Res Extensa - Sexta meditacion PDF

Title Res Extensa - Sexta meditacion
Author Florencia Mirabile
Course Filosofia y Etica
Institution Universidad Argentina de la Empresa
Pages 6
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Summary

Apuntes...


Description

1 En torno a la Res Extensa Ya en la sexta meditación está demostrada la existencia de Dios, demostración que Descartes hace en la tercera y en la quinta meditación. La demostración de la existencia de Dios derriba la hipótesis del genio maligno o Dios engañador que había llevado la duda al extremo (duda hiperbólica). Con la demostración de la existencia de Dios tenemos dos sustancias cuya existencia es indubitable: la res cogitans y Dios. El meditador ya no está solo en el mundo, también está Dios y la garantía de que todo aquello que se percibe con claridad y distinción es verdadero (se recuperan las matemáticas y los principios de la lógica: no se puede ser y no ser al mismo tiempo; De la nada, nada es; una cosa es P o no P y no hay otra posibilidad, el principio de adecuación causal, etc.). Queda ahora por demostrar que existen los cuerpos, es decir que las ideas que tengo acerca de los cuerpos provienen efectivamente de los cuerpos. Las ideas adventicias, recordemos, son aquellas ideas que parecieran tener como fuente los objetos, es decir parecieran provenir del mundo externo, ahora bien, todavía Descartes no sabe si esos cuerpos existen más allá del pensamiento, es decir, si hay cuerpos que sean la fuente de las ideas adventicias. Recordemos que la existencia de los cuerpos quedó cuestionada con el argumento del sueño (aquí caía la verdad como correspondencia). Entonces en la sexta meditación Descartes tiene que demostrar que los cuerpos existen por fuera del pensamiento. El argumento más fuerte es que él tiene una fuerte inclinación a creer que las ideas de los cuerpos se corresponden con los cuerpos que existen fuera del pensamiento. Y acá aparece Dios como garantía nuevamente. Ya Dios ha garantizado la verdad de las matemáticas y de los principios lógicos. Dios va a ser ahora la garantía de la existencia del mundo externo. Si Dios es el ser perfectísimo y yo tengo una fuerte inclinación a creer que las ideas de los cuerpos provienen efectivamente del mundo externo, Dios sería engañador si la fuente de las ideas de los cuerpos no fuera el mundo externo, es decir, sería engañador porque al tener yo una fuerte inclinación a creer que provienen del mundo externo, Dios no me daría instrumentos para corregirme. Pero como se ha demostrado que Dios existe y que es el ser perfectísimo, no puede ser engañador, ya que eso sería una imperfección que contradiría la definición de Dios. Si Dios existe, los cuerpos existen . De todos modos Descartes va a plantear que sólo puedo tener conocimiento verdadero (claro y distinto) de los cuerpos en tanto res extensa (la tercera

Los cuerpos son para Descartes, res extensa, y tienen dimensionalidad (ancho, largo y profundidad). Los cuerpos sólo pueden ser conocidos por el pensamiento.

sustancia).

Para Descartes los sentidos siguen siendo una fuente oscura y confusa para el conocimiento de los cuerpos (esto ya había quedado demostrado con el argumento de la cera). La rojez, la blandura, la dureza, el olor no son lo esencial de los cuerpos, no expresan la naturaleza de los cuerpos y además las cualidades sensibles no pueden traducirse en términos matemático-geométricos (el proyecto cartesiano es la mathesis universales). Por lo tanto los cuerpos existen pero como res extensa tridimensional. Los sentidos no proporcionan para Descartes un conocimiento cierto. Tanto la res cogitans como la res extensa se conocen por razón pura. Sólo el pensamiento puede conocer la sustancia pensante y la sustancia extensa. Para Descartes hay una única res extensa con múltiples modalidades; variaciones locales de una única res extensa: árboles, casas, personas, cielo, montañas, sillas, etc.

2

En torno a la sexta meditación (la existencia del mundo exterior) Cuando llegamos a la sexta meditación, aparecen tres argumentos que intentan probar la existencia del mundo exterior, y el primero de ellos precisamente, parte de la posesión de la idea clara y distinta de la extensión que tenemos. La conclusión del argumento es sumamente débil y corresponde al principio de la frase donde dice que es posible que haya cosas materiales. Es decir, a través de este argumento sólo se plantea la mera posibilidad de la existencia de las cosas materiales. Y dice que pueden existir porque yo tengo una idea clara y distinta de las cosas materiales, en tanto objeto de las construcciones geométricas. Esto quiere decir que tengo una idea clara y distinta de la extensión y Dios tiene la capacidad de construir todo aquello de lo cual tengo una idea clara y distinta. Por lo tanto, las cosas materiales pueden existir. La forma del argumento sería:

1)

Concibo clara y distintamente las cosas materiales en cuanto me las represento como

objetos de las demostraciones geométricas. 2)

Dios es capaz de producir todo lo que concibo con claridad y distinción.

