[S1] Cameron, D. Panovic, I. (2014 ). El discurso y el análisis del discurso PDF

Title [S1] Cameron, D. Panovic, I. (2014 ). El discurso y el análisis del discurso
Course Lenguaje y sociedad
Institution Pontificia Universidad Católica del Perú
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El discurso y el análisis del discurso* Deborah Cameron e Ivan Panović

Al estudiar cualquier tema, resulta importante definir el objeto, es decir, el fenómeno que se está estudiando. En este artículo, vamos a considerar algunas definiciones de discurso y cómo se relacionan con diferentes aproximaciones analíticas. Si miramos la palabra discurso en un diccionario general, probablemente encontremos algo como lo siguiente (extraído del Diccionario Conciso de Oxford): Discurso, sustantivo o adjetivo: (a) conversación, habla; (b) disertación o tratado sobre un tema académico; (c) exposición o sermón. Esta entrada nos dice que la palabra discurso se usa en el inglés común para hablar sobre el lenguaje, tanto sobre el habla, como en (a), como sobre la escritura, como en (b) (el sentido de (c) presenta dos géneros “mixtos”, ‘exposición’ y ‘sermón’, que se transmiten oralmente pero que usualmente se componen, por lo menos parcialmente, en la escritura). Sin embargo, ninguno de estos sentidos refleja exactamente lo que significa iscu cuando se usa como un término técnico. Reconociendo este punto, la entrada continúa listando otro sentido de la palabra, que identifica como perteneciente al vocabulario especializado de la lingüística: “Una serie de enunciados conectados entre sí, un texto”. Pero discurso no es solo un término técnico en lingüística. Como observa Sara Mills (1997: 1), “[s]e ha vuelto un término común en una variedad de disciplinas: teoría crítica, sociología, lingüística, filosofía, psicología social y muchos otros campos”. Esto, sugiere la autora, puede ser una fuente de confusión, pues aunque todos utilicen la misma palabra, las personas de diferentes disciplinas académicas o tradiciones teóricas no la definen exactamente de la misma manera. Esto podría no importar si las disciplinas y tradiciones en cuestión fuesen proyectos completamente separados, cada una desarrollada de forma aislada con relación a las otras. Sin embargo, el análisis del discurso constituye una iniciativa interdisciplinaria, influida por ideas provenientes de más de una tradición. Por lo tanto, cualquiera que quiera comprender el campo o contribuir a sus discusiones debe ser consciente de las variadas formas en las que sus términos deben ser definidos y usados. Tres definiciones de discurso Las definiciones de discurso son muchas y variadas, pero la mayor parte de ellas constituyen variaciones en torno a los tres temas que aparecen a continuación: 1. El discurso es lenguaje “por encima de la oración”. 2. El discurso es lenguaje “en uso”.  *

Capítulo 1 de Deborah Cameron e Ivan Panović. Working with written discourse. Londres / California / Nueva Delhi: Sage, 2014. Traducción hecha con fines académicos por el equipo de profesores y asistentes de docencia del curso de Lenguaje y Sociedad de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Agosto del 2018.

