntándose si él pensaría que era una especie de idiota por haberse olvidado del bolso, pero su expresión era seria, no condenatoria. –No guardo aquí mi pasaporte, ni la mayor parte de mi dinero –adujo en su defensa –Solo unos pocos euros, mi licencia de conducir y una tarjeta de crédito –

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–Fíjate si está todo. Quizás Antonio lo vio después de que alguien más lo hiciera – Ella asintió con la cabeza e hizo una revisión rápida del contenido. No la preocupaban ni el maquillaje ni esas otras cosas femeninas que se le había dado por comprar desde su llegada a Italia, pero incluso eso estaba intacto. Miró al dueño de la cafetería y le sonrió. –No falta nada – Él asintió con la cabeza, hinchando el pecho. –Lo vi casi al momento en que se levantó de la mesa y lo guardé detrás del mostrador – –Muchas gracias –Tomó un puñado de dinero para dárselo como agradecimiento, pero él lo rechazó. –No, signorina. Fue placer ayudar a una mujer tan hermosa – Ella se echó a reír, sacudiendo la cabeza ante su típica exageración italiana –Bueno, gracias, de todos modos – –¿No le crees? – –¿Que lo hizo por el placer de ayudar? No lo dudo. Parece un hombre muy agradable –Y volvió a sonreírle al propietario – Realmente me ha evitado un montón de problemas. Gracias – –Ah, entonces es la parte en que se refirió a tu belleza la que descartas –acotó en broma su caballero andante. Ella se encogió de hombros, la sensación de su brazo rozando su torso dificultaba la conexión entre su cerebro y su boca, y era incapaz responder.

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CAPÍTULO DOS –Difícilmente sea material para «Miss Estados Unidos», pero claro que muy pocas lo son – ¿Estaba buscando cumplidos? Andre se apartó de ella y dejó que su mirada vagara lentamente por su cuerpo, de pies a cabeza. –No me importaría verte en traje de noche. Es parte del certamen, ¿no? –Le rozó la barbilla con el pulgar y el índice, mirándola con los ojos de un conocedor –O Tal vez en traje de baño… – –¿Qué? – Andre casi se echó a reír a carcajadas al ver la cómica expresión de incredulidad en el rostro de la hermosa mujer. Pero no lo hizo, por supuesto, teniendo en cuenta que parecía lista para huir. De ella emanaba una tímida incertidumbre, y un sentimiento de protección rugió dentro de él, como una tormenta de olas rompiendo sobre la proa de un barco. –Estoy seguro de que eso se podría arreglar si le pides que cene contigo. Llévala a algún lugar agradable y ella puede vestirse para ti. Entonces tal vez mañana, la puedas llevar a recorrer la ciudad, o a un lugar agradable para bañarse –La dictatorial sugerencia de Antonio llevaron los lujuriosos pensamientos de Andre a un punto de ebullición. El coqueto vestido veraniego que ella llevaba revelaba el tipo de curvas que alimentaba sus fantasías nocturnas. La idea de verlas en un escaso bikini mientras nadaban fue suficiente para que sus pantalones le ajustaran muy estrechamente en ciertos lugares. –Pero yo… Eso no es necesario. No debería… –La voz femenina sonaba como si se estuviera estrangulando con su propia lengua. –Antonio, la estás avergonzando –amonestó Andre al hombre mayor. –No seas estúpido –el viejo amigo de su padre hizo un sonido de disgusto –¡Uff… la gente joven! Te estoy echando una mano. ¿Es que no lo ves? En mi juventud, no hubiera necesitado que un anciano me sugiriera que invitara a una chica tan bonita a salir. Pregúntale a tu padre – Antes de que Andre pudiera replicar, ella se deshizo de su agarre y comenzó a alejarse con una sonrisa forzada pegada al rostro. –Va a ser mejor que me vaya –

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–¿Tienes planes? –Se movió hacia ella, acortando la pequeña distancia que ahora había entre sus cuerpos, anhelando incluso esa intimidad inocente en un nivel que lo sorprendió –¿Tienes que encontrarte con alguien? – –Uh… no –admitió ella, mirándolo con sus grandes ojos grises –No tengo planes exactamente, pero quería intentar ver los Foros. Aunque si me sucede lo mismo que cuando buscaba la Capilla Sixtina, probablemente me perderé otra vez. Se podría pensar que es imposible, ¿verdad? Quiero decir, apuesto a todo el mundo en Roma sabe dónde están, pero yo me las he arreglado para subir al autobús equivocado dos veces –nuevamente comenzó a caminar hacia la salida con una expresión dolida –Si no me voy ahora, no lograré llegar – Él extendió la mano y la agarró del brazo antes de que tropezara con la mesa ocupada detrás de ella. –Ten cuidado –Ella miró hacia atrás, vio la mesa, luego a él, y su cara se volvió rosa –No me di cuenta… Uh, gracias – Él mantuvo el agarre de su brazo, sin entender necesidad de tocarla, pero dispuesto a alimentarla.