3)

Es posible que las cosas materiales existan.

Entonces, en este argumento, a partir de la idea clara y distinta que tengo de la extensión derivo la posibilidad de la existencia del mundo exterior.

Otro argumento que aparece se basa en la posesión de otra facultad que tengo, que es la imaginación. Este es un argumento adicional que sirve para probar que la imaginación es diferente del entendimiento. Este argumento lo encontramos cuando habla de las figuras que pueden concebirse, pero no imaginarse. Por ejemplo, yo puedo concebir una figura de mil lados, pero si trato de imaginarla no podría precisar si dicha figura tiene, mil, dos mil o menos de mil lados.

Hay un esfuerzo que debo hacer con la

imaginación en estos casos que no necesito hacer cuando simplemente estoy concibiendo.

Esto

demuestra que son facultades diferentes, de las cuales una pertenece a mi esencia y otra no. Descartes dice que así como tiene la facultad del entendimiento, tiene la de la imaginación, que son diferentes. Ahora, la facultad de imaginar no es esencial a la sustancia pensante que soy yo, y aunque no poseyera esta facultad seguiría siendo esta sustancia pensante.

Esto de alguna manera funciona como un indicio de que hay algo más que la sustancia pensante, y es posible que yo esté unido a un cuerpo y que estas ideas que provienen de la imaginación, tengan que

3 ver con que estoy íntimamente unido a un cuerpo. Por lo tanto, hago la probable conjetura de que el cuerpo existe. Nuevamente la conclusión es sumamente débil; aún cuando consideremos que la probabilidad es más que una mera posibilidad.

Este segundo argumento reconstruido, quedaría de la siguiente manera:

1)

La imaginación es diferente del entendimiento porque supone una particular contención

del espíritu. 2)

La imaginación no pertenece a mi esencia.

3)

Por lo tanto, hago la probable conjetura de que hay cuerpos.

En esta sexta meditación aparece un tercer argumento que va a tener que ver con la sensibilidad. Este va a ser el argumento que tiene más fuerza; aunque con esto no quiero decir que la existencia de lo corpóreo quede probada con evidencia, sino que sigue siendo un argumento más débil que aquellos con los que probó su propia existencia y la de Dios. El argumento comienza cuando Descartes dice en la sexta meditación: Además, no puedo negar que hay en mí cierta facultad pasiva de sentir, esto es, de recibir y reconocer las ideas de las cosas sensibles…

Parto de que tengo una facultad por la cual recibo pasivamente ideas sensibles, aunque todavía no sepa si a esas ideas les corresponde algo efectivamente real, o no; o si el mundo exterior es cierto. Pero parto de que tengo esas ideas que son recibidas pasivamente por una facultad, que es la sensibilidad. Nuevamente estamos ante un argumento causal: yo tengo ideas del mundo exterior, las recibo pasivamente, es decir, tengo la facultad pasiva de recibir estas ideas, y por tanto debe haber en algún lugar, ya sea en mí mismo o en otra cosa, la facultad activa de producirlas. El problema aquí es dónde está esta facultad activa: si está en las cosas exteriores, o si está en mí, o si está en Dios, o en una causa intermedia. Lo que Descartes quiere probar es que esas ideas que yo recibo del mundo exterior son efectivamente causadas por el mundo exterior. La manera de probar que el mundo exterior existe será remontándose del efecto, que son nuestras ideas sensibles, a la causa que las produce. Hasta ahora, lo único que estableció es que él tiene la capacidad pasiva de recibir ideas, y que por lo tanto debe haber una facultad activa que las produce, lo cual será su causa.

4 Todavía le queda por descartar varias posibilidades, porque podría ser que estas ideas sensibles, provinieran del mundo exterior; pero también existe la posibilidad de que provengan de él mismo y que el mundo exterior no exista o que provengan de Dios.

