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RESUMEN DESARROLLO DEL YO (TEMA 6) Psicología del desarrollo

TANIA ZAMORA MARTIN 02

DESARROLLO DEL YO El término yo puede utilizarse para describir la parte de la personalidad humana en crecimiento que en condiciones adecuadas tiende a integrarse en una unidad. Además, el concepto del yo tiene que ver con los pensamientos y sentimientos de los niños acerca de sí mismos. Los niños no nacen con la capacidad de reconocer sus propios sentimientos ni pensamientos, es decir, la conciencia de sí mismos no es algo que exista en nosotros desde el principio, y dependen de sus relaciones y experiencias con los cuidadores para formar, consolidar e influenciar el desarrollo del concepto de sí mismos. Pero esta consolidación no es definitiva, sino que con la edad y las experiencias vitales se va transformando y evolucionando. Explicaremos brevemente el desarrollo del yo de los niños desde el nacimiento hasta la adolescencia

PRIMERA INFANCIA Desde la simbiosis inicial del bebé con las personas que le cuidan surge la conciencia de sí mismo, gracias a la satisfacción-insatisfacción, a sus emociones correspondientes y al desarrollo cognitivo, como un proceso de desagregación. Para que se desarrolle la comprensión de su actuación personal, uno de los componentes del yo, es necesario que los cuidadores respondan a las señales del bebé, así como que el bebé compruebe los efectos que tienen sus actividades sobre los objetos. Se produce la capacidad para producir respuestas contingentes en el entorno entre los 4 y los 10 meses. El modelo de sí mismo se genera mediante el apego y la relación que el bebé tiene con sus figuras de apego. Así, para que el bebé desarrolle un modelo de sí mismo como aceptado, querido y capaz de motivar la respuesta de los padres, los padres tendrán que ser sensibles a sus señales y responder a ellas, además de mostrarle su amor. En cuanto al autorreconocimiento, los primeros signos de autorreconocimiento en el espejo coinciden con el establecimiento del apego, la noción de permanencia y la capacidad de anticipar acontecimientos, además de la experiencia social, que es uno de los factores más importantes. Esto ocurre a los 18 meses aproximadamente, por un lado, a esta edad es cuando el niño es capaz de resolver la prueba de la mancha y aparecen las primeras evidencias verbales, es decir, el niño se refiere a yo, mi, etc. gracias a los avances del lenguaje. Y por otro lado, aparecen las emociones de competencia/incompetencia, como son el orgullo o la vergüenza al medirse con los demás, y culpa por auto atribución del daño causado. Ya es consciente de que sus rasgos son diferentes a los de los demás. A entre los 2-3 años aparece una fase de rabietas y cabezoneo, en la que el yo se conquista al mismo tiempo que se opone, hay una autoafirmación del yo.

DE LOS 3 A LOS 6 AÑOS Durante el periodo preescolar los niños van desarrollando un conocimiento categorial de sí mismos, gracias a eso los niños se clasifican basándose en unas características concretas y observables, como por ejemplo son la edad, los rasgos físicos, las cosas que poseen o las actividades que realizan. Una de las primeras categorías que los niños reconocen e integran en su autoconcepto es la edad. A los 3 años aproximadamente ya saben distinguir si son niños o niñas, así como etiquetar el género de los demás, aunque la constancia de género no aparece hasta los 6 años. En cuanto a la autoestima, estos niños idealizan el concepto que tienen de sí mismos. Esto refleja su deseo de ser aceptado y de ser competente en vez de hacer una valoración real de su competencia y aceptación social.

DE LOS 6 A LOS 12 AÑOS Entre los 6 y los 8 años, el yo se va definiendo con la comparación del niño con sí mismo en otros momentos del pasado. Por ejemplo: ahora se escribir, y antes no sabía hacerlo. A esta edad todavía mantienen una percepción muy positiva de sí mismos, tienen la autoestima muy elevada. En cambio, entre los 8 y 11 años, ya empiezan a integrar rasgos positivos y negativos de sí mismos, además de la importancia que tienen los rasgos referidos a las habilidades sociales y a las relaciones interpersonales. En cuanto a la autoestima, se perciben de las dos maneras, es decir, favorable y desfavorable, dependiendo del campo. Por ejemplo: yo soy buena en inglés, pero en baloncesto soy muy mala. A esta edad ya son capaces de compararse con los demás, lo que corrige la elevada y poco realista autoestima que tenían hasta ahora.

ADOLESCENCIA A lo largo de la adolescencia, el desarrollo del autoconcepto se caracteriza por dos cosas. Por un lado, la capacidad de autodefinirse a sí mismos en términos más abstractos y psicológicos (personalidad, habilidades sociales, motivaciones, valores…). Y por otro lado, una progresiva capacidad para diferenciar y relacionar los atributos con roles y situaciones, y la capacidad de integrar la ambivalencia de aspectos opuestos, es decir, se dan cuenta de que en cada situación son de diferente manera. En la preadolescencia, tienen en cuenta las características personales que influyen en las relaciones sociales o que determinan su imagen ante los demás. Además, se basan solo en un conjunto de rasgos a la hora de hacer generalizaciones. Hay un descenso en la autoestima, por las incertidumbres en lo físico, afectivo y social. En la adolescencia media, son capaces de diferenciar atributos en función de roles y situaciones. Así llegan a entender que pueden comportarse de diferente manera en determinadas situaciones. Por ejemplo: en casa con los padres soy más seria, pero en la calle con los amigos soy más alegre. A esta edad pueden identificar características contradictorias en su autoconcempto, lo que les genera

tensión e inestabilidad. Siguiendo con el ejemplo de antes: No sé por qué en la calle soy muy alegre y en casa soy más seria. No sé cómo soy de verdad. Es por esta razón por la que la valoración de sí mismo es más inestable, pero la autoestima aumenta en este periodo de la adolescencia. En los últimos años de la adolescencia, el autoconcepto incluye valores, convicciones morales y creencias, relacionados con roles y situaciones. Ya no les genera confusión el reconocimiento de atributos opuestos, ya que son capaces de integrar las abstracciones elementales en abstracciones compatibles de orden superior. Autoestima fluctúa según se desarrolla la identidad y la transición a la etapa adulta. Además de desarrollar un autoconcepto más equilibrado, estable y realista, el adolescente debe establecer una identidad que integre tanto su pasado, presente como sus aspiraciones del futuro. En función de la vivencia de una fase de crisis o de búsqueda y el grado de compromiso podemos diferenciar cuatro niveles o estatus de la identidad: 1. Identidad difusa: se refiere a la situación en la que los adolescentes no han experimentado un proceso de exploración o de crisis, y en el caso de que lo hayan hecho, han fracasado en el intento de establecer compromisos. 2. Identidad hipotecada: en este caso, el adolescente adopta la identidad de los padres o de un grupo social, sin haber experimentado él ningún periodo de búsqueda ni crisis. 3. Identidad moratoria: los adolescentes, o todavía no han definido sus compromisos o están explorando activamente en el terreno de los valores, creencias, vocación… 4. Identidad lograda: se refiere al estatus en el cual, tras una búsqueda activa, el adolescente ha resuelto la crisis estableciendo un compromiso vocacional e ideológico. A la hora de establecer la identidad influyen una serie de factores, como son por ejemplo, la edad, los estilos educativos y de relación familiar, las condiciones de vida o el momento histórico. En cuanto a la autoestima, las incertidumbres en lo físico, cognitivo y afectivo-social que se habían producido por los cambios en la pubertad, tienen un descenso sobe los 11-13 años, para después mejorar a lo largo de la adolescencia con una nueva bajada a finales de la segunda década de la vida....