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3. El discurso es una forma de práctica social en la que el lenguaje cumple un rol central. La primera definición, “lenguaje por encima de la oración”, viene de la lingüística y está más cerca que el resto a la definición del diccionario que citamos anteriormente: “Una serie de enunciados conectados entre sí, un texto”. Para comprender lo que esto significa, es importante tener en cuenta que el objetivo tradicional de la lingüística es describir y explicar la forma en que el lenguaje funciona como un sistema: cuáles son sus unidades básicas y cuáles son las reglas para combinarlas. En esa conexión, una idea fundamental es que el lenguaje tiene diferentes tipos y niveles de estructuras que se articulan entre sí. Las unidades más pequeñas de la estructura lingüística se combinan para formar unidades más grandes: por ejemplo, los sonidos del habla se combinan en sílabas, las sílabas en palabras, las palabras en frases y las frases en oraciones. Sin embargo, lo que es importante saber es que las unidades y las reglas para combinarlas no son las mismas en cada nivel. Necesitamos diferentes tipos de unidades y de reglas para la fonología (el sistema de sonidos de una lengua) y para la sintaxis (la estructura de la oración). Este principio explica lo que se entiende por el término “por encima” en “por encima de la oración”. A medida que la unidad crece (por ejemplo, las palabras son mayores que los sonidos y las oraciones son mayores que las palabras), metafóricamente hablando, hay un ascenso de un nivel al siguiente. Si el análisis del discurso se ocupa del “lenguaje por encima de la oración”, eso significa que estudia los patrones estructurales en unidades que son mayores, más extensas, que una oración: la “serie de enunciados conectados entre sí” o el “texto” de la definición del diccionario. Uno de los analistas del discurso más antiguos, el lingüista Zellig Harris (1952), planteó la siguiente pregunta: ¿Cómo nos damos cuenta si una secuencia de oraciones es, de hecho, un texto —es decir, que las oraciones se relacionan entre sí y colectivamente forman un todo más grande—, y no una colección al azar de fragmentos no relacionados entre sí? Según lo pensó Harris, la respuesta a esa pregunta esclarecería qué tipo de estructura existe “por encima de la oración”. Los textos tendrían esta estructura, mientras que las colecciones de oraciones al azar no lo harían. Como una ilustración del tipo de estructura que el autor tenía en mente, fijémonos en las siguientes dos oraciones extraídas de la primera página del Handbook of Discourse Analysis (Schiffrin et al. 2003: 1): (1) El análisis del discurso es un campo que está creciendo y evolucionando rápidamente. (2) La investigación en este campo proviene actualmente de numerosas disciplinas académicas que son muy diferentes entre sí. Intuitivamente, parece claro que estas dos oraciones pertenecen a un único texto: no se trata solo de enunciados separados que han sido yuxtapuestos de forma azarosa. En este punto, estas oraciones contrastan con la secuencia siguiente (inventada): (1) El análisis del discurso es un campo que está creciendo y evolucionando rápidamente. (2) Hace muchos miles de años, la tierra estuvo habitada por dinosaurios. En el ejemplo inventado no existe un nexo obvio entre las dos oraciones. En cambio, en el ejemplo del libro de texto las dos oraciones pueden entenderse fácilmente como parte 2 

