Preguntas contemporánea II PDF

Title Preguntas contemporánea II
Author Miguel Peñuela
Course Historia Universal de la Edad Contemporánea II
Institution Universidad de Málaga
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Summary

PREGUNTAS DEL EXAMEN Características de la Segunda Revolución Industrial Si la alta edad contemporánea se corresponde con la fase de irrupción y progresiva implantación de la revolución industrial, el periodo 1870-1914 se identifica con su fase de plenitud. Ya, desde mediados del XIX se inició un nu...


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PREGUNTAS DEL EXAMEN 1. Características de la Segunda Revolución Industrial Si la alta edad contemporánea se corresponde con la fase de irrupción y progresiva implantación de la revolución industrial, el periodo 1870-1914 se identifica con su fase de plenitud. Ya, desde mediados del XIX se inició un nuevo ciclo de la Revolución Industrial, que fue impulsada por la aparición de nuevas fuentes de energía, nuevos procedimientos y nuevos sectores industriales. Como había ocurrido antes de la revolución industrial, la nueva fase trajo consigo un reequilibrio de las fuerzas económicas en el mundo. La industrialización se consolidó definitivamente en los países que ya la habían iniciado con anterioridad, que pasaron a ser grandes potencias industriales (Reino Unido, Francia, Alemania y Estados Unidos); se extendió a nuevas zonas, llegando a Escandinavia, los Países Bajos, partes de la Europa Oriental y Mediterránea, Canadá e incluso Asia (al Japón de la era Meiji). Al amparo del imperialismo ─una consecuencia lógica de la expansión del poderío industrial─, la economía del mundo que se había forjado durante el período precedente acentuó su internacionalización, dando lugar a un fenómeno propio del siglo XX sin solución de continuidad: la interdependencia económica. Este período de portentosa expansión económica no se inició con perspectivas muy halagüeñas. A partir de 1873 se produjo una pausa en el crecimiento económico, algo que los coetáneos dieron en llamar gran depresión, desde luego sin vislumbrar su pequeñez en comparación con las crisis que habría de sobrevenir en el período de entreguerras. El término, sin embargo, estaba plenamente justificado por el pesimismo que embargó al mundo de los negocios, generalizándose un ambiente de malestar económico, y por tanto social, a causa de la disminución de precios y beneficios en la industria y la profunda crisis en la agricultura. Por primera vez, algunos mercados se vieron inundados de productos a bajo precio, lo que provocó la quiebra de pequeñas empresas y la ruina de muchos campesinos, acelerándose el ritmo de urbanización y de las grandes emigraciones transoceánicas con destino a los nuevos países. Pero aquella depresión no fue sino una crisis de crecimiento de la economía capitalista, una especie de respiro que ésta se tomó antes de dar un nuevo impulso y acelerar su expansión. 2. Formas de concentración empresarial La afanosa búsqueda de soluciones para salir de aquel impasse propició la puesta en práctica de algunas alternativas que luego se afianzarían cuando el susto pasó. Por una parte, se inició un proceso de concentración empresarial a expensas de la libre concurrencia, al objeto de garantizar los beneficios, lo cual sirvió para amparar situaciones de monopolio u oligopolio, quebrándose así los principios básicos del liberalismo económico clásico. Por la otra, se adoptaron