esta

–¿Deseas ver los Foros? – –Sí –Ella suspiró mientras el rubor de sus mejillas se intensificaba –Hay tantas cosas que quiero ver, pero me he pasado horas tratando de encontrarlas. Supongo que sueno como una idiota – Ella sonaba y se veía como una mujer que no debería estar sola en una ciudad tan grande. –Es una gran ciudad. Perderse es fácil – –Apuesto que a ti nunca te pasó – –Por supuesto que no –declaró él, y luego le brindó una sonrisa amplia –Pero tengo la ventaja de conocer la ciudad al dedillo, a pesar de no vivir aquí – Esperó para ver si ella mordía el anzuelo y le preguntaba cómo llegar, o mejor aún, que le pidiera que le mostrara los Foros. –Me temo que aunque llevara años viviendo aquí igualmente me perdería. Kurt solía decir que podía dar una vuelta al baño y olvidar cómo salir – –¿Quién es ese Kurt? –La idea de otro hombre en su vida le molestó más de lo que debería, teniendo en cuenta que ni siquiera sabía su nombre. –Mi ex marido – –Ah. Un hombre tan tonto como para dejarte ir no puede tener opiniones que valgan la pena recordar –Ella se echó a

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reír y sacudió la cabeza como lo había hecho antes, cuando Antonio la había llamado hermosa –Mi Madre dice lo mismo – –Ella sí es una mujer inteligente – –Sí. Seguro que no se perdería buscando las atracciones más grandes de Roma. Ella pensó que era mejor que contratara una empresa de turismo –Un ceño fruncido arruinó las líneas dulces de su cara –Y quizás debí hacerlo – –No estoy de acuerdo. Si hubieras venido con un grupo, no te hubiera conocido – –Oh… –Ella lo miró fijamente, como si tratara de comprender sus palabras. Dado que su inglés era excelente, no creía que el problema fuera la traducción. –Yo te llevaré a los Foros – Sus ojos se iluminaron, pero luego volvieron a mostrar preocupación cuando le echó una mirada a Antonio. –Pero… – –Está bien, signorina. Este es Andre di Rinaldi. Es un buen hombre. Conozco a su padre desde que éramos chicos y jugábamos en el mismo equipo de fútbol. Viene a menudo a Roma por negocios y visita a este viejo – Ella no pareció demasiado reconfortada. –No te conté que me perdía a cada rato esperando que te ofrecieras a llevarme tú mismo –le espetó. –¿Pero por qué no? ¿Nunca has usado artimañas, niña? – preguntó Antonio, escandalizado y divertido al mismo tiempo, mientras con sus ojos le decía a Andre que esta mujer era algo especial. Pero él ya se había dado cuenta por sí mismo. –Si no lo deseara no me hubiera ofrecido – –¿Estás seguro de que tienes tiempo? – –No tengo ninguna cita hoy, y eso no es muy habitual. Debe ser la Providencia – Ella lo miró fijamente durante varios incertidumbre, mordiéndose el labio inferior.

segundos

con

Él esperó, porque no quería presionarla, pero si lo rechazaba estaba seguro de llegar a extremos ridículos para saber dónde se alojaba y así poder armar un nuevo encuentro. Nunca había sentido esta compulsión de estar con una mujer, y aún con todo lo que le gustaba, lo incomodaba sentir tan poco control sobre sus deseos. También había una pequeña parte de él, el hombre cínico que había sido criado en la riqueza y

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esperaba que la gente tratara de aprovecharse de él, que se preguntaba si una mujer podía ser tan sincera como ella parecía. No obstante sus pensamientos, no permitió que ninguna de estas emociones en conflicto se reflejaran en su rostro. Con un pequeño suspiro, ella extendió su mano en el pequeño espacio entre ellos. –Mi nombre es Bethany Dayton y te estaría muy agradecida si me ayudas a encontrar los Foros sin perderme de nuevo – Cediendo a la tentación que lo había estado dominando desde que había chocado contra él, jaló su cuerpo contra el suyo y se inclinó para besarle ambas mejillas. Su piel era suave y olía a flores de primavera y sol cálido. Ella quedó colgada, suspendida en sus brazos, sin hacer ningún esfuerzo por quedar en libertad, con los labios entreabiertos, como si estuviera esperando un beso mucho más íntimo, y requirió de todo su autocontrol no darle lo que quería. –Es un placer conocerte Bethany –