de la discusión de un solo tema, el análisis del discurso, pues la segunda oración se basa en la proposición que aparece en la primera. Nuestras intuiciones sobre este punto no solo se generan por el contenido de las dos oraciones del libro de texto; también se relacionan con su forma. Un aspecto de la forma es el orden en el que aparecen. Imaginemos que el orden de las dos oraciones se revierta: “La investigación actual en este campo proviene actualmente de numerosas disciplinas académicas que son muy diferentes entre sí. El análisis del discurso es un campo que está creciendo y evolucionando rápidamente”. Si bien todavía podríamos conectarlas por el tema —no parecerían yuxtapuestas de forma azarosa, como sucede con el ejemplo del dinosaurio—, la secuencia nos parecería desarticulada en comparación con la versión original. En el libro de texto, las conexiones entre las dos oraciones no solo ocurren por el orden en el que aparecen, sino también mediante el uso de instancias de cohesión que unen la segunda oración con la primera: un ejemplo de esto es la expresión este campo, que aparece en la segunda oración, pero que se refiere a algo mencionado en la primera (y descrito como “un campo”): el análisis del discurso. Cuando el lector se encuentra con la referencia a “este campo”, no se pregunta “¿A qué campo se refiere el redactor?”, pues “un campo” ya ha sido mencionado, y nombrado, en la oración (1), y tiene sentido asumir que “este campo” en la oración (2) hace referencia al mismo campo y no a uno enteramente diferente que no ha sido mencionado previamente. Este tipo de cohesión estructural constituye una de las claves formales que nos indican que estamos ante un texto y no ante dos oraciones separadas y desconectadas. Además, esto es lo que se puede perder, o por lo menos oscurecer, cuando se revierte el orden de las oraciones. Pero todavía podríamos preguntarnos si podemos distinguir textos de colecciones azarosas de oraciones usando solamente criterios formales/estructurales. Como lectores, estamos predispuestos a tratar pedazos adyacentes de lenguaje como si estuvieran conectados, y a hacer conexiones incluso cuando estas no eran intencionadas. Esto es lo que produce el humor en ejemplos como el del anuncio del programa radial citado por Stubbs (1983: 93): “Más adelante, una nota sobre la vasectomía y los resultados de la competencia Hazlo Tú Mismo”. Si conectamos las partes presentes a ambos lados de la conjunción “y”, se genera una interpretación de “la competencia Hazlo Tú Mismo” como referida a “la vasectomía”. Sin embargo, aunque podemos reconocer esta como una posible lectura, también admitimos que no puede ser la que se intentó proyectar, pues sabemos que nadie organizaría una competencia en la que los hombres se hagan sus propias vasectomías. Cuando nos aproximamos a un texto tratando de otorgarle sentido, no solo tomamos en cuenta sus propiedades lingüísticas estructurales, sino que echamos mano de dos consideraciones: nuestro conocimiento del mundo fuera del texto y lo que pensamos que el productor del . Si una interpretación basada en la estructura del texto no es posible, normalmente la descartamos. Esto convierte al discurso en un caso diferente de la fonología o la sintaxis. No necesitamos saber nada sobre el mundo para decidir que /krin/ es una palabra posible en inglés, mientras que /rkin/ no lo es, o que stood boy the on up a chair no es una oración bien formada en inglés. Una vez que nos encontramos “por encima de la oración”, nuestra habilidad para otorgar sentido a las secuencias y decidir si están conectadas y cómo lo están implica más que solo aplicar un conjunto de reglas gramaticales. Otra objeción a la definición del discurso como “el lenguaje por encima de la oración” ha sido desarrollada por Henry Widdowson (1995), quien argumenta que un texto no tiene por qué ser mayor que una oración; de hecho, puede ser más pequeño. La leyenda MUJERES en la puerta de un baño público puede, por ejemplo, ser descrita como 3 