políticas proteccionistas a costa del librecambismo anterior, con el fin de defender a los productores nacionales de la competencia exterior. Al mismo tiempo, la doble necesidad de rentabilizar inversiones y de capturar mercados coadyuvó, junto a otras causas, a dar una nueva dimensión a la expansión europea a ultramar, por medio de la exportación masiva de capitales, el reparto de zonas de influencia y la conquista de territorios coloniales. Y por si todo ello fuera poco, estaba teniendo lugar una nueva revolución científico-tecnológica, de resultas de la estrecha asociación del laboratorio y la fábrica, lo que desarrolló enormemente las capacidades industriales. Esta investigación aplicada (ciencia y tecnología) hizo posible la aparición de nuevos materiales (metales, dinamita, productos químicos), nuevas formas de tratar los antiguos (el acero) y nuevas fuentes de energía (la electricidad y el petróleo, con sus múltiples aplicaciones). Todo ello contribuyó a que mejorasen sustancialmente las capacidades industriales, con lo que se consiguió el perfeccionamiento de las viejas industrias (las textiles, pero sobre todo las siderúrgicas, siendo ésta la ), la maquinización de las industrias tradicionales (alimentación, papel, construcción) y la aparición de otras nuevas, especialmente en los sectores metalúrgico, eléctrico, químico y de automoción. En cuanto a las formas de concentración empresarial, podría resumirse en tres tipos diferentes, pero complementarios: 1.- Convenios que regulan niveles de producción, precios o reparto de mercados, bajo formas diversas que van desde la más simple, los acuerdos provisionales (gentlemens´s agreements), los cuales servían para fijar precios en una determinada región, a los cárteles: sólido compromiso a largo plazo, en el que empresas participantes todavía mantienen su independencia jurídica. 2.- Los holdings. Sociedades de participación que facilitan el dominio financiero de otras empresas con gran ahorro de capital. Normalmente, es el instrumento de penetración financiera más utilizado por los bancos. El mecanismo es muy simple: un banco o grupo financiero constituyen un holding, del que controlan el 51 por 100 de sus acciones; a su vez, el holding adquiere la mayoría de las acciones de las empresas que interesan al banco patrocinador. Gracias a esta fórmula, un banco puede dominar un número considerable de empresas sin comprometer la totalidad de sus recursos disponibles; basta una inversión que asegure la cómoda mayoría en el consejo de administración de la empresa que se quiere controlar. Éste sistema de participación fue el instrumento que posibilitó el ensamblaje entre la banca y el mundo fabril, es decir, la irrupción del capital bancario en el desarrollo industrial. 3.- La fusión empresarial o trust. Es la forma más elevada de concentración. Las empresas que se aglutinan en el trust pierden su independencia jurídica. A fines

del siglo XIX este tipo de concentración todavía es minoritario con respecto a los dos anteriores. Estas tres formas de concentración lo que pretenden conseguir es maximizar los beneficios. No podía ser más explícito uno de los fundadores del Standard Oil Trust al declarar. El fenómeno de la concentración empresarial no es característico únicamente de esta época, sino que es más bien un proceso continuo que simplemente se acelera en la época que hemos tratado. Igual comportamiento tendrá el capitalismo durante el siglo XX, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial con el impacto del consumo de masas. La intensificación y extensión de la industrialización hizo que las dos décadas que precedieron al estallido de la Primera Guerra Mundial fueran años de crecimiento y prosperidad, la prosperidad de la belle époque. El crecimiento no fue sólo cuantitativo, sino también cualitativo. Los negocios, sobre todo los grandes, conocieron una etapa de esplendor, al tiempo que se perfeccionaron en sus métodos organizativos y de gestión adoptando nuevos procedimientos racionalizadores. 3. Nuevas formas de energía. Aún es el carbón representa la mayor parte de la energía utilizada, cuya extracción es cada vez más fácil pero las nuevas fuentes de energía propias de la segunda revolución industrial son la electricidad y el petróleo. La electricidad es el descubrimiento fundamental por su aplicación a la industria y a los transportes desde 1870. Al descubrir Edison la bombilla en 1880 extiende la iluminación eléctrica, el alumbrado público. Desde 1900 hay una aplicación general para el transporte y la industria y el uso doméstico con el establecimiento de centrales y líneas de distribución. El petróleo es la segunda fuente de energía y la máquina de vapor movida por carbón pierde su predominio sustituida por el motor de explosión y sus aplicaciones. En EEUU se extraía desde 1859 y desde 1875 se trasladaba a través de oleoductos. Se trata de una sustancia aceitosa que, por sus compuestos de hidrógeno y carbono, se denomina hidrocarburo, que puede estar en estado líquido o gaseoso. Al primero se le llama “crudo” y al segundo “Gas natural”. A finales del XIX se utilizaba ya para hacer funcionar motores de automóviles, equipos industriales y otros. Si EEUU fue líder en el sector petrolífero con Compañías como la Estándar Oil de John Rockefeller, a finales de siglo, Rusia se convirtió en la primera potencia al explotar sus yacimientos de Bakú. Algunas compañías holandesas y británicas (Royal Dutch-Shell; Anglo-Iranian Oil Company controlaban los procesos de extracción, comercialización en Europa. Con sus prospecciones en Oriente

