Reseña de La sirena varada, Casona PDF

Title Reseña de La sirena varada, Casona
Course Textos Literarios Hispánicos
Institution Universidad de Córdoba España
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María Victoria Partera García

5º Filología Hispánica Estudios de literatura española: s. XVIII-XX

La sirena varada, Alejandro Casona, Madrid, Espasa Calpe, 1989 La sirena varada es una obra del escritor asturiano Alejandro Casona, conocido por muy pocos por sus verdaderos apellidos: Rodríguez Álvarez, siendo Casona un pseudónimo que el autor usaría desde su segundo libro de versos en 1930, La flauta del sapo. El título que nos ocupa pertenece a un subgénero literario muy cultivado por nuestro escritor, el teatro, y que junto a su corpus narrativo y poético le ha valido el reconocimiento de la crítica. Escrita en 1933, La sirena varada, se representó por vez primera en marzo de 1934, momento en que aún estaban por llegar algunos de los títulos más conocidos de Casona como Las tres perfectas casadas (1941), La dama del alba (1944) o Los árboles mueren de pie (1963). Alejandro Rodríguez no siempre despertó la admiración de la crítica, también en alguna que otra ocasión su teatro fue susceptible de ardientes polémicas directamente producidas por la concepción que del realismo tenía el autor y la anacronía, en consecuencia, de la temática y tratamiento de algunas de sus obras. El tema principal del drama de Casona se sustenta sobre una dualidad muy recurrente en toda la historia literaria: el binomio realidad-ficción. Este desdoblamiento encuentra su correlato en las dos fuerzas motrices de la acción, a saber: el acto de voluntad del subconsciente y la imposición que del exterior procede. Este tema goza de una fuerte tradición, como hemos dicho, en toda la literatura, siendo uno de sus máximos estandartes La vida es sueño de Calderón de la Barca. En La sirena varada se respira cierto aire de alucinación, o sea, el ambiente o atmósfera donde se concentra la acción posee matices ficcionales; pero también, al mismo tiempo, se desprende de la obra toda una cabalgata de formas, colores, sentimientos, ideas, que vienen a configurar una suerte de caleidoscopio de la realidad. La disposición estructural de la obra es de tres actos, siguiendo, por tanto, la concepción clásica. En el primer acto no existe la realidad, todo lo que en él acontece pertenece al plano de la fantasía, incluso la inicial descripción del espacio se acerca más bien a lo ilusorio: ‘En un viejo caserón con vagos recuerdos de castillo y de convento, pero amueblado con un sentido moderno y confortable […] disimuladas entre cactus, luces indirectas, verdes y rojas, producen una gran fantasía en el conjunto’; en el segundo acto, 1

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impulsados – ‘obligados’– por su deber, o sea, el papel que cada uno debe representar, los diferentes personajes se muestran incómodos, tristes, y se crea consiguientemente un anticlima; por último, el acto tercero podría ser titulado como ‘la aceptación’ o la renuncia al mundo de ideales y fantasía para mostrar conformidad con la verdad, aunque esta sea vulgar, deshonesta, miserable. El conflicto con la ficción es arrollado por una realidad devastadora y desnuda de todo embellecimiento. Los tres actos se desarrollan en el breve espacio de tiempo de una noche y ‘en el mismo lugar’, referencias ambas indicadas en las acotaciones al inicio de cada una de las jornadas. Por supuesto, es imprescindible dedicar un apartado al estudio de los personajes, pues cada uno de ellos recoge una serie de características y comportamientos que de forma directa dictaminan el transcurso de los hechos representados sobre el escenario. Precisamente el binomio fantasía/realidad asienta su base sobre el desdoblamiento imperante en los personajes, la invalidez de la mayoría por reconocer su identidad verdadera y proceder de acuerdo a quienes creen que son, pero no en cuanto a quienes son realmente. Sirena/María puede ser reconocida quizá como uno de los puntos donde inflexiona esta dicotomía; el personaje se balancea violentamente sobre un continuo oleaje de locura hasta el punto que es difícil para el lector/espectador discernir cuál de las dos voces es la que habla: ¿la joven que acaba de huir del circo y de su padre o aquella que se considera una sirena que necesita cuanto antes volver al mar? En la misma línea se mueven otros personajes como el fantasma/don Joaquín, cuya actuación fluctúa entre su oficio de jardinero y su creencia de ser el alma en pena de Napoleón Bonaparte; o Daniel el pintor, convencido de su ceguera hasta tal punto que niega toda visión y deambula por la casa con una venda sobre los ojos; o Samy, el padre de María, cuyo idealismo y experiencia, le llevan a ser coronado como ‘presidente’ de la República creada por Ricardo, pero que demostrará ser únicamente un borracho, excesivamente soñador y cobarde, muy lejos de su auto-creída imagen. Ricardo vive la fantasía más pura, la que desde un primer momento el autor intenta demostrar que se halla abocada al fracaso; precisamente será fundamental el momento en que Ricardo descubre la mentira de Daniel, pues a partir de esta escena, el personaje se esforzará por ayudar al resto de habitantes de la casa para que reconozcan que están interpretando un papel alejado de la realidad. Gran ironía posee este trasunto del drama: los actores que sobre el escenario actúan forman parte de la ficción contemplada por el espectador, y dentro de ese mundo imaginado 2

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en la representación se muestra un nuevo micro-espacio donde los personajes/actores interpretan un papel ficcional opuesto al papel real. Juego de engranajes con el que Alejandro Casona parte de una de las cuestiones que más ha preocupado siempre al hombre: ¿quién soy y hacia dónde he de dirigir mis pasos? En un estudio de relaciones intertextuales, son numerosos los títulos donde se trata la cuestión, desde la ya mencionada ‘La vida es sueño’, pasando por el archiconocido ‘Don Quijote de la Mancha’ y encontrando su correlato incluso en el plano cinéfilo, con películas como ‘Persona’ de Ingmar Bergman. La obra es una continua búsqueda de sus personajes por encontrarse a sí mismos y por poder concretar en la realidad la imagen idealizada que han cimentado. No obstante, ello acaba resultando imposible, pues el mensaje de Casona se filtra paulatinamente en la atmósfera donde estos se mueven y acaba por transformarlos: la realidad es mísera y fea, pero precisamente el conocimiento de ello y su aceptación son las claves de la vida. La iluminación – entendida como otro signo teatral más según la teoría de Tadeus Kowzan – incentiva ese enfrentamiento entre el mundo interior y exterior de los personajes hasta tal punto que la obra se cierra precisamente con las palabras de María susurrando a Ricardo: ‘No es nada… el mareo (Reclina la cabeza en el asiento) Esa luz… (Entorna los ojos. Ricardo apaga)’. A modo de conclusión, me parece interesante recoger unas palabras de Casona emitidas durante una entrevista: ‘Yo creo que el teatro debe concebirse en lírico […] pero realizarse en dramático’. Esta aseveración recuerda rápidamente a cualquier lector/espectador la concepción dramática de Lorca, o sea, ambos autores entienden el teatro como una vía de manifestación de las preocupaciones y sentimientos más universales del ser humano (amor, muerte, la sexualidad, la búsqueda del sentido de la vida, la identidad, etc.) siendo la forma poética en conjunción con la dramática, la encargada de contener el caudal literario que de ello se desprende. En el fondo, al igual que María/Sirena, todos necesitamos en algún momento ser curados y qué mejor forma de alcanzar la catarsis que a través del teatro, a través de la convivencia escénica de dos mundos: el real y el representado.

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