un texto, al igual que la letra P que se usa en Gran Bretaña para indicar un espacio para el parqueo de carros. Claramente, una única palabra o letra no puede tener “estructura por encima de la oración”, pero, desde la perspectiva de Widdowson, igual pueden constituir un texto, si en el contexto comunican un mensaje completo. Una vez más, el reconocimiento de MUJERES como un texto, y la interpretación de lo que ello significa, recae en un conocimiento del mundo que no está contenido en el texto mismo. Buscar la palabra mujeres en el diccionario no nos ayudaría a aclarar qué mensaje se está proyectando cuando la palabra está escrita en la puerta. Necesitamos traer mucho conocimiento general e información contextual a los textos incluso más banales, si es que van a Un rasgo esencial del análisis del discurso constituye el interés en qué y cómo comunica el lenguaje. Desde esa perspectiva, una mejor definición de discurso que “el lenguaje por encima de la oración” es la segunda enunciada anteriormente: “lenguaje en uso”. “Lenguaje en uso” constituye la más amplia de las tres definiciones; es también implícitamente una definición más “social” que la de “lenguaje por encima de la oración”. Esta última definición sugiere que el análisis del discurso, como la sintaxis, se preocupa básicamente por patrones formales del lenguaje en sí mismo. En contraste, “lenguaje en uso” no necesariamente supone falta de interés en la forma lingüística, sino que sugiere que la atención se dirigirá a otras preguntas, como quién está usando el lenguaje y para qué propósitos de los usuarios sirve el lenguaje en u ntexto particular. La mayoría de analistas del discurso que se ubican a sí mismos dentro de la lingüística se preocupan tanto por la forma como por la función, y por las relaciones entre ambas. Pero no todos los analistas del discurso son lingüistas: muchos son científicos sociales, para los cuales el análisis del discurso no es un fin en sí mismo, sino un medio para obtener información sobre diversos aspectos de la vida social. Esto no significa que estén desinteresados en el lenguaje y cómo este se usa. Todo análisis del discurso presenta una dimensión social y una dimensión lingüística, pero, cuando el énfasis recae en lo social, la noción general de discurso como “lenguaje en uso” usualmente se combina con la tercera definición anotada más arriba, según la cual el discurso se concibe como una forma de práctica social. Esta definición proviene de la teoría social crítica antes que de la lingüística (aunque ha influido en varios analistas del discurso que son lingüistas) y requiere alguna explicación adicional. En la siguiente sección, la examinamos con más detalle. Poder, conocimiento y práctica. Discurso(s) y construcción de la realidad social Los científicos sociales siempre han tratado el discurso —en el sentido de “lenguaje en uso”— como una fuente de información acerca de las actitudes, creencias, experiencias y prácticas de las personas. Algunos de los métodos comúnmente usados en la investigación social, como la entrevista cara a cara, involucran lenguaje hablado; otros, como pedirles a las personas llenar cuestionarios, llevar diarios o, más recientemente, interactuar con los investigadores usando medios sociales en línea, se basan en el lenguaje escrito. La mayoría de investigadores que usan estos métodos no están principalmente interesados en el discurso por sus cualidades lingüísticas sino, más bien, por lo que este puede decirnos sobre algún otro fenómeno social; por ejemplo, sobre la experiencia de las sujetos de investigación acerca del parto, sus sentimientos respecto al envejecimiento o sus creencias sobre el cambio climático. Se considera que las experiencias, sentimientos y creencias existen independientemente del discurso que los expresa: el lenguaje es

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simplemente un vehículo para transmitir la información relevante del sujeto investigado al investigador. Un enfoque de las ciencias sociales para analizar los datos se conoce como análisis de contenido: como sugiere esa denominación, su objetivo es extraer y analizar la información que está “contenida” en los cuestionarios, en las entrevistas transcritas o en cualquier otro texto que esté siendo examinado para alcanzar los objetivos del estudio. Los analistas identifican, a lo largo de una muestra de datos, las secciones que son relevantes según sus objetivos, usando un conjunto de categorías previamente seleccionadas a fin de “codificarlas”. Este enfoque se usa en las ciencias de la comunicación, por ejemplo, para investigar preguntas como cuán frecuentemente se cubre un tema particular en los reportes noticiosos, si la cobertura se ha incrementado o ha decrecido a lo largo del tiempo, y qué partes de la información o qué variedad de opiniones se presentan en los informes. Sin embargo, aunque este enfoque se aplica a los datos del discurso, se diferencia del análisis del discurso, tal como lo definimos en este capítulo. Para tener una idea clara de cuál es la diferencia, consideramos algunos ejemplos del discurso mediático relacionado con el tamaño del cuerpo y el peso. Los siguientes ejemplos se tomaron de la página web de la revista Bliss, una revista británica para preadolescentes y adolescentes tempranas (mybliss.co.uk). Específicamente, provienen de la versión electrónica de la “página de problemas” de la revista, que presenta cartas y correos electrónicos de las lectoras en los que expresan sus preocupaciones y solicitan consejos. 1. Odio mi cuerpo. ¡Tengo mucho sobrepeso! Difícilmente salgo porque creo que las personas se ríen de mí. 2. Tengo sobrepeso para mi edad y talla, y realmente quiero perder una cantidad saludable de peso. 3. Estoy pensando perder peso, no solo para ser superdelgada, sino porque quiero ser saludable. 4. Estoy tratando de perder peso porque estoy un poco llenita. 5. ¡Ayuda! Tengo 12 años (casi 13) y he tratado y tratado de perder peso, pero ¡no puedo! Siempre creo que me veo gorda. 6. Mi papá y mi mamá dicen que estoy creciendo y que necesito perder peso. 7. Odio estar tan gorda como estoy. Todas mis amigas son muy delgadas y odio ser la que no encaja. Quien haga el análisis de contenido de estos mensajes probablemente estaría más interesado en la naturaleza y la variedad de las preocupaciones que expresan las adolescentes acerca de su peso. Las chicas cuyas palabras se reproducen arriba comunican varias razones por las que necesitan o quieren perder peso: hay alguna mención no vinculada con la manera en que lucen sus cuerpos (por ejemplo, 1, 4, 5), algunas aluden a las reacciones negativas de otras personas hacia su peso (1, 6, 7), y algunas indican que quieren perder peso por razones de salud (2, 3). Podría emplearse un sistema de codificación para etiquetar la aparición de cada una de estas preocupaciones: el analista debe, entonces, extraer todos los ejemplos de cada tipo y, sobre esa base, plantear conclusiones acerca de cuán frecuentes son las inquietudes particulares en la muestra. Un analista del discurso, en cambio, querría observar no solo el contenido de las cartas sino también la manera en que las redactoras han decidido formular lingüísticamente sus testimonios. Sus preocupaciones, actitudes y emociones no solo se 5 