Próximo dominaron, junto a las estadounidenses, el mercado mundial de petróleo en las primeras décadas del XX. La utilización en el sector del automóvil y de los transportes en general, llevará a que el petróleo se convierta en una materia prima que se asocia a los nuevos conflictos y a las áreas disputadas por las potencias desarrolladas. 4. La industria. Novedades A partir de la situación de base conseguida por la primera revolución industrial las sociedades occidentales alcanzan su más alto nivel de desarrollo. La industria textil mantiene su nivel de producción y se modernizaba con la introducción de sistemas automáticos. Destacan la metalurgia y la química. La metalurgia se pone a la cabeza de la actividad, aumenta la capacidad de los altos hornos y de la obtención del acero. Métodos como el Bessemer, Siemens o Gilchrist permiten la aplicación a construcciones de buques, locomotoras o puentes. Las aleaciones contribuyen a que sean posibles otras máquinas como el fonógrafo (1887), gramófono (1887), la linotipia (1886) o la bicicleta (1885). Por otra parte, la industria química: la película fotográfica (que se desarrollará con el cine) inventado en 1895, los perfumes, colorantes, las fibras. Bayer fabricó la aspirina desde 1893 y otras medicinas. La coca-cola tiene su origen en 1886. El aumento de la inversión en el sector militar que varios países llevaron a cabo se benefició de la producción siderúrgica. La técnica armamentística fue evolucionando desde mediados del siglo XIX, la artillería y los blindados necesitaron aceros especiales para su mejor funcionamiento, así como los submarinos y acorazados. La empresa alemana Krupp se convirtió en un gran imperio empresarial y sus inversiones en investigación y en la fabricación de todo tipo de armamento la llevaron a dominar este sector industrial. El volumen del comercio internacional se multiplicó, contribuyendo a ello el triunfo definitivo del vapor en la navegación, y también se intensificó la movilidad de capitales a la búsqueda de mayores rentabilidades. El mercado de bienes de consumo se amplió considerablemente, resultado del aumento de población, la urbanización y la mejora del nivel de ingresos. Y en los países más avanzados, los progresos sociales acompañaron al crecimiento económico, de tal forma que fue una época dorada, no sólo para las burguesías más pudientes, sino también para las clases medias. Incluso las clases trabajadoras mejoraron su poder adquisitivo y sus condiciones de vida, mitigándose parcialmente el escandaloso panorama de pauperismo social que acompañó a la primera fase de la industrialización. La industrialización también se propagó a nuevas regiones. Alrededor de ese centro nuclear de países avanzados se encontraban otros países industrializados o en proceso de industrialización. En el continente europeo,