* * * Bethany no pudo hilvanar dos sílabas seguidas para responder de forma coherente después de que casi la besa. Bueno, en realidad la había besado, pero no en la boca. Quién hubiera dicho que el contacto de unos labios sobre las mejillas podrían causar semejantes reacciones inquietantes en sus lugares femeninos. Gracias a Dios su vestido era de una tela densa, si no la contracción punzante de sus pezones sería más que una mera molestia física. Sería francamente vergonzoso.

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Capítulo Tres Bethany tuvo que concentrarse para poner bajo control sus reacciones físicas mientras Andre se despedía del dueño de la cafetería. No ayudó en nada que mientras la guiaba hacia la salida, mantuviera sus manos entrelazadas. Se detuvo junto a un coche negro, de línea baja. Era una especie de coche deportivo y parecía caro. También parecía demasiado pequeño para un hombre tan alto. Sin embargo, después de inclinarse sobre ella para abrocharle el cinturón de seguridad, haciendo que su respiración se pareciera a la de un maratonista en su último tramo, no tuvo ningún problema en deslizarse en el asiento del conductor. A diferencia del viaje en taxi desde el aeropuerto hasta el hotel, cuando se había pasado todo el tiempo encogiéndose por lo cerca que iban los coches unos de otros, esta vez apenas notó el tráfico. Estaba demasiado ocupada absorbiendo cada detalle de él. No podía creer que estuviera aquí con él, no sólo porque era un virtual desconocido, sino porque era el tipo de hombre que hacía desmayar a las mujeres. Él se dio vuelta y le sonrió. –Me estás observando – –¿Te molesta? – –¿Tener la mirada de una hermosa mujer sobre mí? Estamos hablando de un italiano… –sonrió –Claro que me gusta, aún cuando me dificulte conducir – –¿Te molesta que te observen conducir? – –Tenerte a ti mirándome saca mi atención de donde debería estar. Me hace pensar en cosas que nada tienen que ver con los otros coches en la ruta – –¿Cómo qué? –preguntó ella antes de darse cuenta repentinamente de lo que podría significar, y deseó haber mantenido la boca cerrada. Pudo sentir cómo se sonrojaba violentamente mientras la risa masculina llenaba el coche. –¿Realmente quieres que responda esa pregunta? – –Umh… no – Su expresión era la de un hombre confiado y sexy. –Quizás podamos discutirlo esta noche en la cena – –¿Quieres cenar conmigo? – –Si, carina –

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Un apelativo cariñoso. Le gustó eso. Sintió que una calidez envolvía su corazón, del mismo modo que un calor ardiente se había instalado en lo profundo de su vientre al imaginar lo que él podría querer discutir. –A mí también me gustaría –

* * * La llevó a un restaurante caro, tal como su amigo le había sugerido, dándole la excusa perfecta para usar el vestido rojo rubí ridículamente caro que su mamá le había compelido a comprar la semana anterior al viaje. Le llegaba a mitad de muslo, que no era el largo que usaba habitualmente, pero la flagrante mirada de apreciación masculina que vio en los ojos de él cuando entró en el vestíbulo del hotel donde ella se alojaba, la hizo alegrar de haberse decidido por lo atrevido en lugar de algo más clásico. Sin embargo, veinte minutos más tarde, en la mesa del exclusivo comedor del hotel, tuvo que luchar para no retorcerse cuando la tela ceñida del vestido apenas cubrió lo importante cuando se sentó. Y el hecho de ahora sus muslos desnudos quedaran cubiertos por el mantel no hizo nada para aumentar su comodidad, porque la expresión en los ojos de Andre le dijo que él conocía su situación y tenía visión de rayos X para ver los resultados. Y así se había comportado todo el día, bromeando con ella y recordándole la sensualidad femenina. Las horas que habían pasado en los Foros habían sido increíbles. No sólo la había llevado hasta allí sin perderse, sino que más tarde le había brindado un tour personal de varios monumentos, evidenciando un conocimiento inesperado de la historia romana que le resultó cautivante. –Lo estás haciendo de nuevo, Bethany – –¿Haciendo qué? – –Observarme – Ella se sonrojó. Realmente lo había estado haciendo. Era tan atractivo, y en su traje de negocios parecía una especie de magnate… no el tipo que había conocido en la cafetería del amigo de su padre. –No puedo evitarlo...


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