Esta facultad activa no podría estar en mí porque no dependen de mi pensamiento y porque las recibo involuntariamente. Estas son las dos razones que esgrime Descartes. A pesar de que en la primera meditación aparece el argumento del sueño, no es inconsistente que ahora diga que esta facultad no puede estar en mí porque las ideas de lo sensible se me dan involuntariamente. Porque entre una afirmación y la otra tenemos la prueba de la existencia de Dios, que está funcionando como garante de que no puede haber un error sistemático, ya que eso sería contrario a su bondad. El problema no es el error parcial (que ya trató en la cuarta meditación), sino que lo que sería incompatible con la bondad divina sería un error sistemático. La posibilidad del error sistemático queda descartada. Si yo estoy evaluando qué pasa con estas ideas sensibles, que parecen provenir del mundo exterior, a través de los sentidos, tengo que descartar la posibilidad de un sueño sistemático; tengo que descartar, por lo menos, que sea yo el que las está produciendo. Veamos ahora si podría suceder que Dios mismo generara y fuera la causa de estas ideas. Esto podría suceder, pero no sería compatible con la bondad divina ya que tenemos una fuerte inclinación natural a creer esas ideas efectivamente provienen del mundo exterior. Ahora, si yo sé que Dios es bondadoso, no puede ser que Dios me haya creado con esta inclinación, siendo que las ideas del mundo exterior en realidad provienen de Dios mismo o alguna causa intermedia. A la fuerte inclinación que yo poseo a considerar que el mundo exterior efectivamente existe, no se le opone la posibilidad de descubrir el engaño; no tendría la posibilidad de darme cuenta. Todo esto, sumado a la bondad divina, daría como resultado una incompatibilidad. La bondad divina y la fuerte inclinación que tengo a considerar que esas ideas provienen del mundo exterior, me

permiten concluir que es el mundo exterior la causa de esas ideas que yo recibo pasivamente a través de la sensibilidad. Tratemos de reconstruir este tercer argumento:

1) Tengo la facultad de sentir; es decir, de recibir ideas de las cosas materiales. 2) Debe haber una facultad activa que produzca tales ideas. 3) Esa facultad activa no puede estar en mí, considerado como algo que piensa, puesto que no presupone mi pensamiento y puesto que tales ideas se presentan involuntariamente.

5 4) Tampoco puede estar en Dios mismo o en otra criatura más noble que el cuerpo, ya que Dios no es engañador y me dio una fuerte inclinación a creer que esa facultad activa está en las cosas materiales mismas. 5) Por lo tanto, las ideas de las cosas materiales son producidas por las cosas materiales.

Esto significa que las cosas materiales existen. Puede que no sean tal como las muestran los sentidos, pero todo lo que concebimos con claridad y distinción en las cosas materiales, efectivamente les pertenecen. El argumento se está basando en una inclinación natural, que tengo en tanto soy un compuesto de cuerpo y alma. Esto no es lo mismo que lo que conozco por luz natural. Una cosa es lo que conozco por luz natural, que tiene que ver con las evidencias, por ejemplo: sé que existo, sé que existe Dios, las evidencias matemáticas. Otra cosa es lo que la naturaleza me enseña: que hay cosas exteriores (esto está presupuesto en el argumento), que tengo un cuerpo y el modo en que estoy relacionado con ese cuerpo. La descripción de esta última enseñanza de la naturaleza es muy particular, porque es allí donde aparece la idea de que el alma no está en el cuerpo como un piloto en su navío. Esto significa que hay una mezcla; el alma está mezclada en el cuerpo. Cuando el navío se rompe, el piloto va y lo repara; pero si se me rompe un brazo me duele. La sensibilidad atestigua esta mezcla del alma y el cuerpo; hay una estrecha conexión entre ambos. Fíjense que esta manera peculiar de describir la unión del alma con el cuerpo, que aparece en las Meditaciones, le da al cuerpo propio una especificidad que no tiene ningún otro cuerpo; ningún otro cuerpo me duele. Hasta aquí entonces, lo que me enseña la naturaleza es que tengo un cuerpo, que estoy

mezclado con ese cuerpo, que hay otros cuerpos y que debo buscar algunos de esos cuerpos, pero huir de otros. Ahí aparece la cuestión de que la función de la sensibilidad (el placer y el dolor) están ligados a la posibilidad de tener una guía para conservar el cuerpo, y por tanto para autoconservarme. Esta es la función de la sensibilidad. Una tercera vía que también aparece en el texto es lo que la naturaleza parece enseñarme, pero en realidad no me enseña. Ahí sí hay información que proviene de los sentidos, que no es clara y distinta, y donde la naturaleza no me está dando esa información acerca del mundo exterior. Así, cometo un error cuando me apresuro a juzgar sobre esas ideas que no son ni claras ni distintas. Por ejemplo, algo que parece enseñarme la naturaleza y no me lo enseña es que las ideas sensibles son semejantes al mundo exterior. Ahí sí me estoy apresurando a abrir juicio. Ahí estoy utilizando la

6 sensibilidad con una función que no es la que le es propia, que es la función de conservarme, sino como facultad de conocimiento....


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