Holanda, Suecia, Dinamarca, Noruega y el norte de Italia se añadieron a las pequeñas naciones que ya estaban industrializadas con anterioridad, a Bélgica y Suiza. Mas hacia el este, la industrialización comenzaba a llegar a los imperios autocráticos de base agraria: la Rusia zarista y determinadas regiones del Imperio austro-húngaro, aunque bien es cierto que manteniendo una acusada dependencia de las inversiones extranjeras. Fuera de Europa, Japón había iniciado su camino hacia la conversión en nueva potencia industrial, y en otras zonas del mundo, sobre todo en los dominios británicos, había regiones semiindustrializadas, lo que indicaba claramente que la industrialización ya no era un fenómeno exclusivamente euro norteamericano. 5. Comercio y Banca La mejora en los transportes: ferrocarriles, carreteras y canales; la invención del telégrafo y del teléfono… contribuyeron. La gana de productos era amplia pero se concretaba en productos textiles, metalúrgicos, alimentarios, cereales y materias primas. Gran Bretaña mantuvo la supremacía en el XIX. Las exposiciones universales, desde la de Londres de 1851 que reunió a 27.000 expositores, fue seguida de otras en Nueva York, Londres, París. Desde 1848 Gran Bretaña se había abierto al librecambio; Francia en 1860. Así se multiplicaba el volumen comercial. Los bancos, que controlaban los capitales, los cambios y las inversiones también experimentaron la concentración. En este período hay una situación de estabilidad monetaria, en la que tiene importancia el oro, cuya producción aumenta por el mantenimiento de las minas norteamericanas y el descubrimiento de las de África del Sur. El monometalismo con base en el oro se va estableciendo en los principales países industriales: Alemania en 1873; Rusia y Japón en 1897 o EEUU en 1900. Como consecuencia del desarrollo del capitalismo aumentó la tendencia a la fusión entre el capital bancario y el capital industrial: los Bancos entregaban a las empresas el capital para su expansión y eran compensados con acciones. La concentración bancaria e industrial creciente daba nacimiento al monopolio controlando una sociedad la mayor parte de la producción en una actividad industrial o acordando diversas sociedades de una industria las cantidades a producir y los precios y los precios de venta. La segunda revolución industrial aceleró el crecimiento de la economía mundial, especialmente en los países que habían sentado sólidas bases de desarrollo en la primera etapa. Gran Bretaña, Francia, Alemania y Estados Unidos se convirtieron en grandes potencias industriales, con economías nacionales dotadas de un gran dinamismo. Además, en ese mundo de industrialización avanzada se produjo una sensible alteración de las jerarquías de poder. La incuestionable supremacía que había mantenido Gran Bretaña hasta 1875 comenzó a retroceder a partir de entonces: Estados Unidos le superó

en producción industrial a finales de la década de los ochenta, y poco después lo hizo Alemania, que en vísperas de la Gran Guerra se convirtió en la segunda potencia industrial con aspiraciones de dominio mundial. Pero esa redistribución del poder no impidió que Londres siguiera siendo el centro comercial, naviero y bancario del mundo, afianzado por la fortaleza de la libra esterlina y las instituciones financieras de la City. A pesar de que el mundo industrializado se había hecho más plural, y más universal también, lo cierto es que Europa aún constituía el centro internacional. La economía mundial seguía sustentándose en el continuado crecimiento de la población europea, en los grandes trasvases de mano de obra europea hacia los nuevos países, en las fuertes inversiones de capitales europeas, en el desarrollo de una amplísima red de transportes y comunicaciones, en gran parte bajo control de los europeos, y en los intercambios entre regiones productoras de materias primas y regiones manufactureras, cuyos principales puntos de origen o destino eran europeos. Ni siquiera Estados Unidos, que se había convertido en la primera potencia industrial, podía desempeñar el papel de dirección que estaba ejerciendo Europa sobre el resto del mundo; para culminar su proceso de colonización interior, dependía aún de los flujos de población europea, y su mercado interno tenía una demanda expansiva que le impedía ponerse a la altura de los europeos en el comercio internacional. Hubo que esperar, pues, a que terminara la Gran Guerra para presenciar el declive del poderío europeo. Ahora bien, hablar del poderío europeo durante esta etapa quería decir, esencialmente, poderío de Europa occidental, y particularmente del Reino Unido, Alemania y Francia. Porque junto a la Europa avanzada, la de los países industrializados o en proceso de industrialización, existía la Europa atrasada, con una economía de base agraria en la que numerosos obstáculos estructurales se interponían en el camino de la modernización. En gran parte de la zona mediterránea y oriental, los brotes de industrialización coexistían en medio de estructuras tradicionales que impedían el necesario crecimiento de la demanda interior, la articulación de un mercado nacional integrado o la competitividad de las producciones industriales en el mercado internacional. Las estructuras agrarias reflejan estas persistencias del Antiguo Régimen con claridad: mientras que en España los latifundios había ganado terreno a partir de la desamortización liberalizadora de las tierras, en el extremo oriental de Europa (Rumanía, Hungría, Rusia, pero también partes de Alemania) el fin de la servidumbre campesina no llevó aparejado el fin de todos los privilegios. En el último de los eslabones de la economía internacional se encontraba el mundo dependiente. Se trataba de un conjunto de países independientes o semiindependientes, zonas de influencia o simples colonias que se debatían en el círculo vicioso del subdesarrollo y la dependencia. Con la plenitud alcanzada por el capitalismo y su mayor grado de irradiación a todas las zonas del mundo,