evidencian en qué han escrito, sino también —argumentaría un analista del discurso— en cómo está escrito. Para ilustrar lo que esto significa, nos enfocamos en los ejemplos 2 y 3. Ambos contienen una idea que puede ser parafraseada como “La adolescente quiere perder peso para ser saludable”, pero una mirada más enfocada en las estrategias lingüísticas de las redactoras sugiere que puede estar ocurriendo algo más complejo. La autora de 3 enmarca su motivación para perder peso en contraste con otra, que se menciona para aclarar que esta no es su principal o única preocupación: ella está “pensando perder peso, no solo para ser superdelgada, sino porque quiero ser saludable”. Un análisis de contenido que codifique esto como “Quiere perder peso por razones de salud” no sería “incorrecto”, dado que es, de hecho, la idea principal enunciada por la adolescente. Sin embargo, un análisis como este estaría dejando de lado la pregunta de por qué ella menciona, pero minimiza, una motivación alternativa: su deseo de “ser superdelgada”. Cuando las personas minimizan o niegan un motivo en el discurso (que es un recurso bastante común: un ejemplo típico es la fórmula introductoria “No soy racista / sexista / feminista, pero…”), esto se debe usualmente a que prevén que los demás les atribuirán esa motivación y las juzgarán negativamente por eso. Están solicitando legitimación al contrastarse con un grupo que, por implicación, sí merece la crítica. En este caso, la escritora puede estar anticipándose y tratando de adelantarse a un juicio negativo común hacia las chicas jóvenes que quieren perder peso, aquellas cuyo interés está dirigido más hacia una preocupación sobre la manera en la que lucen (y por el imposible ideal representado por las supermodelos y celebridades que ven en los medios) antes que por alguna concepción sobre lo que significa un peso saludable. Esta chica se esfuerza por presentarse como una persona responsable que ha pensado al respecto y que llega a una conclusión sensata. La autora de 2 emplea una estrategia distinta para cumplir un objetivo similar. Ella solicita legitimación adoptando un tipo de voz autorizada que podríamos asociar con un experto, como un científico o un doctor. “Tengo sobrepeso para mi edad y talla” es una afirmación directa acerca de los hechos, no encabezada por “yo creo” o “mi papá y mi mamá dicen”; se prefiere el término formal/médico sobrepeso en lugar de las palabras más suavizadas, vagas y coloquiales usadas por otras adolescentes (por ejemplo, grande, gordo o llenita); la referencia a “edad y talla” muestra conocimiento de cómo los expertos evalúan si alguien tiene “sobrepeso”. Actividad Las autoras de los ejemplos 1, 5 y 7 parecen estar presentándose ...


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