las relaciones entre países ricos y países pobres se hicieron más variadas y complejas, y más desiguales al mismo tiempo. La tupida red de intercambios, transacciones y comunicaciones que se tejió entre estos dos mundos aseguró a los países industrializados el abastecimiento de materias primas en condiciones muy ventajosas, la salida de nuevos mercados para una industria en expansión y la colocación de capitales de gran rentabilidad. Y naturalmente, el control económico garantizaba la difusión de valores, gustos y formas de vida del mundo desarrollado, que se dio en llamar civilizado al mundo subdesarrollado, así como la expansión de esa civilización occidental, que todavía era esencialmente europea. El mundo desarrollado era competitivo. La cuestión primordial entonces pasó a estar centrada en dilucidar quién llegaba primero a recoger los beneficios de esa expansión económica y de civilización. Se desató entonces una fuerte pugna entre las grandes potencias industriales, en particular entre las potencias europeas, por la captura de espacios y mercados en el exterior. 6. Evolución de la población. Los movimientos migratorios. El crecimiento demográfico es común a todos los pueblos europeos, siendo causa y consecuencia del desarrollo económico. Se impuso, sobre todo en Europa Occidental un régimen demográfico nuevo definido por la disminución rápida de la natalidad, cuya tasa desciende en los países industrializados se mantiene en un 30% y por la disminución más rápida de la tasa de mortalidad, poniéndose entre 10 y 20 % como consecuencia de una mayor higiene, mejor alimentación y progreso de la sanidad. En las zonas más orientales descendía un poco la mortalidad pero se mantenía la natalidad muy alta, siendo el crecimiento más elevado y la población, joven. Una nueva oleada migratoria llevaba a las personas de las zonas más orientales de Europa al Centro y a América. La población europea crecía de forma desigual: aumentaba más en Gran Bretaña (52%), Alemania (60%) o Rusia, que dobló la población entre 1850 y 1900. EEUU que tenía 32 millones en 1860 pasó a 98 en 1914. Los países con más fuerte emigración fueron: Gran Bretaña hasta 1890; Alemania hasta 1881; Italia desde 1880 y Europa Oriental en el mismo período. Los países receptores principales eran EEUU, Canadá, Brasil, Argentina, Australia, Nueva Zelanda y África del Sur. Se trata de nuevas potencias económicas que se desarrollan y compiten con las europeas. El desarrollo urbano es otro fenómeno asociado. En Europa, las ciudades crecieron más que nunca. A finales del XIX había 7 ciudades europeas con más de un millón de habitantes y en Europa occidental ya era la población urbana mayor que la rural. Sobre todo en las ciudades, aumenta el nivel de vida en general aunque no de forma homogénea y se dispone de una mejor sanidad, alimentación, información o educación. También se desarrollan los barrios obreros con sus chabolas y su problema de hacinamiento.

Hubo una fuerte expansión demográfica. La población pasó de 1175 millones de habitantes en 1870 a ...


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